El proyecto Biósfera Austral reúne a un grupo de profesionales multidisciplinarios, varios de los cuales trabajaron en la fundación Tompkins, y se dedica al desarrollo de proyectos de parques rurales de conservación.

Nació hace casi tres años a propósito del aumento sostenido de loteos que provocan la pérdida de la ruralidad e intervienen el paisaje afectando a las especies locales. El tema cobró fuerza la semana pasada luego de que el Ministerio de Agricultura ordenara al SAG no autorizar loteos que no sean para uso agrícola, pero se trata de una tendencia que distintas organizaciones venían denunciando con anterioridad.

Diego Varela, socio fundador y gerente general de Biósfera Austral, cuenta que están en proceso de reforestar más de 100 mil árboles nativos en la cuenca del Río Figueroa, en Aysén. Sus proyectos generalmente son parques cohabitables, donde más del 95% de la superficie es conservación y se definen ciertas áreas habitables.

Ya han logrado conservar a perpetuidad, mediante el Derecho Real de Conservación, más de mil hectáreas al año, teniendo como garante a la Fundación Geute. Varela considera que urge una regulación apropiada con mayor fiscalización y facultades del SEA, para así dejar atrás estragos como la contaminación de riberas bajo el concepto inmobiliario obsoleto de “primera línea”.

Rodrigo Noriega es piloto aeronáutico y fundador de la empresa Aero Alerce, durante años trabajó con Douglas Tompkins y presenció como el empresario y filántropo dibujaba desde el aire los planos de lo que hoy son parques nacionales. Hace tres años conoció al equipo de Biósfera Austral y comenzó a trabajar con ellos.

“Hay proyectos muy bien emplazados, pero también está el otro extremo, en el que buscan obtener utilidad lo antes posible y liquidarlo. Creo que el camino es avanzar en promover parques rurales de conservación sin afectar su entorno”, dice sobre la discusión sobre los loteos.

El arquitecto Francisco Morandé colaboró con Tompkins en la creación de los Parques Pumalín y Patagonia, entre otros, y actualmente trabaja en conjunto con Biósfera Austral.

“No podemos negar el fenómeno de la migración ciudad-campo. pero lo ideal sería contar con un completo catastro que dé cuenta de las características de los tipos de suelos, por ejemplo los que son realmente de “aptitud” agrícola, las áreas ambientalmente sensibles, ecosistemas frágiles, etcétera”, apunta el profesional, que vive en el sur hace 20 años.