Cultura
La cruzada educativa de Trabün que este año impactará a más de 120 mil estudiantes

La cruzada educativa de Trabün que este año impactará a más de 120 mil estudiantes
Lo que hace una década comenzó como un voluntariado de un grupo de amigos en Bajos de Mena, hoy es una fundación educacional con presencia en 14 regiones del país que este 2025 impartirá programas de formación valórica y socioemocional a 239 establecimientos escolares. “La educación es el lugar desde donde podemos realizar mayores cambios y transformaciones a la sociedad”, afirma Juan Antonio Álvarez, su director ejecutivo.
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En 2017 un grupo de voluntarios de la fundación Trabün organizó una escuelita de invierno en un colegio de Bajos de Mena en Puente Alto. Juan Antonio Álvarez (30) estaba a cargo de liderar las actividades con niños de primero básico.
“El lunes apareció Juanito, mi tocayo, y estuvo todo el día agarrado de la mano de su mamá. Martes, Juanito llega con la mamá, pero a la hora de almuerzo empieza a jugar con otros alumnos. La mamá aprovecha, se va. Juanito se da cuenta, llora, y después sigue jugando. Miércoles, jueves y viernes, Juanito le suelta la mano a su madre a los 10 minutos y juega”, cuenta Álvarez.
Un mes después, cuando recibió el llamado de la directora de esa escuela para agradecerle por el voluntariado, le costó entender el desfase de tiempo. “Sobre todo te agradezco por Juanito, porque él tiene fobia escolar. Durante el primer semestre había venido solamente dos veces a clases y ahora no ha faltado ningún día”, le dijo. Esa historia lo marcó y le hizo tomar consciencia del impacto que se puede generar. “A lo largo de la historia de Trabün felizmente son muchos los Juanitos”, agrega el director ejecutivo.
En 2015 junto a un grupo de amigos del colegio, exalumnos del Tabancura -José Manuel Silva, José Manuel Parodi, José Miguel González, Manuel Vial y Nicolás Basaure-, comenzaron a visitar Bajos de Mena, el barrio de más alta complejidad en la Región Metropolitana. Recorrieron la feria, los blocs, se reunieron con distintas personas y conocieron a la presidenta de la junta de vecinos.
Luego de un tiempo concluyeron que una manera de aportar era proporcionándoles camarotes que ayudaran a resolver el problema del hacinamiento habitacional. “Muchas veces duermen dos o tres niños en una misma cama, o con sus padres o abuelos. Pero cuando lo fuimos a conversar con las familias nos dijeron: ‘Es una muy buena idea, pero preferimos que se preocupen de la educación de nuestros hijos. Ese es nuestro mayor dolor, y ellos son el futuro de Bajos de Mena’”.
Así entraron al terreno de la educación. Bautizaron el proyecto -que en diciembre de ese mismo año se constituyó como fundación- como Trabün, que significa “encuentro” o “estar unidos” en mapudungun. Siempre se trató de un trabajo colaborativo con la comunidad, con apoderados, docentes y directivos, afirma su fundador.
“Nosotros no pretendíamos llegar a instalar nada, sino que desarrollar soluciones en conjunto que fueran atingentes a sus necesidades. El primer aprendizaje fue nuestro”, señala el ingeniero comercial y magíster de Economía con mención en Políticas Públicas.
Los sábados en la mañana voluntarios de Trabün, todos jóvenes universitarios, realizaban talleres de matemáticas en los que enseñaban a través del juego y también un taller de valores.
“En un comienzo había una contraparte muy chiquitita. El primer semestre éramos 25 voluntarios y llegaban 20 niños. Había algunas familias comprometidas desde el inicio, pero los otros apoderados del colegio por qué iban a llevar a sus hijos a un taller de universitarios que no conocían. Uno va construyendo confianza cuando ve que efectivamente está todo bien planificado, que los niños están contentos, que los apoderados ven que es útil. Y así fue creciendo el proyecto”.
Juan Antonio Álvarez durante sus primeros años de voluntariado de Trabün.
Sumaron a estudiantes de pedagogía y de psicología al grupo de voluntarios, se asesoraron rápidamente con expertos en educación y en temas organizacionales, y armaron un primer comité asesor. Comenzaron siguiendo el programa de matemáticas de Cambridge y consultaron evidencia internacional. “Para qué íbamos a reinventar la rueda si hay tanta gente que trabaja en esto y que lo ha hecho súper bien. Nosotros veníamos a poner nuestras manos y nuestro entusiasmo”, afirma Álvarez.
El salto integral
Tras algunos años de voluntariado, y cuando ya iban a egresar de sus respectivas carreras, se plantearon profesionalizar Trabün. Organizaron desayunos con los apoderados de los estudiantes que asistían a los talleres y les preguntaron por qué decidían despertarse temprano el sábado en la mañana para llevar a sus hijos. ¿Qué era lo que les entusiasmaba? “La respuesta fue que les preocupaba más la formación integral que las matemáticas. Eso podían aprenderlo en clases, pero querían que alguien les enseñara a sus hijos a ser buenos ciudadanos, buenos amigos, buenas personas”.
Se reunieron además con los directores de los cinco colegios de Bajos de Mena con los que trabajaban entonces y les preguntaron lo mismo: ¿Por qué nos abren sus puertas los fines de semana? “Al igual que los apoderados respondieron que la parte formativa no son habilidades que se estén enseñando en la carrera de Pedagogía, y se sentían muy solos a la hora de formar integralmente”, cuenta Álvarez.
Luego de una ronda de conversaciones con otros expertos, el equipo fundador en conjunto con los voluntarios concluyó que esa era la misión: apuntar a la formación integral de los estudiantes. Esto incluye aspectos valóricos, espirituales y socioemocionales que trabajan a través de cuatro programas curriculares: diplomado, voluntariado, religión y aprendizaje socioemocional. También diseñan, en conjunto con los colegios, estrategias para trabajar el clima de la convivencia escolar y lograr que las familias apoyen la labor formativa.
Escalar sosteniblemente
El primer profesional contratado por Trabün entró en marzo del 2019 y el equipo se amplió al año siguiente. Se fueron expandiendo también territorialmente. Después de cinco años de voluntariado decidieron escalar la experiencia a más comunas y regiones. En 2020 trabajaron con ocho colegios, el 2021 con 13, y el 2022 tuvieron un crecimiento muy grande alcanzando 85 establecimientos.
Álvarez explica que trabajan con colegios católicos y también con establecimientos laicos a los que les ofrecen programas de acuerdo con su proyecto educativo. Tienen un programa de aprendizaje socioemocional y un programa de religión con un sello universal.
“Incluso en un colegio con un proyecto educativo católico, hay alumnos que no son católicos, hay evangélicos, agnósticos, ateos o de otras religiones. Entonces para nosotros es central presentar un diálogo interreligioso donde se enseña el respeto y la tolerancia. Tenemos que lograr que la clase de religión sea útil para todos. Que los lleve a plantearse las grandes interrogantes: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cómo enfrentar el dolor? Preguntas que tenemos todos”, señala.
Aunque mantienen el voluntariado de los sábados en tres establecimientos, el grueso del programa se integra al currículo escolar y se imparte en el ramo de orientación o religión.
Cuando Trabün era todavía un voluntariado, los costos eran muy bajos y se financiaba 100% en base a donaciones particulares de amigos y socios que aportaban mensualmente. Pero al crecer la sostenibilidad del proyecto se volvió algo fundamental y resolvieron que los colegios que usaran el programa debían cofinanciarlo, apunta Álvarez. Hoy más del 60% de los ingresos de la fundación proviene del cofinanciamiento de los colegios y el otro 40% está diversificado entre fundaciones, socios mensuales, empresas y personas naturales.
“En 2021 nos pegamos un gran salto con el apoyo de la Fundación Irarrázaval y Fundación MC (Matte Capdevila) que nos dieron un respaldo institucional que nos permitió crecer a más colegios”. El año pasado se adjudicaron el fondo Efecto colectivo que proviene de la Fundación Reimagina y BHP Foundation, para escalar innovaciones educativas en Chile. Menciona también el apoyo de la Fundación Reinaldo Solari y Fundación LarrainVial, entre otras. Este 2025 van a trabajar con 125.000 alumnos de 239 establecimientos escolares en 14 regiones.
- ¿Te imaginaste que llegarían a tener este alcance?
- Nunca. Éramos un grupo de amigos universitarios con ganas de servir al país, pero jamás pensé que mi carrera profesional iba a ir por ahí. Acá hay mucha ayuda de arriba (apunta al cielo), pero también un equipo muy profesional y comprometido. También hay una respuesta a una necesidad real porque la formación integral es esencial para abordar asuntos complejos como las relaciones interpersonales, la autogestión de las emociones, la autoestima y la perseverancia. Por eso los docentes y los equipos directivos lo han hecho propio.
Además, plantea Álvarez, las habilidades socioemocionales y el trabajo formativo tienen un impacto gigantesco en lo académico. Y es algo que se puede trabajar y fortalecer a través de toda la etapa escolar. Trabün ofrece programas desde Nt1 (prekínder) hasta cuarto medio. “Comprendimos que lo académico y lo formativo son un complemento. A veces se lo ve como una dicotomía, pero en ningún caso hay que pensarlo así”, enfatiza.
Rotación en el equipo
El hijo mayor del reconocido abogado y hombre de negocios Juan Antonio Álvarez Avendaño -fallecido en 2022- y la psicóloga Constanza Said Somavía, será padre por primera vez en mayo de este año. En agosto partirá junto a su familia a vivir a Estados Unidos para estudiar un Máster de educación y un MBA en la Universidad de Stanford.
“Voy a especializarme en educación. A eso me quiero dedicar, es lo que me llena el alma. Creo que es el lugar desde donde podemos realizar los mayores cambios y transformaciones para la sociedad, para tener un país más humano y justo”.
Confiesa que extrañará el día a día en Trabün, pero al mismo tiempo considera que el cambio es bueno institucionalmente. “Es sano ir rotando los liderazgos. La Fundación ha madurado muchísimo. Ya trabajamos 65 personas profesionalmente a tiempo completo, incluso tenemos equipo en Concepción y Temuco. Espero volver en el futuro con ideas nuevas y aprendizajes para poder aplicarlos”, dice. En mayo asumirá como director ejecutivo José Manuel Parodi, uno de los cofundadores, quien además estuvo los últimos tres años en el cargo de director de Implementación.
- ¿Por qué crees que, siendo tan importante, el país permanece al debe con la educación?
- Creo que en general, independiente de los gobiernos, hay problemas que son vistos como más urgentes. La educación es un problema muy importante y en eso estamos todos de acuerdo, pero no le damos la urgencia que corresponde. Las contingencias del día a día finalmente nos van comiendo y hacen que centremos los esfuerzos en otras cosas.
- ¿Cómo mantener las esperanzas de que un cambio es posible?
- Muchas veces hay pesimismo y una desesperanza adquirida, porque efectivamente es muy difícil educar. Se ha desvalorizado la profesión docente, entre otras cosas. Aunque la situación actual no es positiva, sí nos da esperanza que vemos muchísimos docentes, directivos y organizaciones comprometidos con el aprendizaje y formación de sus estudiantes. Pero se requieren al menos tres cosas: tomar decisiones basadas en evidencia, escalando iniciativas que ya han sido efectivas; priorizar la educación inicial, donde existen desafíos tanto en cobertura como en calidad; y fortalecer el desarrollo de habilidades no cognitivas en las escuelas, entendiendo que se potencian mutuamente. Hay que darle más sentido de urgencia a la educación y lograr que todos los actores públicos y privados se alineen para invertir en ella.
- Uno de los problemas urgentes es el aumento de la delincuencia, ¿cómo ves el rol de la educación para revertir eso?
- La mejor prevención es la educación. Eso me tocó verlo haciendo clases en Bajos de Mena. Cuando uno invierte en educación es como invertir en prevención, tiene la mejor rentabilidad a largo plazo.
Álvarez cuenta que actualmente como fundación están empezando una evaluación de impacto. Buscan darles rigurosidad a los procesos y que las decisiones se tomen basadas en la evidencia. Se trata de una evaluación experimental y aleatoria con la cual medirán la mejora en las tres habilidades que trabajan: intrapersonales, interpersonales y de ciudadanía. “Para ver dónde estamos moviendo la aguja y dónde no”, señala el director ejecutivo. Con los resultados de la evaluación planean elaborar políticas públicas y pensar en futura escalabilidad.
Otro desafío es alcanzar un 75% de ingresos mediante cofinanciamiento por parte de los colegios. Y, finalmente, fortalecer su presencia en regiones, además de llegar a las dos que tienen pendientes: Arica y Parinacota y Atacama.