Cultura
La Época que marcó la galerista chilena Lily Lanz
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Una caja con artefactos de Nicanor Parra. La recreación de una pintura de Manet en la Viña Santa Rita. Más de 100 piezas de arte instaladas en industrias y empresas. La primera exposición de la artista Francisca Sutil. Lecturas de Enrique Lihn. Estos son sólo algunos hitos detrás de los cuales estuvo Lily Lanz.
Se llamaba Liliana María Aranguiz Lagos pero tomó el apellido de su marido, Erwin Lanz, y fue conocida por todos como Lily Lanz. La idea de crear un espacio dedicado al arte en el segundo piso de la tienda Muebles Época, de propiedad de su marido, fue de Eugenio Dittborn. “El padre de la galería fue él”, contaba siempre Lily, quien murió el pasado 5 de noviembre, a sus 80 años.
La Galería Época abrió sus puertas en 1975 en Providencia -estuvo en Orrego Luco y luego en una casa en Ricardo Lyon- y se transformó en un importante punto de encuentro para los artistas e intelectuales del momento. Ahí coincidieron nombres consagrados con talentos -entonces- jóvenes. Los primeros años de Época arrancaron con muestras de Eugenio Dittborn, Wolf Vostell y Catalina Parra.
Mario Carreño, Marta Colvin, Gonzalo Cienfuegos, Benito Rojo, Benjamín Lira, Carmen Aldunate, Gaspar Galaz, Francisco de la Puente, Marta Minuijín, Marta Colvin, Roberto Matta, Nemesio Antúnez, José Balmes, Gracia Barrios, Ricardo Irarrázabal, Patricia Israel, Roser Bru, Laura Castro, Vicente Gajardo, Raúl Valdivieso, Mario Toral, Bororo, Pablo Domínguez, Matías Pinto, fueron algunos de tantos artistas que pasaron por ahí.
Época también tenía el Cubo literario en el que participaron nombres como Enrique Lihn, Nicanor Parra, Adolfo Couve, Ronald Kay, Cristián Hunneus y Raúl Zurita.
“Era muy entretenido, como casarse todos los meses con un novio distinto. Llegaba un artista, montábamos la exposición, luego venía otro…”, rememoraba la propia galerista en un video filmado pocos antes de su muerte.
Para lo relevante que fue su aporte a la cultura, le faltó mayor reconocimiento en vida, coinciden varios de quienes compartieron parte de su historia. Uno de ellos es Salustiano Casanova (ver recuadro) que trabajó directamente con Lanz durante más de 15 años en Galería Época y que luego instaló un taller de enmarcación en Bellavista. Por estos días la entrada del local, en Antonia López de Bello 77, luce un retrato de la difunta galerista que invita a visitar la exposición “La Época de Lily Lanz”.
Se trata de una muestra que incluye afiches de exposiciones de esos años. También se exhibe una selección de obras de artistas que expusieron en Época y que forman parte de la colección personal que Casanova ha ido armando con el tiempo. Una vitrina con documentos, catálogos y la caja de artefactos de Parra, coronada por una pantalla que muestra un video de 6 minutos donde aparece Lanz y una secuencia de fotos que la muestran acompañada de muchos artistas. Viendo las imágenes, Salustiano hace memoria y visita historias.
La idea de hacerle un homenaje a Lily, cuenta, partió el año pasado. Patricio Toro estuvo a cargo de recuperar material de esos años y filmar a Lanz. No alcanzaron a tenerlo listo antes de su muerte, pero quisieron honrar su memoria. El sábado pasado fue la inauguración y el contenido lo están publicando en la cuenta de Instagram @salustiano_casanova. “Faltaba un reconocimiento. Ella hizo muchas cosas por los artistas, todos con los que trabajó ahora son ultra consagrados y partieron en Época”.
Un motor
El matrimonio Lanz Aranguiz tuvo cuatro hijos: Cecilia, Cristián, Martín y Pauline. Cecilia, la mayor, cuenta que su historia familiar está entrecruzada con la de Época. “Nosotros crecimos ahí. Ella vivía por y para el arte, entonces estuvimos todos muy involucrados”. Recuerda tener unos 15 años y estar sentada junto a un lote de artistas armando las cajitas que llevaban los artefactos de la exposición de Nicanor Parra; Chistes para/parra desorientar a la policia/poesía.
“Fue una mujer super abierta de mente y tenía un ojo increíble”, dice Cecilia. Agrega como dato que Lily armó colecciones privadas de arte para el Banco Chase Manhattan Bank, Bank Boston, IBM, Achs y el BID, entre otros. Amante de las artes plásticas, de la literatura y también de la música, fue tesorera del Teatro Municipal de Santiago, parte de la Corporación de Amigos del Arte y contribuyó a reunir fondos para el MAC, suma su hija. “Organizar era su motor”, añade, citando acciones de arte que produjo su progenitora en distintos lugares.
Una de las más memorables tuvo lugar en 1989 en la Viña Santa Rita. Con la idea de recrear la escena del famoso cuadro El almuerzo sobre la hierba (Le déjeuner sur l’herbe) de Édouard Manet (1863), Lily Lanz habló con Ricardo Claro, dueño de la viña ubicada en Alto Jahuel, y consiguió su permiso para hacer uso del parque como locación. El plan era montar la escena con modelos y que un grupo de artistas se instalara a pintarla en su estilo para luego montar una exposición en Época. Samy Benmayor, Bororo, Pablo Domínguez, Jaime León, Francisco Smythe, fueron algunos de los convocados. Al final del día los más entusiastas terminaron bañándose en la piscina de la viña, rememora Benmayor, uno de ellos.
Recreación de El almuerzo sobre la hierba de Manet en Viña Santa Rita y una versión de Samy Benmayor (1989).
“Me acuerdo que íbamos llegando arriba de una micro y vimos unos marcianos...Resultó que eran los que cosechan las abejas (apicultores)”, recuerda riendo Jorge Rodríguez Donoso -empresario, músico y fotógrafo- que estuvo a cargo de la filmación de esa jornada. “Lily era un avión, con sus ideas movía masas”, apunta Rodríguez. Él la conoció en alguna inauguración de arte y en diez minutos ya eran amigos, dice. “Era un terremoto de energía, generosa y buena persona”, agrega.
De la industria hacer arte
Otro de los innegables aportes de Lily Lanz fueron los Encuentros Arte-Industria que tuvieron 5 ediciones entre 1980 y 1994. La gestora cultural ideó estos cruces en los que más de 70 destacados artistas nacionales trabajaron obras elaboradas con materias primas industriales. Esto bajo el alero de la SOFOFA.
El resultado fue más de 100 obras de arte, varias de ellas esculturas que se instalaron en jardines de empresas, casinos, salas de directorios. Hojeando el catálogo de 1981 saltan a la vista esculturas de Mario Irarrazabal realizadas sobre planchas de Pizarreño; una reja escultórica de Carlos Ortuzar para Cintac; otra gran escultura tubular de Gaspar Galaz para Indura; Un juego de cartas de tarot de Samy Benmayor para Mademsa, y más.
El prólogo del catálogo de 1990 titulado Un encuentro donde todos ganan y firmado por el expresidente de la Sociedad de Fomento Fabril, Fernando Agüero, afirma: “Arte-Industria nos recuerda que cualquier insumo, incluso nuestras máquinas y herramientas, pueden dar forma bajo el genio creativo del artista a obras de innegable valor plástico. Así lo han experimentado los trabajadores y ejecutivos de cada una de las industrias participantes”. Entre las decenas de empresas que se sumaron a esta iniciativa creada por Lanz figuran IBM, Nestlé, Shell, Indugas, Coca-Cola, Masisa, Esso, Cemento Melón y Tucapel.
“Lily Lanz fue una fuente de profunda inspiración para mí. Ella demostró que el arte puede y debe ser sostenible, entendiendo que el desarrollo económico del sector era esencial para otorgar a los creadores no sólo el reconocimiento que merecen, sino también las herramientas necesarias para sustentarse y crecer profesionalmente”, señala Patricia Ready, creadora de la galería de arte que lleva su nombre.
Uno de sus mayores logros, recalca la galerista, fue su capacidad para vincularse con el mundo empresarial y conseguir apoyo para iniciativas artísticas: “Lily fue pionera en convencer a los empresarios de la importancia del arte como un vehículo cultural y económico”.
Primera puerta
Patricia Ready es enfática al lamentar que la fundadora de Época no haya recibido de parte del mundo cultural el reconocimiento que se merecía en vida. “El legado de Lily Lanz es invaluable. Ella entendió el arte no sólo como un puente entre la sociedad y la creación, sino también como un motor económico capaz de preservar la memoria y la dignidad cultural de nuestro país. Fue una persona carismática, empática y profundamente comprometida con los artistas. Su partida deja un vacío enorme en el mundo del galerismo chileno, un campo que también ha sido enriquecido por otras mujeres claves, como Carmen Waugh”.
Un atributo que se repite al recordar a Lily Lanz es su generosidad. El artista Benjamín Lira reitera la importancia que tuvo el espacio que ella les brindó a los artistas en un momento particularmente difícil. “Fue muy jugada e innovadora. Una apasionada por el arte que supo conectar a los artistas con el resto de la sociedad. Alguien muy importante entonces y poco reconocida”, coincide.
La ensayista y académica Adriana Valdés también la recuerda así. “La conocí el 75 cuando nació Época. En esos años Lily fue una persona dispuesta a mostrar trabajos artísticos poco convencionales. Y había que ser bastante valiente o atrevida porque varías de estas muestras contenían una crítica social en el contexto de la dictadura”, comenta la autora. Describe a Lanz como una persona acogedora, divertida y práctica.
“Muchos de sus amigos eran muy densos, pero ella no. Ser denso lo pienso como un defecto, la mayoría eran innecesariamente densos y pienso que era porque el miedo ambiente se convertía en hostilidad recíproca. Lily en cambio era una gran interlocutora, facilitadora y buena anfitriona. No dejaba que le dictaran muchas condiciones, pero se fascinaba con el arte y lo entendía bien”.
“Admiro profundamente cómo, incluso en los momentos más difíciles, Lily logró mantener vivos los nombres de figuras fundamentales como Nemesio Antúnez y José Balmes, asegurando su lugar en la historia artística chilena a pesar del exilio”, rescata además Patricia Ready.
“Fue muy entusiasta, tenía mucha energía”, apunta Samy Benmayor. Su primera exposición formal, dice, fue La Odisea en Galería Época, en 1981, y el catálogo tuvo prólogo a cargo de Raúl Zurita. “Ella era atípica y algo impredecible. Se metía a todo el mundo al bolsillo, tenía amigos muy conservadores y también otros alocados. Le abrió la primera puerta a muchos artistas que luego se consagraron”, afirma el artista.
SALUSTIANO
Salustiano Casanova entró a trabajar en la Galería Época el año 1977. Tenía 22 años y venía saliendo de hacer el servicio militar, recuerda. Partió haciendo de todo un poco, desde el aseo hasta vender cuadros. Sabía algo de carpintería y en los ratos libres -llegaba temprano en la mañana y durante su hora de colación- armaba bastidores para los artistas. Nemesio Antúnez le enseñó a tensar la tela, dice.
En el tiempo que trabajó en Época aprendió no sólo a enmarcar, sino que se hizo muy amigo de varios artistas. “Me fui enamorando del arte. Empecé a enmarcar afiches para colgar en mi casa y después dije ‘para qué quiero un afiche si puedo tener originales’”, recuerda. A algunos artistas les enmarcaba obras y le pagaban el trabajo con una obra, otros tantos le regalaron cuadros, y así fue armando una gran colección de arte contemporáneo chileno, parte de la cual está exhibiendo hoy en Antonia López de Bello.
“Lily era creativa y activa en todos los sentidos. Tenía muy buen ojo para el arte, yo aprendí de ella. Nos llevamos muy bien los años que trabajamos juntos, éramos los dos”, dice el enmarcador.
Hace un tiempo se dio cuenta que no existía mucha información en Internet sobre la Galería Época y su fundadora. Se propusieron recolectar material e ir a conversar con Lily para contar su historia. En marzo estuvo con ella en su casa repasando fotos y recordando hitos, Patricio Toro filmó esa sesión. Los afiches de la Época los tenía guardados en una carpeta hace más de 30 años y los enmarcó ahora para armar la exposición tributo a Lanz. “No alcanzamos a tenerla viva, pero estamos contentos de rendirle un homenaje que se merecía”, cierra Casanova.
Cuando cerró Época, Salustio, como le dicen los más cercanos, se fue a un taller en Bellavista que compartía con Pablo Domínguez. Pocos años después compró, a pocos metros de ahí, la casa donde tiene su taller de enmarcaciones, tienda y galería. Se trata de un negocio familiar.
Casanova (69) tiene tres hijos: Mauricio, que es montajista y se dedica a trabajar en proyectos de decoración; Andrea, artista visual actualmente radicada en Valencia; y Sandra, diseñadora, gerenta de la fábrica y de la galería, quien también está a cargo de las comunicaciones, maneja los contenidos de Instagram, donde entrevistan artistas, y acaban de lanzar un canal de YouTube.