Cultura
El auge de la cerámica en Chile
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“El torno me curó”, confiesa Santiago Sahli (@santiagosahli) en su página web. El diseñador y fotógrafo que por muchos años fue conocido como Sansabor -el nombre del blog de recetas que empezó hace más de una década- se metió en el mundo de la cerámica en 2018. “Para mí es muy terapéutica”, dice desde su taller en Valparaíso.
“El torno, por el ritmo que tiene, requiere de mucha concentración, tanto en el objeto que uno está torneando como en el cuerpo. Siempre he sido medio ansioso y atarantado, y la cerámica me ha ayudado a ser más lento, más pausado, más consciente en el día a día y en mi forma de trabajar”.
Así como Santiago Sahli cambió el horno de la cocina por uno que puede llegar a la temperatura de la lava, hay quienes han encontrado en la cerámica una salida a sus rutinas.
Laetitia Spoerer (@ceramica_laetitia.spoerer) es psicóloga y cuenta que su primer acercamiento a este material fue en el colegio. Pero no fue hasta hace 13 años, después del nacimiento de su primera hija, que se reencontró con el oficio.
“Como psicóloga estoy constantemente en contacto con otros y en un estado de escucha permanente”, cuenta. “La cerámica es para mí un espacio de intimidad y encuentro conmigo misma. Es un espacio terapéutico, en el cual conecto con la creatividad, la contemplación y el disfrute”.
Una búsqueda rápida en Domestika, una de las plataformas de enseñanza online más populares, da como resultado una veintena de cursos relacionados con este oficio. Modelado, pintura, kintsugi o moldes son parte de la oferta.
“La cerámica es para mí un espacio de intimidad y encuentro conmigo misma", cuenta Spoerer.
La chilena María José Espinoza (@pepa.espinoza) es arquitecta, ceramista e ilustradora, además de ser la creadora del curso Técnicas de ilustración y modelado en cerámica, que desde su estreno en agosto de 2020 en esta plataforma ha tenido más de 3.800 alumnos, de todo el mundo.
“Sobre todo por la pandemia, mucha gente tuvo interés por aprender cosas nuevas, encontrar actividades que fueran relajantes”, reflexiona.
Y agrega que “la cerámica te permite estar en el momento presente, ayuda a tolerar la frustración y además es fácil, no se necesitan muchas herramientas. Todos jugamos con barro cuando chicos y de alguna manera lo tenemos incorporado, nos conecta con la infancia”.
Conexión
Santiago Sahli está de acuerdo con la capacidad que tienen estos oficios de conectar con uno mismo. “Son instancias que ayudan a estar lejos de toda la vorágine de información innecesaria que muchas veces llega hasta nuestro cerebro gracias al teléfono. La cerámica nos saca de eso para estar centrados en algo particular que requiere concentración, precisión y dedicación, que genera una instancia de reflexión muy poderosa”.
Laetitia Spoerer cree que el interés responde también a una valoración de lo natural, de conectar con los elementos primarios que ofrece la naturaleza. “Desde un punto de vista psicosocial, la pandemia y el confinamiento nos llevaron a un estilo de vida más puertas adentro, y a una conexión con temas esenciales para la vida", explica.
"En ese sentido, la cerámica, junto a otras artes, se transformaron en un espacio de expresión y contacto con otros, facilitado y difundido con el apoyo de las redes sociales”, añade la psicóloga y ceramista.
Y aunque la pandemia puede ser la responsable del más reciente interés por aprender nuevos oficios, para muchos no es algo nuevo. Ruth Krauskopf es la creadora y directora del Taller Huara Huara (@tallerhuara), uno de los precursores de la cerámica en Chile, que partió hace 40 años como un proyecto personal y que poco a poco se transformó en uno colectivo, escuela de grandes profesionales y principiantes que conviven y se retroalimentan.
“Creo que desde siempre ha habido interés por la cerámica. Sin embargo, la industrialización de pastas y esmaltes para cerámica, así como la construcción a gran escala de hornos y tornos, han facilitado que personas con menos conocimientos técnicos puedan practicar el oficio. La diversidad de enfoques y objetivos que hay en Chile son positivos, pues aportan al enriquecimiento de este arte en nuestro país”, asegura Ruth.
Lugares como el taller Huara Huara, además de espacios de creación compartidos y ferias, han servido también para generar una gran comunidad de ceramistas que, más que competir, se potencian.
“He conocido a mujeres que te ayudan, te apoyan, te recomiendan”, cuenta Pepa Espinoza. Santiago Sahli está de acuerdo: “Me fascina la conexión que hay entre quienes practicamos este oficio. A pesar de que trabajo solo, siento que es algo muy colectivo”.
Los desafíos
Un diagnóstico que comparten la mayoría de los entrevistados es que, a pesar del creciente interés por esta técnica, en Chile el trabajo manual todavía es subvalorado. “Hay que entender que la cerámica es una actividad valiosa, que aporta cultural y creativamente”, afirma Krauskopf.
Aunque Santiago Sahli lleva recién un año dedicado de manera exclusiva a la cerámica y saca cuentas felices, refuerza la idea. “Siento que todavía tiene que cambiar la cultura del valor. A veces se paga poco por las cosas hechas a mano de calidad, pero también es necesario democratizar el acceso”.
Otro de los desafíos, según Ruth Krauskopf, es entender que no se pueden abarcar todos los aspectos. “Si uno pretende que sea comercial, es complicado crear como artista. Es un trabajo de todo el día, como cualquier trabajo o más”.
Para Sahli, el equilibrio entre las distintas formas de trabajar, vender y darse a conocer es uno de los mayores desafíos. “Hay que lograr distribuir el tiempo para poder producir, investigar (porque también hay que generar proyectos propios, que ayuden a un entendimiento más cabal de las posibilidades de uno como artista y artesano), ver distintas formas de vender y también de diferenciarse”.