Cultura
Tomás Folch, arquitecto: “Lo que hacemos hoy va a cambiar la ciudad por los próximos 80 años”
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El arquitecto de la Universidad Católica, Máster en Landscape Architecture de Harvard y Codirector del Centro de Paisaje, Ecología y Urbanismo de la Universidad Adolfo Ibáñez, se prepara para viajar a Boston para convertirse en Kiley Fellow de Harvard.
Antes de partir, Folch se refiere a la relevancia del espacio público, tanto para el desarrollo social como para la salud. Algunas de las grandes temáticas que surgieron en medio de la pandemia y que el experto también aborda en una columna de la nueva edición de ED Habitar.
“Volvimos a preguntarnos acerca de lo que entendemos por ciudad. Se ha reconocido lo que antes no era tan evidente, lo increíblemente importante que es lo que está fuera de la propiedad privada; las calles, los espacios abiertos, la calidad de las veredas, los espacios públicos, el transporte, la sostenibilidad”, plantea el arquitecto respecto a los nuevos desafíos que reveló el confinamiento.
Agrega: “Nos hemos dado cuenta de que la ciudad es profundamente desigual en su construcción y hemos entendido también que es un desafío. El primer día que nos dijeron que podíamos salir, hacer deporte en la mañana, nos dimos cuenta de la importancia de lo que estaba fuera”.
Folch apunta a la evolución de las políticas de desarrollo urbano en Chile y cómo la discusión sobre déficit de vivienda presente en los años ‘90 hoy se ha desplazado a debatir sobre la calidad del espacio público.
“Una de las formas de responder a las demandas que tiene esta condición amenazante del cambio climático, va a ser repensar nuestras ciudades no solamente desde sus edificios, sino desde lo que es para nosotros la ciudad, el espacio que está fuera del mundo privado”, dice.
- ¿Y la necesidad de áreas verdes? El aporte de las plazas y los lugares de encuentro, cuando la mayor parte de la población vive en espacios reducidos.
-“Eso es súper importante y también, quizás, abre otra línea, otra pregunta que tiene que ver con la calidad. Hemos sido grandes defensores de los indicadores y de la cantidad de áreas verdes y tenemos estadísticas de la cantidad de metros cuadrados de área verde que necesitamos por habitante.
Pero no da lo mismo una plaza abierta que está a pleno sol en verano y que llega a 40 grados de calor, importa mucho la provisión de áreas verdes y su calidad. Estamos con una deuda increíble porque es terriblemente segregador el tipo de área verde que tenemos en una zona de la ciudad respecto a otra.
Para el smog tenemos políticas que son metropolitanas, todos tenemos restricción, todos tenemos niños que se enferman en invierno, pero una de las grandes oportunidades son las áreas verdes, que cumplen un rol crucial y que increíblemente no las miramos como un tema de la ciudad entera, sino por sectores”.
-En tu columna hablas sobre la desigualdad y la brecha social que provoca el tema de la sombra y la construcción de barrios en torno a árboles.
-“Cuando uno habla de espacios verdes, malamente nosotros, que somos un país que está localizado en un clima eminentemente mediterráneo, tenemos esa imagen bastante europeizada, miramos el pasto y los árboles siempre verdes. Pero cuando uno mira otras ciudades, que tienen sistema de arbolado más eficiente, son amarillos o cafés por el sol.
No deberíamos estar tan preocupados de construir o medir cuánta agua se ocupa, que es importantísimo, sino también de entender qué es lo que queremos con eso. La sombra asegura la baja de la temperatura. Es una agenda que no es de corto plazo, lo que hacemos hoy va a cambiar la ciudad por los próximos 80 años”.
-¿Cómo se abordan estas problemáticas en un país como Chile, que tiene una gran diversidad de climas y necesidades regionales bien diferentes?
“La escasez hídrica es transversal. Aunque hay diferentes aproximaciones al tema del arbolado urbano, la calidad del espacio público debería ser la misma si estamos trabajando en el norte, en Santiago o en Rancagua. A mí me parece bueno que haya una agenda que es mucho más local en cuanto al tipo de especies, pero tenemos que imaginarnos si ese tipo de arbolado resiste a las condiciones. Tenemos que pensar en especies que puedan responder a esta escasez hídrica, que puedan resistir el nivel de contaminantes".
“Es muy triste cuando hay municipios que ponen esfuerzos en sistemas de arborización, pero después nadie se preocupa de ellos. Lo más caro en una agenda de arborización urbana es la mantención y el crecimiento. Si uno compra un árbol y nadie lo cuida, es plata perdida. Pero si logras cuidarlo y haces crecer ese árbol, después de 15 años, vale cien veces más”.
La pérdida de diversidad
Folch se desempeña como académico y como consultor. Además, es socio de la oficina Paisaje Urbano (PAUR), donde le toca trabajar precisamente en temas de espacio público, frente al cual tiene un juicio crítico:
“Se repitieron modelos y se generó una visión no tan rica como podría haber sido. Y hoy tenemos, y parece irónico, máquinas de ejercicio en todo Chile. Sé que en algunos casos se ocupan, pero no sé si era algo tan importante como para haber dicho ‘de esto vamos a hacer una agenda pública’.
Lo otro es pensar que la dotación de ciertos objetos o mobiliarios, todos iguales, constituyen espacio público. Perdimos una cosa que era muy rica, la diversidad. El espacio público pasó a ser una suerte de commodity y repetimos el mismo modelo; respondimos de manera cuantitativa y no cualitativa. Pero estoy súper esperanzado de que lo mismo que pasó con vivienda, donde hoy hay más programas de integración social, ocurra con respecto al espacio público”.