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Robert Funk: “Hoy los políticos que ganan son los que proyectan rabia”
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Robert Funk no disfruta de leer novelas. Prefiere, en cambio, los libros de no ficción, los podcasts, los largos reportajes en revistas norteamericanas. Pero, de todas formas, lo que ocurre por estos días en la arena internacional merecería estar en un thriller político best seller: nuevos y antiguos personajes, resultados sorpresivos, cambios inesperados y un final, todavía, incierto.
Sólo en una semana ocurrieron tres hitos que marcaron la política norteamericana, francesa e inglesa. Y todos fueron vistos atentamente por el cientista político Robert Funk. “Soy un political nerd”, comenta sentado en su pequeña oficina en el quinto piso del edificio de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Chile, frente al cerro Santa Lucía.
En el papel, Funk integra el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile y es máster y doctor en ciencia política de la London School of Economics. Pero detrás de eso, es un fan de la política norteamericana y europea. “Me fui muy de chico de Chile. Me crié en Canadá, en Toronto. Entonces estaba muy cerca de Estados Unidos. Según mi papá, cuando mostraban las audiencias de la Comisión de Watergate, estaba pegado a la tele”, recuerda.
Por eso, también es vicepresidente de Global Americans, un think tank basado en Washington y Nueva York que busca potenciar las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica. También es socio de Andes Risk Group, una consultora local que repasa el impacto de la política, de los riesgos y oportunidades en los mercados extranjeros y chilenos.
- Esta semana en Reino Unido los conservadores tuvieron una de las mayores derrotas en su historia. Cerca, en Francia, alguien de 28 años puede convertirse en primer ministro. En Estados Unidos hay una contienda presidencial prácticamente octogenaria. Y además, siguen activas dos guerras. ¿Podríamos decir que estamos viviendo en un mundo convulsionado?
- Hay más acceso a la información. Si uno piensa en el mundo de mis padres, estaba la crisis de los misiles en Cuba, la guerra en Vietnam, los golpes de Estado en toda América Latina. En la época de mis abuelos había una Segunda Guerra Mundial, un Holocausto, además de fascismo, comunismo, revoluciones. No me gusta pensar que nosotros estemos viviendo en el peor de los mundos. Siempre han pasado cosas, pero claro, en esos momentos no sabíamos todos los detalles. Ahora hay más noticias, pero no necesariamente más hechos. Dicho eso, venimos saliendo de un período de más o menos 10 años, que era una excepción en la historia: una época unipolar de relativa paz y falta de conflicto no solamente militar, sino que ideológico. El fin de la historia de Fukuyama. Ese período para mí se terminó con los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Funk hace una pausa, mira la estufa eléctrica que tiene encendida, y añade: “En los últimos años da la impresión de que todo se acelera: el fundamentalismo islámico existió siempre, pero ahora está más presente; los problemas climáticos vienen hace mucho tiempo, pero se están acelerando; el populismo siempre ha existido, pero pareciera que ahora hay más líderes populistas; la proliferación de armas nucleares ahora están llegando a países más inestables como Corea del Norte. Entonces, no sé si el mundo está peor de lo que estuvo hace una o seis generaciones, pero estamos siendo bombardeados constantemente con canales de noticias y con redes sociales, y da la impresión de que todo está peor”.
El cientista político profundiza: “Yo creo que hay una rabia que empieza más o menos con la crisis financiera de 2008-2009 que se traduce a la política. Eso es algo que sí es nuevo: la forma en que el debate público se lleva a cabo, que es más agresivo por las redes sociales, porque la gente se puede esconder. Con eso se empiezan a desmoronar las reglas del juego de una sociedad civilizada. Y eso da la impresión de que las cosas están peor porque todo es más agresivo, más fuerte. El mejor ejemplo de esto es cuando uno piensa en los políticos del siglo XX. Por lo menos desde Kennedy, los gobernantes tenían que ser personas que sonreían, alegres, que proyectaban futuro, optimismo. Pienso en el mismo Kennedy, Reagan, Aylwin. Hoy los políticos que ganan son los que proyectan rabia: Milei, Trump, Le Pen, Meloni, Putin, Orban. Entonces algo hay ahí. Eso es algo que ha cambiado. Estamos más enojados, optamos por líderes que por lo menos discursivamente quieren destruir más que construir. Y eso nosotros mismos lo hemos creado”.
“Todo esto empieza con George Bush hijo”
La reflexión de Funk tiene una base que es compartida por muchos cientistas políticos: el sistema de partidos está dañado. “Antes, la gente hacía carrera por 20 o 30 años para llegar a un punto de liderazgo. Ahora, en un mundo que cambia tan rápido, la gente se pregunta: ‘¿Voy a esperar 20 años para tener una posición en el partido? (Mejor) voy a la tele, me desordeno el pelo, digo barbaridades y ¡boom! En cinco minutos me hago famoso y me llevo el poder’. Entonces eso es un gran desafío para los partidos”.
- ¿Por qué la gente ahora prefiere elegir gobernantes así?
- Si uno mira las protestas de 2011 de la Primavera Árabe, de los Indignados en España, de Occupy Wall Street, hay un movimiento global de personas que sienten que los gobiernos no los escuchan, que han visto -en el caso de España o Estados Unidos- gobiernos que salvaron a las empresas y no a la gente. En el caso de Medio Oriente, veían gobiernos que eran corruptos y no democráticos y opresivos y no respondían a las demandas. Esos son los orígenes de la rabia. Eso se suma a que en esta misma época se masifican las redes sociales, y ellas permiten que la gente empiece a vivir dentro de una burbuja.
Funk pausa. Luego, toca un caso para ejemplificar su análisis. “¿Viste el video esta semana de Roger Waters en entrevista con Piers Morgan?”, pregunta. “Él dijo que no era verdad la violación de las mujeres el 7 de octubre de 2023 en Israel. Waters dijo que no había evidencia. Entonces, Morgan le replica que están los videos y que Hamas los filmó y lo transmitió. En definitiva, él (Waters) vive en un mundo y consume información que le confirma sus prejuicios. Es un ejemplo extremo, pero en el fondo, de cierto modo, todo el mundo vive en ese mundo. Pasa lo mismo con Trump: uno le pregunta a sus seguidores si el hecho de que lo hayan encontrado culpable va a cambiar su opinión. Y ellos responden que no es verdad y que los tribunales están en contra de él, que los medios están en contra de él. Siempre hay una razón para decir que la realidad no es tal”.
- ¿Entonces existe una banalización de la verdad o una naturalización de la mentira?
- Yo he pensado que todo esto empieza con George Bush hijo, cuando dijo que había armas de destrucción masiva en Irak. Cuando empieza a ser bastante evidente que no las hay, él dijo: “Bueno, yo estoy seguro. Yo creo en mi corazón que hay armas de destrucción masiva”. Esa confianza, esa fe -y uso la palabra fe de forma muy específica-, viene del hecho de que Bush era evangélico y que su forma de abordar la realidad viene de ahí. Esto lo vimos en cómo la gente reaccionó a la pandemia. “Yo no creo en las vacunas”, se escuchaba. Las vacunas no son algo para creer o no creer, no es un milagro. Es ciencia. Estamos en una época donde la gente ya no dice “yo pienso”. Ahora es “yo siento”. Lo mismo pasa en inglés. O sea, es una cosa de emoción, de fe, no es una cosa de razón.
“Los demócratas tienen que ponerse las pilas y entender que esto no es ‘politics as usual’”
El último jueves de junio, en Atlanta, Estados Unidos, Joe Biden entraba disminuido y dubitativo al histórico salón Techwood de CNN, donde se desarrollaría el primer debate presidencial norteamericano de 2024. ¿El resultado? Desastroso para los demócratas, gracias a un Biden que no conectó con las preguntas de los periodistas. Desde entonces, la Casa Blanca se llenó de rumores: algunos plantearon que el mandatario dejará la carrera, mientras que otros adelantaron todo lo contrario. Mientras eso ocurre, Donald Trump sube y sube como la espuma.
“Los demócratas tienen que ponerse las pilas y entender que esto no es politics as usual (política de siempre). Esto es una guerra por defender la República”, critica Funk. “Los demócratas viven en esta tensión entre querer ser súper democráticos y antielitistas y, además, ganar la elección. Pero están tan apegados a este discurso, que están incluso dispuestos a perder. Por ejemplo, algunos dicen que si se baja Biden tiene que ser Kamala Harris porque fue la primera vicepresidenta mujer afroamericana y tenemos que representar esa diversidad. Pero no, ¡tienen que ganar la elección!”.
- Haciendo política ficción, ¿le ves futuro a una candidatura de Biden?
- No contamos con toda la información. Sólo mirando la pantalla veo un presidente envejecido, probablemente enfermo de algo que no nos han contado. Entonces, sólo mirando la TV, creo que es muy difícil que se recupere. Porque además, ¿qué hace de aquí en adelante? Tiene que hacer campaña, pero no puede exponerse tanto para arriesgar otro incidente. No sé si va a participar del próximo debate en septiembre. Él está convencido de que está bien, tiene su círculo cercano que le dice que está bien. Pero después él aparece y todo el mundo dice: “Este señor no está bien”.
Entonces, a menos que realmente haya sido algún problema de ese día y ahora pueda hacer campaña y aparezca como Superman, veo muy difícil que le vaya bien.
- Se ha hablado mucho de los riesgos en la geopolítica con una posible victoria de Trump…
- La autora norteamericana Maya Angelou dijo que cuando alguien dice quiénes son, hay que creerles. Y él ha dicho qué es lo que quiere hacer: deportar 10 millones de inmigrantes, reemplazar el sector público y poner gente que son leales a él. También busca interferir con el Departamento de Justicia. De hecho, la Corte Suprema absolutamente está de su lado. Entonces, a diferencia de la vez pasada, tiene muchos menos obstáculos para implementar su plan, que es aferrarse al poder.
En cuanto a política exterior, también lo ha dicho. Quiere debilitar la OTAN y busca terminar con la guerra en Ucrania. Pero para él, terminar la guerra en Ucrania significa permitir que Rusia se tome ese país. Trump tiene una cosa bien curiosa, que también es distinta a los republicanos anteriores. No quiero decir que sea un pacifista, pero es un tipo que no quiere tener guerras durante su mandato. Y se jacta del hecho de que durante su gobierno no hubo guerras. Pero claro, es muy fácil que no haya conflictos armados cuando te juntas con el líder de Corea del Norte y le tiras flores. Lo mismo con Putin.
“Lo que está pasando hoy también es culpa de la izquierda”
El pasado domingo por la noche, en la ciudad Henin-Beaumont, Marine Le Pen se subió al escenario de su partido Agrupación Nacional y, con una gran sonrisa, se dirigió al público francés que vitoreaba su nombre y flameaban banderas locales. Se veía feliz: su tienda acababa de conseguir el 33% de los votos en la primera vuelta de elecciones legislativas, lo que les pavimentó el camino para una segunda vuelta que definirá -hoy- si conseguirán la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. En menos de tres minutos, Le Pen invitó al electorado a elegir una coalición “de la liberté, de la sécurité y de la l’unité”, dejando de lado dos elementos del lema oficial de la República Francesa: egalité (igualdad) y fraternité (fraternidad).
“Encuentro muy interesante el tema de la sécurité, porque eso se dirige a algo clave y tiene que ver con la rabia. Junto con la rabia, la gente tiene miedo: tiene miedo del futuro, se siente insegura por el cambio climático, por la inseguridad económica, por la seguridad pública. Y la izquierda históricamente ha abandonado ese tema desde, justamente, la Liberté, Égalité, Fraternité. Entonces, gran parte de lo que está pasando hoy también es culpa de la izquierda: no sacamos nada de hablar, de darle derecho a los peces en el agua -como se está hablando en Chile-, si la gente se siente insegura. Empecemos con la base más básica de la pirámide de Maslow y después, mucho más adelante, podemos hablar de los peces. No estoy diciendo que todos los derechos que reclama la izquierda no sean nobles, pero si se abandonan las primeras etapas de esa pirámide y particularmente la seguridad, obviamente va a venir una Le Pen y va a decir “liberté, sécurité y l’unité”.
- Hablando de izquierda, los laboristas en Inglaterra tuvieron una victoria histórica…
- El Partido Conservador lleva muchos años en el poder, hay un desgaste. Hay que recordar que en los últimos cinco años Reino Unido ha tenido cuatro primeros ministros. Es un chiste. El Brexit, claramente, fue un problema. Ha llevado a mucha disrupción económica y social. Y eso fue un error del Partido Conservador. No es que el Partido Laborista llegue al poder simplemente porque cae el Partido Conservador. Keir Starmer ha hecho un gran trabajo en modernizar el partido después de un período muy difícil, en que tenían un líder (Jeremy Corbyn) que era populista, con acusaciones de antisemitismo, un radicalismo casi anacrónico, sesentero. Y cuando llega Starmer, no solamente tiene que cambiar la dirección del partido, sino que echar al ex líder. Y hay sectores que quedaron muy enojados con eso y hay que ver qué pasa. Pero también, al mismo tiempo, tenemos el surgimiento de esta nueva fuerza de Nigel Farage, que vuelve a aparecer con una nueva agrupación. Ahora viene el proceso de recomposición del Partido Conservador y hay que ver qué hacen los laboristas con los problemas reales: el sistema de salud está destruido, el asunto de la migración, la economía. Hay tremenda pobreza, hay personas que no pueden pagar la calefacción.
“Muchas de las condiciones que han llevado al populismo en otras partes están presentes en Chile”
- Con todo esto pasando, ¿en qué está Chile? Da la impresión que estamos en una crisis interna, pero alejada de aires populistas de afuera…
- Hace unos 10 años empecé a preguntarme por qué a Chile no había llegado el tipo de populismo que empezó a aparecer en el resto del mundo, con Bolsonaro, Cristina Fernández. Pero después empezaron a surgir ciertos liderazgos en el Congreso que llamaban al segundo, tercer, cuarto retiro de las AFP. Empezamos a ver algunas señales de populismo en el Poder Legislativo, pero lo hemos limitado y evitado. Incluso, candidatos que podrían haber tenido un cierto tinte populista, como José Antonio Kast, no se acercan a lo que hemos visto en otros lugares.
Funk pausa, reflexiona y dispara con un ejemplo: “Lo que hemos visto en Chile, que es un gran capital que ojalá no se pierda, han sido los dos referendos constitucionales. Al final, el electorado chileno es moderado, no están dispuestos a grandes experimentos y pareciera no tener gran tolerancia a proyectos populistas. Entonces es una buena señal. La advertencia es que muchas de las condiciones que han llevado al populismo en otras partes del mundo sí están presentes: la descomposición del sistema de partidos, la frustración, el estancamiento económico, el tema de la migración, la inseguridad. Entonces, hay que tener cuidado porque hay una pradera que podría prender con bastante facilidad”.
- Si mañana llega un extraterrestre al planeta Tierra, ¿cómo le explicas lo que está pasando en el mundo?
- Richard Haass, que fue presidente del Forum Relations en Estados Unidos, sacó un libro hace dos años que se llama A World in Disarray, que se traduce como un mundo en desorden. Yo creo que es eso: un mundo que vivió por 60 ó 70 años bajo un orden construido y liderado por Estados Unidos en la posguerra. Ese orden se empieza a desmoronar. No sabemos qué lo va a reemplazar.
Y muchos de los problemas que vivimos hoy surgen de ese desorden: no podemos solucionar la crisis de cambio climático porque no nos ponemos de acuerdo, no hay alianzas económicas porque surgen nuevos poderes que quieren competir con Estados Unidos. Entender el mundo actual es entender que es un mundo en desorden. Y todavía no encontramos cómo reaccionar a eso.