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Family office de Patricia Angelini: "Decidimos crear Amarena para impactar"

Family office de Patricia Angelini: "Decidimos crear Amarena para impactar"

Amarena, family office de Patricia Angelini Rossi y sus tres hijos, empezó a funcionar a fines del 2018. Desde entonces han invertido en más de 30 startups y se dedican a promover emprendedores en Latam. Hoy, es uno de los venture capital chilenos que más invierte en el sector.

Por: María José López - Fotos: Verónica Ortiz | Publicado: Sábado 20 de agosto de 2022 a las 21:00
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Los tres hermanos recuerdan bien cómo fue aquella conversación en Boston, a mediados de 2017. Se trata de la piedra inicial de Amarena, el family office que integran ellos y su madre, Patricia Angelini Rossi (68), quien junto a su hermano Roberto (74), controla Empresas Copec y AntarChile. 

“Esto parte de una intención nuestra, de los hijos, de tener algo familiar con nuestra madre”, relata Franco Mellafe (46) mientras se instala en la mesa de reuniones de su oficina en El Golf. De fondo, se ve un cuadro con una letra “A”, el logo de Amarena, y la que los identifica como grupo empresarial. Lo acompañan sus dos hermanos menores, Maximiliano (36) y Josefina Valdés (34).

Fue en 2017 cuando Max Valdés -ingeniero comercial UC- terminaba su MBA en Babson College, por lo que su familia organizó un viaje familiar para la ceremonia en Boston. La tradición viene de años anteriores: en 2006 Mellafe (ingeniero comercial de la U. Gabriela Mistral) pasó por la misma escuela de negocios de EEUU.

Ya de vuelta en el hotel, Patricia les dice a sus dos hijos: “‘Quiero trabajar con ustedes. ¿Qué se les ocurre?’”.

“Nosotros ya veníamos con esta idea hace rato. El plan era poder partir cosas de cero, que el día de mañana puedan complementarse o no con negocios del grupo”, complementa Max. “El perfil de nosotros tres es de hacer cosas. Cada uno ha emprendido”, añade Mellafe. “Pero siempre -retoma- quisimos tener un vehículo formal con estructura, recursos, responsabilidades: un family office hecho y derecho”.

“Ella (Patricia) nos dijo ‘quiero que sea algo concreto, profesional’. Esta es plata de ella, no podíamos farrearla, dicho en buen chileno”, explica Max.

Fue para los hermanos, “un tremendo voto de confianza”. “Y decidimos desde el primer día que todos tendríamos los mismos roles y responsabilidades y debíamos participar activamente en la toma de decisiones”, explican. 

Tenían registrada la marca Amarena por una sociedad antigua de Patricia Angelini, que bautizó así por un fruto italiano similar al marrasquino, que a ella le recordaba su infancia.
 

El bichito

Era julio de 2017 y cada uno siguió su camino: Josefina vivía en Nuremberg, Alemania por asuntos familiares -antes de llegar a Europa, tuvo la representación de la marca de ropa femenina uruguaya Caro Criado-, Max en Miami, en la empresa Amadeus -firma que provee soluciones tecnológicas en las industrias aeronáuticas, hoteleras, agencias de viaje entre otros servicios-, y Franco, tras desempeñarse como ejecutivo de Celulosa Arauco por 14 años, iniciaba un periodo como director, para dedicar tiempo a emprendimientos personales y private equity a través del fondo UMM Capital, del cual es socio.

Invertí en startups y negocios con amigos. Y ahí me empezó a picar el bichito de hacer cosas distintas”, dice Mellafe. 

Max se suma a la conversación. Dice que como todo emprendedor, él también tuvo aprendizajes y fracasos. “Desde producir y tener un vodka con papas azules autóctonas de Chiloé, entre otros intentos gastronómicos varios”, dice.

“Invertimos en personas sobresalientes, no en papeles. Si el founder no tiene claro el asunto, ni liderazgo, por muy buena que sea la idea, a nosotros no nos interesa”, añaden los tres hijos de Patricia Angelini.
 
Mientras tanto iban armando los primeros trazos del family office. “A distancia empezamos a ver qué nos gustaba, qué sabemos hacer y qué puede aportar cada uno. Y el primer enfoque fue el venture capital, que no estaba tan de moda como ahora y que yo en Amadeus seguía de cerca: estaba a cargo del Amadeus for startups program en Norteamérica”, relata Max, quien además realizó un curso de emprendimiento en Japón mientras estudiaba en Babson.

“Nunca me gustó tomar cursos de Economía teórica para conocer más del típico modelo financiero. Prefería ver cómo poder hacer cosas”, comenta. “Además Babson tiene ese enfoque -sigue Mellafe-. Es un MBA pensado para emprendedores y family business”.

Por lo mismo cuando Max llegó de EEUU, de Copec (donde había trabajado por siete años en la parte financiera) le ofrecieron un puesto en Wind, el hub de innovación  y corporate venture capital de Copec. “‘Ahí quiero estar’, les dije. Yo venía con todo ese chip, y Wind representa el tipo de negocios que me gusta”, dice.
 

Los ocho meses de protocolo, estructura y puesta en marcha

En 2018, los tres hermanos se reencontraron en Chile. “Después de darle harta vuelta, teníamos claro el foco: queríamos invertir en empresas en etapa temprana y ayudarlos a gestionar el negocio, contactarlos con personas o empresas y verlos crecer”, relatan. 

Le presentaron la idea a su madre, pero a ella no le pareció buena. Su experiencia estaba en el mundo más tradicional: es miembro del directorio de la empresa matriz de Grupo Angelini, y en el pasado trabajó por años en Compañía de Seguros Cruz del Sur (brazo financiero del grupo que en 2013 fue vendido a Security). 

“No entendía completamente esto de capital de riesgo. Pensaba justamente que era demasiado el riesgo en juego en inversiones a las que ella no estaba acostumbrada”, relatan los tres hermanos. Paso siguiente: protocolizar Amarena. Es decir, darle estructura. Lo trabajaron con un asesor externo - del estudio Garrigues- durante ocho meses. Se estableció así que debía tener una administración, directorio y un consejo familiar. La clave de este consejo era que incluiría a las generaciones venideras. Así, actualmente lo integran siete personas: ellos cuatro y los tres hijos de Mellafe (de 16, 14 y 11 años). 

Max y Josefina tienen dos hijos cada uno, pero aún son menores de 10 años, la edad mínima para entrar.

“Esta estructura la armamos así porque nosotros, por diferentes motivos, tuvimos más o menos exposición a los negocios familiares, y creemos que es sano inculcar desde pequeños las responsabilidades que ello conlleva”, dice Mellafe.

Determinaron que se harían dos consejos anualmente. El primero fue en abril de este año durante un almuerzo en la casa de su madre, y según cuenta Josefina, “la idea fue explicarle en nuestras palabras a los hijos de Franco qué es Amarena, qué se hace, qué buscamos. Es importante recalcarles que tenemos que aportar a la sociedad, que este es nuestro granito de arena con el que buscamos retribuir, generar impacto social”.

Esa es precisamente una de las exigencias del comité de inversiones, área que integran ellos tres además de la ingeniera comercial Javiera Garnham y el abogado Eugenio Guzmán, del estudio Portaluppi. 

En los meses siguientes, Amarena fue tomando forma: sería una empresa familiar y no un fondo. “Es el family office de Patricia Angelini, a través del que invierte en venture capital para promover emprendedores disruptivos en Latam”, describen casi de memoria.

“Decidimos crear Amarena para impactar”, refuerzan los hermanos. Y así el family office comenzó a funcionar. Hubo inversiones anteriores, pero para ellos la piedra inicial fue Levita Magnetics –empresa de cirugía magnética y robótica-, a fines del 2018. “Representa todo lo que quiere hacer Amarena”, continúa Josefina. De a poco comenzó a hacerse un nombre en la industria y a fines de 2020 los tres hermanos dejaron sus trabajos y se dedicaron full time a su sociedad. 
 

Las tres claves

Aunque también tienen fichas en productos financieros clásicos como real state, renta variable y fija, la idea es que el 90% de su capital se destine a venture capital (hoy están en cerca del 50%), además de una parte en filantropía liderada por Patricia. “Invertimos en personas sobresalientes, no en presentaciones bonitas. Si el founder no tiene claro el asunto, ni liderazgo, por muy buena que sea la idea, a nosotros no nos interesa”, añade Max. 

“No siempre lideramos el ticket de inversión más alto. Pero sí es requisito participar en alguna de las instancias de la empresa, sea directorio, sea comité, va dependiendo. Pero nos gusta involucrarnos. No somos un inversionista pasivo”, señalan.

El quién de los tres juega ese rol va a depender. Por ejemplo, con Xepelin -el de Amarena fue uno de los primeros cheques en entrar-, fue Max porque el fundador de la fintech, Nicolás de Camino, era compañero de curso en el colegio y fue él el punto de acercamiento. Mientras que en F4F entró Franco, porque tiene conocimientos en el sector industrial.

“Hemos logrado estructurar nuestros procesos de forma rápida y eficiente no sólo para nosotros, sino que también para poder tomar decisiones oportunas de cara a las startups. Tenemos un flujo de due dillgence, tanto comercial como legal, que adecuamos según los tiempos y necesidades. Es muy importante para nuestra toma de decisiones que la composición accionaria de los fundadores sea alta y que haya una visión y compromiso de largo plazo por parte de ellos,” agrega Max.

“Por lo general, parte de nuestro aporte también radica en brindar una visión de negocio corporativa que muchas veces las startups no ven en sus inicios y que es fundamental de cara a las siguientes rondas de financiamiento en función al crecimiento que vayan experimentando,” comenta Josefina.
 

Agnósticos

En estos tres años han invertido en más de 30 empresas de forma directa, además de participar de ocho ondos. Eso significa cerca de US $ 55 millones en total.
Otro sello que los define, es que hoy por hoy, solo invierten directamente a través de Amarena, y no de fondos. “Solo lo  hacíamos cuando nos permitían acceso a lugares que no podíamos llegar solos, o que eran muy particulares, por ejemplo, el fondo de venture capital Olive Tree liderado por Alejandro Weinstein enfocado en biomedicina en Israel”, ejemplifican.

En cuanto a su participación en fondos, aclaran que “al principio cuando queríamos invertir fuera de Chile lo hacíamos mediante fondos: adquiríamos contactos y conocimiento”. Han invertido por ejemplo en Soma Capital (EEUU) o Kaszek (Argentina). 
El ticket más grande que han concretado ha sido en Xepelin, mientras que entre las últimas inversiones se encuentran son 1doc3 (Colombia), Wild Foods, Atomic Kitchen y Lazarillo. No alcanzaron a entrar ni a Cornershop ni NotCo, porque Amarena no existía. Y Buk, confiesan, se les pasó. Pero están a través de uno de sus fondos Soma Capital.

“En todas las otras estamos directo o indirectamente. Partimos con empresas en etapa inicial, y hemos visto cómo maduran. El ticket promedio varía dependiendo de si es una inversión local o extranjera, pero buscan conseguir al menos un porcentaje de propiedad de 3% para arriba. Eso, generalmente, porque hay casos en que han entrado más tarde, como Betterfly (fue para la Serie A en 2021), cuando la empresa ya era grande. “Tenemos un límite establecido en nuestro protocolo, que cumplimos”, dicen. 

¿En qué invierten principalmente? A la fecha tienen 14% en salud, 35% fintech, 12% biotech, 7% en la industria alimentaria, 11% infraestructura, 21% en otros.

“Somos agnósticos a las industrias, nos gusta entrar en etapas tempranas, series Seed o Series A, para acompañar en el crecimiento. Y apoyar con lo que podamos dentro de los grupos industriales nuestros. No es una garantía, pero sucede”, dice Max. Y, como en todo portafolio, hay un porcentaje de sobresalientes y otras, que les va peor. “A las promedio hay que ayudarlas hasta que sean sobresalientes. Y a estas, subirte arriba del caballo y darles comida hasta que ganen”.

Hoy son uno de los que más invierten en el sector. Con todo, aclaran: “No nos interesa apropiarnos del negocio. Compartimos la información con los otros grupos que están en esto: Kayak, WildSur y varios internacionales”. “Esto no es como la antigua economía, en donde el que pilla el negocio se lo apropia. No, tiene un fuerte foco colaborativo”. 
 

El piloto

Reconocen que estos últimos seis meses la industria ha aumentado las exigencias para invertir. “Más que una contracción, lo que está pasando es ponerle realidad. Antes una serie A en nuestra región levantaba en torno a US$ 5 millones, y el año pasado una ronda así pudo alcanzar más de US$ 30 millones. Entonces hay que ponerle sentido común, porque muchas veces no da. Y se está pidiendo sustento en la valorización”.

“Antes no importaba ver índices con cifras rojas, porque lo que más se consideraba era que hubiera mucha venta. Ahora no. No todo es quemar plata y crecer. Se valoriza tener flujos positivos”, añade Franco. “La plata sigue estando, pero se le está poniendo más cordura y freno”, insiste. La combinación que nunca falla es: industria creciente, founder sobresaliente y una idea disruptiva. “Cualquiera que falle, cae el negocio. si le pasas un auto fórmula 1 a un mal piloto choca. Y una citrola a un fórmula 1, se frustra”. “El negocio debe ser bueno, no es filantropía”, recalca.

¿Y qué viene ahora para Amarena? “Tenemos recursos para seguir invirtiendo y acompañando en follow-on a nuestro portfolio, estamos tranquilos porque hay más cancha, son tiempos de ajustes en el mercado, en donde las startups realmente sobresalientes seguirán creciendo”, concluye Max en jerga startup.

Cierran sus cuadernos y la conversación termina. Maximiliano hace una demostración con su celular de Trainfes, una de las últimas firmas en que invirtieron –de neurorrehabilitación en casa–, mientras sus hermanos comentan de la aplicación. Bromean y se incomodan con las fotos. Los tres coinciden, por muy venture que sean, hay un sello Angelini que no se borra jamás: el bajo perfil.

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