Treinta años atrás, un artesano decidió perseguir lo que muchos llaman locura: perfeccionar el arte del chocolate… a más de mil metros de altura. En pleno corazón de la precordillera de los Andes, donde el cielo parece más limpio y el aire más noble, Damien Mercier comenzó a escribir una historia que hoy se derrite lentamente en la boca de quienes saben apreciar lo exquisito.

Lejos de las fábricas, cada pieza se elabora como si fuera una joya: con recetas propias, ingredientes recolectados en los rincones más sublimes del planeta y una devoción casi religiosa por el detalle. Lo suyo no era solo repostería; era alquimia, era poesía en forma de bombón.

Así nació una marca que transformó el sabor en emoción, y el chocolate en arte.

¿Cómo fue que un soñador encontró el equilibrio perfecto entre tradición europea y la magia de los Andes? Descúbrelo en Más Que Un Pitch