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Elon Musk enfrenta el costo de su ofensiva por la “eficiencia gubernamental”

Elon Musk enfrenta el costo de su ofensiva por la “eficiencia gubernamental”

El multimillonario logró solo una fracción de los ahorros prometidos, mientras dañaba la imagen de sus marcas.

Por: Joe Miller y Alex Rogers - Financial Times | Publicado: Sábado 31 de mayo de 2025 a las 04:00
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Durante cuatro meses, Elon Musk avanzó como un huracán por las oficinas del gobierno estadounidense, convirtiéndose brevemente en el empresario más poderoso de Washington desde la Era Dorada. Pero su ofensiva dejó poco para celebrar: ni su reputación ni la de sus compañías salieron bien paradas.

Esta semana, Musk abandonó formalmente su rol como jefe del autodenominado Departamento de Eficiencia Gubernamental (Doge), que no logró siquiera acercarse a los US$2 billones en ahorros que había prometido inicialmente.

El jueves, Donald Trump lamentó su salida, pero aseguró que Musk “siempre estará con nosotros, ayudando en todo momento”.

Aun así, el empresario deberá calcular el costo de haberse alineado con Trump y el escaso retorno de los US$250 millones que invirtió en la campaña presidencial del mandatario.

“Aprecio que el señor Musk haya priorizado lo que era bueno para el país por sobre su propio beneficio económico”, dijo Tom Cole, presidente republicano del comité de asignaciones de la Cámara de Representantes, al Financial Times.

Según una encuesta, tras el anuncio de Doge, la mayoría de los votantes estadounidenses creía que Musk utilizaría ese organismo para “enriquecerse y perjudicar a sus competidores”, en lugar de optimizar la burocracia estatal.

Grupos progresistas advirtieron que manipularía las licitaciones públicas en favor de multimillonarios y sus cercanos, además de desregular sectores en los que operan Tesla y SpaceX. Parlamentarios demócratas calificaron a Doge como una “cortina de humo” para una agenda más oscura y personal del hombre más rico del mundo.

Los primeros movimientos del gobierno de Trump daban señales alentadoras para Musk. En febrero, se retiró una demanda del gobierno de Biden contra SpaceX por sus prácticas de contratación, y se desestimaron investigaciones regulatorias sobre su empresa de implantes cerebrales, Neuralink.

El secretario de Comercio, Howard Lutnick, señaló a Starlink —el negocio satelital de Musk— como potencial beneficiario de un programa de banda ancha rural de US$42 mil millones. Una orden ejecutiva que establecía un sistema de defensa tipo Iron Dome también parecía favorecer a SpaceX, dada su posición dominante en lanzamientos espaciales.

La desarticulación de múltiples entidades fiscalizadoras también benefició a sus empresas. Grandes compañías estadounidenses firmaron acuerdos con Starlink o aumentaron su gasto publicitario en X. Starlink también logró acuerdos para operar en India, Pakistán y Vietnam, mercados que llevaba tiempo buscando.

Pero aunque Doge arrasó con causas que Musk desprecia —como la ayuda internacional y los contratos ligados a políticas de diversidad o investigaciones “woke”—, también trajo consecuencias negativas, especialmente para Tesla.

Durante su gestión en Doge, las acciones de Tesla cayeron un 45% respecto a su máximo del año anterior, y surgieron reportes de que el directorio evaluaba reemplazarlo como CEO. La fortuna personal de Musk se redujo en decenas de miles de millones de dólares, sus concesionarios fueron incendiados y recibió amenazas de muerte.

Parte del daño a la marca Tesla —hasta hace poco su principal fuente de riqueza— podría ser irreversible. “El 80% de los Tesla en EE.UU. se vendían en códigos postales demócratas”, comentó un ex alto ejecutivo. “Ese público, claramente, se sintió profundamente ofendido.”
Starlink perdió contratos valiosos en Canadá y México debido a las posturas políticas de Musk, mientras que X perdió 11 millones de usuarios solo en Europa.

Las investigaciones sobre Tesla y SpaceX por parte de agencias gubernamentales continuaron, mientras la administración de Trump avanzaba con la eliminación de subsidios para autos eléctricos y una guerra comercial que Musk rechaza y que podría perjudicar aún más las ventas de vehículos.

En política, Doge no dejó contento a nadie. Los demócratas se indignaron por los recortes a la ayuda internacional y por la presencia de jóvenes acólitos de Musk en el sistema de pagos del Tesoro, además del despido de miles de empleados públicos. Los republicanos criticaron el intento de tocar el gasto en defensa. Y los verdaderos fiscalizadores presupuestarios lamentaron que Musk solo haya recortado unos pocos miles de millones. Bill Gates incluso lo acusó de “matar a los niños más pobres del mundo” por sus acciones al frente de Doge.

"La gira de venganza"

Acostumbrado a tener el control en sus empresas, Musk se topó con resistencias. Durante su gestión, tuvo enfrentamientos con el secretario del Tesoro, Scott Bessent; el canciller Marco Rubio; el secretario de Transporte, Sean Duffy; y el zar de comercio, Peter Navarro, entre otros altos funcionarios.

Lejos de concentrarse en eliminar gastos, su paso por el gobierno fue descrito como una “gira de venganza” contra una burocracia que considera enemiga de la innovación, dijo un excolega. Frustraciones acumuladas como las restricciones por el COVID-19 en California, el desaire del gobierno de Biden o la transición de género de su hija marcaron su agenda.

David Sacks —zar de IA y criptomonedas de Trump, y voz influyente del mundo tech— “lo empujó a una mentalidad muy, muy de extrema derecha”, dijo una fuente cercana, con la idea de “aplastar la agenda woke”.

Ni Musk ni Sacks respondieron a solicitudes de comentarios.

Esta semana, Musk —quien dijo que Doge era solo un órgano “consultivo”— expresó su molestia por haber sido usado como “chivo expiatorio” para recortes impopulares definidos por la Casa Blanca y los secretarios de gabinete.

“Trump fue muy astuto y permitió que Doge se llevara todos los titulares como un chivo expiatorio político clásico”, dijo Sahil Lavingia, líder de una startup de comercio electrónico y exfuncionario de Doge. Agregó que Musk quizás quería atribuirse el desmantelamiento de USAID y otras medidas, pero terminó recibiendo atención indeseada.

“Si uno fuera realmente malvado, sería más silencioso”, dijo Lavingia, quien se unió a Doge con la intención de optimizar procesos gubernamentales. “Las cosas malas se hacen en silencio.”
El ruido en torno a Musk —capaz de acaparar la agenda mediática con un solo post en X, rivalizando incluso con Trump— también incomodaba a la administración.

Esta semana, el subdirector de gabinete de la Casa Blanca, Stephen Miller, usó X para refutar indirectamente la crítica de Musk a la reforma tributaria emblemática de Trump, que el empresario acusó de no reducir el déficit ni institucionalizar los recortes impulsados por Doge.

Lo que alguna vez fue sinónimo de Musk, Doge, ahora se fusiona con el aparato estatal. En una rueda de prensa el jueves, la vocera Karoline Leavitt dijo que, tras la salida de Musk, los secretarios de gabinete “seguirán trabajando con los funcionarios de Doge que fueron nombrados en cada una de estas agencias”.

Agregó: “Los líderes de Doge son cada uno de los miembros del gabinete del Presidente, y el Presidente mismo.”

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