Cultura
1976 marca el debut de Manuela Martelli como directora
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De Cannes a Valdivia. Es jueves por la mañana y Manuela se conecta a la entrevista por Zoom desde la región de los Ríos. Esa noche se mostrará 1976 en el Festival Internacional de Cine de Valdivia y la próxima semana llegará a las salas. “Es emocionante finalmente estrenar en Chile y más aún en Valdivia”, comenta la actriz y directora.
La película ya se mostró en mayo como parte la prestigiosa sección de Quinzaine des Réalisateurs (Quincena de Realizadores) del último festival de Cannes y sacó fuertes aplausos.
Tal como indica el título, la cinta está situada en el año 1976 y muestra a Carmen, una mujer de clase acomodada interpretada por Aline Kuppenheim, que pasa una temporada de invierno supervisando unos arreglos en su casa ubicada en un balneario de la costa central.
A través de un sacerdote amigo (Hugo Medina), con quien colabora en actividades de caridad de la parroquia, comienza a auxiliar de manera secreta a un joven herido en circunstancias relacionadas con acciones opositoras a la dictadura.
Su familia -marido (Alejandro Goic), hijos y nietos- aparece de manera intermitente cuando van a pasar algún fin de semana a la playa y no sospecha en absoluto en qué anda la dueña de casa.
La historia de la cinta ha sido larga y se remonta a unos ocho años atrás, calcula Martelli. Entonces comenzó a trabajar en la escritura de proyecto junto a la realizadora Dominga Sotomayor. Postuló a fondos de desarrollo y participó de laboratorios de guión. “Fui buscando la película, había que darle forma y eso tomó tiempo”, dice.
Luego de las vueltas creativas vino la etapa de financiamiento y más tarde apareció la pandemia que llegó justo a retrasar el rodaje.
“Me fui dando cuenta en el camino, y de manera bastante ingenua, de qué significa hacer una película de época con bajo presupuesto. De hecho, durante el proceso de escritura la historia partía desarrollándose en la playa, después la trasladé a Santiago, y en una reunión de producción, nos acordamos de esa primera versión playera y decidimos volver a ella. Cuando tienes pocos recursos, tu gran amigo son las locaciones. Hay que ser muy cuidadoso al momento de encuadrar y buscar recovecos que se mantengan intactos y no delaten el paso del tiempo”, dice la directora de la ambientación de su primera película.
Las Cruces, Algarrobo, Isla Negra, San Antonio, El Quisco, son algunas de las locaciones: “Es un mix. Tuvimos que escarbar en la costa central”.
Además de las razones prácticas y presupuestarias, filmar cerca del mar estaba en el corazón de la película y así fue concebida la historia en su etapa germinal, por lo que fue la mejor decisión volver a ese lugar, recalca Martelli apuntando las capas que se van sumando durante el proceso creativo de hacer un largometraje.
La historia, cuenta, surgió a partir de la figura de su abuela, a quien no conoció. “Mi primera búsqueda fue por ahí, me empecé a interesar en la vida de mi abuela y tenía el dato que había entrado estudiar a la Escuela de artes aplicadas. Me sentía muy cercana a ella y que había heredado una sensibilidad que venía de ahí”.
Empezó investigando apegada a la realidad, hasta que en un momento se sintió atrapada por las posibilidades que esto significaba y entendió que la herencia de su abuela era la curiosidad, la libertad, lo que eso representaba para ella, pero que la trama de la película no tenía por qué apegarse a ella. Desde ahí arrancó una historia de ficción que se pregunta por las mujeres de esa época.
“Me interesaba entrar en esos espacios que muchas veces la historia pasa por alto. Meterme en la vida de mujeres anónimas. Me parecía necesario indagar en estos espacios que son ambiguos, que no son tan blanco negro. No es la historia ni del guerrillero ni del dictador. Cuando aprendemos la línea de tiempo en el colegio esta está marcada por fechas, nombres, hitos, batallas, descubrimientos, visiones en general muy masculinas. Acá el enfoque está puesto en el espacio doméstico y no en lo que sale en los diarios. ¿Es eso menos histórico? ¿Dónde vive la historia? Para mí a lo que apunta la película es a observar esos lugares que nunca fueron considerados históricos y que tienen que ver con el espacio femenino. El título juega con eso”, desarrolla la realizadora.
Durante la película la cámara acompaña a la protagonista en distintos traslados que transcurren en silencio. Estos recorridos físicos representan también el tránsito emocional del personaje que atraviesa distintos estratos y atraviesa fronteras.
“El silencio es un gran personaje de la película, porque fue un personaje también de ese periodo. Lo pienso como el color blanco, que es un color cargado de otros colores. El silencio está lleno de contenido”, dice Martelli.
Una figura que le hace sentido a la directora en relación con la película es la de cómplices pasivos, expresión que utilizó el expresidente Sebastián Piñera para referirse aquellas personas que, teniendo noción de las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la dictadura, optaron por hacer caso omiso de ellas.
“Carmen vive en un ambiente donde las personas deciden permanecer en ese silencio. Están quienes mantienen silencio porque corren peligro y quienes deciden hacerlo por comodidad. Ella transita por esa gama de colores y es lo suficientemente sensible para moverse por su ética personal y no delineada por ninguna organización”, dice sobre el personaje de Kuppenheim.
Martelli ya había coincido con la actriz en Machuca. Eso fue hace 18 años y ella entonces tenía 20 años. La cinta, dirigida por Andrés Wood, transcurre en 1973, en los días previos al Golpe Militar, del cual se cumplirán 50 años. Volver a situar a Kuppenheim en la época, es una coincidencia, afirma la directora.
“No fue algo deliberado. Llegué ahí desde la vida de una mujer que fue mi abuela. Mi entrada al momento histórico fue desde la cocina de una casa, no por la puerta grande. Pero efectivamente empiezan a pasar estas coincidencias o sincronías que tienen una nueva lectura posterior”, responde.
Añade: “Quise pensar en qué estamos respecto de 50 años atrás, en qué hemos cambiado, qué cosas permanecen, qué heredamos. Es una manera de repensar el presente y ese silencio que guardamos durante décadas y se transformó en esta olla a presión, como han dicho algunos para explicar el estallido de 2019”.
1976 se rodó durante cuatro semanas de 2021, además de unos días en Argentina. “Filmamos todavía en pandemia y nos tocó sortear varias fronteras, incluso físicas. Tuvimos que filmar unas escenas interiores a Buenos Aires y nos fuimos por tierra. Después de cruzar la cordillera hicimos cuarentena en Mendoza antes de seguir”, recuerda la directora.
El preestreno en Cannes fue una gran experiencia, dice. “Me llamó mucho la atención lo bien que se entendía lo que estaba queriendo transmitir. No era una historia ajena para el público internacional. No tuve que explicar el silencio, este se sentía porque apela a la historia desde lo emotivo”.
La cinta además es la candidata chilena para competir en los Premios Goya 2023. “Tenemos sobre la espalda una tremenda oportunidad. Fuimos elegidos por los colegas para representar a Chile y ahora hay todo un camino por hacer”, dice respecto de la campaña.
De hecho, el día del estreno en cines, el próximo 20 de octubre, habrá una recepción privada para el equipo de 1976 en la residencia de Rafael Garranzo García, embajador de España en Chile, donde además asistirán autoridades como Julieta Brodsky, ministra de Cultura.
“Me encantaría que se viera la película. Uno lo pasa super bien filmando, y a veces mal también, pero finalmente se trata de que la gente la vea. Uno quiere que las películas generen diálogo y pongan preguntas sobre la mesa. La presión de los títulos mainstream en la cartelera de cines es demasiado grande y por eso la idea es que la gente vaya durante la primera semana a las salas”, completa la directora debutante.