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Finlandia: las lecciones y retos del primer año de gobierno de Sanna Marin

Finlandia: las lecciones y retos del primer año de gobierno de Sanna Marin

Elegida como una de las 100 mujeres más influyentes del mundo, la primera ministra de Finlandia lidera un gobierno donde dominan las mujeres menores de 40 años. Dentro del país nadie discute ni su edad ni su género, sino sus políticas.

Por: Marcela Vélez, desde Londres | Publicado: Domingo 13 de diciembre de 2020 a las 04:00
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Mientras el mundo comenta cómo el próximo gobierno de Estados Unidos se apresura nombrando a mujeres en los cargos más importantes de la administración, en Finlandia esto no es noticia. El país nórdico, que lidera los rankings mundiales en democracia, libertad, competitividad, educación... (por nombrar solo algunos), también es uno de los pioneros en la igualdad de género en la política.

Finlandia fue el primer país europeo en tener mujeres candidatas al parlamento (1906), donde hoy ocupan 47% de los curules. "Me sorprende que se hable tanto de esto o que Sanna Marin llame la atención. La verdad es que no había pensado en el género. No veo estas políticas como mujeres, sino en su rol de líderes de los principales partidos", afirma Emilia Kullas, directora del influyente think tank Foro de Negocios y Política de Finlandia (EVA).

Es cierto. Marin, de 35 años, no es la primera jefa de gobierno mujer en Finlandia. Tarja Halonen fue presidenta durante 12 años (2000-2012); y Anneli Jäätteenmäki (2003) y Mari Kiviniemi (2010-2011) ejercieron como primeras ministras. Pero solo por meses cada una.

Lo que llama la atención es que Marin lidera un gobierno a cargo no solo de mujeres, sino de mujeres jóvenes, de millennials. Siguiendo la tradición que se ha forjado desde la independencia del país (1907), Finlandia está gobernado por una coalición de partidos. La elección de 2019 también resultó en la primera coalición formada exclusivamente por partidos de centro e izquierda: los socialdemócratas, liderados por Marin; la Liga Verde con Maria Ohisalo a la cabeza; la Alianza de Izquierda presidida por Li Anderson; el Partido de Centro de Annika Saarikko; y finalmente el Partido Popular Sueco, presidido por Anna-Maja Henriksson.

Las presidentas de los partidos de coalición ocupan las principales carteras en el gabinete, y como Marin, Ohisalo, Anderson y Saarikko tienen menos de 40 años (Henriksson tiene 56).

"La mayoría de las principales tiendas políticas (seis de nueve) están lideradas por mujeres. Puede ser una coincidencia, pero sí creo que hay un cambio generacional. Antes se decía que la política finlandesa era muy aburrida, pero ya no lo es. La nueva generación está muy interesada, muy involucrada", explica Kullas.

Marin y sus compañeras de gabinete comenzaron las filas juveniles de sus respectivos partidos y han ocupado antes cargos locales. Pero más allá de su buena gestión en la municipalidad de Tampere, la primera ministra finlandesa es reconocida por su ética de trabajo y una excepcional capacidad de comunicación. Una característica que llevó a Paavo Lipponen, exprimer ministro socialdemócrata (1995-2003) a describirla como "un talento político natural que se da una vez en cada generación".

El toque humano

Como buena millennial, Marin ha sabido usar las redes sociales para impulsar su carrera. Su cuenta de Twitter es más oficialista, es su plataforma para compartir noticias, e incluso participar de un debate con líderes de la oposición. Pero en su cuenta de Instagram, con casi 400 mil seguidores, Marin comparte desde actos oficiales hasta fotos de su boda con Markus Räikkönen (en agosto pasado) o dando de lactar a su hija Emma, nacida en enero 2018. En un comentario sobre Maron, Lipponen lo resume muy bien: tiene "un toque humano, pero sin populismo".

Este ha sido un factor clave para el reto que ha cruzado su primer año al frente del gobierno: la pandemia. "Lo hizo muy bien en lo peor de la crisis. Logró comunicar claramente las políticas del gobierno y esto se notó en el alto nivel de aprobación que ganó hasta el verano", explica Jari Pajunen, CEO de Taloustutkimus, firma de investigación de opinión y mercados.

Mientras otros mandatarios alrededor del mundo veían derrumbarse sus niveles de apoyo durante el inicio de las cuarentenas y el primer golpe de la pandemia, Marin llegó a sumar un 85% de aprobación entre los finlandeses. Ese nivel ha bajado con la segunda ola de Covid-19 y el regreso de las restricciones –"la gente se cansa", apunta Pajunen- pero todavía el 34% quiere que gobierne por un segundo período a partir de 2023, según un reciente sondeo de Gallup.

El resultado es aún más notable considerando que Marin no fue elegida directamente, sino que llegó al cargo tras la abrupta salida del socialdemócrata Antti Rinne, obligado a renunciar en medio de masivas huelgas, 188 días después de asumir el poder.

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#Metoo y #LGTBQ

Parte importante del éxito de Marin es su propia historia, que reúne elementos que apelan a los temas preferidos de la prensa occidental: es mujer (#Metoo), hija de madre lesbiana (#LGTBQ), fuerte promotora de ampliar el rol del Estado como solución a la desigualdad, y de causas medioambientales.

Nacida poco antes del colapso soviético, que provocó una grave crisis en Finlandia, Marin sufrió el alcoholismo de su padre, el divorcio y los problemas económicos de ser criada por una madre soltera. Fue la primera de su familia en estudiar en la universidad; y lo hizo en la ciudad industrial de Tampere y no en Helsinki, la capital. Marin ha preciado múltiples veces el soporte del amplio sistema de bienestar, al que Finlandia destina más de un tercio de su PIB; y el haber sido criada por su madre y su nueva compañera.

"Sin el fuerte Estado de bienestar finlandés y su sistema educativo, no habría tenido las oportunidades de tener éxito en mi carrera. Al crecer en una familia 'arcoiris', es obvio que valoro tanto la igualdad como los derechos humanos", aseguró Marin en una entrevista al diario Helsingin Sanomat.

Pero Marin no solo se declara una política progresista, sino que es vista reconocida como la primera ministra más de izquierda que ha tenido el país. "Eso es sorprendente porque Finlandia es un país más de centro. Los finlandeses no son de extremos. Si ves protestas aquí, son marginales, por ejemplo", apunta rápidamente Pajunen.

Analistas apuntan al mayor compromiso ideológico de la nueva generación de políticos finlandeses. En el caso de Marin y la mayoría de sus compañeras de coalición, más inclinadas hacia la izquierda.

Esto supone un importante desafío de cara a 2021. La última encuesta de intención de voto de la cadena de medios Yle revela una caída en el apoyo al partido de Marin, que con 20,6%, queda por debajo del nacionalista Partido de los Finlandeses (20,9%). En general, todos los partidos de la coalición de gobierno han perdido apoyo de los electores, en beneficio de la oposición conservadora.

Este no es un buen augurio para el que será un año marcado por desafíos económicos para Finlandia. El FMI y la OCDE proyectan que tras contraerse un 4% este año, la economía finlandesa será la que más demorará en recuperarse junto a Italia, entre los países de la Eurozona, con tasas de expansión por debajo de 2% al menos hasta 2025.

Reformas urgentes

El problema es aún mayor considerando el creciente costo del sistema de bienestar, que ha debido expandir su cobertura ante el alza del desempleo, y el peso de un sistema de pensiones estatal en el país con el cambio demográfico más acelerado en Europa. Se proyecta a 2070 tres cuartos de la población finlandesa tendrá más de 65 años.

"Hay reformas urgentes. Necesitamos una reforma tributaria, que aumente los incentivos para la inversión, y necesitamos aumentar la flexibilidad del mercado laboral. Finlandia es un país con alta carga tributaria, pero también con un alto costo para contratar y despedir empleados", argumenta Kullas.

Su preocupación es que hasta ahora no ha escuchado a Marin presentar o discutir tales reformas. Por el contrario, Marin ha dejado en claro recientemente que espera aumentar la carga tributaria para financiar las ayudas estatales en respuesta a la pandemia.

Kullas asegura que es palpable su posición hacia el sector privado, y recuerda que incluso rechazó un primer acercamiento de las empresas finlandesas que ofrecieron ayudar a conseguir equipos y suministros para enfrentar la llegada de la pandemia.

¿Hay un factor generacional o de género jugando un rol en su escasa relación con el empresariado? No, responde tajante Kullas, quien insiste que el género no es un tema diferenciador en Finlandia. Se trata de un tema ideológico, aclara.

A las reformas tributaria y laboral se le suma la necesidad de una reforma previsional, que se haga cargo del alto costo del sistema y de las necesidades de cuidado de una población con mayor expectativa de vida. Un reporte del banco central finlandés en enero 2019 elevó a 4,7% del PIB la diferencia entre los ingresos fiscales proyectados a 2025 y el costo de los servicios que presta el Estado.

"Si las reformas estructurales de la economía se aplazan hasta un futuro lejano, a la luz de la experiencia de Japón, esto puede dar lugar a una reducción del crecimiento y el empleo, con los consiguientes altos costos", advierte el emisor. Pero una reforma a las pensiones es prácticamente un suicidio político en Finlandia, según describe Pajunen.

Mientras, analistas como Kullas, ven con preocupación como la agenda de Marin y su gabinete se concentra en otros temas, como una reforma a la ley de identidad de género, para no obligar a las personas trans a comprobar que son infértiles para obtener su nueva identidad; reformas para reducir la discriminación y la desigualdad (el índice Gini de Finlandia es 0,27, uno de los menores de la OCDE); y un plan para lograr la carbono neutralidad a 2035.

"Lo describe bien el decir que empuja una agenda que apela a los temas que preocupan a los millennials... Pero este gobierno no refleja fielmente al electorado finlandés, que es más moderado en sus posturas y sus valores", explica Kullas.

¿Terminará el periodo?

Un elemento a favor de Marin y sus compañeras de coalición es que, a diferencia de crisis pasadas, esta vez Finlandia tiene el soporte del Banco Central Europeo y de un millonario plan de reactivación de la Unión Europea. Un apoyo que podría restar la urgencia de las reformas que necesita, entre otras cosas para reducir una tasa de desempleo que se mantiene en torno a un 8% desde hace 15 años.

La pandemia, además, ofrece un escenario que impulsa a la unidad del país lo que podría dar más tiempo al gobierno que lidera Marin. Pero en el sistema parlamentario finlandés no es raro que un primer ministro no termine su período, y los desafíos que enfrenta Marin son mayores. Sus aliados y excolaboradores creen que no serán un problema para una joven mujer que parece crecer ante los desafíos. Sisu es la palabra en finlandés que reúne en un solo concepto coraje, perseverancia extrema, fortaleza interior y dignidad. Marin parece tener mucho sisu.

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