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Becas Chile: Los chilenos que se encuentran a la deriva en el mundo

Becas Chile: Los chilenos que se encuentran a la deriva en el mundo

No pudieron usar laboratorios, bibliotecas ni sofisticados sistemas computacionales por varios meses producto de la pandemia. Y aunque toda la investigación se atrasó, el plazo de la Beca Chile era perentorio: 48 meses, y ni un día más de mensualidad para vivir en el extranjero.

Por: Nicolás Durante | Publicado: Domingo 27 de septiembre de 2020 a las 04:00
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Muchos salieron un viernes de sus laboratorios o bibliotecas, y el lunes ya no pudieron volver. Experimentos en desarrollo, intrincados softwares de análisis de datos andando, y reuniones con coordinadores de investigación abortadas fue lo que dejó el coronavirus para cientos de estudiantes de Becas Chile que se matricularon a un magíster o doctorado en el extranjero. 

Sin embargo, el problema real es para los estudiantes de último año, ya que las becas permiten una estancia máxima de 48 meses para doctorados y 24 meses para magísteres, por lo que esos tres o cuatro meses que se atrasaron sus investigaciones, no pueden recuperarlos. O de poder, no tienen el estipendio mensual que les da la beca para poder subsistir en su país de destino. 

Fue a través de Facebook que empezaron a organizarse en la cuenta Comisión Becas de ReCh. Cristian Undurraga, uno de los voceros, cuenta que han sostenido reuniones con el Ministerio de Ciencias y con la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (Anid, ex Conicyt) para buscar alguna solución a los becarios, pero que hasta ahora no han obtenido respuesta. “El ministro Couve nos dijo que estaban conversando con la Dipres para que extendiera los recursos, pero todavía no tienen una respuesta”, apunta. 

Desde la Anid respondieron a DF MAS que una vez finalizada la beca, en el caso de magíster en el extranjero los becarios cuentan con un período de gracia de dos años para volver al país; y para las becas de doctorado, el plazo es de cuatro años para regresar y comenzar con la retribución. “Este período de gracia no contempla financiamiento. Es importante señalar que sólo el 37% del total de los becarios que reciben financiamiento desde la Agencia tiene esta obligación y corresponden a los que realizan estudios fuera del país”, recalcaron. 

Sobre la solicitud de extender las manutenciones, desde la Agencia recalcan que respecto a los becarios que cursan estudios de doctorado en el extranjero y que se encuentran en el último año, estos corresponden a 290 personas. “Para responder a sus solicitudes se están llevando adelante gestiones encabezadas por el Ministerio de Ciencia”, acotaron.

Camila Rivera: “El viernes nos fuimos pensando que el lunes volveríamos”

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Camila Rivera es licenciada en Química de la Universidad de Concepción, tiene 29 años, un master en Química fundamental y aplicada y está cursando en Toulouse, Francia, un doctorado en Ciencias, con mención en Química organometálica y de coordinación. Allí, trabaja en el desarrollo de catalizadores sobre nanomateriales de carbón para usos en reacciones de interés industrial. 

“En Francia nos fuimos a confinamiento el 15 de marzo. Y estuvimos hasta mayo en confinamiento total, por lo tanto, todas las actividades se detuvieron. Yo tenía que hacer reacciones en el laboratorio, las tenía programadas, y el día viernes nos fuimos pensando que el lunes volveríamos, y no volvimos en tres meses, todo ese trabajo se perdió”, dice al otro lado de la cámara.

La Anid, agrega, dio la opción de congelar la manutención y cobrarla después, cuando se reactivara todo. “Pero no tenía sentido para mi congelar, si de todas formas tenía que vivir y pagar la vida acá y tampoco podía trabajar porque estábamos confinados”. Sus 48 meses terminaron el 8 de septiembre y “la prefectura (el municipio) está dando unas facilidades especiales a los estudiantes y me dieron una prolongación de la Visa hasta el 30 de noviembre. El 8 de septiembre, la Anid me dio el proporcional del mes, que fueron 300 euros, y se acabó la ayuda desde Chile”. 

Por este periodo, cuenta Camila, sus compañeros de laboratorio la están ayudando económicamente, y puso su departamento en arriendo en la plataforma Airbnb para poder subsistir. “Mi jefe de tesis me dijo que ya no había tiempo que recuperar y que iba a terminar como está, con la mitad de experimentos, con todo lo que faltaba. Y ahí me puse a escribir, escribir, escribir”, explica. 

Nicolás Flores: “Llama la atención la falta de empatía”

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Nicolás Flores llegó a Escocia en septiembre de 2016 a cursar un doctorado en química. Su investigación se basa en las baterías de litio. “Hay algunas preocupaciones sobre cuán seguras pueden ser las baterías de litio, y eso es porque uno de sus componentes es un disolvente orgánico, y si se sobrecalienta, puede causar una explosión. Mi investigación es sobre cómo podemos reemplazar este disolvente, estos electrolitos, en un estado sólido y eso lo hace no inflamable. Y eso también permite tener baterías con mayor densidad energética”, explica académicamente. 

El problema, sigue contando, es que los laboratorios se cerraron la segunda semana de marzo, y él justo había conseguido un codiciado cupo en el centro Isis, un centro de nivel mundial donde se hacen experimentos con neutrones y que permiten estudiarlos y caracterizarlos a nivel atómico. “Tenía agendados experimentos para la segunda y tercera semana de marzo”. 

“No es fácil acceder a esos laboratorios, si una empresa quisiera ocuparlo, son cerca de 25 mil libras por día. O en la academia, se escribe una propuesta a un panel, que es el que decide si presta las instalaciones o no. Esos resultados que iba a obtener eran los últimos que necesitaba para terminar mi tesis. Mi tesis tiene tres capítulos experimentales, y en dos de esos capítulos estos resultados eran clave”, agrega. 

En vista de este contratiempo, la universidad le extendió por seis meses el plazo para entregar su tesis, y se reprogramaron los experimentos para septiembre y diciembre. “Y la universidad de Glaswog sabiendo que el gobierno de Chile no va a extender las becas, me extendió en dos meses el sueldo”, apunta. Eso, porque su beca dura hasta el 3 de octubre.

“Las opciones que me daban era suspender la beca, y con ello dejar de recibir las manutenciones. ¿Y de qué vivía esos meses, de qué comía, cómo pagaba el arriendo? Lo que me llama la atención es la falta de empatía por parte del Ministerio de Ciencia. Lo que voy a hacer es que como la universidad me pagará dos meses, voy a tener que decirle a mis papás si pueden pedir un préstamo para vivir los tres meses que me faltan”. 

Adrián Oyaneder: “¡Sin bibliotecas no se puede hacer nada!”

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Adrián Oyaneder es arqueólogo de la Universidad de Tarapacá y está haciendo un doctorado en Arqueología en la Universidad de Exeter, en el sur de Inglaterra.

Fue él uno de los primeros en empezar en abril a buscar otros becarios por Facebook que estuvieran ad portas de terminar sus becas, pero con investigaciones suspendidas por la pandemia. El 24 de junio presentó su caso a la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados, donde estuvo el ministro Andrés Couve presente. 

“Las becas se acaban en agosto o septiembre a los que están en el Hemisferio Norte. La única respuesta que hemos recibido es que la Dipres está analizando alguna solución, pero no nos informaron cuál específicamente podría ser la alternativa”, cuenta. 

A él en particular, se le acabó el 19 de septiembre la beca oficialmente. “Hago trabajo archivístico e informático de alta gama, porque mi tesis se basa en la teledetección de sitios arqueológicos utilizando imágenes satelitales para cambiar la visión que se tiene de la prehistoria. Necesito computadores, softwares, o archivos que solo están en la universidad. ¡Sin bibliotecas no se puede hacer nada!”, dice desde Inglaterra.

Xenia Fuster: “De la Universidad me mandaron una caja solidaria”

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Xenia Fuster es trabajadora social de la Universidad Alberto Hurtado, vive en París haciendo un doctorado en estudios urbanos y planificación urbana en la Universidad de París y su tesis es sobre las desigualdades en la política de vivienda social en cuatro regiones del país (Valparaíso, metropolitana, Maule y Biobío).

“No tuvimos acceso a los laboratorios, a la biblioteca. Acceder a los programas de análisis de datos que compran y están en las universidades, no pudimos ocuparlos. En mi casa no tengo las condiciones adecuadas para trabajar. La gente dice ‘París, qué glamour’, pero tú vives en un departamento de 20 metros cuadrados con tu pareja, tu hijo, donde hay una pieza, y durante el confinamiento todo pasa en esa pieza. No pude avanzar en la escritura ni acceder a los programas de análisis de datos. A mi jefa de tesis la confinaron fuera de París, en un lugar sin internet, estuve siete meses sin hablar con ella”, dice. Su beca se le acaba el 26 de septiembre. 

“Las Visas están asociadas al financiamiento, por lo que si no tienes plata, no puedes renovar la Visa. Mi Visa se acaba en diciembre, y ante la pregunta de cómo lo voy a hacer para subsistir, la verdad es que no sé. Pienso en pedir un crédito a un banco en Chile, pero no se puede porque no tengo cómo demostrar ingresos porque la beca no es un ingreso. Y ¿qué hago, pido plata a mi familia? Pero en Chile están todos mal también. Tenemos un poco de ahorro, que están pensados para la vuelta, pero vamos a tener que ocupar lo más que se pueda, y cuando ya no se pueda, vamos a tener que volver a Chile sin el doctorado terminado. Para el estándar francés, somos tan precarios, que me llegaron hasta canastas solidarias de la Universidad”, relata. 

Luis Iturra: “Lo que más afecta es la incertidumbre”

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Luis Iturra es arquitecto de la Universidad de Chile, y estudia en Oxford, en último año de un doctorado en la Escuela de Geografía, donde trabaja con desigualdades urbanas y cómo se relaciona con lo cotidiano. Fue con su pareja hasta Inglaterra. 

“Lo más radical de todo y lo que más afecta es la incertidumbre. Anid, como institución del Estado, no se ha contactado con ninguno de nosotros”, explica. 

Dentro de los retrasos que le ha causado la pandemia es que no se había podido reunir con su supervisor en cinco meses, y aunque el teletrabajo existe, no es lo mismo al momento de avanzar en su doctorado. “No tienes un par con el que dialogar, porque las universidades están cerradas”, dice. 

Su beca se acaba a principios de octubre y su Visa a fin de año, pero a su investigación le falta, porque el coronavirus lo suspendió todo. 

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