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La silenciosa escalada del Fentanilo en Chile

La silenciosa escalada del Fentanilo en Chile

El 12 de mayo se hizo la segunda mayor incautación de fentanilo en el país: 985 ampollas escondidas en un camión. Las autoridades advierten que cada vez son más frecuentes los decomisos de esta droga, que pertenece a la familia de los opiáceos, y que su tráfico ilegal comienza generalmente por robos en hospitales y laboratorios. Los especialistas comentan que su uso va en aumento. Un paciente cuenta aquí el infierno que se vive cuando una persona se convierte en adicta. Otros países están también en alerta: en EEUU ya se habla de “la epidemia opoide”.

Por: Juan Pablo Escobar | Publicado: Sábado 24 de agosto de 2024 a las 21:00
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Pedro -su nombre real fue cambiado a petición del entrevistado- tiene 24 años y es universitario en Santiago. Ha probado distintas drogas, como marihuana, tusi y ketamina, desde la adolescencia. Hace unos 10 meses sumó algo más a la lista, lo que culminó en crisis de pánico y visita al psiquiatra. La nueva droga era fentanilo.

Al actual consumo en el país, como el caso de Pedro, se suman los decomisos que se han hecho en el último tiempo. El pasado 12 de agosto, la PDI realizó la segunda mayor incautación de fentanilo en Chile: 985 ampollas encontradas en un camión que iba camino a Santiago desde Paraguay. Dos meses antes, el 11 de junio, Carabineros decomisó 1.195 ampollas de fentanilo en Antofagasta. La suma de ambas incautaciones es cerca de cinco veces mayor a todo lo decomisado entre 2019 y 2023 por ambas policías, según datos de estas instituciones.

El fentanilo, llamada “droga zombie” por los efectos analgésicos de su consumo, es un opioide sintético usado para el tratamiento de dolor crónico severo, cuyo uso médico lo ha legitimado la DEA de Estados Unidos. Según los expertos, la diferencia con otras sustancias que tienen efectos parecidos está en la potencia y adicción: el fentanilo es 50 veces más fuerte que la heroína, y hasta 100 más que la morfina.

Consumidores como Pedro se han percatado de ello: la primera vez que él se inyectó fentanilo, cuenta, la jeringa era muy delgada y la dosis muy pequeña. Sin embargo, ahí está el riesgo: sólo 2 miligramos de esta droga ya se considera “potencialmente letal”.

Las imágenes de personas desplomadas y drogadas con fentanilo en comunidades como Kensington, Filadelfia, han estado en los titulares de EEUU, donde el uso de esta droga como recreación y de manera ilícita ha llevado a hablar de una “epidemia opioide” (ver recuadro).

El Centro Nacional para las Estadísticas de la Salud (CDC) de ese país informó en mayo que, en 2023, 74.702 personas murieron por sobredosis de fentanilo. Cifra que representa el 70% de las muertes por sobredosis de drogas el año pasado. El Departamento de Estado informó, además, que esta droga mata a más estadounidenses de entre 18 y 49 años “que cualquier otro problema de salud pública” y estima que 300 personas mueren a diario allí por su causa.

“Ya está en nuestra cultura”

En Chile, el 8 de abril de 2021, el Sistema de Alerta Temprana de Drogas (SAT) prendió las primeras alarmas sobre la presencia del fentanilo en el mercado ilícito de estupefacientes. Y rápidamente, en tres años, lo que partió como robo, hurto y tráfico de esta droga pasó a una situación de personas hospitalizadas en clínicas y hospitales psiquiátricos por consumo de fentanilo. Una de ellas, Pedro.

“El consumo de drogas químicas ya está en nuestra cultura. Instalado ese consumo, hay una escalada en la que el fentanilo está adentro”, dice Ana Luisa Jouanne, directora ejecutiva de la Corporación La Esperanza, dedicada a la rehabilitación y tratamiento de personas con ingesta problemática de drogas. “Es una escalada incipiente, pero en crecimiento”, añade. Allí, el primer paciente adicto al fentanilo lo recibieron en junio.

Dice Jouanne que fue la primera solicitud de ingreso para rehabilitación y tratamiento por fentanilo en Chile a una fundación de esta naturaleza. Sin embargo, tras entrevistarse para hacer su ingreso, la persona no volvió, pues aún no se había desintoxicado. “El fentanilo requiere desintoxicación antes de ingresar a un centro de rehabilitación intensivo”, explica.

En Santiago, a lo menos de dos a tres pacientes ingresan al mes a clínicas siquiátricas producto del consumo de fentanilo, estima Elisa Jara, sicóloga del Centro Kiri, dedicado a la rehabilitación de alcohol y drogas. De todas formas precisa que es una estadística difícil de saber, no sólo por lo incipiente del tema, sino porque, además, “hoy las personas ocultan, cuando llegan a urgencias, qué consumieron”.

Pedro, cuando llegó de urgencia al hospital después de haber sufrido una crisis de pánico por tomar unas pastillas e inyectarse fentanilo en una fiesta, mintió en la atención sobre el uso de esta droga. Dijo que había consumido otra: clonazepam. Lo hizo, dice, por susto y vergüenza que sintió en ese momento.

La ruta del fentanilo

Tras el decomiso de casi un millar de ampollas de fentanilo realizado por la PDI hace poco más de 10 días, el subdirector de Investigación Policial y Criminalística, Hugo Haeger, dijo que la incautación de grandes cantidades de esta droga “refleja el incremento en la frecuencia del tráfico de esta sustancia” en Chile.

El jefe de la Brigada Investigadora de Sustancias Químicas Controladas (Brisuq) de la PDI, Gonzalo Santander, afirma a DF MAS que, en el último año, se han hecho entre 10 y 15 procedimientos relacionados con la presencia del fentanilo. En años anteriores, señala, la cantidad de estas acciones era “considerablemente menor”. En ese sentido, Santander dice que esta droga “está empezando a circular”.

Cuando Pedro se inyectó por primera vez fentanilo -lo ha hecho en total en tres ocasiones- fue con una dosis que obtuvo con un amigo, el cual tenía otras amistades y una red que llegaba hasta alguien que habría trabajado, supuestamente, como tens en una clínica.

Después de un decomiso de 147 ampollas “rotuladas como fentanilo” en mayo pasado, el ahora exjefe de la Brisuq, Patricio Navarro, identificó que la mayoría del fentanilo que aparece en Chile de manera ilegal tiene un origen lícito por “su uso amplio en el ámbito médico”.

Dijo: “En el Cono Sur -a diferencia de Estados Unidos- se está dando un fenómeno incipiente, pero no menos preocupante: la distribución del fentanilo en el mercado del tráfico ilícito de drogas que ha sido específicamente manufacturado para la industria farmacéutica”. Es decir, que el fentanilo que se consume mayoritariamente en Chile proviene de hospitales y laboratorios, desde los cuales ha sido robado directamente o comprado por alguien con acceso a los mismos.

En esa línea, una investigación de Ciper a finales del año pasado arrojó que, por lo menos en Chile, son múltiples los casos de robos y hurtos, desde hospitales y laboratorios, de drogas como ketamina, morfina y fentanilo. Sólo en el robo del laboratorio Sanderson en 2021, se reportó la sustracción de 52 kilos y 28.000 ampollas de ketamina, 55 kilos de morfina y 1,7 kilos de fentanilo.

Si uno sigue lo comunicado por la DEA -que con 1 kilo de fentanilo se puede matar a 500.000 personas por su efecto potencialmente letal- con la cantidad de fentanilo robada en ese laboratorio podrían morir unas 850.000 personas.

Pedro, cuando probó el fentanilo por primera vez, trató de conseguir y comprar más cantidades para su consumo “en eventos o situaciones sociales”, pero era difícil dado que, justamente, esta droga es de difícil acceso, y además cara. Una dosis de fentanilo, según Ana Luisa Jouanne, estaría en un precio entre $ 10.000 y $ 40.000. Ello debido a la poca oferta que aún hay de esta droga en el mercado ilegal de estupefacientes en Chile.

En cuanto a los lugares en los que se termina traficando el fentanilo, Gonzalo Santander de la PDI menciona que, por ahora, no es un mercado con un sitio definido: “No se asocia con una clase social o un barrio específico. No hay todavía ningún patrón. Por la poca oferta que tiene, es muy difícil encontrar”.

El consumo de la “droga zombie”

Ana Luisa Jouanne dice que las personas que consumen fentanilo vienen con dependencia a otras drogas depresoras, como la ketamina. “Entre los más jóvenes, que son menores de 18, se ha visto que del tusi, de la mano de la ketamina, se pasa al fentanilo, y en mayores de 18 hasta los 30 años, se ha visto que esta droga se combina con el ‘M’”.

A Pedro le ocurrió así: probó por primera vez la droga porque ya había ingerido ketamina varias veces. El fentanilo puede ser administrable de forma inyectable, aunque también a través de parches y pastillas como en Estados Unidos y México. En Chile, como el fentanilo viene en su mayoría de hospitales y laboratorios farmacéuticos, principalmente se inyecta.

Según el Instituto de Salud Pública, administrarse fentanilo conlleva efectos secundarios como “la depresión respiratoria (cuando se respira demasiado lento), bradicardia (frecuencia cardiaca baja), hipotermia, estreñimiento, miosis, dependencia física y euforia”.

“Como otros opioides, puede afectar la respuesta del sistema nervioso central, del cerebro, y las condiciones de baja oxigenación”, dice el doctor y químico farmacéutico Mario Rivera. “La respuesta desde el cerebro a los músculos respiratorios se ve bloqueada. En el caso de la sobredosis, la principal causa de muerte es por una depresión respiratoria”, explica.

Las personas que consumen dosis altas de fentanilo por semanas o meses, comienzan a acostumbrarse a los efectos positivos -como analgésico- de la droga. En este punto la persona ya no es libre de dejar el fentanilo: si lo deja, sufre “síndrome de abstinencia”. “Es como si te atropellara un camión. Te comienza a doler todo el cuerpo, te sientes mal, moqueas, no funcionas normalmente”, señala Carlos Ibáñez, siquiatra y jefe de la Unidad de Adicciones de la Clínica Siquiátrica de la Universidad de Chile.

El tratamiento de una persona por consumo de drogas como el fentanilo depende de cada una, al punto en que un paciente puede estar en rehabilitación entre 12 y 18 meses. “Hay que considerar, igualmente, que la tasa de recaída es de más del 50%. Por eso es importante realizar un seguimiento aun después de que la persona se rehabilite”, dice Elisa Jara, del Centro Kiri.

Pedro, al día de hoy, se sigue rehabilitando a través de un servicio siquiátrico, al cual sigue asistiendo principalmente por las crisis de pánico que todavía sufre.

“Tenemos que entender que estamos a tiempo de parar el fentanilo”, dice Jouanne. “Esa es la reacción que uno busca de las autoridades. Hay que hacer una campaña potente y clara al respecto. La adicción es una enfermedad para toda la vida, aunque se logre rehabilitar”.


La “epidemia” en EEUU
En Chile, lo del tráfico ilegal de fentanilo es aún incipiente, pero en naciones como Estados Unidos el tema lleva largo tiempo. El Congreso norteamericano registró que las muertes por sobredosis comenzaron a crecer en el país desde 2012; y hoy el tema es considerado por el Gobierno como una “pandemia opiode”.

Allá, detrás de las grandes cifras de muertes anuales por esta droga, aparecen dos factores importantes que no están todavía presentes en nuestro país: la producción ilegal y barata del opioide, y su combinación letal en comprimidos con otras drogas.Según la DEA, el fentanilo que se consume ilegalmente en Estados Unidos es producido principalmente de forma clandestina y barata en México. Desde allí, se trafica y se dispersa en el mercado negro de drogas en forma de polvo, sprays nasales y, por sobre todo, pastillas.


Las pastillas, según la NIH de Estados Unidos, representaron el 49% de las incautaciones ilícitas de fentanilo en 2023. En la región oeste del país, este porcentaje crece hasta el 78%.
El problema está en que las pastillas se suelen vender bajo la premisa de que son de otras drogas no tan fuertes. Entonces el riesgo por sobredosis de fentanilo crece, ya que las personas ignoran que están consumiendo grandes cantidades del opioide.

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