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Roberto Bravo, director, sobre violencia en los colegios: “Sin seguridad no hay aprendizaje”

Roberto Bravo, director, sobre violencia en los colegios: “Sin seguridad no hay aprendizaje”
Ha publicado dos libros y firma cartas frecuentemente en distintos medios. Su tema, siempre, es la educación. A pocos días del tiroteo que tuvo lugar en un colegio de San Pedro de la Paz, el rector de Trewhela’s School y director de Líderes escolares se pronuncia sobre la violencia en las aulas y alega que es necesario un gran acuerdo nacional que contemple soluciones de corto, mediano y largo plazo.
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“Niños tirados en el suelo de sus salas mientras llueven balas. No es Texas. No es Florida. Es Chile. Es San Pedro de la Paz. Lo que antes veíamos como un horror ajeno por televisión, hoy es nuestra pesadilla”. Ese texto publicó el domingo pasado Roberto Bravo en Cartas al director de El Mercurio. Su firma -que puede hacer que lo confundan con el afamado pianista nacional- es habitual en cartas y columnas de opinión en distintos medios.
Bravo también es autor de dos libros: Manual de supervivencia (Trayecto), pensado para todas las personas que por primera vez se van a transformar en director de colegio o directora. Y el segundo, post pandemia, Reescribir la escuela. Actualmente trabaja en una tercera publicación con historias y anécdotas de colegas suyos, que se llamará Lo que callamos los directivos. Fue rector del Colegio Inglés de Talca y desde 2022 dirige las dos sedes de Trewhela’s School, además de ser director de Líderes escolares.
“Me interesa poner la discusión de educación al centro del debate público. Eso es escaso. Lo más cerca que estuvimos de hablar de educación fue en tiempos de pandemia, pero la discusión básicamente era si los niños tenían o no que volver a clases. Se banaliza la conversación. La pregunta de hoy es si ponemos o no detector de metales en los colegios. Y en un año electoral como este el efecto es que se politice una discusión que es mucho más profunda. La violencia no se va a terminar poniendo un detector de metal, aunque eso pueda ayudar en algunos casos, pero tampoco nos podemos quedar en grandes propuestas de largo aliento. Se necesitan cosas concretas y también repensar lo que estamos haciendo como sociedad. Eso me motiva a escribir sobre educación: ponerlo en la palestra”.
- Reconocemos lo importante que es la educación, y, sin embargo, no parece permanecer en el número uno de las prioridades. ¿Cómo te lo explicas?
- No hay sentido de urgencia. Y creo que no hay un real interés de solucionar los problemas que hoy acogen al sistema educativo chileno. Las “red flags” de violencia en los colegios las empezamos a ver hace varios años, pero lo que vemos hoy día también responde a una lógica de vivir la violencia de forma naturalizada, nada nos sorprende.
Bravo sitúa la revolución pingüina de 2006 como un llamado de atención que no fuimos capaces de atender en su total dimensión. “Esas movilizaciones se descolgaron de los partidos políticos y no fueron violentas, por eso fueron tan potentes. Lo que sí era violento es lo que ellos denunciaban: un colegio que no tiene las condiciones básicas para funcionar, donde los baños no funcionan, donde en invierno no están las posibilidades para cambiar la techumbre, eso es violencia también”, plantea. Agrega: “Violentamos a los estudiantes y a los profesores cuando no se hace nada por ellos. Eso se ha venido incubando y es un caldo de cultivo para lo que estamos viviendo hoy”.
Vuelve a referirse a la banalización y ejemplifica con la discusión que se dio a nivel nacional durante la pandemia: “Tendríamos que haber aprendido mucho y si no lo hicimos, perdimos una gran oportunidad. En Chile el discurso fue tan superficial y partidista, con agendas propias de lado y lado, que fuimos el país de la OCDE que más tiempo se demoró en volver a clase y eso tuvo un impacto. No lo explica todo, pero en gran parte esa tardanza la vemos reflejada hoy en alumnos que dejaron de saber cómo relacionarse con otros”. Entrega cifras: post pandemia aumentaron en un 58% las denuncias de maltrato entre estudiantes y profesores.
“Si no enfrentamos la violencia con una discusión de verdad, sin complejos, sin tapujos, sin irse a los extremos, las consecuencias van a ser muy graves. Vamos a tener instituciones insostenibles. Profesores que no van a querer ir a trabajar, familias que no van a querer mandar a sus hijos a clases. Esto empieza a salpicar hacia la deserción escolar”.
La Ley Aula Segura, promulgada en 2018, cumple un rol punitivo, explica Bravo. “Pero es insuficiente para lo que se necesita, porque es reactiva. Cuando uno mira evidencia internacional como Finlandia y Canadá, y acá en nuestro cono sur, Uruguay o Colombia, que han trabajado en la violencia escolar, tienen en común cuatro características: trabajan desde lo preventivo, con capacitación constante al personal docente, grandes acuerdos interseccionales a nivel país, y, por último, medidas de seguridad focalizadas y sin complejo, como poner detectores de metales. Escuelas Seguras de Ontario, en Canadá, o el programa Aulas en paz en Colombia, detectan en qué lugares y casos muy focalizados podrían servir”.
La gruesa línea se cruzó
“¿Quién financiaría esos pórticos? ¿Qué pasa si efectivamente encuentran un arma de un alumno entrando a las 08:00 al colegio? ¿Quién se hace cargo de esa arma? ¿El inspector? ¿Contratamos guardias?”, son algunas de las preguntas que no se están haciendo quienes lanzan discursos grandilocuentes a la prensa, alega el director.
Sigue: “No podemos pretender que las escuelas solucionen todo. Nos corresponde educar, no resolver problemas policiales. Los niños que en San Pedro de la Paz entraron disparando es un hecho delictual que debe ser abordado por las policías. Los colegios no tienen estructura ni musculatura para abordar eso. La discusión es mucho más compleja. Siempre digo en mis columnas que la escuela debería ser una gruesa línea roja que nadie debería cruzar. Pero hoy día ya se cruzó. Ese es el grito de desesperación cuando escribo o converso con otros directores”.
Su máxima, que debemos repetir como un mantra, es: “Sin seguridad no hay aprendizaje. Un alumno temeroso no está aprendiendo matemáticas o lenguaje, está aprendiendo a protegerse. Para que el aprendizaje se genere tiene que haber un ambiente donde los alumnos, profesores y apoderados se sientan cómodos y tranquilos. ¿Cómo me voy a sentar a aprender poesía si mis compañeros están a los cuchillazos? Lamentablemente estamos volviendo al atrincheramiento en el debate, y te aseguro que en un par de semanas más eso se va a agudizar. Uno mira con desazón cuando hay un funeral narco y la escuela vecina cierra, deberíamos tener la misma capacidad para poder resguardar la seguridad en las escuelas. Poner un pórtico por sí solo no arregla la situación, es una caricatura, y pensar en soluciones de largo plazo para los niños que están entrado a prekínder, tampoco. Tenemos que hacer las dos cosas a la vez”.
Mover la aguja
No siempre quiso ser profesor. Roberto cuenta que le gustaba mucho el inglés y entró a estudiar pedagogía con especialidad inglés para ser traductor y tener la posibilidad de viajar. Cuando estaba en cuarto año de educación tuvo que hacer la práctica en aula escolar y se enamoró.
“Me encantó hacer clases porque uno es capaz de ver cómo un buen profesor puede marcar positivamente. Todos tenemos en la mente un profesor que nos marcó, para mal y para bien. Un profesor puede salvar una vida, mover la aguja, y es lo que intento transmitirles a las futuras generaciones”.
- Y al mismo tiempo parecen ser poco valorados, los sueldos son bajos y por ende los puntajes de ingreso a la carrera de pedagogía, también. ¿Por qué?
- Creo que es multisectorial. Hoy día hay una crisis de la autoridad no solamente pedagógica, sino que yo creo que hay una crisis hacia la autoridad tradicional, también en la familia. Y segundo, el profesorado, por lo menos en este país, ha tenido un ninguneo histórico de lo que significa ser profesor. Y eso pasa por la valoración que como sociedad le estamos dando a la educación. Sabemos que para el 2030 habrá unos 25 mil profesores menos, vamos a tener escasez… Imagínate el joven que está pensando entrar a estudiar pedagogía y hoy prende la televisión para ver noticias.
- ¿Crees que la malla curricular de pedagogía se ha actualizado a los desafíos?
- Estamos al debe. Hay instituciones que me consta están trabajando para incorporar estos temas, pero yo creo que falta mucho. Un alumno que entra ahora a playgroup va a salir en 14 años más, o sea el 2040. No tenemos idea qué carreras van a existir o si la PAES va a existir. Pero hoy necesitamos tener una conversación seria, no el circo que se da en año electoral.
- ¿Cuesta mantener la fe en las nuevas generaciones?
- Como papá no puedo no creer en las nuevas generaciones y como educador, menos. Si alguien tiene que creer en las nuevas generaciones, son los profesores. La pregunta es qué le estamos ofreciendo a esos adolescentes. Y creo que hoy día como sistema educativo les ofrecemos bien poco. Discutimos si los celulares entran o no a la sala de clases, pero ¿qué le estamos ofreciendo distinto a ese estudiante versus todo lo que tiene en el celular? ¿Qué le estamos ofreciendo al estudiante como salida a la no violencia cuando le decimos “no tienes colegio porque se murió un narco”? Creo que hoy día Chile no tiene voluntad para poner a la educación al centro.
- ¿Cómo se podría cambiar eso?
- Tiene que haber un acuerdo país de lo importante que es la educación, porque esto tendríamos que abordarlo con distintas medidas. Insisto: sin seguridad física ni socioemocional, no hay aprendizaje. ¿Hagamos entonces un catastro de los lugares más conflictivos? Pero también otras medidas: en pedagogía necesitamos a los mejores, personas que demuestren vocación y talento, y para eso hay que cambiar el relato, mejorar sus condiciones.
Todos fuimos alumnos y la mayoría somos padres. Queremos que las escuelas sean un espacio sagrado. A nivel país, además, se trata del futuro: electoralmente son sus futuros votantes, cívicamente sus futuros ciudadanos, económicamente su futura fuerza laboral, comercialmente sus futuros consumidores. Si fuimos capaces de hacer cabildos y una serie de consultas por el tema constitucional, ¿cómo no vamos a poder convocar a encuentros amplios donde se hable de educación?
Soledad transversal
- Eres rector de un colegio particular pagado, ¿cómo observas la brecha con instituciones públicas menos privilegiadas?
- Al dirigir líderes escolares me toca conversar con directores de distintas dependencias y me invitan constantemente a visitar espacios educativos. Se nota en las condiciones en las que los alumnos estudian, por cierto. También en las libertades que tiene quien dirige un colegio particular pagado donde es más rápida la solución de problemas. Un director de colegio municipal muchas veces se demora en cambiar una ventana rota, no porque sea inoperante, sino que porque hay toda una maraña de protocolos que debe rendir. Pero también hay cosas en común: veo alumnos muy carenciados. Solos. Nadie se hace cargo de ellos. Como en la serie Adolescencia (Netflix) veo jóvenes que se han ido desencantando de las autoridades, entendidas como su familia, profesores, políticos, etcétera. Valoran mucho sentirse escuchados.
Escucho padres que dicen: “Mi hijo está seguro en mi casa”. Pero no ven que pueden tenerlos sentados al lado mientras son violentados en redes sociales. O ellos hacen bullying. El grueso de la violencia sucede digitalmente.
Roberto cita la última encuesta del Senda sobre Bienestar y juventud: el 34% de los alumnos dice sentirse un fracaso y el 41% declara que no es bueno para nada.
“Es paradójico, pero donde menos se habla de educación es en los colegios. Por otras urgencias esas conversaciones empiezan a quedar relegadas. Al final del día, los colegios sobreviven, y, no viven, para educar. Y quienes pierden son los estudiantes. Me ha tocado participar de encuentros de Líderes escolares, donde la discusión, en vez de ser ‘cómo estamos trabajando la inteligencia artificial’ es ¿‘qué hacemos para que no entren cuchillas’? Es triste porque quienes deberían estar liderando las conversaciones pedagógicas lamentablemente tienen que estar más atentos a un desfile narco. La educación necesita medidas de corto, mediano y largo plazo. Y si no es intersectorial, tampoco va a funcionar, y voy a poder publicar estas mismas cartas en cinco años más cambiando sólo la fecha”.