Opinión
Columna de J.J.Jinks: Gulliver y la igualdad ante la ley

Columna de J.J.Jinks: Gulliver y la igualdad ante la ley
¿Hasta dónde llegará el pus? Eso solo lo sabe el fiscal y ese funcionario gris que tenía la soñada tarea de escuchar a diario el ejercicio del poder desde la cumbre.
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En medio del barullo y el embrollo muchas veces basta lo obvio para aplacarlo. Es a lo que recurrió el Fiscal Nacional cuando espetó con simpleza y voz grave: “nadie está por sobre la ley”. Y si lo dice él desde su cargo - con ese físico gigantesco que nos hace ver a todos como liliputienses - no queda otra que acatar en silencio pese a las múltiples amarras que le intentaron poner desde el oficialismo. Nuestro Gulliver aguantó un rato corto la minuta desplegada que hablaba de espionaje por el pinchazo del teléfono del entonces brazo derecho del Príncipe y golpeó con fuerza de vuelta tras lo cual vino un decidor silencio gubernamental.
El nerviosismo en las huestes gobernantes debe ser mayor. Efectivamente el hecho de que el teléfono de Miguel Crispi haya sido intervenido es algo a lo cual no puede bajársele el perfil. Aquí hubo un fiscal que consideró que existían antecedentes para ello y logró convencer a un juez para autorizar las escuchas. Hay dos posibilidades, o estamos frente a una irresponsabilidad total del tándem fiscal-juez que se prestan para intervenir las conversaciones al más alto nivel de poder político o hay antecedentes de corrupción que se pasean por los más conspicuos salones de La Moneda. Elija usted. En cualquiera de los dos casos la situación es gravísima.
A punta de grabaciones y filtraciones nos hemos acostumbrado como sociedad a estar condenando o liberando de responsabilidades prácticamente al mismo momento que suceden los hechos. En un inmediatismo adolescente muy propio de los tiempos que vivimos ya no hay paciencia para esperar los tiempos judiciales y simplemente queremos saber para poder juzgar. En parte por eso nos molesta lo ocurrido con el caso de la Fundación ProCultura un ramal de Democracia Viva que puede terminar siendo mucho más importante y noticioso que el tronco.
Sabemos que ProCultura era de un renacentismo que no se veía desde la época de Miguel Ángel y Rafael Sanzio, aquí se pintaban paredes en la mañana y en la tarde se prevenía el suicidio. Todas las tareas estaban disponibles para hacerse siempre con una sonrisa en la cara siempre que hubiese - oh, sorpresa – platita estatal para financiarla. Pero no poca, harta. Harta, harta. Y aquí parten las dudas. ¿Se habrán usado esos ingentes recursos en las tareas asignadas o era tapadera para clientelismo político como Democracia Viva? Y si uno es aún más mal pensado, no será que la campaña del Apruebo tan rica en delirios y tan pobre en recursos haya recibido un empujoncito monetario triangulado por Leonardo Da Vinci.
Nada de eso lo podemos contestar aún, pues como nunca se ha guardado estricta reserva de lo investigado a la fecha. Supimos lo de Crispi sólo como coletazo lateral por el caso Allende. Pucha que hay hartos casos. Lo que sí sabemos es que el desasosiego es Palacio y más allá es importante. Potenciales campañas presidenciales incipientes como la del gobernador Orrego fueron desactivadas totalmente y uno pensaría que algo tiene que ver ProCultura. ¿Hasta dónde llegará el pus? Eso solo lo sabe el fiscal y ese funcionario gris que tenía la soñada tarea de escuchar a diario el ejercicio del poder desde la cumbre.