Opinión
J.J. Jinks: "La validación de la violencia que se produjo hace tres años, hoy parece haber menguado"
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Hubo un momento en que el mundo en que vivíamos se puso patas para arriba. Uno recorría estupefacto con el control remoto los canales de televisión y las imágenes eran desoladoras, violencia e incendios por doquier a lo largo de todo Chile.
Mientras las ciudades eran destruidas, era asombroso el contraste con las anchas y blancas sonrisas de periodistas y presentadores quienes parecían no ver lo que uno como espectador estaba presenciando. Donde uno veía turbas amenazantes sembrando el caos a su paso se nos hablaba de pacíficos y alegres manifestantes con indisimulado entusiasmo. La disonancia era total.
No servía cambiar de canal pues la marea los invadió a todos y, por supuesto, no era un mirada aislada del periodismo sino un sentimiento muy extendido. Académicos e intelectuales de los más diversos rubros se sumaron a conceptualizar y darle una pátina de épica a un movimiento que asolaba el país noche tras noche.
Si lo que se dañaba era un monumento o edificio histórico ahí estaba siempre presto algún académico de arquitectura para explicarnos el porqué esto era un aporte a la modernidad de la ciudad. Fue lo que el escritor Rafael Gumucio, con su habitual ingenio y brillantez, denominó octubrismo y que hoy es una palabra habitual en nuestro léxico.
El octubrismo fue el espíritu que inspiró a la convención constitucional desde sus inicios. Había que enterrar al Chile que habíamos conocido y refundarlo desde sus bases. No fue casualidad que se haya interrumpido y pifiado el himno nacional en el debut de la convención, fue una buena metáfora de lo que vendría. Todo estaba en cuestión y la página en blanco iba a ser llenada a partir de las ideas que traía cada uno de los convencionales a la mesa y poco interesaba la tradición constitucional chilena.
La convención fue capturada por la performance permanente y la competición de ideas disparatadas. Unos pocos meses antes de terminar el trabajo, y cuando la opinión pública empezó a dar muestras de hastío frente al trabajo realizado, comenzaron a aparecer voces de sensatez asociadas fundamentalmente al colectivo socialista.
Se logró eliminar buena parte de las ideas más extremas, pero el daño estaba hecho en muchas materias. Un sistema político sin contrapesos y propenso a ser capturado por una figura autoritaria, un sistema de justicia con fuerte tinte político y sin igualdad ante la ley, el concepto de plurinacionalidad que probablemente producirá alta conflictividad y puede poner en riego la unidad del Estado siguen siendo parte del texto que votamos hoy.
El ánimo de la población parece haber cambiado fuertemente. La validación de la violencia que se produjo hace tres años hoy, afortunadamente, parece haber menguado en forma importante.
De hecho varios de los que avalaron el caos hoy retrucan con dureza cualquier atisbo de desorden. El péndulo parece estar volviendo hacia cierta razonabilidad, el resultado de hoy dirá si eso ha ocurrido efectivamente o era solo un espejismo y el octubrismo habrá triunfado definitivamente. Es importante, muy importante.