Opinión
La columna de J.J.Jinks: Chorrocientos errores

La columna de J.J.Jinks: Chorrocientos errores
Ossandón, por su parte, mostró que su ambición personal no conoce de límites y que básicamente no se puede contar con él desde lo colectivo.
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“Cuatro mil trescientos cuarenta y cuatro mil quinientos millones coma cinco dólares (sic)” fue la respuesta que recibió Felipe Kast de Manuel José Ossandón ante la pregunta de cuánto costaba su programa de gobierno en el debate de las primarias de Chile Vamos en el año 2017.
Un intento de ironizar por parte de Ossandón dada la preocupación por las frías cifras de su entonces contendor, mientras él esgrimía la bandera de una derecha social. La intuición del Cote de que el populismo tenía un lugar importante en la derecha no era descaminada dados los acontecimientos posteriores, pero la forma quizás no fue la mejor ya que dejó un recuerdo indeleble de sus tropiezos con los números y las finanzas.
A diferencia del tercer contrincante, y holgado triunfador de esa primaria, quien no conocía el rencor en política, ocho años después estos dos acaban de dar un triste espectáculo en la lucha fratricida por la presidencia del Senado. La división de la derecha no ha sido suficiente pues además la han aliñado con comentarios posteriores de una pequeñez que genera un cóctel de rabia y vergüenza ajena.
Pocas veces ha sido tan desembozado como en este caso la primacía del individualismo y la búsqueda de reconocimientos personales transitorios por sobre el proyecto colectivo común de largo plazo.
La derecha más dura no dudó en aliarse con la izquierda para darle sus votos a Ossandón de forma de propinarle una derrota a Chile Vamos e indirectamente poner en entredicho la capacidad de liderazgo de su candidata presidencial. Al parecer, dependiendo de la conveniencia, sí se puede votar junto con el Partido Comunista y el Frente Amplio.
Ossandón, por su parte, mostró que su ambición personal no conoce de límites y que básicamente no se puede contar con él desde lo colectivo. Su partido Renovación Nacional, el principal de la derecha, y sus actuales dirigentes salen bastante magullados de este entuerto mostrando que el mote de montonera que a veces se les asigna no está tan alejado de la realidad.
En resumen, un desastre.
Para la derecha es una mala noticia, pero como toda crisis es una oportunidad (si me disculpan el cliché) sirve al menos de campanazo de alerta para lo que viene. Por primera vez en décadas, la derecha tiene una posibilidad real de obtener mayoría parlamentaria tanto en la Cámara como en el Senado. Las posibilidades de enmendar el rumbo perdido por el país en los últimos años podrían verse desperdiciadas de repetirse los comportamientos observados.
Ejercer la mayoría con el poder que eso significa no es una cosa fácil, especialmente cuando uno carece de experiencia en ello. Rápidamente surgen las agendas personales y quienes buscan transar su voto a cambio de prebendas más o menos explícitas.
La única forma de enfrentar el desafío y dejar a un lado la comodidad de ser minoría es que los liderazgos del sector tengan la suficiente fuerza y patriotismo para anteponer los intereses de Chile por sobre los personales. Matthei, Kast y Kaiser tienen una tarea grande, desperdiciar la oportunidad que tienen por delante por chorrocientos errores propios como los que vimos la semana recién pasada, simplemente, no es tolerable.