Han sido días duros para la realeza. Ha anunciado su retiro el monarca del tenis Roger Federer; el suizo debiese pasar, sin mayor trámite, a ser parte del panteón de grandes deportistas de la historia junto a Pelé, Maradona, Ali, Senna, Jordan y alguno más que se me escapa.

Luego de conocer la noticia me sumergí en YouTube para ver algunos de sus mejores puntos y además de gozar con proezas atléticas casi imposibles, constaté que siempre Roger complementaba su logro con una posterior sonrisa tímida como diciendo: “por Dios que bueno soy”.

Otra sonrisa introvertida tendrá su funeral en el día de mañana en Westmister Abbey. Dentro de las muchas historias que han surgido después de la muerte de Isabel II, me quedo con la de cuando recibió al entonces príncipe Abdullah de Arabia Saudita en Balmoral y le ofreció un tour por la zona.

Para espanto del futuro rey saudí, quien se subió en el puesto de chofer fue la propia Reina Isabel, quien manejó como una demente por los estrechos y sinuosos caminos escoceses. Abdullah venía de un país donde las mujeres no estaban autorizadas a manejar, e Isabel le daba una lección de diplomacia y de poder al más alto nivel.

Es esa habilidad y sabiduría para utilizar el poder la que necesitamos de las huestes ganadoras del plebiscito constitucional en Chile. Es muy difícil ser frío frente a las tropelías cometidas por la entonces oposición al gobierno de Sebastián Piñera, pero Chile está primero y es imperioso refrenar las pulsiones de devolver la mano.

El mango del sartén ha cambiado de dueño y eso abre una posibilidad real de encauzar una serie de temas que por impericia o un exceso de ideologismo han puesto al país en un brete económico importante.

El panorama es el siguiente: la cifra de proyectos ingresados al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental es la más baja desde la crisis asiática, la inversión ha caído casi un 60% en los primeros seis meses del gobierno de Gabriel Boric, todas las proyecciones muestran un 2023 en recesión, la firma del TPP11 sigue dilatándose sin ninguna razón coherente, los proyectos tributarios y de pensiones afectarán en parte importante a la actividad privada y al mercado de capitales. En resumen, si me disculpan el tecnicismo, se ve maoma no más la cuestión.

Habiendo desaparecido la amenaza de la desaparición del Senado, el gobierno perdió la gran arma negociadora que tenía en el Congreso para intentar equilibrar una posición de franca minoría en los votos. Perdieron el garrote y tienen pocas zanahorias que ofrecer.

Esto implica que cualquier proyecto tendrá que contar con la venia de la oposición, y eso abre una gran oportunidad para mejorar los proyectos existentes y en el tira y afloja conseguir que las pataletas anticapitalistas sin ningún destino salvo desmejorar la vida de los chilenos puedan ser debidamente aplacadas.

Hoy la oposición cuenta con buenas interlocutoras en Carolina Tohá y Ana Lya Uriarte, mujeres inteligentes, con carácter y visión de Estado. Son los tiempos adecuados para volver a construir en conjunto un país que hay que volver a meter en el carril del desarrollo. La amenaza principal ha quedado atrás, ahora es el momento de empujar todos en el carro y que gobierno y oposición pueda mirar a sus partidarios con una sonrisa tímida de satisfacción.