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Cultura

Mar García Puig: “Este exceso de discursos sobre la maternidad, paradójicamente nos ha dejado un poco desamparadas”

Mar García Puig: “Este exceso de discursos sobre la maternidad, paradójicamente nos ha dejado un poco desamparadas”

Un recorrido por la historia de la locura y de la maternidad a partir de la propia experiencia es el que traza la autora y política catalana. Llevada al límite de la cordura tras el nacimiento de sus mellizos, fue en los libros y en la historia de otras mujeres donde consiguió refugio. “La vida se abre paso”, le aseguró la pediatra de sus hijos para calmar su extrema aprensión. Así lo demuestra La historia de los vertebrados (Random House, 2023).

Por: Sofía García-Huidobro - foto: Rita Puig-Serra | Publicado: Viernes 17 de mayo de 2024 a las 11:21
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"El 20 de diciembre de 2015 me convertí en madre y enloquecí”, arranca la primera línea de La historia de los vertebrados.

Un par de páginas después se lee: “Al anochecer, cuando yo contaba contracciones en la sala de dilataciones, el país contaba escaños. Y ambas cuentas confluyeron en una nueva vida para mí, porque uno de esos escaños iba a ser mío. El mismo día del nacimiento de mis hijos, me convertí en diputada del Congreso”. 

La filóloga, máster en Lingüística y editora de profesión ese día entró de lleno en dos terrenos complejos: la maternidad y la política. Y a continuación, colapsó. A Mar García Puig (46) se le desencadenó un cuadro agudo de ansiedad e hipocondría que duraría varios meses, durante los cuales tuvo que enfrentarse al temor constante de la muerte acechando a sus mellizos recién nacidos. 

En medio del caos mental y emocional, se refugió en los libros y en las historias de mujeres que habían pasado por algo similar. Investigando se encontró en un archivo médico con el diagnóstico de “locura puerperal”, lo que actualmente se denominaría depresión postparto, y con un historial de “locas victorianas”, mujeres de esa época que fueron internadas en manicomios por sufrir descompensaciones mentales tras dar a luz.

En el libro la autora combina su propia experiencia, cruzando la vida maternal y sus nuevas responsabilidades como parlamentaria representante del partido catalán de izquierda En Comú Podem, con material histórico, referencias literarias e incluso mitología.

“La investigación al principio fue una cosa un poco visceral. Las personas que hemos estado siempre cerca de los libros buscamos refugio o explicación ahí. Ni sabía dónde me iba a llevar esa investigación, no te diría que fue una forma de terapia, pero de desahogo sí”, comenta la escritora al otro lado de la pantalla, desde España. 

- ¿En qué momento se transformó en el proyecto de escritura de un libro? 
- "Toda la vida he sido editora y me pasó que había ido descubriendo cosas y tenía material. Entonces me salió un poco mi vena de editora, y pensé: “Aquí hay cosas que me parece que se deberían poder leer”. Empezó a tomar forma la idea de un ensayo. Y luego, cuando estaba con la investigación para este ensayo, me entrevisté con la siquiatra que me trató en el hospital y la conversación se iba mezclando con mi proceso.
Por ejemplo, le conté que estaba investigando en historiales médicos y me preguntó si quería ver mi historial. Le dije que sí. Y ahí es donde empecé a concebir ya la idea del libro como quedó finalmente, y de ponerme a mí también como personaje y darle un espacio a mi historia.

- ¿Te fuiste sintiendo más acompañada en la medida en que conociste las historias de otras mujeres que experimentaron algo parecido a lo que vivías?
- Una cosa que me pasó a mí, y que después de publicar el libro he hablado con lectoras y con otras mujeres, es que la maternidad la vivimos de una forma muy solitaria, efectivamente como si fuéramos las únicas mujeres sobre la Tierra, incluso aunque tengamos cerca familiares y amigas que hayan pasado por eso. Yo siempre había concebido el hecho literario como algo muy solitario; la lectura la realizas en soledad normalmente, la escritura también.

Pero este libro, tanto la investigación como el proceso de edición, me ha conectado con muchas personas: algunas autoras, mujeres muertas, otras no, y me ha servido como terapia contra esa soledad. Creía estar en un episodio muy único, muy singular. Y te das cuenta que no. Esa es una de las magias de la literatura, descubres experiencias que, aunque puedan ser diferentes, comparten emociones y sentimientos. Hay una cosa que apunto en algún momento del libro, que es sentirte como una especie de monstruo.

Eso tiene mucho que ver con el tema de la salud mental y de experimentar pensamientos intrusivos que a veces nos asustan a nosotras mismas. Y cuando te das cuenta de que no eres tan singular en tu monstruosidad, que no existe esa pureza que crees ver en los demás, eso paradójicamente, reconforta. Algo que también exploro es el estigma de la mala madre. Muchas compartimos este sentimiento. Y a veces la literatura permite ver determinadas cosas desde fuera.

Recuerdo cuando leía los historiales médicos de estas mujeres que habían sido ingresadas en manicomios, yo casi quería comunicarme con ellas para decirles que no era su culpa, para que se reconciliarán consigo mismas. Eso sirve para reconciliarte un poco contigo misma". 
 
Activista y feminista, Mar admite que en ocasiones este movimiento, que a ella la hizo entrar a la política, no se traduce en mayor libertad para las mujeres, sino que en más imposiciones y por ende mayor presión. La maternidad, tanto como el feminismo moderno, pueden ser terrenos muy sobreexigidos y cuesta no pisar esas trampas, afirma.

Creo que el feminismo un poco ha caído en lo mismo que criticaba. Y en la maternidad o en la no maternidad, que ahora es un tema del que se habla mucho, parece que queremos dar fórmulas a las mujeres constantemente y llenarlas de discursos, de tesis, de verdades. Recuerdo que antes de que fuera a imprenta, le pedí a una amiga que lo leyera y me dijo algo así como ‘me ha gustado mucho, pero creo que deberías mojarte más en el tema de todos los discursos confrontados sobre la maternidad que hay en el feminismo, etcétera’. Y yo le dije ‘precisamente es lo que no quiero’. Una forma de mojarme es no mojarme porque yo me sentí muy atrapada, incluso antes de ser madre, cuando descubrí mi infertilidad, entre discursos que se cruzaban y que intentaban glosar cómo debía sentirlo todo, cómo debía experimentarlo todo, qué era más feminista y qué no era feminista. Y creo este exceso de discursos, paradójicamente nos ha dejado un poco desamparadas. Pero hay que entender que son absolutamente teóricos y que en la práctica la maternidad no cabrá nunca en un discurso”.

- La maternidad es tierra fértil también para las comparaciones y los juicios, ¿cómo lidias con ese aspecto?
- "Ahí es donde proyectamos nuestras propias frustraciones y contradicciones como madres. También es repetir un modelo que hemos visto y en el que hemos vivido; desde pequeñas hemos visto a mujeres juzgándose entre ellas. No podemos ser tan perfectas, por mucha conciencia feminista que tengamos, no podemos abstraernos. Entonces a lo mejor no tenemos ni que juzgar a las demás tan duramente, pero tampoco a nosotras cuando de vez en cuando tengamos esa inclinación que es casi inconsciente".

Sobre la salud mental, la editora y exparlamentaria coincide en que efectivamente es un tema cada vez más presente en el debate público, pero recalca que suele tratarse desde una “perspectiva terapeútica, medicalizada, y en ese sentido menos comunitaria, humana y cultural”.

Se explaya: “Yo quería huir un poco de esa visión tan terapéutica, y del lenguaje de la sicología y de la siquiatría, porque, aunque es útil en determinados contextos, sí que me parece que simplifica una experiencia que no es sólo médica. Ahora existe el activismo loco, como le han llamado en los países anglosajones, el mad pride. Hoy se desarrolla toda una disciplina académica que intenta recuperar estas historias en primera persona”.

“Cuando empecé esta investigación, sin mucho orden, una de las cosas que recuerdo me llamó más la atención es que en un ensayo leí que la historia de la locura la habían escrito los siquiatras y no los locos. Y sobre todo los siquiatras de género masculino. Eso recuerdo que se me quedó y era algo que quería explorar. Pero a la vez tampoco quería arrogarme la voz de nadie, por eso también decidí hacer algo que fuera más literario y donde hay determinadas voces que nunca llegas a saber hasta qué punto están mediadas por esa mirada masculina y médica. Pero quise que se oyera al menos un eco de estas otras voces, que no podríamos acceder a ellas, pero que habían existido. Recuerdo que ese fue un momento un poco epifánico, darme cuenta de que la historia de la locura está escrita por los siquiatras”. 

- ¿Qué feedback has tenido por parte de lectores hombres y/o de profesionales del mundo de la salud mental?
- "De hombres menos que de mujeres. Muchas veces los hombres vienen con una especie de disculpa: “Es yo no soy madre, no puedo llegar a entender”. Es que esto es literatura, no tienes que haber vivido exactamente todo lo que cuento. Y creo que la locura es un terreno muy común, donde nos podemos reconocer todos.

Quizás una de las sorpresas más agradables de este libro, porque también hay una crítica al sistema de salud mental y a una excesiva siquiatrización de las emociones y de las experiencias, es recibir buenos comentarios desde ahí. Incluso he sido invitada a algún congreso de siquiatría, de neurología y del ámbito de la salud mental perinatal que está creciendo mucho en España. Justo ahora estoy participando en una campaña en la que estamos pidiendo al Ministerio de Sanidad un plan de salud mental perinatal, con profesionales del ámbito". 

- En el libro cuentas que en un momento tu siquiatra tratante te diagnostica “adicción a la certeza”. ¿Cómo definirías tu relación con esa adicción actualmente?
- Como todas las adicciones: una es adicta de por vida, lo que pasa es que al final aprendes a sobrevivir y a negociar con esta adicción. A mí me sigue sorprendiendo que la gente haga su vida sin pensar constantemente en que la desgracia acecha a la vuelta de la esquina. Y yo misma me sorprendo de poder seguir viviendo sin saber qué terrible noticia me pueden dar en cualquier momento. Pero aquí estoy y sobrevivo.

Cuando escribes te abres a analizar a las personas con las que te cruzas como posibles personajes con su mundo interior, que a lo mejor proyectan una cosa y hay otra. En el mundo de las redes sociales eso ya está multiplicado por mil.
Entre las muchas citas y referencias literarias presentes en La historia de los vertebrados, Mar alude a una frase de la escritora estadounidense Joan Didion donde comparte que junto con convertirse en madre, nace un miedo que no te abandona más. 

- En tu caso, ¿ha crecido ese temor junto con tus hijos? 
- Justo vine a un congreso de profesionales de salud mental en Galicia, estaba en una tienda comprándole un souvenir a mis hijos que tienen 8 años y escucho una señora que estaba hablando de su hijo y dice “niños criados, desvelos redoblados”.

Un dicho gallego que no conocía y que me pareció brutal. En el libro hablo de una experiencia muy extrema y cómo he aprendido a convivir con ella. Para mí hay una clave que es el lenguaje. En la primera infancia yo cargaba con cierta culpa porque había una incomunicación con mis hijos, yo no podía suplir el lenguaje verbal y entonces me acusaba a mí misma de ser una persona demasiado racional, demasiado verbal, poco emotiva. Pero he descubierto otra forma de ser madre a partir del lenguaje de mis hijos.

Toda esa mística de la maternidad donde una buena madre entiende lo que le pasa a sus hijos con sólo mirarlos, eso me pesó y creo que me enloqueció mucho el no entender. Y a mí el lenguaje, como en tantas cosas en la vida, me liberó. Otra cosa es que yo veía a mis hijos como algo imperfecto, frágil, delicado, pero está lo que dice mi pediatra: que la vida se abre paso. Se abre paso con todas sus sorpresas y de repente los niños cobran una autonomía que tú misma te sorprendes. Y ese prejuicio de lo verbal, de lo analítico, de lo racional, te lo van derribando.


La política
Mar García Puig fue miembro del Congreso de Diputados de España entre 2016 y 2023. Ahora está fuera de la política activa y dedicada a escribir. “No tanto como querría -acota-, pero sí estoy traduciendo, editando. De vuelta al mundo de los libros.

Sigo con temas de feminismo y activismo, pero desde otro lugar que también me gusta”. El domingo pasado se celebraron las elecciones autonómicas en las que los ciudadanos de Cataluña eligen a los miembros de su Parlamento. El Partido Socialista de Cataluña (PSC), liderado por Salvador Illa, fue la fuerza más votada de la jornada, pero no alcanzó a formar gobierno y al cierre de esta edición las negociaciones para formar coalición gobernante continuaban.

A mí lo que más me preocupa es el auge de la ultraderecha. Porque aquí en Cataluña ha entrado un partido político que no existía, que se presentó en las últimas municipales, que es un partido independentista y de ultraderecha. El gran partido de ultraderecha español que es VOX, pero ahora surge Alianza por Cataluña, con un discurso muy en contra de la inmigración. La ultraderecha está aprovechando absolutamente todos los resquicios para ir dejando un discurso del miedo. No han entrado con mucha fuerza, pero han entrado. A mí eso es lo que más me preocupa de estas elecciones”.

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