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Cultura

Lo humano y lo divino, el legado de Claudio Di Girólamo

Lo humano y lo divino, el legado de Claudio Di Girólamo

El multifacético artista murió la madrugada de este jueves, a los 95 años. Más de 100 de sus obras estuvieron expuestas hasta el pasado 15 de mayo en el Museo Taller, en el Barrio Yungay: la muestra se llamó "De lo humano y lo divino" y, sin imaginarlo, se transformó en su última exposición. Aquí los detalles de cómo se armó esta exhibición, que se pensó como un recorrido íntimo por su trabajo siempre marcado por su familia, su fe y su vocación social.

Por: Patricio De la Paz | Publicado: Viernes 23 de mayo de 2025 a las 17:00
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"Hoy viene Claudio”. Cada vez que Francisco Dittborn, fundador y dueño del Museo Taller, anunciaba así la visita del artista Claudio Di Girólamo, entraba una nueva energía al lugar. Así lo describen testigos de esas visitas. Era alguien muy querido allí y además un conocido desde hacía varios años. Había estado presente desde el inicio del museo e incluso antes, cuando su creador le daba vueltas -allá por el 2015- a la idea de armar un espacio dedicado a la carpinterías y a los oficios. Pero había una historia aún más antigua.

Claudio Di Girólamo y su mujer Carmen Quesney fueron íntimos amigos de los padres de Francisco Dittborn. Eran parte de una comunidad católica muy volcada a lo social. Se hicieron entrañables. Esa relación estrecha se heredó a los hijos Dittborn. “Para Pancho, Claudio fue como una especie de padre”, dice un cercano. “Un referente”, agrega. 

Así, no fue raro que cuando Francisco Dittborn decidió comenzar con el Museo Taller, Di Girólamo estuviera entre las personas que más consultaba. Eran conversaciones profundas, que iban mucho más allá de lo museográfico. Participaba también Marcela Bañados, quien es curadora y directora de contenidos del museo que está emplazado en varias casonas del Barrio Yungay. “Obviamente yo enganché también con Claudio, decía cosas muy impactantes, muy bonitas, muy trascendentes”, recuerda ella.

El trabajo y el afecto conjuntos continuaron durante los años. Di Girólamo llegaba al museo siempre acompañado por alguno de sus hijos. Lo pasaba bien, lo recuerdan riéndose con frecuencia.

En los últimos meses del año pasado, mientras pensaban exposiciones para el 2025, Marcela Bañados le sugirió a Francisco Dittborn hacer una muestra con el trabajo de Di Girólamo. Con un foco más íntimo, que incluyera también obras que habían visto en la casa del artista, por ejemplo pinturas hechas por su padre o suyas pero más desconocidas, como retratos a su esposa. A Dittborn, por supuesto, le encantó la idea. 

Claudio Di Girólamo y Francisco Dittborn en la inauguración de la exposición, en marzo pasado.

La familia, la fe, la vocación social 

Hablaron entonces con Teresa Di Girólamo, una de las hijas de Claudio, quien estuvo de acuerdo y les sugirió planteárselo a su hermano Francesco, quien estaba a cargo de las obras del padre y veía todo lo relacionado con ellas. Recién había montado en la Universidad Católica. “Francesco nos dijo que sí, que lo encontraba maravilloso”, cuenta Marcela Bañados. 

En diciembre, la exposición quedó programada para abrir el año siguiente las actividades del Museo Taller. Se le dio el título De lo humano a lo divino, ya que además de obras relacionadas con lo familiar, se agregaron aquellas inspiradas en la fe y en la vocación social, temas que estuvieron siempre presentes tanto en la vida como en el trabajo del artista. 

Del trabajo práctico y operativo en la producción de la muestra se encargó Francesco Di Girólamo, quien ofició de co-curador de la exposición junto al Museo Taller. Claudio se mantuvo al margen de todo eso. Sentado en su silla de ruedas, tranquilo, veía cómo obras suyas salían de su casa y se trasladaban al Barrio Yungay. Su hijo era quien resolvía todo lo logístico. “Quiero recalcar la cercanía amorosa de Francesco con su padre, su admiración, su cariño”, dice Bañados. 

Luego del proceso de montaje in situ, De lo humano y lo divino se inauguró el 27 de marzo pasado en las instalaciones del museo. Allí se desplegaron más de 100 obras, entre pinturas, dibujos, esculturas, maquetas, estudios y bocetos. El propio Di Girólamo asistió a la inauguración. Personas que estaban allí coinciden en que estaba muy emocionado. Lo acompañó su familia. También estaban varios de los hermanos de Francisco Dittborn, quienes conocen al artista desde que eran niños. 

Dibujos de Claudio Di Girólamo

Nadie esa tarde podía saber que casi dos meses después, la madrugada del 22 de mayo, Claudio Di Girólamo moriría y, de paso, que esta exposición —armada por su hijo y por el museo de un amigo querido— se convertiría en la última que haría en su vida. 

La silla del padre 

Como en el Museo Taller —por su línea curatorial— les interesan los procesos detrás de los oficios y las obras artísticas, en la exposición de Claudio Di Girólamo se incluyeron ese tipo de cosas. “Por ejemplo, de las esculturas que se exhibieron no había ninguna que fuera el resultado final, eran sólo sus moldes y sus modelados; entonces tú veías como el artista pensaba y dibujaba con sus manos en el yeso”, explica Bañados. 

También se reconstruyó el taller donde Di Girólamo trabajaba en su casa. Trajeron desde allá su atril, los tarros donde ponía sus pinceles, la tabla donde pintaba, una antigua silla de madera donde él se sentaba y que había pertenecido a su padre. Sobre su respaldo, colgaron una de las clásicas chaquetas de mezclilla que usaba el artista. 

“Todas esas son cosas que hubieran sido difíciles de concretar si no hubiera existido la relación entre el artista y el museo”, afirma Bañados. Y agrega que, por esa misma razón, también se consiguieron “retratos que hizo el papá de Claudio de su hijo cuando tenía 2 años y otros cuando llegaron a Chile desde Italia. También nos pasaron miles de carpetas de bocetos, y teníamos todos sus cuadernos más íntimos, donde él reflexionaba y dibujaba. No pasaba un día en que Claudio no dibujara, no estuviera pensando”.

En la exposición también se incluyó un video con una entrevista que Marcela Bañados le hizo al artista a propósito de esta exposición. “Hablaba de cómo llegó a Chile a sus 19 años, con toda su educación italiana en Roma, con una mirada clásica, y aquí comenzó a deconstruirla y a encontrar la geometría. Y finalmente fue la geometría lo que le marcó. Si tú ves sus cuadros son sólo líneas, pero siempre manteniendo su gesto y su talento”, comenta.

De regreso

La exposición estuvo hasta el 15 de mayo. En los casi dos meses en que estuvo abierta, Claudio Di Girólamo fue unas dos o tres veces. Principalmente a dar entrevistas, rodeado de sus obras. Eso fue más hacia el inicio de la muestra, porque en las semanas cercanas al término de ésta, él ya decía sentirse cansado. 

Luego del fin de la exposición, el lunes recién pasado se hizo el desmontaje de las obras y muchas volvieron a la casa de Claudio Di Girólamo, que es de donde habían salido meses antes. “Su hija Tere me contó que la gran preocupación de Claudio era que esas obras volvieran a su casa, que era como que estaba esperando que llegaran sus hijos de vuelta”, cuenta Bañados. Así que cuando eso ocurrió, su hija se lo hizo saber. “Papito, llegaron”, le avisó. Dicen que él sonrió. 

“Su hija Tere me contó que la gran preocupación de Claudio era que esas obras volvieran a su casa, que era como que estaba esperando que llegaran sus hijos de vuelta”, cuenta Bañados.

Este jueves apenas supieron de su muerte, en el Museo Taller se sintió una tristeza extendida y compartida. Pero no se quedaron de brazos cruzados. Echaron a andar la imprenta que tienen allí e imprimieron cerca de mil copias de un dibujo realizado por Claudio Di Girólamo, donde en su estilo medio geométrico aparece un carpintero en acción y una cuña suya que dice: “Tengo un compromiso con el Cristro real”. Las distribuyeron en la misa de su funeral el viernes. Y también lo harán entre quienes visiten el museo este fin de semana en que se celebra el Día del Patrimonio. Como dice Marcela Bañados, “es nuestro homenaje a Claudio”.

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