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El libro de memorias de Sinéad O’Connor que hoy se convierte en su testamento

El libro de memorias de Sinéad O’Connor que hoy se convierte en su testamento

"Rememberings", la autobiografía de la cantante irlandesa, se publicó en 2021. Desde esta semana, cuando se supo de su muerte el 26 de julio, el libro se convierte en su testamento: el recorrido, en primera persona, de una vida dura que empezó en Dublin en 1966.

Por: Patricio De la Paz | Publicado: Sábado 29 de julio de 2023 a las 04:00
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Apareció en inglés en junio de 2021, con el título Rememberings: scenes from my complicated life. En 2022 fue publicado en castellano. Un año después, cuando se comunicó la noticia de su muerte el pasado 26 de julio, estas memorias de la cantante Sinead O’Connor toman el rol de un testamento.

En poco más de 300 páginas, la cantante irlandesa recorre su existencia completa. Y lo hace sin concesiones ni medias tintas. Escribe de la infancia en Dublín (ciudad donde nació en 1966), la adolescencia complicada, la familia disfuncional, los inicios en la música, su insatisfacción permanente, la fragilidad de su salud mental. Sus palabras son honestas, crudas muchas veces; aunque siempre encuentra el momento para un detalle dulce, evocador, nostálgico.

De las tres partes del texto, posiblemente la primera sea la más impresionante: son sus primeros 19 años de vida, esos que a un ser humano lo forman y lo preparan para el camino que queda por delante. El de Sinéad fue un inicio de ruta lleno de pozas, de pavimento en mal estado, contratiempos, violencia.

En el prólogo hace aclaraciones preliminares. Como que, pese a todo, tiene un infinito amor y compasión por sus padres, John y Marie. Sobre todo con él, a quien sigue considerando su héroe. Dice que espera que dejar hablar a su niña interior no ofenda o entristezca a su familia. Que su deseo es tratar de juntar todas las piezas del rompecabezas tirado en el suelo, para que sea ella quien cuente su historia “y no los ignorantes cuando yo haya desaparecido”.

Cierra esas páginas de entrada con una reflexión que es una herida abierta: “En el escenario, siempre puedo ser quien realmente soy. Fuera del escenario, no tanto. Nunca hice  sentido para nadie, ni siquiera para mí, a menos que estuviera cantando”.

La primera parte del libro está llena de detalles. Su memoria es asombrosa. Recuerda que de niña, cuando escuchaba canciones, sobre todo de Navidad, lloraba y no podía caminar de emoción. Evoca el piano viejo en la casa de sus abuelos, con las teclas amarillas y cómo ella las tocaba y emitían “notas tan tristes”. Cuenta que empezó a fumar porque lo hacía su abuela materna, a quien quería, y deseaba mantener su olor a tabaco.

Dedica largo espacio a contar cuando su padre abandonó a su madre en 1975. Ambos comenzaron una batalla entre ellos, que resultó muy dañina para sus cuatro hijos, sobre todo los dos menores: Sinéad, de 9 años, y John, de 7, que decidieron quedarse con su madre, ya notoriamente perturbada. La violencia fue inmensa. Sinéad recuerda que la desnudaba, la arrojaba al suelo, le hacía abrir los brazos y las piernas y la golpeaba con la escoba para limpiar las alfombras, mientras la hacía repetir una y otra vez: “No soy nada”. Con el hermano pequeño era aún más dura.

“En el escenario, siempre puedo ser quien realmente soy. Fuera del escenario, no tanto. Nunca hice  sentido para nadie, ni siquiera para mí, a menos que estuviera cantando”.

Sinéad vivía todo el tiempo enfadada con su madre y como no podía decirlo, lo escribía en hojas de papel, que después rompía en pedazos y se los comía para no dejar rastro.

El único remanso era la música. Le encantaba Elvis Presley y sufrió su muerte a tal punto que no pudo moverse. Luego descubrió a Bob Dylan. Le encantaban también David Bowie, Sex Pistols, las Supremes, Ray Charles, Dire Straits, John Lennon. De este último escribe que lo sentía como un hermano.

Recuerda que su madre tenía una buena colección de discos. “Aparte de cocinar, la música era lo que más le gustaba”, escribe. De todos los cantantes que escuchaba su madre, la favorita de Sinéad era Barbra Streisand. Su voz la hipnotizaba. Amaba también sus películas Hello Dolly y Funny Girl. Soñaba con usar las uñas largas como ella. Pero no podía: se las mordía hasta que le sangraban.

Robaba con frecuencia en tiendas y supermercados. Pasó dos años en un centro de rehabilitación para chicas con problemas de comportamiento, como lo llama ella. Fingía ser mayor. Consiguió su primer trabajo a los 13, en una discoteca cortando tickets de entrada. Muy maquillada, les hizo creer a todos que tenía 16.

Su madre murió en un accidente de auto en 1985. Sinéad y sus hermanos, por encargo de su padre, debieron ir a una tienda a comprar un “vestido con botones hasta el cuello” para enterrarla. En el funeral, todos lloraban. Incluido el padre, lo que enfureció a Sinead: cuenta que él decía “lo siento, Marie”, y la hija sólo pensaba en por qué decirlo ahora, en por qué no decírselo también a sus cuatro hijos, que fueron las víctimas.

A fines de ese año, Sinéad se fue a Londres, sacó su primer disco y empezó a despegar como figura pública. Pero no aquietó sus demonios internos.

El epílogo del libro lo escribe en abril de 2020, comenzando la pandemia. Lo cierra mirando al futuro: “A causa del virus se siente como el fin del mundo y el comienzo de otro. Tal vez uno mejor”.  

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