Este debería ser el primer verano de fiesta, de viajes y celebraciones ya sin mascarillas, test y cuarentenas. Era el verano de la liberación tras dos años de pandemia. Pero lo europeos ahora se enfrentan a una dura realidad: quizás se deban quedar en casa.

Se le está llamando un “verano infernal” no por las olas de calor cada vez más frecuentes sino por las huelgas y, quizás peor durante las vacaciones, el caos en aeropuertos y aerolíneas.

Quienes tienen suerte de que nos les cancelen sus vuelos a último minuto enfrentan filas de hasta dos horas en controles de seguridad y similares para el retiro de equipaje.

Durante la pandemia, las aerolíneas europeas fueron rápidas en racionar sus plantillas. Ahora, British Airways enfrenta un déficit de personal de 10.000 empleados, lo que le ha obligado a recortar en 10% sus vuelos entre marzo y octubre, la temporada más alta.

Más recientemente, la alemana Lufthansa anunció la suspensión de 2.200 vuelos durante este verano, un 3% de lo usualmente planificado. Pero el anuncio se da después de que ya redujera en un 5% sus vuelos durante los fines de semana. Según la aerolínea, las huelgas (controladores aéreos), licencias médicas y falta de personal tanto en personal de cabina como en los aeropuertos dificulta las operaciones.

En el caso de easyJet el recorte afecta a 11.000 vuelos, o a unos 1,5 millones de pasajeros, que deberán cambiar sus planes de vacaciones.

No es sólo la falta de personal. Los trabajadores que siguen en las aerolíneas han votado en su mayoría por ir a huelga en demanda de mejoras salariales, en un contexto donde la inflación ronda el 8%-9%, un máximo en décadas para la región.