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Después del incendio: cómo sigue la vida en las zonas más afectadas
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En la carretera, a unos 25 kilómetros de la entrada a Viña del Mar, los árboles quemados ya ennegrecen el panorama que se observa desde la autopista. Son cerca de las 8 de la mañana del martes 6 de febrero. Las llamas recién se extinguieron en la ciudad, pero queda sobre ella una mezcla de humo y neblina que mantiene el olor a madera quemada. Algunas vías siguen cortadas por los incendios y resulta difícil transportarse.
A eso de las 9:30, en el barrio industrial El Salto, la hilera de fábricas y bodegas de la calle Limache muestran pilas de cenizas y algunos galpones calcinados por el fuego. En la vereda del frente, en vez de industrias estaban las casas de las 350 familias que vivían en una antigua toma, algunas desde hace más de seis décadas. Hoy solamente quedan escombros y, en su lugar, algunos vecinos instalaron carpas para pasar la noche, mientras durante el día remueven los escombros.
Adelaida Arancibia de El Salto.
Adelaida Arancibia vive hace 17 años aquí, con dos de sus hijos. El viernes que comenzó el incendio (2 de febrero) estaba en Chorrillos, a 30 minutos caminando desde la toma. Uno de sus hijos la llamó para avisarle del fuego.
“Así que me vine rapidito. De Chorrillos corrí hasta la entrada de El Salto porque, ¿en qué me iba a venir? Ahí me disloqué la rodilla. Y cuando me llamó mi hijo, yo le dije ‘sale, sale’. ‘Mamá ¿y la casa?’, ‘Sale’, le dije yo, ‘lo único que te puedo decir es que sale, sale, sálvate tú’”.
Cuenta que se encontraron a mitad de camino. Su otro hijo los fue a buscar en auto para llevarlos a la casa de un familiar suyo en Reñaca. De su hogar solamente sobrevivió el horno, el resto son puros escombros, que están removiendo a mano y apilando en montones.
- ¿Y hasta cuándo no pudieron volver acá?
- El sábado vine a ver cómo estaba la cosa. Ahí vi todo, pero no hice nada. Y ahora volví, por el asunto de la encuesta que van a hacer en terreno.
- ¿Cómo es eso, van a venir del Gobierno?
- De la Municipalidad, están viniendo por sectores. Ya el domingo empezaron en El Olivar, ayer estuvieron en el Sinaí y no sé cuándo irán a venir para acá. Y acá se quemaron todas las casas para allá (...) Nosotros estábamos en orden de desalojo por estar cerca de la vía, porque el ferrocarril va a hacer otra vía acá, y bueno, qué se le va a hacer. Ahora ya me voy a quedar acá, voy a armar carpa y un amigo de nosotros, de acá mismo del sector, nos va a retirar todas las latas. Ya dijeron que hoy vienen a darnos el vale para los tubos de gas.
El Salto después del incendio.
-¿Cómo lo está haciendo para tener agua?
- Hasta ayer y hoy en la mañana estuve en casa de mi hijo y, ahora acá, recién un caballero me dejó cuatro bidones de agua de 20 litros. Me habían traído uno antes también. Me trajeron carpa, cama, de todo.
Asegura que esas carpas, camas y bidones los han traído personas desconocidas que reparten de manera voluntaria. De hecho, mientras hace su relato, un automóvil se detiene y desde dentro un señor le pregunta: “¿Quiere pancito?” Ella le dice que sí y el sujeto sale del vehículo para entregarle una bolsa, la que Adelaida agradece.
El mismo martes, poco antes de las 14 horas, en la calle Los Jazmines de Villa Independencia, hay poco espacio para transitar. Apenas cabe un auto a la vez y avanzan tan lento que la gente prefiere desplazarse a pie entre ellos.
A pleno sol, las personas amontonan los escombros a los lados del camino como si fuesen ladrillos de una barrera hecha con chatarra calcinada. Desde ahí, desciende de manera perpendicular la calle Gabriela Mistral, que se encuentra en casi las mismas condiciones.
Con los vecinos de la población picando el cemento como ruido de fondo, algunos voluntarios se pasean con cajas de plumavit repartiendo comida y agua.
Nelson junto a su familia en Villa Independencia.
Junto al armazón quemado de lo que era su casa se encuentra Enriqueta Castro con su familia. Ella prefiere no volver a revivir el incendio, entonces es su cuñado, Nelson, quien narra la historia. Los papás de Nelson también viven en Villa Independencia, por lo que todos los fines de semana va al sector a visitarlos a ellos y a su suegra.
Fue durante una de esas visitas, el viernes de la semana pasada, que llegó el fuego. Trató de irse con su familia, pero tuvieron que dejar el auto y devolverse, porque las calles estaban obstruidas por los vehículos que intentaban escapar, “por la desesperación de lo que estaba sucediendo en ese momento”. Ellos lograron salir, pero cuando volvieron el sábado, tras caminar toda la noche, vieron que el lugar se consumió por completo y encontraron a un fallecido a pasos de la casa. Sólo en Villa Independencia, el incendio cobró 19 víctimas fatales.
Al preguntarles por el proceso de reconstrucción, Enriqueta asegura que “lo que necesitamos es un camión y una máquina para poder construir, porque no tengo nada”. Nelson añade que con sus cuñados trataron de sacar los escombros lo que más pudieron, pero que están estancados: “Por último empresas que vengan, que se asomen. Esto es inalcanzable para nosotros a pulso”.
- ¿Y de la municipalidad o el Gobierno, han venido?
- Es que por estos lados es poco conocido, por decirlo así. Estos sectores, que son como cerros, son poco conocidos… A lo mejor mucha gente está esperando lo mismo, también de estas personas que tienen estos medios, que tienen estos transportes, que nosotros no podemos tener. No solamente nosotros, hay mucha gente que necesita, yo creo eso.
- Hay pilas y pilas de escombros que sacar.
- Claro, y yo creo que también necesitan ropa interior, un baño químico, porque van pasando los días y sería bueno que alguien se pronuncie con unos baños químicos, ropa interior, para que se vayan cambiando.
Calle Gabriela Mistral en Villa Independencia.
- ¿Agua le han traído?
- Sí. No hay nada que decir, aquí pasa mucha gente joven ofreciendo. Recién me ofrecieron una cocinilla para poder cocinar.
La estructura de la casa donde vivía la familia se mantiene en pie con dificultad, pero están esperando que lleguen a medir los daños antes de botarla al piso. En el muro agrietado de la vivienda, colgaron un cartel en el que escribieron con plumón los nombres y celulares de los dueños de casa. “Queremos dejar todo esto para que la evidencia esté, más que nada eso queremos. Mi hija de 16 años hizo ese cartel ahí, para que sepan que aquí viven dos personas. Para que vean todos este desastre, este desastre que no se entiende”, señala Nelson.
En la casa de la familia Gutiérrez, cerca de las 16:00, hay mucho movimiento al interior. Una docena de personas trabaja, la mayoría picando el piso. En este lugar, el techo se quemó por completo y solamente quedaron algunos muros. Acompañados por las mascotas, un perro y un gato, los jóvenes se ponen bloqueador y reparten cervezas para capear el calor mientras siguen con los primeros pasos del proceso de reconstrucción.
La residencia se encuentra en Villa Dulce, donde sí hay algunos baños químicos apostados en la calles, pues son varias las construcciones que se quemaron.
Ignacio Gutiérrez, de Villa Dulce.
Ignacio Gutiérrez vive en esa casa con sus padres, y vio cómo el incendio velozmente se acercaba desde el sector Peñuelas. Dice que todo fue muy rápido y que en cuestión de minutos el fuego se tomó los cerros. Ignacio logró evacuar a su abuela, a su madre, a su padre y a un par de vecinos mayores de edad.
“Mucho de los 30 años que vivimos en Villa Dulce se ha ido al carajo. Se fue. Pero eso da un motivo para comenzar de nuevo. Es un motivo para tener una nueva motivación de crecer como familia, de reorganizar y hacer las cosas bien nuevamente. Vamos a hacer la reconstrucción total de la casa. Yo soy ingeniero constructor, tengo los planos de esta casa, realizados hace muchos años atrás, pero los voy a reutilizar para volver a diseñarla por completo”, señala. Y agrega detalles del trabajo que tienen por delante: “Vamos a sacar todo lo que es la fachada, todos los muros, para darle una nueva cara a este precioso lugar. Esta casa es preciosa, bien cuidada. Tenemos un quincho allá en el fondo en el que se han realizado bautizos, fiestas, cumpleaños. La gente siempre ha estado muy agradecida por la hospitalidad que tenemos nosotros frente a nuestras personas”.
La familia de Ignacio en Villa Dulce.
Este martes la familia Gutiérrez está a la espera de que el Gobierno finalice con el catastro de los daños reales para ver posibles bonos de emergencia. Asimismo, Ignacio agradece haber recibido apoyo de la Corporación Santiago Wanderers -órgano independiente al club, dirigido por algunos hinchas y socios- que recolectó ayuda para personas ligadas al equipo de la región.
Ignacio también juega fútbol en un club de la zona, el Guillermo Rivera de Valparaíso, quienes se acercaron a él para reponerle la indumentaria que se llevó el fuego. “Yo perdí todo: mis zapatos de fútbol, mis guantes, mis canilleras, todas mis cosas. Yo lo que rescaté, son mi computador y mis camisetas de Wanderers. Nada más”.