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El Barrio Yungay a 30 meses de la llegada de Boric

El Barrio Yungay a 30 meses de la llegada de Boric

DF MAS hizo un recorrido por el sector para retratar cómo se relacionan los vecinos con el mandatario y ver el impacto que ha tenido su llegada en el turismo y la seguridad. “Al lado del Presidente estamos bien. Pero si me paso una o dos cuadras de esta esquina, me roban el celular”, comenta una residente del sector.

Por: Juan Pablo Escobar | Publicado: Sábado 10 de agosto de 2024 a las 21:00
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Durante la madrugada del lunes 5 de agosto, en la esquina de las calles García Reyes con Catedral del barrio Yungay, fue prendida en fuego una persona en situación de calle tras una presunta riña. Después de quemarse el 90% de su cuerpo, y de ser llevado con urgencia al hospital de la ex Posta Central, falleció a las 10 de la mañana. El siniestro ocurrió a 400 metros de la casa de Gabriel Boric, quien se instaló en el barrio apenas asumió la presidencia. 

Ahí vive Boric”, indica una transeúnte tras ser consultada en una de las veredas de la intersección entre las calles Huérfanos y Esperanza. Tras un lomo de toro con la pintura desgastada, barras de seguridad, un cubículo blanco con ventanas polarizadas y cinco conos en hilera con stickers pegados de Carabineros de Chile, a 25 metros está la casa del mandatario. La casa patrimonial de tonos blancos y celestes donde reside el Presidente contrasta con el rosado y azul de sus vecinos más inmediatos. Al frente tiene dos cinamomos secos. Como si fuera parte del paisaje, hay otra caseta polarizada a dos metros de una de las entradas de la casa. La calle colindante está hecha de adoquines centenarios, grises como el cielo mañanero de turno y como el auto pequeño que está estacionado justo frente a la residencia presidencial.

El pasaje Hurtado Rodríguez -lleno de fachadas de estilos gótico, Tudor y grecorromano- conecta, de norte a sur, a la calle Compañía de Jesús con el trecho donde vive Boric. A diferencia de los otros pasajes -los pintorescos Lucrecia Valdés y Adriana Cousiño, ubicados una y dos cuadras en paralelo al oeste respectivamente-, este tiene barras de seguridad que bloquean su acceso. A simple vista se pueden observar dos carabineros en todo el tramo protegido de Huérfanos: uno en la esquina de Libertad y otro en la de Esperanza, los cuales vigilan desde la privacidad de los cubículos a las personas que pasan cerca de las entradas. Es común ver por estas calles el tránsito de patrullas cuyo verde se mezcla con la variedad de colores que ofrece la arquitectura del sitio.

Esta es la seguridad visible del perímetro presidencial a las inmediaciones más cercanas de la casa del jefe de Gobierno y vecino Boric, que ha sido uno de los tantos efectos desde su llegada al barrio el sábado 12 de marzo de 2022, un día después de arribar a La Moneda.

 La seguridad miope

“Aquí, que estamos al lado del Presidente, estamos bien. Pero si me paso una o dos cuadras de esta esquina, me roban el celular”, dice Estefanía Pérez (41), administradora del restorán Amadeus LAB. El lugar está en la esquina de Esperanza con Huérfanos, en la misma cuadra que la casa del mandatario. Desde adentro, se ve el color salmón de la fachada de la casona y orfanato que está en la vereda de en frente, cuyo diseño exhala el aire de un Chile de otro tiempo. “Los alrededores del barrio se están poniendo malos”, añade. “Imagínate que hace un par de semanas a una niña la raptaron y la violaron”, señala sobre el hecho que ocurrió el pasado 3 de junio en el sector de calle Chacabuco, a unos 450 metros de ahí. 

Frente al lado sur de la Plaza Yungay, hacia el norte de la residencia presidencial, está la iglesia de San Saturnino. Al costado de esta construcción gótica de 1887, pasadas unas obras de madera aún prematuras y en construcción, hay una suerte de casa de un piso, a simple vista empequeñecida por la inmensidad del color blanco de la parroquia decimonónica, donde trabaja el secretario de la iglesia, Edison González (41). Él es colombiano y vive en el barrio Yungay desde hace ocho años, a unas dos cuadras al norte de allí. Mientras de fondo se escuchan ruidos de martillos y sierras, él dice que la seguridad del barrio es deficiente. “El punto de quiebre fue el estallido. Después de éste fue muy, muy difícil tanto acá como en todo Santiago”, dice. Añade que el perímetro del Presidente es sólo su cuadra, “de pronto una cuadra a la redonda, pero no más”.

Según datos de Carabineros respecto al Cuadrante 10, donde vive Boric, en lo que va de 2024 se han registrado 756 casos policiales. Esto representa un aumento del 8,7% respecto al mismo punto en 2022, cuando se generaron 695 casos. Como sección administrativa policial, ese cuadrante deja afuera sectores importantes del barrio Yungay, como los que están al sur del parque Portales y al este de General Bulnes.

En una de las esquinas de Compañía de Jesús con Libertad, y frente a la Peluquería Francesa, se encuentra el Museo Taller. En esta casona patrimonial, sentada en una banca de madera en la recepción, está Manuela Dittborn (37), directora del museo que exhibe y “da vida” a las colecciones de carpintería e impresión de su padre y fundador de la institución, Francisco Dittborn: “Yo sí creo que Boric quizás ha ayudado en términos de que él, en sus declaraciones, comunica muy frecuentemente de que este es el barrio más cultural de Chile”, dice. 

Según la página Santiago Turismo, de la Municipalidad de Santiago, Yungay “es el barrio patrimonial más grande de Santiago”, destacando 15 puntos culturales, entre ellos el Espacio 330, el Museo Taller, la Biblioteca de Santiago, el Museo de la Memoria y el Museo Nacional de Historia Natural.

Sin embargo, señala Dittborn, a pesar de la llegada del Presidente como vecino y de sus declaraciones sobre la importancia cultural del barrio, “todo se ha visto como muy opacado con el tema de la delincuencia”. 

Edison González estima que a pesar de todo, el flujo de turistas ha aumentado en la zona: “Ha tenido mucha más visibilidad desde que llegó el Presidente”. A su juicio, el aumento se debe también a que el barrio Yungay apareció en octubre de 2022 en la revista británica Time Out en el noveno puesto de los más “cool” del mundo.

Más turistas

A una cuadra al oeste del Presidente, entre Huérfanos y Compañía de Jesús, cerca de la birrería La Resistencia, el frío de la mañana se acompaña con un parlante que entona “Llueve sobre la ciudad”, de Los Bunkers. “Barrio Gastronómico”, dice un cartel pegado a unas barras amarillas que rodean unas mesas vacías afuera del Espacio Gárgola. Al frente se encuentra el Espacio 330, que resalta del resto de casas por el negro de sus murallas. Adentro, pasada una cafetería, un estudio de música y un pasillo de baldosas, está sentado en su oficina Harley Torres (44), dueño de la propiedad: “Yo creo que siempre va a ser bueno que un Presidente llegue a tu barrio. Sólo suma. Lo que no suma es este sacrificio comunicacional que ha tomado la prensa de oposición, que en el fondo hacen estas campañas en contra del barrio. Y sólo porque está Boric acá”. Ejemplifica con el caso del turista peruano que fue asesinado en Libertad 1270 a inicios de mayo. Aun cuando esta localidad está ubicada en el barrio Balmaceda y no en Yungay, a más de 1.200 metros al norte de la casa del Presidente, una multiplicidad de medios informó que el siniestro se consumó “en el barrio de Boric”, comenta. 

Toma un sorbo de lo que tiene en su taza pequeña azul. “Si te pones a mirar las noticias, desde Provi p’acá está todo (...) Antes no se hablaba tanto negativamente del barrio. Era como más el rollo de lo que siempre se destacaba: de que es el primero consolidado de Santiago, de la fiesta del patrimonio, de que tiene la mayor oferta cultural de Chile”, dice.

Harley Torres también preside la Asociación Gremial Distrito Yungay. Estima que el flujo de turistas -desde la llegada de Boric- ha crecido en un 60%, tanto nacionales como internacionales: “Incluso anda harto brasileño guiando los tours. También hay harto gringo, francés, holandés, europeos, que son los que abarcan más visitas”.

En ambas esquinas del lado poniente de Libertad con Huérfanos -a 30 metros de la casa del Presidente- se encuentran, tras unas barras grises de seguridad, dos locales con cuyos dueños DF MAS habló en marzo de 2022, un par de semanas después de que Boric se mudara. Uno de ellos es Eduardo Brieba, propietario de la tienda Vinilos Brieba. Parado a un costado de la entrada a su local, mientras desde dentro se escucha “Wicked World”, de Black Sabath, comenta: “Me llama la atención que siga viniendo la gente porque se acuerdan de la disquería donde vino el Presidente hace dos años y medio...”.  

Frente a la tienda, en el almacén Donde Carlitos, su dueño Carlos Noriega resalta un incremento de turismo: “Quieren conocer la casa del Presidente, parece. Y aparte que el barrio también es turístico... Yo pensé, en su momento, de que podría hacer levantar las ventas y que todo va a ser bueno. Pero no. Se ha mantenido, de repente baja un poco, después aumenta un poco”, reconoce. 

Torres, sentado aún en su oficina en el Espacio 330 -en la calle Maipú-, explica que en un inicio las ventas de comercio subieron hasta un 70% en general, pero que, por el “sacrificio comunicacional” de las noticias, ese porcentaje se normalizó e incluso se redujo en un 30%. 

De vuelta en Amadeus LAB, mientras salen dos furgonetas blancas del trecho presidencial vigiladas por la mirada impasible de una carabinera, Pérez cree que lo malo que ha ocurrido en el barrio no ha sido por culpa de la llegada del vecino Boric, y que puede que haya sido “algo fortuito y que pasó nomás”: “Yo puedo destacar lo bueno porque yo lo veo, (...) y asimilamos que las cosas buenas son por él”.

Vecinos amables

En 1987, el poeta y músico, Mauricio Redolés, definió a Yungay como “un bello barrio de luces antiguas y gente amable” tras llegar del exilio desde Inglaterra.

“Para mí es un barrio amable. Y para mucha gente también”, dice Martin Miranda (79), residente del vecindario desde hace 40 años mientras pasea a su poodle blanco por Libertad hacia abajo, antes de llegar a Huérfanos. A la vez que una decena de extranjeros pasan por la misma vereda hacia el norte, a la par de un autobús rojo, desde lo lejos se pueden apreciar personas saliendo de la Peluquería Francesa. “Siempre ha habido inmigrantes aquí. Piensa en Caffarena, Moletto... Lo que pasa es que, cuando son inmigrantes europeos, son aceptables para los chilenos, pero cuando son haitianos -por ejemplo-, no. Ahora, sí ha habido problemas con inmigrantes”, dice mientras que, de fondo -y desde un lugar irreconocible-, se escucha “People Are Strange”, de The Doors. 

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística de 2022, la comuna de Santiago es en la que más extranjeros residen en Chile con 222 mil. Esta estadística es llamativa considerando que, según proyecciones del mismo instituto -tras el Censo-, la comuna llegaría a 544 mil habitantes en total para 2024. 

Miranda agrega: “Yo aquí converso con mucha gente, y esa es una cosa que te da seguridad. Una vez una chica me decía que trabaja, llega de noche, se baja en el metro y que se viene caminando cuatro cuadras, y que, lo que le da seguridad, es que todo el mundo la va saludando porque nos ubicamos”.

En la calle Rosas, llegando a Maipú y a 600 metros del Presidente, está Jessica De Los Santos (25), una dominicana que vive desde hace tres años en Esperanza, a la altura de Santo Domingo. “Mayormente los inmigrantes se han ido. Y es que se nota en la noticia”, dice saliendo de una peluquería con la fachada de color blanco mientras toma a su hija de un año en brazos. A la vez que gente sale de un almacén al oeste de allí, De Los Santos cree, sobre el barrio, que ha sido una buena experiencia vivir allí: “Los vecinos en general son amables”, dice. 

Frente a la casa del Presidente, en la calle Huérfanos, se pueden ver rieles oxidados donde tranvías transportaban a los santiaguinos a finales del siglo XIX. Mimetizados con los adoquines, se extienden por toda la calle de oeste a este, pasando por Libertad. Allí, desde las casas del frente de tres pisos adornadas con maceteros llenos de plantas, saludan unos vecinos a otros que transitan por la vereda. “Aquí hacemos festividades, juntas y otras cosas con los demás. La gente lo define como un barrio comunitario”, concluye Miranda, mientras termina de pasear a su perro a media cuadra del vecino Boric.

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