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Viviendo un día en el casino en tiempos de Covid
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Una mañana de miércoles no es un escenario común para llegar a un casino, pero la crisis sanitaria que interrumpió la industria de los juegos de azar por ocho meses, cambió todas las lógicas previas. Son las 9:00, el sol está radiante y el casino Sun Monticello, ubicado al kilómetro 57 de la Panamericana Sur, está tímidamente abierto. A medida que pasan los minutos, los autos llegan, se estacionan y los jugadores ingresan al recinto.
La entrada es rápida y conforme a las reglas sanitarias tradicionales: uso obligatorio de mascarilla, mantenimiento de la distancia social, toma de temperatura y sanitización de manos. Además, al interior todas las máquinas están separadas con paneles acrílicos que aseguran aislamiento.
Y a pesar de que afuera reina el silencio, las máquinas ubicadas al interior del casino están con vida: llenas de colores neón y sonidos envolventes, como si supieran que estuvieron apagadas por casi un año.
Sin embargo, todas comparten un mismo mensaje en sus pantallas: “deshabilitadas por el operador”. Producto de la pandemia por Covid-19 los establecimientos de juego cercanos a Santiago solo están ofreciendo sus terrazas. Todo lo que esté en lugares cerrados está restringido, por lo menos hasta ahora.
“¡Tanto tiempo sin verte!”, le dice una jugadora de mediana edad a un funcionario del recinto. “Ojalá estos meses de retiro forzoso me traigan suerte”, añade la usuaria, quien minutos después saltaría de felicidad por un “jackpot”.
La ruta, que está indicada con flechas verdes en el piso, ofrece dos caminos: terraza oriente o poniente. Son las 9:30 e improviso. Me decido por la primera, me siento en una máquina y, aturdido por las reglas, empiezo a jugar.
La apuesta perdida
Casino Enjoy Santiago. Créditos: Enjoy.
El 18 de marzo, cuando Chile tenía 238 casos confirmados de Covid-19, la superintendencia de Casinos de Juego (SCJ) ordenó el cierre temporal de los 26 casinos en territorio nacional. La mayoría reaccionaron rápido y bajaron las cortinas indefinidamente. Sin embargo, las empresas más optimistas pensaron que se trataba de un cierre que duraría unas semanas, mientras que las proyecciones más conservadoras auguraban una paralización de un par de meses. Pero todas se equivocaron. La espera se extendió hasta mediados de noviembre.
Por lo menos este año, el azar —que es la materia prima de los casinos— no estuvo de su lado. A un mes de finalizar 2020, el escenario es complejo: han tenido que enfrentar millonarias pérdidas, desvinculaciones y acogidas a la Ley de Protección al Empleo.
En el caso de Enjoy, que actualmente tiene operativos cinco casinos en Chile, reportó pérdidas por $ 107.144 millones al 30 de septiembre. En medio de este año, además, tuvieron que enfrentar el proceso de reorganización financiera, el cual se validó en agosto pasado ante un juez de Nueva York.
Pero eso no es todo. La empresa presidida por Javier Martínez Seguí ha enfrentado una importante caída en la bolsa: a inicios de año, la acción de Enjoy costaba $ 21,24, mientras que la última reportada (viernes por la tarde) se transó a $ 7,41.
A pesar de eso, sacan cuentas alegres con la reapertura de sus recintos. “Muchos de nuestros clientes estaban muy ansiosos de volver y han recibido muy bien las nuevas medidas que hemos implementado en todas nuestras unidades”, cuentan desde la empresa, que agrega que “los índices de ocupación han sido superiores a lo esperado”.
El presente de Sun Dreams, operadora de los casinos Monticello, tampoco es auspicioso. En el último análisis razonado la empresa —que es controlada por los hermanos Fischer— reportaron pérdidas por $ 32.811 millones. En el mismo periodo de 2019, la firma anotó ganancias por $ 7.630 millones.
“Es el peor año que pudiésemos haber enfrentado en la teoría y en la realidad. Un día como hoy, en aquellos años gloriosos, todo esto estaría lleno. Tenemos la suerte que los inversionistas siguen apoyando el proyecto”, confiesa Alejandro Farías, gerente de Alimentos y Bebidas de Sun Dreams.
“Estoy preparada para jugar”:
Cartel en Monticello. Créditos: Monticello.
En la tarde del jueves el sol sigue igual de radiante, pero ahora los rayos apuntan a la fachada del Sun Monticello, el casino más grande de Chile. Tiene 15 mil metros cuadrados, 1.957 máquinas de azar, 80 mesas y 300 posiciones de bingo. Sin embargo, la mayoría de estas atracciones están apagadas.
Son las 19:00 y, a diferencia de la mañana del miércoles, el recinto ya no está tímidamente abierto. Todo lo contrario. Muchos de los estacionamientos están ocupados y las terrazas están llenas. Las personas —la misma cantidad de hombres y mujeres— esperan su turno en las unidades usadas. Algunas están acompañadas, otras no.
El gerente general del recinto, Manuel Rojas, mientras recorre las distintas terrazas, mira las máquinas y dice: “Hemos tenido paulatinamente un regreso importante de clientes que nos han comentado que se sienten seguros”. Luego, hace una pausa y muestra un cartel.
“Estoy preparada para jugar”. El breve mensaje, que está sobre el tablero de una de las máquinas de azar, significa que la superficie del equipo está sanitizada. Muchos de los usuarios que caminan por la terraza buscan esos carteles: las que no lo tienen, no son utilizadas. Pero también está la contraparte. “Por favor, sanitizar”, dicen otros equipos.
No son pocos los jugadores que, mareados por los meses de inactividad, no encuentran sus máquinas de la suerte. Recorren los pasillos con la mirada atenta. “¡Ahí estás!”, le dice una usuaria a una unidad ubicada al centro de la terraza poniente del Sun Monticello. Se sienta y empieza a jugar.
Crupieres virtuales
A pesar de la gran concurrencia, los dos corazones del casino todavía están en stand by. La mesa de blackjack está desolada y la ruleta está quieta. Sin embargo, en una de las terrazas, hay dos equipos que simulan juegos presenciales. Los asistentes se acercan, insertan su tarjeta y empiezan la dinámica. A falta de interacción humana tienen una máquina que trata de hacer lo mejor posible. Y está llena.
Muchos de los crupieres, hasta ahora, no han vuelto al trabajo, ya que la mayoría de las instancias de juego presencial se mantienen suspendidas. De hecho, según estimaciones de la Asociación Chilena de Casinos de Juego (ACCJ), más de 11 mil trabajadores directos dependen de esta industria. Con la fase 3 la organización espera que el 35% de éstos se reintegre a sus actividades, mientras que con la fase 4 proyectan un retorno laboral del 60%.
En el caso de Enjoy, donde ya un tercio de los trabajadores han vuelto a sus labores normales, evalúan de forma positiva el retorno al trabajo. “En Viña del Mar se han reintegrado alrededor de 350 personas, en el casino de Rinconada también contamos con un número similar, que llega a los 320 funcionarios. Y en el recinto de Coquimbo la cifra alcanza a los 360 colaboradores”, afirman desde la compañía.
Desde Sun Monticello, por su parte, los ejecutivos calculan que aproximadamente el 20% de los trabajadores ha retornado a sus trabajos.
Doble o nada
Es jueves, el Sun Monticello lleva oficialmente dos semanas de apertura, el sol ya bajó y las apuestas al interior del recinto están en su punto más alto del día. El Salón Privé, reservado para ciertos usuarios, está al 80% de la capacidad. Los clientes se encuentran, conversan y saludan a los gerentes del local. “Tanto tiempo sin verte”, le dice un jugador al gerente general.
Una serie de funcionarios con chaquetas rojas caminan por las terrazas, con ojos agudos a las medidas de sanitización. Si ven a un cliente que está incumpliendo las medidas, se acercan y les dicen que las corrija.
Fueron dos días, una mañana y una tarde. Jugué en una máquina durante toda mi estadía en el casino. Y sin experiencia alguna, tuve suerte. Suerte que, quizás, buscará conquistar esta industria el próximo año. Por ahora, dicen desde el rubro, la apuesta es doble. Buscarán invertir todas las fichas en potenciar los resguardos sanitarios para evitar el fantasma que se asoma para enero: un rebrote de contagios que desafía con cerrar este tipo de recintos nuevamente.