Opinión
Octavio de Favero: Después del 4S "se abrirán los tiempos de la políticas en que representantes y partidos políticos deberán demostrar estar a la altura"
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Elitismo y democracia
Hace algunos días, el columnista y vocero de Amarillos Por Chile, Cristián Warken, puso en duda que la mayoría de los chilenos estuviese interesada en leer la Constitución o que tuviesen la capacidad de entender lo que ahí dice. En un momento político en que estamos enfrentados a una decisión popular importante, este planteamiento representa una disyuntiva antigua para la democracia: la desconfianza en la “sabiduría” de la mayoría.
De esta forma se asume que la virtud de un sistema de gobierno se mide por su capacidad de tomar decisiones “correctas”. Lo que ignora esta aproximación es justamente aquello que la democracia reconoce. Esto es que, en lo relativo a los asuntos que atañen a todas las personas pertenecientes a una comunidad, esa respuesta correcta no existe a priori. Por el contrario, es algo que debe ser objeto de debate y deliberación entre diferentes.
Pretender que solo algunos miembros de la sociedad son los capacitados para reconocer aquello que es bueno para todos es un desconocimiento de la función de la democracia. Particularmente, el hecho de que es un camino pacífico para construir un poder vinculante para todos los integrantes de una comunidad. Y esto no está exclusivamente dado por la sapiencia de sus decisiones, sino que por representar una posibilidad de autogobierno que los reconoce e integra a las distintas personas en igualdad de condiciones.
Esto, obviamente, no implica dejar de desarrollar planteamientos sobre el bien común o que la información no sea relevante para decidir, sino que reconocer que no son elementos suficientes para generar legitimidad democrática y, por lo tanto, capacidad de gobernar sobre los demás.
Presidente Boric llama a un acuerdo de reformas
El mandatario ha hecho un llamado a los partidos de su coalición a alcanzar acuerdos de reforma para el caso de que la propuesta constitucional sea aprobada en el plebiscito del 4 de septiembre.
Más allá de la pertinencia electoral de la idea, este acto viene a demostrar lo que se nos viene luego del plebiscito cualquiera sea el resultado. Se abrirán los tiempos de la política, es decir, aquellos en que representantes y partidos políticos deberán demostrar estar a la altura para ofrecer una ruta compartida de gobernabilidad a la ciudadanía.
El desafío particular de ese periodo está dado por la escasa legitimidad de los actores políticos para jugar ese rol. No solo eso, los datos muestran que la polarización es mucho más fuerte en las élites que a nivel general de la población. Bajo este contexto, el llamado es una prueba importante para el Presidente y su gobierno para demostrar que pueden conducir parte de ese proceso de forma efectiva.
Al respecto, en caso de ganar el Apruebo, las posibilidades se amplían. Por una parte, se consagra constitucionalmente una agenda más coherente con las demandas ciudadanas, lo que ofrece una hoja de ruta más clara para el Estado. Por otro lado, se profundizan las formas de participación democrática que permite el procesamiento de demandas ciudadanas por distintos canales que hoy no existen e incluso para la misma reforma constitucional. Esto permitiría una mejor ecualización entre la acción de los órganos de representación y las demandas de la ciudadanía en su diversidad.
En cualquier caso, serán tiempos en que se deberá desarrollar una relación virtuosa entre participación y representación para ofrecer gobernabilidad de largo plazo. En ese sentido, un pacto político como el propuesto por el Presidente es fundamental, siempre y cuando ofrezca un camino efectivo para responder a las demandas ciudadanas y los desafíos que enfrentamos en el país.