Opinión
Gloria de la Fuente: "Ambas alternativas tienen como amenaza un eventual inmovilismo que promueven los sectores que están en los extremos"
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El plebiscito de la confianza
Este no solo será el plebiscito que marcará una nueva transición, será también el plebiscito de la confianza. Lo que estará en juego es más que las bondades o no de un texto que, convengamos, no todos los ciudadanos van a leer, sino que la confianza en que el camino institucional que se abrirá, sin duda, el día después del plebiscito de salida, será el mejor para el país. Eso es, en definitiva, lo que estará en juego en las urnas. Ello es una paradoja, porque en medio de una crisis de confianza en las instituciones y la política, es de éstas que deberá emanar la respuesta y la oportunidad de redención.
Los desafíos de cada opción
Confianza en la propuesta de aprobar para reformar, que entiende que la propuesta de Nueva Constitución es el mejor punto de partida para un nuevo pacto social que, habiendo dejado puntos abiertos o que precisar en el texto, simboliza de mejor manera las aspiraciones de un país que ha buscado un camino democrático para procesar sus diferencias y que, en consecuencia, requerirá un acuerdo político amplio tanto para generar leyes habilitantes de lo que allí se establece como las reformas necesarias para precisar y mejorar la propuesta.
El punto de la confianza se juega aquí en la capacidad de llegar a acuerdos y en la gradualidad de las reformas, porque es evidente que, en un escenario económico complejo en lo nacional e internacional, habrá que elegir muy bien cómo se generan políticas sociales que puedan responsablemente sostenerse en el tiempo bajo un ordenamiento institucional distinto y con un horizonte de llegada que ayude a construir certezas.
Por su parte, la confianza en la alternativa que propone rechazar para reformar se juega en que sectores que han sido por mucho tiempo refractarios a avanzar especialmente en materia de derechos sociales, tendrán ahora la apertura para impulsar un proceso constituyente en cuyo resultado sientan interpretadas sus demandas y que se haga cargo de las urgencias planteadas en el fragor del estallido social.
Se trata de construir confianza en que el mejor punto de partida es iniciar un nuevo proceso, aun cuando la promesa de cambio real sea incierta.
Ambas alternativas tienen como amenaza un eventual inmovilismo que, curiosamente, promueven los sectores que están en los extremos del espectro. Por el lado de la derecha, por más esfuerzo que hagan, tienen la sombra de sectores que señalan que la alternativa de reforma posterior es algo “etéreo”, como ha señalado el presidente del partido del exabanderado presidencial, y que optan por las “urgencias sociales”.
Cabe mencionar que fueron varios de sus actores los que desecharon la propuesta de nueva Constitución de la exPresidenta Bachelet, que hoy curiosamente valoran. Por el lado de la izquierda, hay sectores que han planteado dudas de precipitar un diálogo sobre eventuales reformas, asumiendo que ello sería contravenir la soberanía popular.
Análisis y tecnicismos
El debate se ha alejado de la cuestión técnica. Abundan los análisis serios de cuánto puede significar el costo de los derechos que se busca garantizar en la Nueva Constitución.
Discusión que, por cierto, no se acabará incluso si se impone la alternativa del Rechazo, porque es evidente que la pulsión ciudadana que llevó al estallido seguirá ahí, latente, esperando por una respuesta seria de la política frente a muchas demandas que han esperado demasiado tiempo.
Valorar el recorrido
Abundan también los análisis y, a ratos, interpretaciones respecto a lo que el texto dice y la hecatombe que podría significar. Cuestión que otros contravienen asumiendo que no habrá tal cuestión y que serán las leyes habilitantes y la propia interpretación del texto la que irá generando certezas.
Todo ello, por cierto, en medio de una campaña colmada de desinformación, noticias falsas y contaminación informativa que nada ayudan al proceso. Ello, por cierto, son fenómenos que ya hemos visto en otros plebiscitos, como el de los Acuerdos de Paz en Colombia y Brexit.
Lo recorrido hasta acá no es poco, hay motivos de sobra para estar orgullosos, hasta ahora, de construir una alternativa institucional a una crisis política y social. No obstante, será en definitiva la política la que tendrá que estar durante la campaña, pero sobre todo a partir del 5 de septiembre, disponible a devolver la confianza a una ciudadanía que hace rato los mira con distancia. El futuro no está escrito en piedra.