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Opinión

Pierina Ferretti y resultados de la encuesta CEP: "Son indicadores de una crisis profunda que seguimos atravesando"

Pierina Ferretti y resultados de la encuesta CEP: "Son indicadores de una crisis profunda que seguimos atravesando"

En la curatoría política de esta semana la socióloga y directora ejecutiva de la Fundación Nodo XXI analiza la situación nacional desde dos variables: la encuesta CEP y los resultados de la PAES.

Por: Pierina Ferretti | Publicado: Sábado 7 de enero de 2023 a las 21:00
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Los usos de la CEP

Esta semana se conocieron los resultados de la encuesta CEP y si bien muchos datos impactaron por su dureza -la confianza extremadamente debilitada en instituciones como el Congreso y los partidos, el gobierno con bajos niveles de aprobación, la valoración de la democracia y la libertad retrocediendo-, lo cierto es que casi no hay novedad.

Son tendencias que se acumulan por años, indicadores de una crisis profunda que seguimos atravesando
y de la que, dicho sea de paso, el campo político, y sobre todo la derecha, no pareciera terminar de enterarse.

Sin embargo, más allá de la cíclica constatación de los mismos problemas, la encuesta CEP ofrece claves para pensar salidas. Por ejemplo, en sus resultados se aprecia una sociedad que reconoce ampliamente el valor de los derechos sociales, que apoya de manera contundente la educación gratuita, que demanda un Estado capaz de poner freno a la delincuencia, junto con ocuparse de la salud, las pensiones y la educación; y que valora la libertad, el mérito y el esfuerzo personal. En definitiva, una sociedad que desea orden y bienestar, libertad y protección, sin contradicción alguna.

Como se sabe, los datos dan para todo. Se puede usar la CEP para golpear al gobierno, para empujar una agenda autoritaria o para hacer llamados a la moderación que, en el fondo, no son más que incitaciones a licuar las reformas al punto de que todo siga casi igual. Pero se puede usar también para reafirmar la necesidad de transformaciones que hagan posible un nuevo orden y para que la política tome conciencia de que trabar los cambios, torpedear las reformas y enfrascarse en peleas de poca monta, es camino seguro para profundizar la crisis.     

Lágrimas de cocodrilo

El martes pasado se conocieron los resultados de la primera Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) y un nuevo y breve escándalo se suscitó al constatarse, como cada vez que se publican resultados de pruebas estandarizadas y se elaboran rankings, las enormes desigualdades que existen entre colegios particulares pagados y colegios municipales.

En la lista de indignados se contaron grandes empresarios y dirigentes políticos que fueron parte de los gobiernos de las últimas décadas, quienes, como si no tuvieran nada que ver con el problema, reclamaban contra el calamitoso estado del sistema educativo y la decadencia de los liceos emblemáticos, llegando algunos al extremo de responsabilizar a la izquierda y al movimiento estudiantil de la destrucción de la educación pública. 

Contrastando con el ruido confuso de las redes sociales, diversos investigadores en educación intervinieron con cordura para recordarnos que la desigualdad estructural es profunda, que se expresa de manera elocuente en el sistema educativo y que un instrumento de medición no tiene el poder de borrar las brechas que existen en la realidad.

Nos recordaron también que la crisis de la educación es de larga data y que, en estos años, pandemia mediante, solo se ha agravado: faltan profesores, profesoras y postulantes a carreras de pedagogía, en las escuelas se constatan elevados niveles de agobio y el ausentismo y la deserción escolar se han agudizado, solo por mencionar algunos aspectos. 

Revertir la crisis educativa y reinventar la escuela para que esté a la altura de los desafíos actuales es una tarea mayor que, por cierto, debe liderar el Estado a través del Ministerio de Educación (y en esa dirección se está avanzando), pero que excede con largueza, en tiempo y capacidades, a un gobierno determinado.

Por lo mismo, de nada sirven las lágrimas de cocodrilo, las indignaciones exprés y las acusaciones de un lado y otro. Ante la magnitud del problema que enfrentamos, lo que se requiere es un compromiso serio, sostenido y duradero de toda la sociedad con la educación del país.

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