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Personaje

Hijo de Pablo Escobar, a días de visitar Chile: “Aún me enfrento a una discriminación que sigue latente”

Hijo de Pablo Escobar, a días de visitar Chile: “Aún me enfrento a una discriminación que sigue latente”

Nació como Juan Pablo Escobar, primogénito del temido narcotraficante colombiano. Pero luego de la muerte del padre, en 1993, debió dejar su país y cambiar su identidad. Era la única forma de sobrevivir. Desde entonces se llama Sebastián Marroquín. Tiene 48 años, vive en Buenos Aires, ha escrito libros y se dedica a dar charlas con su historia de vida, sin edulcorantes. El martes lo hará en Santiago. “Nunca reniego del papá que tuve, sino del terrorista que fue”, reconoce en esta entrevista.

Por: Patricio De la Paz | Publicado: Sábado 3 de mayo de 2025 a las 21:00
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Cuando su hijo mayor tenía 7 años, Pablo Escobar -el temido narcotraficante colombiano, líder del Cartel de Medellín- lo sentó frente a él y le explicó en qué consistía su trabajo. “Soy un bandido, a eso me dedico”, le dijo. El niño no lo entendió bien. Ni menos pudo dimensionar el imperio delictivo armado por su progenitor. Para el hijo, y con eso prefirió quedarse luego de esa conversación, su padre era alguien cariñoso con él, que lo quería, que lo abrazaba, que siempre era atento.

Pero las cosas cambiaron prontamente. Y la fuerza de la realidad terminó por imponerse. A mediados de los ‘80 se desató la cruda batalla de la agrupación de Escobar con el gobierno y también con los carteles de droga rivales. Se sucedían atentados, secuestros, homicidios, violencia, ajustes de cuentas que se saldaban con muerte. La familia del narcotraficante -su mujer, su hijo, su hija- debieron entrar en modo errante, escondiéndose en un lugar y después en otro. Conviviendo con el peligro y la inseguridad. Cuando en diciembre de 1993 Pablo Escobar fue abatido por la policía y el ejército mientras trataba de escapar por los techos de Medellín, su familia supo que no podían seguir en Colombia y vino entonces la diáspora. Después de intentos en distintos países, terminaron armando una nueva vida en Buenos Aires. 

Antes de partir, cambiaron sus nombres. Necesitaban anonimato, como una vía de sobrevivencia. Así fue como ese hijo mayor, Juan Pablo Escobar, que tenía entonces 16 años, se convirtió en Sebastián Marroquín, identidad que mantiene hasta hoy. Después de estar varios años sumergido, y cuando ya las aguas estuvieron más quietas, decidió que quería contar su historia. Dejar de ocultarse y compartir con otros la ruta distinta que él tomó de su padre, de cómo se engañan quienes creen que en el camino del narcotráfico está el éxito y la felicidad. Él asegura que es al revés: fracaso y miseria humana. 

Hace una década, Marroquín -que es arquitecto- se convirtió en charlista para hablar justamente de esos temas. Ha recorrido varios países, le ha pasado el mensaje a miles de jóvenes. Ha reforzado esta cruzada con tres libros y un par de documentales que exponen el lado áspero de un narcotraficante y los efectos en su familia. El próximo martes 6 de mayo dará una conferencia en Santiago, invitado por la Fundación Lo Que De Verdad Importa, que nació en 2007 en España y organiza eventos en distintas partes del mundo para compartir historias humanas con valor para la juventud. El del martes será el tercer encuentro que realiza en el país. 

Fundación española que tiene a Rafael Nadal como presidente de honor aterriza en Chile 

Días antes de llegar a Chile como speaker de ese evento, Marroquín conversa con DF MAS. Conectado desde la capital argentina, habla con calma, sin exabruptos, como lo hacen quienes le han dado vueltas una y otra y otra vez a la vida que les tocó vivir. 

- Tu padre murió hace 31 años. Pasado todo este tiempo, y cuando ya se sabe quién eres, ¿se justifica seguirte llamando Sebastián Marroquín y no volver a ser Juan Pablo Escobar?

- En principio fue una herramienta para salvar la vida, para resguardar la seguridad de la familia y podernos ocultar. Pero hoy en día, como bien dices, no tiene ningún sentido. Sin embargo, fíjate en las paradojas. Yo hoy soy Juan Sebastián Marroquín, pero no me puedo identificar ante ninguna autoridad como Juan Pablo Escobar, porque eso sería cometer un delito, identificarme con un nombre que ya no es mío. Entonces lo que hago es usar mi nombre original como mi nombre artístico. Firmo mis libros así, por ejemplo. Entonces, se convierte en un círculo vicioso. Hay quienes me llaman Juan Pablo o Sebastián; en un evento me anuncian como Juan Pablo y me presentan como Sebastián o viceversa. Mi mamá me bautizó Juan Pablo y me dice Sebas. Se ha convertido en algo no tan relevante. Y además piensa en el papelerío que habría que hacer para volver atrás y volverle a explicar a los bancos, a las tarjetas de crédito, a las autoridades de impuestos de tres países donde tributo, que ya no soy Sebastián, sino Juan Pablo… una tarea titánica, como fue en el pasado.

"Yo hoy soy Juan Sebastián Marroquín, pero no me puedo identificar ante ninguna autoridad como Juan Pablo Escobar, porque eso sería cometer un delito, identificarme con un nombre que ya no es mío. Entonces lo que hago es usar mi nombre original como mi nombre artístico. Firmo mis libros así, por ejemplo".

- ¿Pero te sientes más Sebastián o más Juan Pablo?

- Siento que el Juan Pablo me limita y el Sebastián me da la oportunidad de ser quien soy, auténtico, independientemente del apellido que traigo.

- ¿Por qué te limita ser Juan Pablo?

- Porque te pone por delante el prejuicio del ser humano. Si de entrada me presento como Juan Pablo Escobar, soy un asesino en potencia, un tipo muy malo en potencia. Y yo soy un tipo bueno, un pacifista, un tipo decente. Elegí otro camino muy diferente en la vida. Todo el mundo lo sabe. Por eso no me creo Juan Pablo, me creo más Sebastián. Y eso no es negar al padre, no tiene nada que ver. Yo no reniego del papá que tuve, sino del terrorista que él fue, que es algo muy diferente.

“No se trata sólo de lucrar”

- Como sea, y más allá de los nombres, la sombra de tu padre siempre ha estado encima de ti. Está en tus libros, tus charlas. ¿Eso es para ti una condena, una responsabilidad, una herencia inclaudicable?

- Depende de cómo lo quieres mirar. Todas las lentes que enuncias son válidas. Pero creo que yo también he podido abrazar las partes de la historia que pueden ser de utilidad para el futuro de la humanidad, de la familia y de mi persona, siempre desde la responsabilidad de utilizar esta historia para no repetirla ni glorificarla. Desde ese lugar me interesa. Tú podrías tomar esta historia para pegarte un tiro, o para aislarte del planeta o para fortalecerte y salir como una persona que aprendió de la adversidad y convirtió una historia muy turbia en una de redención. Ése es el testimonio que entrego para que los jóvenes reflexionen de la inconveniencia de ingresar en el camino de la criminalidad, que no tienen que vivir lo mismo que yo para aprender las mismas lecciones de vida. No pretendo más que eso.

- Pero tu opción hace que no te despegues de la historia de tu padre…

- Sí, es una historia de la que no me despego y no sé si me quiera despegar. De las partes que he tenido que renegar de la historia lo he hecho pública y conscientemente. También lo hice frente a mi padre, sin ningún titubeo, sin medias tintas. Pero sí tengo la idea de querer alejarme de la sombra de mi padre para poder construir mi propia identidad. Que me presenten como el hijo de Pablo Escobar a mí no me define, eso es una circunstancia de mi vida. Yo sé de quién soy hijo, pero no lo presumo ni lo uso como una amenaza. La identidad que quiero construir está alejada de este estigma que trae el apellido.

Pablo Escobar y su hijo hace años atrás.

- En todo caso, ése es el material de tus charlas y libros, que parten de la experiencia con tu padre. Podrían incluso criticarte de hacer negocio con eso.

- He vivido de eso, lucro de eso. Pero agregaría que aparte de ser una ocupación rentable, a mí me gusta ayudar. Yo te puedo decir con certeza que el 50% de mis charlas las dono. Empresarios que tienen los medios económicos pagan por mi trabajo, pero siempre les pido que me lleven luego a zonas marginales donde haya poblaciones para que yo les dé una charla allí también. De esa manera yo dono la mitad de mis charlas. Entonces no se trata solamente de lucrar. Además, debo decir que soy padre de familia, tengo que vivir, y tampoco es que tenga delante un montón de opciones de trabajo, una lluvia de ofertas…

- ¿Por ser quién eres?

- Sí. Yo soy arquitecto, me considero profesional, decente. Pero puedo tener el mismo talento que otro profesional y no me eligen porque soy el hijo de Pablo Escobar y se imaginan que podría haber un problema. En ese aspecto, siento que aún me enfrento a una discriminación que sigue latente. No me victimizo; simplemente es lo que me sucede, es parte de las consecuencias de las decisiones de mi padre, lo que aún seguimos viviendo y pagando su familia. Algo tan simple como tener una cuenta bancaria no sabes el dolor de cabeza que es para mí. Posiblemente 100 bancos me digan que no, y el que me dice que sí es porque no se dio cuenta. Es limitante, pero me adapto.

- ¿Tienes más ocupaciones además de las charlas?

- Las charlas son el motor principal, pero hay más. Soy socio de una empresa (Virtus) en la que hacemos prevención de conductas de riesgo con realidad virtual. También soy productor audiovisual de documentales y de ficción; y hace poco tuve una incursión en la actuación, muy breve, pero algo es algo. No soy una persona que se siente cómodo en la misma actividad toda la vida. He escrito libros; obviamente empecé con la no ficción, con las historias de mi padre, pero recientemente escribí un cómic y estoy escribiendo otro. Son actividades diferentes, lejísimos de lo que jamás imaginé que iba a hacer en mi vida. 

"Yo soy arquitecto, me considero profesional, decente. Pero puedo tener el mismo talento que otro profesional y no me eligen porque soy el hijo de Pablo Escobar y se imaginan que podría haber un problema".

“Es una necesidad moral”

- Si de ti dependiera, ¿hubieras preferido otra historia de vida?

- Te lo voy a responder así: elegiría a mi papá mil veces; y después de mil por ahí me doy la oportunidad de elegir a otro. No al narco, ni al tipo violento, yo hablo del padre. Son dos tipos totalmente diferentes, que pensaban y actuaban distinto. 

- Igual en algún momento ambos mundos se juntan, como cuando a tus 7 años te das cuenta de que es un bandido. ¿Qué sentiste esa vez?, ¿dolor, miedo rabia?

- Es muy difícil  juzgar a un padre cuando te ha dado tanto cariño y afecto, buenos consejos, que nunca te ha incitado a la criminalidad ni al mal, sino todo lo contrario: hacia la decencia. Paradójico, porque no era algo que él practicara. Me hablaba de valores relacionados con los mandamientos, no matarás, no robarás, aunque él lo hiciera todo el tiempo. Aparte, cuando uno tiene 7 años y el papá le dice a uno que es un bandido, no lo dimensionas. Él no era como los bandidos que yo me imaginaba entonces, aquellos que se ponían un antifaz y se iban en un caballo a robarse un banco en el Viejo Oeste. Yo no podía dimensionar el tamaño de la operación criminal que mi padre dirigía; para mí seguía siendo mi papá y nada más. Lo miraba con ternura, no veía la maldad que venía detrás. Él nunca me invitó a ser parte de su organización.

- En estos años te has acercado a las víctimas de tu padre. Te autoimpusiste la tarea de pedirles perdón. Para poder dormir tranquilo, has dicho…

- Ahí está la esperanza de esta historia. Cuando empecé este proceso de reconciliación, todo el mundo decía que estaba loco, que me iban a cerrar las puertas, que me iba a exponer innecesariamente, que me iban a matar. Pero seguí adelante y abrí un camino de diálogo y de invitación al perdón. Fue una intención noble, sana, decente, de querer acercarme con el máximo respecto a las víctimas, a decirles que lo siento y que no estoy orgulloso del daño que mi padre les causó a sus familias. El perdón no es una invitación al olvido de lo que ocurrió, sino una invitación a la sanación y a evitar que se perpetúe dentro de ti el dolor que te ha causado el victimario. Así no te enfermas de odio, de resentimiento, de venganza. Ya son más de 150 víctimas directas de mi padre con las que he hecho la paz. Para mí es una necesidad moral. 

- Hablas del dolor de las víctimas en esta historia. ¿Y cuál es dolor más grande tuyo?

- El dolor mío es muy pequeño comparado con todo el dolor que mi padre le causó a los demás.

- ¿Pero cuál es?

- Creo que es el dolor que siento cuando la gente sigue viendo en mí a Pablo Escobar y no me reconoce como individuo.

- Tienes 48 años, cuatro más que los que tenía tu padre cuando murió y…

- (Interrumpe) Sí, demasiado tiempo para lo que significa una vida para nosotros…

 - Entiendo. Y cuando hoy, desde tus 48, miras hacia atrás a tu padre y a esta historia, ¿qué es lo que te ha dado el tiempo que antes no veías o sentías?

- Darme cuenta de que puedo seguir adelante a pesar de él, independientemente de sus acciones y de cómo nos trajo tantas consecuencias negativas. Que se puede elegir ser un buen ser humano aún con el peor ejemplo en casa.

- Tú dices que promueves y vives el perdón. ¿Perdonaste a tu padre?

- Mira, yo no puedo perdonar a mi padre porque no puedo ser su juez. No puedo ser juez y parte. No sé ni por qué lo tendría que perdonar. Creo que como hijos venimos a ser parte de los afectos más importantes de nuestros padres y no a ser sus jueces ni sus verdugos. No nos corresponde ni nos compete esa labor que creo es de Dios.

"Se puede elegir ser un buen ser humano aún con el peor ejemplo en casa".

- Hablas de diálogo, reconciliación, perdón. Son palabras que suenan bien, pero no eres el único que las usa en sus charlas. ¿Cuál es tu aporte concreto? ¿cómo escapas de ser sólo una reflexión más?

- Yo mismo ya soy un aporte concreto. Soy el ejemplo de lo que predico. Deliberada e intencionalmente no soy Pablo Escobar 2.0, ni lo seré.


Contra las series narco

Marroquín es muy crítico con las series sobre su padre y el narco que se exhiben en streaming o en la industria de Hollywood. Dice que le dan glamour a historias que no lo tienen y que eso confunde a los espectadores. Él prefiere hablar de la vida real y clarificar los costos que tiene una existencia ligada al delito. Es, de alguna manera, un contrapunto a las mismas producciones que critica.

“Hay que poner los puntos sobre las íes, porque hay una gran generación de jóvenes dispuestos a seguir el camino de esa oda que le han hecho a mi padre en las series de televisión, esa glorificación de que ése es el verdadero camino al éxito y para sobresalir en la vida. La realidad dista mucho de eso”, señala.

Reconoce, eso sí, que hay un fenómeno con Pablo Escobar. “A tres décadas de su muerte, hoy estadísticamente mi padre produce más noticias que cuando vivía. Ni Al Capone ni ningún otro sigue produciendo tantas noticias después de muerto como mi padre. ¿Cómo se explica? Eso te habla de los medios y cómo van perpetuando a estos personajes. Es un gran negocio para ellos: lo he hablado con dueños de medios y me dicen ‘mira Sebastián, es que cuando publicamos en un titular el nombre de tu padre, los lectores se multiplican y el tiempo que se quedan leyendo los artículos es mayor’. Es una fórmula para su éxito, tristemente”.

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