Por dentro
El pez dorado que busca revolucionar la industria acuícola chilena
-
Cuéntale a tus contactos
-
Recomiéndalo en tu red profesional
-
Cuéntale a todos
-
Cuéntale a tus amigos
-
envíalo por email
Todo partió en 2006. El ingeniero comercial Juan Lacámara trabajaba en un banco como ejecutivo de empresas de tamaño mediano, en particular salmoneras y compañías dedicadas a la exportación de choritos y abalones.
Entre los cientos de análisis macro que le tocaba leer, uno llamó su atención: la falta de alimentos y en particular proteínas hacia 2050 producto de la sobrepoblación, el consumo excesivo y la crisis climática.
Le quedó dando vueltas. Por eso, cuando en 2006 partió a estudiar un MBA en Economía y Finanzas en Viña del Mar y conoció a Daniel Elton, cuya familia había tenido una empresa de salmones y ahora incursionaba en el cultivo de un nuevo pez, se entusiasmó.
Presentó el proyecto a su familia, dueños de inmobiliaria Ingetasco -quienes han estado detrás de proyectos como Costamai en Maitencillo, la Universidad Finis Terrae, edificio Bucarest y Suecia en Providencia, entre otros-, se interesaron, entraron en la propiedad y partió a Caldera, donde vivió tres años.
El dorado, también conocido como seriola lalandi, vidriola en la isla de Juan Fernández, toremo en Rapa Nui, palometa en la Región de Coquimbo e internacionalmente como yellow tale o kingfish, es un pez con alto contenido de omega y calidad “grado sashimi”, muy valorado en el mercado internacional.
En los últimos años su consumo ha ido en aumento, en particular en el mercado japonés -que consume cerca de 150 mil toneladas al año-, el europeo y el estadounidense. Y su valor en el mercado internacional por el pescado entero fluctúa entre los US$ 16 y los US$ 18 el kilo, superior al del salmón, que se comercializa entre US$ 10 y US$ 12 el kilo.
La revolución del dorado recién comienza. En el mundo la industria de esa especie mueve alrededor de US$ 4 mil millones y alcanza las 300 mil toneladas, de las cuales 180 mil son de cultivo. De éstas, 95% se producen en Japón, que destina la gran parte a consumo interno y solo exporta cerca de un 10%, Por lo mismo, se trata de una industria con un potencial enorme para seguir creciendo.
Acuinor (Acuícola del Norte), como se llama la empresa de la familia Lacámara, produce actualmente 200 toneladas de esta especie, pero para dar el salto, necesita escalar su producción hasta las 1.000 toneladas, lo que implica una inversión de US$ 20 millones. Ya están en conversaciones con bancos internacionales para conseguir el financiamiento. (Ver recuadro)
Crear la cadena
Partieron de cero en 2006. El primer desafío fue conseguir los huevos. Si en el caso del salmón existía un mercado de ovas, en el del dorado a mediados de los años 2000, no había nada en ninguna parte del mundo. Así que contactaron a pescadores artesanales y salieron con ellos a buscar reproductores.
“Salíamos en barco con ellos a las 5 de la mañana. Ellos pescan con una técnica que se llama bolinche, que es una red grandota donde agarran estos peces y los suben, pero nosotros los necesitábamos vivos, entonces íbamos con otro bote al lado dejando los peces más grandes”, cuenta.
El plan inicial era sacar los huevos, conseguir los alevines y hacerlos crecer en balsas jaula, tal como lo hace la industria del salmón, pero a poco andar desecharon ese plan. Las temperaturas de las aguas del norte y las bajas de oxígeno debido a la fosa de Atacama, aumentaban de manera desmedida el riesgo de muerte de las especies.
Así es que empezaron a levantar las instalaciones en tierra. Compraron un terreno a 20 kilómetros de Caldera a Bienes Nacionales, gestionaron las concesiones acuícolas, marítimas e incluso tuvieron que financiar un tendido eléctrico de 7 kilómetros e instalaron los primeros estanques, con tecnología que adquirieron a una empresa danesa. “Supuestamente era plug&play, enchúfelo y listo, pero no funcionó, pero sí era una base, porque para poder diseñar una piscicultura con alta tecnología tienes que conocer la especie. Cuánta agua tengo que pasar, cuánto oxígeno la temperatura, todo varía dependiendo de la especie”, explica Lacámara.
En 2008 empezaron a trabajar con Corfo. En 2010 la agencia estatal lanzó un programa de Diversificación de la Acuicultura Chilena, que nace de un estudio de Boston Consulting Group que indica las industrias donde Chile podía tener ventajas competitivas, e identificó a la acuicultura como una de ellas.
En esa etapa iniciaron un laboratorio con Corfo para ir analizando las etapas del pez. “Ahí fuimos obteniendo todo el conocimiento de la especie para ya realmente poder hacer un piloto a una escala más grande. Porque una cosa es análisis previo, pero como era una industria nueva no existía información. Y empezamos a conocer las tasas de respiración, las tasas de conversión de alimento, cuánta densidad aguanta, las distintas tallas, y las bases de reproducción, a monitorear los sistemas de recirculación, la temperatura, la luz. Y fuimos haciendo que los peces empezaran a desovar para lograr una buena cantidad de huevos y calidad”, cuenta Juan.
Ahí se enfrentaron a un complejo desafío: a diferencia del salmón, que sale del huevo como un pequeño pez y puede nutrirse de alimento inerte, las larvas de dorado necesitan de seres vivos para desarrollarse, como artemias, rotíferos y microalgas, por lo que Acuinor tuvo que generar su propia fuente de alimentos para hacer crecer sus peces.
La engorda
Para financiar su operación, empezaron a exportar pequeñas cantidades de juveniles a Estados Unidos, Alemania, Holanda e Italia. Las vendían a US$ 2,95 y US$ 3,20 la unidad, y con eso lograban paliar algunos de sus costos. Pero necesitaban seguir creciendo.
Corfo entonces lanzó un segundo programa estratégico de tecnología de engorda 2016-2024. En esta etapa Acuinor amplió su planta, que inauguró hace pocas semanas. “Hoy tenemos en pre engorda 12 estanques y en engorda 4. Y una instalación de cosecha con 12 estanques, donde clasificamos al pescado por talla”, explica Juan Lacámara.
A partir de enero empiezan las cosechas en forma más estable para lograr producción de 200 toneladas al año. Se trata de una producción muy acotada, considerando que una empresa pequeña de salmón produce cerca de 15 mil toneladas al año.
El dorado o palometa es un pez muy valorado, pero estacional. Sale solo en verano, cuando la corriente de Humboldt entibia las costas del norte y los peces se acercan. Su cultivo en estanques, explica el gerente general de Acuinor, permitirá tener peces todo el año, además de otros beneficios: tiene comportamiento de cardumen, lo que permite altas densidades; crece rápido y puede pasar desde 1 gramo a 5 kilos en un plazo de 16 a 18 meses y tiene una buena conversión, es decir, por cada 1,2 kilos de alimento, se obtiene un kilo de carne. En el caso de la carne de vaca y del cerdo, este porcentaje es más alto.
Por lo mismo, la apuesta de Acuinor y Corfo es que una vez que la planta empiece a producir a toda capacidad, el resto de la industria empezará a mirar esta tecnología con apetito. “Para los salmoneros, esto va a significar más pescados. Hoy están topados en cómo crecen, tanto en territorio como en capital humano”, agrega Juan.
En palabras del gerente de Inversiones y Financiamiento de Corfo, Francisco Meneses: “Vemos un gran potencial no solo en esta industria, sino en la tecnología con cultivos en tierra, que no tiene externalidades negativas. La empresa que logre cultivar bien peces en tierra va a transformar la industria acuícola chilena”.
El puente que falta
Desde que se empezó a pensar en el cultivo del dorado como una nueva industria, más que como el desarrollo de una empresa en particular, Corfo se dio cuenta de que los instrumentos que actualmente posee para impulsar el desarrollo de las nuevas tecnologías y los ecosistemas alrededor, no eran suficientes.
Esa es la razón por la cual el gerente general de Acuinor, Juan Lacámara, considera empujar un proyecto tipo Banca Nacional de Desarrollo, como plantea la actual administración de Corfo, comandada por José Miguel Benavente.
“Encontrar financiamiento de esta magnitud (US$ 20 millones) en esta industria no es fácil. La banca tradicional no está para eso, no juega ese rol. En las primeras etapas entran venture capital y después private equity, pero es difícil porque necesitas una escala mínima para que sea rentable, pero la inversión para tener esa escala mínima es muy grande. Entonces, ¿cómo se genera ese puente, quién lo tiende? Para los montos de inversión que se requieren, no están los instrumentos de inversión en Chile, por eso tuvimos que salir a buscar financiamiento a través de bancas de desarrollo internacionales, que sí entregan financiamiento a este tipo de proyectos”, explica.