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Las historias de la caleta que se conectará al internet satelital de Elon Musk

Las historias de la caleta que se conectará al internet satelital de Elon Musk

En el mapa prácticamente no existe. No hay una señal que indique dónde está Caleta Sierra, la localidad pesquera de 200 habitantes que solo sabe esto: una empresa les instalará internet satelital en la escuelita de ocho alumnos.

Por: Nicolás Durante | Publicado: Domingo 11 de julio de 2021 a las 04:00
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Es súbito. En la carretera 5 Norte camino a Ovalle, y después de pasar Los Vilos, sin ninguna señalización hay un acceso, de tierra y rocas, rodeado por cactus, espinos y nolanas y de fondo decenas de generadores de energía eólica que giran y giran. Hay que recorrer siete kilómetros antes de llegar a un acantilado y empezar el descenso en unas filosas curvas. Ahí, bordeando la bahía aparecen de a poco casas multicolores, y en el mar, en una superficie de unos 100 metros, decenas de botes y barcos con nombres como El Piturrita o El Regalón. Es Caleta Sierra, la localidad aislada, aisladísima, que en un par de semanas se conectará por primera vez a internet. El proveedor será nada menos que Starlink, la compañía de internet satelital de Elon Musk.  

Pero en Caleta Sierra no hay grandes expectativas del arribo. Tampoco saben muchos detalles. Ni menos conocen a Musk y su extrovertida personalidad. Ellos, dicen, están felices porque los cinco computadores que hay en la escuela donde Ruth Araya dirige, administra, y dicta clases a ocho alumnos, podrán prenderse y ocuparse. Entre la pandemia, y la falta de internet y electricidad, de poco o nada servían.   

Aunque la profesora aclara que no puede hablar porque firmó un contrato de confidencialidad con la empresa, son los habitantes, los apoderados de sus alumnos, los que sí cuentan cómo es vivir allí. 

“Esta cosa nos va a cambiar la vida”, dice Catalina Vega, la presidenta de la Junta de Vecinos de Caleta Sierra o Caleta El Maitén, como también es conocida. “La cosa” es un kit pequeño que trae una mini antena satelital, con un trípode y un módem. Apuntando la antena hacia la constelación de satélites de Musk recibirá internet y podrá entregar Wifi a los que estén en la escuela. Será la primera vez que suceda algo así en esta parte de Chile. Y ocurrirá este año.

Mauricio y Catalina Vega. 

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El abuelo de Catalina llegó a los 15 años al lugar, a trabajar como pescador. Ahí conoció a su esposa, tuvo a sus hijos y nacieron los padres de Catalina y su hermano Mauricio. Y ahí también han nacido sus hijos. 

El terreno, además, tiene un largo historial de conflictos con el dueño desde los 2000, cuando compró una enorme franja de tierra que parte en el mar y cruza la carretera. Ellos, que viven ahí desde 1948, se opusieron a ser desalojados. Los trató de expulsar y luego cobrar arriendo retroactivo, ambas acciones sin éxito. 

Hoy, gracias a la Ley de Caletas, están en trámites para instalarse con tranquilidad a vivir ahí, como pescadores de la caleta. Pero no como dueños. “Necesitamos que se apure la expropiación del borde como parte de la ley y que podamos postular para administrar la caleta y echar a andar nuestro plan de administración, que incluye facilidades para los pescadores, crianza de locos y hasta hacer algo turístico”, explica Mauricio. 

Porque hoy no es fácil vivir ahí, cuentan ambos. En décadas pasadas hasta una casa al mes se quemaba producto de las velas, que era la única forma de iluminarse cuando cae la noche o arrecia el invierno oscuro. Hoy tienen un generador a combustible que alimenta a unas 100 casas. Pero no pueden abusar. A las 18:30 horas sagradamente un vecino prende el generador y lo apaga media hora después de la medianoche. Antes y después de eso no hay luz, salvo los generadores pequeños que tienen algunas casas y que sirven de respaldo. A veces falta combustible, o se averia el generador, así es que el sueño debe llegar más temprano. 

Con el agua lo mismo. Cada 15 días un camión aljibe de la Municipalidad de Ovalle va a entregar 600 litros de agua potable por casa. Si se acaba, tienen que contratar como comunidad un camión de manera particular. También tienen una planta desaladora instalada con fondos públicos en 2016. Funciona con paneles solares y captura agua directo del mar. Cuando hay buen sol, la máquina a través de osmosis inversa produce hasta 4 mil litros de agua para consumo al día. Cuando no hay sol, no hay desaladora ni agua. “Siempre vivimos racionando”, dice Mauricio. 

No hay un almacén, ni tampoco lugares donde comer. Los refrigeradores, a no ser que tengan un generador de respaldo, no funcionan de día. “Cuando está el generador encendido en la tarde, le ponemos todo el hielo, para que al día siguiente se mantengan las cosas a buena temperatura”, explica Catalina. 

Por las tardes, cuando hay luz, ven televisión, cargan los teléfonos y esperan hasta que se corte la electricidad, de nuevo. 

Una vez al mes también va un operativo médico desde el hospital de Ovalle a visitarlos. Incluye un médico general, nutricionista, psicólogo y enfermera. Los revisan y también llevan los medicamentos de todo el mes para los enfermos crónicos. Eso es ahora, porque antes, a veces sí y a veces no, iba solo un médico general a visitarlos. 

De coronavirus poco han sabido. Dos casos han tenido en todos estos meses, ninguno grave, ningún fallecido. De hecho, cuando me divisan por el sector, un vecino me da la bienvenida. Y una amistosa advertencia. “Puede ir para allá a ver unas cuevas muy lindas que hay, o para el otro lado donde está el edificio de la pesca. Puede andar por todas partes, pero no nos deje bichos traídos de Santiago, por favor”. 

Calentamiento global 

En Caleta Sierra todo gira en torno al mar. De eso vive el pueblo. “Lo del calentamiento global nos tiene complicados”, apunta Juan Carlos Correa, un vecino que estaba sentado en un bote mirando el mar y analizando si esa noche iban a poder salir a trabajar. “Está mala la mar”, me dice, como vaticinándolo todo. 

Lo del calentamiento global, explicará después, los ha afectado porque antiguamente bajo las rocas y en el fondo marino encontraban locos, machas y erizos por montón. Hoy, está lleno de algas marinas porque ha aumentado la temperatura del océano. Entonces, sacan huiro, una alga que es apetecida por la industria cosmética y alimentaria. 

Todavía quedan locos, lapas y erizos, y algo de pescados logran sacar. Congrio, jurel y palometa, principalmente. 

Pero es la jibia el producto principal. Para capturar a este calamar gigante hay que salir de noche, que es cuando salen a comer bajo el mar. En lancha y con artes de pesca hechos a mano pueden llegar con 4 mil kilos de vuelta al amanecer, cuando el camión de una procesadora de productos marinos los espera para llevarse la carga diaria. 

En Caleta Sierra viven unas 200 personas. Unos 40 son menores de 14 años, otros 20 son adultos mayores. El resto adultos.  

Todo, casi sin excepción bucean. “A los 8-9 años ya aprenden a nadar. Y a los 12 años ya están buceando con snorkel o con oxígeno comprimido. En eso se entretienen los niños”, cuenta Mauricio. 

Clases online 

Esos mismos niños serán los principales beneficiados en la escuelita de Ruth Araya. La profesora, que antes de la pandemia pernoctaba en la escuela de lunes a viernes antes de volver a su casa en la ciudad, será la que recibirá el kit de Starlink. 

En la escuela, donde la misma profesora enseña todas las materias de primero a sexto básico, hoy no hay nadie. Por la pandemia, como todo el país, empezaron con clases remotas. 

En Caleta Sierra, solo en algunos puntos del sector llega señal de teléfono de ciertas compañías de celular. “A veces hay que apuntar para un cierto lado o ponerse en una parte de la casa para pillar señal”, cuenta Mauricio. Así han tenido que tomar las clases virtuales que Ruth, desde la ciudad, dicta. Además, una o dos veces a la semana va a dejar guías impresas para los niños. 

El problema es que muchos de los adolescentes que siguieron su educación media tenían que ir a Ovalle a estudiar al Liceo o al internado de la ciudad. Con esos establecimientos cerrados tuvieron que volver a sus casas, así que hoy se reparten los teléfonos y los gigas de los planes móviles para tomar las clases virtuales. 

Cuando Starlink empezó a hablar con la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel) necesitaba que las pruebas piloto fueran en las regiones de Coquimbo y Los Lagos. En esas dos zonas se instalarán las estaciones base que recibirán los datos desde los satélites. La Subtel empezó a mirar zonas cercanas a esas estaciones y que hayan quedado fuera de las localidades con contraprestaciones del 5G y que a su vez estuvieran aisladas. Y así es como definieron que serían las escuelas de Sotomó en Los Lagos y Caleta Sierra en Coquimbo, las primeras en conectarse a las constelaciones de Elon Musk. 

La empresa asumirá los costos: el kit de instalación vale US$ 290, y el internet, con un potencial de descarga que oscila entre 50 a 150 megabits por segundo, tiene un valor mensual de US$ 100. 

Lo concreto es que en Caleta Sierra hay esperanzas y dudas. Quieren saber cómo funcionará el programa, quiénes podrán conectarse y por cuánto tiempo. Imaginan los trámites del Registro Civil que podrán hacer y las impresiones que los niños podrán tener. También les preocupa saber si el generador propio que tiene la escuela funcionará para que esté encendido el router, los computadores y la impresora de la escuela. 

Pero esas preocupaciones son para mañana. Hoy, Mauricio y otro vecino se quedan arreglando un bote que debe zarpar en la noche a buscar jibia. Eso, si la mar está buena y los vaticinios de Juan Carlos no eran tales. 

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