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"Lo perdimos todo": 4 testimonios de un temporal
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En sus yeguas. Gloria Oyarzún, viuda hace 10 años, dueña de un centenar de ovejas y corderos en su campo en el sector Huechupin, en Ñuble, pensó en sus animales cuando se levantó temprano como todos los días el pasado martes 22.
Llovía intensamente y empezó a bajar la cuesta que separa su casa del campo y arreó una a una a sus yeguas hasta las alturas. Cuando todas estuvieron a salvo en los potreros, Gloria vio crecer el río y taparle más de cuatro hectáreas de avena y sembrados. No se le murió ninguno de sus animales, y estos días han nacido 36 corderos nuevos, dice orgullosa al otro lado del teléfono. Pero se están quedando sin comida y hay escasez de forraje.
En menos de 40 días, la zona centro sur del país ha vivido intensas lluvias en dos sistemas frontales violentos, como no se veían en décadas. Según el catastro hasta el viernes, en esta última emergencia hay 38.340 personas damnificadas, 26 mil viviendas con daños y 26 puentes cortados o gravemente afectados.
Gloria Oyarzún dice que el río Ñuble avisó que se iba a salir. Dos veces. La primera fue el 24 de junio, cuando a las 8 de la mañana el agua ya venía a la mitad del camino, y en cuestión de minutos le cubrió el campo entero que lleva 30 años trabajando. En cuatro hectáreas tenía aromos, eucaliptos para leña y pastoreo para sus animales. “Hoy día todo es agua”, dice. Esa vez llegó el agua hasta los pies de su casa, pero no entró, aunque sí inundó siembras de avena y pasto, así como arrasó con cercas recién levantadas.
Ahora ahí no hay más que un banco de arena mojada. Eso hasta esta semana, cuando volvió a convertirse en una extensión del torrentoso río. El lunes por la noche, cuando la lluvia no daba tregua, guardó ovejas y corderos temprano. Y ahí empezó a oir el sonido del río: como un rugido. “Aquí en el campo decimos que el río viene de avenida o de crecida. Es un sonido distinto al de siempre, nos avisa que se va a salir”. A las 13 horas la mitad del campo ya estaba cubierto otra vez en menos de dos meses y a las 6 de la tarde se subió cubriendo todo de agua.
Arriba, quedó sin luz, y estuvo tres días rescatando los postes que se socavaron y fue a ver los parrones de uvas que vende por kilo. Aunque estaban mojados y con mucho lodo, al parecer no se han perdido del todo.
Todo es un constante no saber. Hasta cuándo va a llover, cómo va a ser la temporada y cuánto tiempo más le queda de comida para sus animales que vende para cría y para carne. Para la primera crecida, unos amigos le regalaron 500 kilos de avena triturada, y ella estaba “aperada” con forraje. Pero ahora se le está acabando y no tiene dónde ir a comprar. “Ayer me nació el corderito número 36, estamos en plena época de nacimientos y las madres necesitan más comida”.
En San Javier, en la ruta que une Talca con Constitución en el Maule, el río ruge siempre. Ahí se juntan los afluentes Claro, Loncomilla y Maule antes de ir al mar. Ahí mismo, y justo gracias a la constante agua, hay viñas de más de 200 años de uvas país, moscatel y torontel. Pero esta semana el río arrasó, se salió y terminó con todo.
Cuenta José Luis Gómez Bastías, de la viña González Bastías, ubicada en la orilla sur del río, que en sus 47 años de vida, sólo en 1986 cuando tenía 10 años, vio salirse el río. Fueron 60 centímetros los que creció y llegó hasta la bodega, pero no generó daños graves. Esta vez fue distinto. La subida furiosa fue de tres metros entre la noche del domingo y el lunes e inundó un metro y 80 centímetros de la bodega donde tenían la cava de vinos. Construida hace mucho tiempo en greda, no aguantó y se derrumbó con todo en su interior. También el río llegó a la casa y la pérdida fue total.
Hoy día, cuando José Luis mira las seis hectáreas plantadas de uva sólo ve una cosa: agua. Están completamente tapadas por el río que se adjudicó el lugar, y el mayor temor es que ahora en septiembre venía la brotación y el agua tapó las yemas de las parras, por lo que todo es incertidumbre.
“Todavía no sé cuánto perdimos, pero yo calculo que unos $ 500 millones y toda la producción. Ni siquiera puedo ver cómo están las parras porque están totalmente cubiertas de agua”, dice.
En junio también habían sufrido daños, pero menores. El río subió 15 centímetros por hora, ahora lo hizo desde el domingo, a velocidades de 60 centímetros cada 60 minutos. El lunes ya todo era sólo río y lodo. “No hay forma de parar esto, irse más arriba es la única solución, pero ¿qué hacemos con este terroir de 200 años que tenemos aquí?”, se pregunta el productor.
En Chillán, donde Álvaro Gatica tiene 100 hectáreas plantadas de frutales, y donde en temporada de cosecha se emplean 500 personas, no sabe qué va a pasar. La otra semana, si es que deja de llover y el agua baja y deja ver sus avellanos, arándanos y cerezos, va a tener que empezar a llamar a sus clientes en Europa, China y Estados Unidos para contarles cómo proyecta la cosecha que empieza pronto.
“Los daños son considerables, pero aún no los puedo cuantificar porque hasta hace media hora seguía lloviendo. En noviembre empieza la cosecha de arándanos y no tengo idea de si vamos a poder sacar algo”, apunta.
Al igual que los otros casos, también es segunda vez en menos de dos meses que sufre por las inundaciones. En junio fue menos violenta la crecida del río Ñuble. Pero esta vez fue todo peor, y sin contar las casas que se llevó el río, además de las hectáreas perdidas de sembrado.
Hoy en sus campos sólo hay potreros de agua y en una reunión que tuvieron el miércoles con el ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, el gobierno se comprometió a construir diques de contención en el río y hacer un profundo trabajo de limpieza del caudal.
“Con el cambio climático estas lluvias van a seguir y más en destemporada, por lo que hay que trabajar ya en soluciones de largo plazo”, afirma el agricultor.
Hoy sólo está preocupado de que deje de llover, evaluar daños y ver si las 39 personas que trabajan en la planta más el medio millar en la cosecha va a tener un puesto de trabajo o no.
Los daños en viña Santa Cruz
Emilio Cardoen, gerente general de la Viña Santa Cruz, ubicada en Lolol, cuenta que de las 130 hectáreas plantadas, 40 quedaron sumergidas en el agua.
Ubicado en el Valle de Colchagua, y fundados por el empresario Carlos Cardoen, cuenta que el lunes un estero aledaño a la viña empezó a desbordarse por la fuerza que traía el crecimiento del embalse Convento Viejo, una antigua concesión el Estado y manejada por privados, que da agua a los agricultores de la zona. Además de las viñas, el agua tapó completamente una pista de aterrizaje que tienen contiguo al embalse.
En tanto, el puente de acceso a la viña, con fuerte actividad turística durante todo el año, sufrió un socavón que fue reparado rápidamente durante esta semana y así podrán abrir el acceso a la viña, y a los museos del auto y del vino, que no sufrieron daños porque el agua llegó hasta un metro de la entrada a esos recintos. El Museo de Colchagua, ubicado en la plaza de Santa Cruz, sí sufrió daños en la sala de proyección, pero ya estaba siendo reparado.
En cuanto a los daños de largo plazo, Cardoen dice que las parras no se verán afectadas porque en estos momentos están hibernando y no han florecido. “El problema no es el agua, sino que la corriente del desborde viene con palos y otros restos y eso daña las parras y las estructuras donde están las parras, pero esperamos que no tenga un efecto en la siguiente cosecha, lo vamos a arreglar, eso es seguro”.
El empresario cierra diciendo que “agua era lo que todos queríamos. Volvimos a la normalidad de lluvia caída de hace 15 años, pero el problema es que fue en menos de dos meses todo lo que cayó”.