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Nuevas residencias para menores de edad de Corporación María Ayuda: Una casa piloto con alma
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“Las necesidades de los niños y niñas más vulnerables han cambiado y también su contexto: las tecnologías, el narcotráfico y la inmigración, son algunas de las variables que ahora cruzan sus vidas”, plantea Ximena Calcagni.
La psicóloga tiene un amplio recorrido en fundaciones: fue directora ejecutiva de la Fundación San José para la Adopción, ocupó el mismo puesto en la Fundación Portas y hace cinco años se integró a Corporación María Ayuda, donde hoy se desempeña como directora de Casa Alma. Además, estudió en la Universidad de Nueva York, Center for Philanthropy and Fundraising, Nueva York, EEUU y es Coach Ontológico.
Conversa con DF MAS el día antes de Navidad, instalada en una silla improvisada del hogar, todavía en obra, que acogerá a 12 niñas entre 6 y 12 años. De eso se trata Casa Alma, proyecto estratégico de María Ayuda que se propuso abrir, de acá a 2028, nuevas residencias en 12 ciudades de Chile para menores en situación de vulneración grave.
Las dos primeras están en Los Ángeles, recién inauguradas, y ahora viene La Florida, Santiago. Estas residencias incorporan elementos innovadores en base a la psiconeurología aplicada al modelo atencional de los niños/as que se ve principalmente reflejada en la arquitectura y diseño de los espacios.
En la calle Walker Martínez, ocupando un terreno que pertenecía a la congregación Schoenstatt, se emplaza una moderna casa blanca con más de 500 metros construidos. Mientras el arquitecto Nicolás Ceroni se encuentra en plena faena de obra y antes de hacer un recorrido por el lugar, Ximena contextualiza y explica los antecedentes que derivaron en la implementación de este proyecto.
“Para que un niño llegue a una de nuestras residencias tiene que ser derivado desde un tribunal, es el último recurso y significa que está en situación de vulneración grave. Las condiciones con las que los niños llegan al cuidado alternativo cambiaron, y debemos ajustar la respuesta que damos como residencia a las necesidades de los niños”, señala.
Actualmente la Corporación tiene bajo su cuidado a 250 niños y niñas entre 0 y 18 años en residencias en Iquique, Antofagasta, Santiago, Valparaíso, Viña, Curicó, San Felipe, Los Ángeles, Temuco y Concepción.
El tiempo de intervención de un menor suele aproximarse a los dos años. En estas casas sus familias pueden visitarlos, pero eso funciona caso a caso dependiendo del tribunal y los antecedentes judiciales (siempre que no exista orden de alejamiento). Algunos hogares también acogen a madres adolescentes con sus hijos pequeños.
Parte de su financiamiento, en torno al 50%, proviene del Estado a través de Mejor Niñez (exSename) y el resto lo deben levantar ellos a través de donaciones de empresas, socios, amigos y eventos solidarios.
“Lo que nos sana son los vínculos”
En 2018 María Ayuda comenzó una nueva planificación estratégica a partir de sus casi 40 años de experiencia, para avanzar hacia una nueva propuesta institucional. Convocaron a un equipo técnico de excelencia, se asesoraron con otras instituciones y realizaron un diagnóstico en profundidad para luego producir un modelo con definiciones, marco de referencias, protocolos, conformación de equipos, procesos de monitoreo y estándares.
“Siempre hemos mirado el trabajo de las residencias como intervención proteccional y ahora lo queremos abordar como una gestión que incluya infraestructura, recursos humanos, indicadores, equipos terapéuticos”, indica la directora de Casa Alma.
Una de las primeras definiciones fue pasar de establecimientos más masivos, que albergan hasta 40 menores, a residencias de no más de 12 niños, focalizados entre los 6 y los 12 años.
Otra es velar por el equipo que trabaja proporcionándoles formación y capacitación continua. Estos están compuestos por un director o directora, psicólogos, trabajadores sociales, educadores diferenciales y terapeutas educacionales. Pero además hay personal en la cocina y a cargo del aseo, y la idea es que todos cumplan un rol terapéutico como parte de la comunidad de Casa Alma.
Ximena ejemplifica: “Todas las interacciones influyen. Si un niño deja de comer o está más ansioso, probablemente la primera persona que se dará cuenta es la que está en la cocina. Si una niña está escondiendo cosas o con problemas de higiene, será quien haga el aseo quien repare en eso. Entonces lo primero es entender que lo terapéutico es todo. Lo que nos sana son los vínculos. Y nunca sabes quiénes serán las figuras afectivas que ellos elijan”.
En total se requieren unos 20 adultos para cubrir el cuidado personal de 12 menores, esto considerando todos los días del año, día y noche, mediante un sistema completo de turnos, apunta Calcagni.
“El nivel de daño para que un niño llegue aquí incluye violencia, maltrato y abuso, generalmente situaciones muy tempranas en sus vidas, sistemáticas en el tiempo y dadas por personas significativas. Cuando hay situaciones de trauma complejos tu cerebro funciona distinto, está en alerta permanente y nuestra tarea es bajar los niveles de estrés. Eso no es cognitivo, es biológico. No es que ellos decidan ‘voy a estar tranquilo’, tiene que ver con vínculos, relaciones y espacios físicos. En María Ayuda la espiritualidad también es un eje importante porque entrega una herramienta de resiliencia poderosa”, comenta.
Jardines sanadores y neuroarquitectura
En el proceso por repensar su infraestructura se encontraron con dos entidades afines con quienes se han asesorado. Una de ellas es Fundación Cosmos, que trabaja con jardines sanadores que han habilitado en hospitales y establecimientos clínicos. Ellos están involucrados en el diseño de las experiencias piloto de Casa Alma. “Los jardines incluyen huerta, espacios de juego y también de calma, sitios donde adultos y niños puedan bajar de revoluciones”, dice Ximena.
La otra organización es NAD, Instituto de Neuro Arquitectura y diseño, fundado por el arquitecto Pablo Redondo. “Ellos investigan variables aplicadas a las residencias según varios ejes: usos de colores, luminosidad, distribución de los espacios, formas. Son una serie de elementos que buscan reproducir los patrones de la naturaleza y bajar los niveles de estrés biológico. Los lugares también sanan, generan calidez, experiencias, sensación de identidad. Queremos transformar la historia de los niños”, agrega Ximena.
Con estas consideraciones presentes, contactaron al arquitecto Nicolás Ceroni que había trabajado en un programa del Ministerio de Justicia que rehabilitaba residencias del ex Sename, para que los implementara. En el caso de Casa Alma de Los Ángeles, se trató de la remodelación de una casona que fue posible gracias al apoyo de CMPC y GTD. Casa Alma de La Florida es su primera construcción desde cero y estará operando dentro del primer semestre.
Nicolás va mostrando y explicando las particularidades de cada espacio. La casa tiene una zona en la planta baja, separada por una puerta, donde se ubica el área de trabajo de los profesionales que tienen trato directo con los niños, también hay dos salas privadas para realizar intervenciones o entrevistas personales, y un lugar para reuniones más amplias.
“Tratamos de conseguir espacios bien iluminados, de manera que se pueda sentir el paso del sol, la luz de la mañana, el mediodía, una escala de luces hace que uno se conecte”, explica el arquitecto mientras señala las lucarnas que dejan pasar el intenso sol del mediodía.
Fuera del área de educadores de trato directo, se ingresa a la casa donde se desarrolla la vida cotidiana de las niñas residentes. Ahí se encuentra una pieza de estudio compartida, donde estarán los computadores, un gran estar y un comedor que se comunica con una cocina abierta.
Junto a la puerta principal hay una salita donde las menores se podrán reunir con sus familias cuando las visiten. El mobiliario, explican, también jugará un rol importante y la tendencia desde el neurodiseño es a privilegiar alternativas con curvas más que líneas rectas. Mencionan que están trabajando con Duch para el diseño de los muebles de la residencia.
En el segundo piso hay siete habitaciones, la idea es que cada una de ellas sea ocupada por máximo dos niñas. Cada espacio considera múltiples medidas de seguridad en su diseño: puertas batientes sin manillas y con visores para cada habitación, clósets sin puertas, ventanas con tope.
Algunos muros ya están pintados en tonos suaves: lila y rosa. “Es fundamental que todo detalle invite a la calma, y las mismas niñas eligieron estos colores”, indica el arquitecto. Abajo, al salir al patio, hay un espacio, actual bodega, que será una pequeña capilla. En la tierra está trazado el diseño de lo que será el jardín sanador, y cuentan que mantendrán algunos árboles, un níspero, un pino y varas de bambú.
Esta es la casa piloto de un programa que esperan se multiplique por el país y que también acojan otras instituciones que atienden menores. “Este es el puntapié inicial para una mejor atención a una niñez vulnerada en el país”, concluye Nicolás.