Cultura
El documental sobre una máquina de cosechar oro en Tierra del Fuego
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El último pirquinero de oro en Tierra del Fuego tiene experiencia televisiva. Jorge “Toto” Gesell, ha sido entrevistado en varias oportunidades. Una de las más vistosas estuvo a cargo de Kike Morandé para el programa Viva el lunes, quien luego lo invitó a viajar a Santiago para asistir al histórico estelar de Canal 13 y regalarle una pepita de oro a la conductora Cecilia Bolocco.
En 2016 fue Pancho Saavedra quien conversó con Toto para un capítulo de Lugares que hablan. “Oye, tú no sabes cómo se hacen los documentales”, le decía Toto a Alfredo Pourailly. Se refería a la manera de filmar, más silenciosa y reposada, alejada del formato televisivo de entrevistas cortas. El cineasta estuvo filmándolo a lo largo de siete años. Al principio le pedía a su protagonista que realizara sus faenas como si la cámara no estuviera registrando, pero la personalidad del buscador de oro y su costumbre de reflexionar en voz alta se fue apoderando de las escenas.
Encontrar la historia dorada
Los orígenes del director de cine están lejos de la zona austral. Pourailly de la Plaza (36) nació en Iquique y creció en Santiago. Existe una foto de niño donde aparece en la zona de Punta Arenas, pero esos recuerdos escapan de su memoria. Su interés por las historias que tienen lugar en la Patagonia y más específicamente en el archipiélago de Tierra del Fuego, viene de Francisco Coloane.
Cuando estudiaba en la Escuela de Cine de Chile leyó relatos del autor chileno que transcurren en estos parajes y calaron hondo en él. A partir de estas historias decidió emprender un proyecto cinematográfico vinculado a los faros del fin del mundo.
“Después de leer estos libros de Coloane, me picó el bichito de querer ir a la ciudad más austral del mundo, Puerto Williams, y una atracción por tratar de llegar a los lugares más alejados del archipiélago”, recuerda el director. Se fue un mes a recorrer y llegó lejos, hasta Yendegaia. Durante tres años volvió a Tierra del Fuego a grabar, al mismo tiempo que postulaba a distintos laboratorios de desarrollo de proyectos. Obtuvo un fondo para un taller de escritura de guión en Uruguay. Ahí surgió la idea crear una historia coral, el puntapié inicial de La fabulosa máquina de cosechar oro.
Mientras estaba en el proceso de investigación para encontrar personajes locales que no fueran sólo los más obvios (gauchos, estancieros, trabajadores del petróleo), se enteró de que había habido una fiebre del oro en Tierra del Fuego a fines de 1800 y principios de 1900. A Jorge “Toto” Gesell lo vio primera vez en una publicación de Sernatur. Su rostro con su clásico gorro y el paisaje que lo rodeaba, sumado al imaginario de un buscador de oro, lo conquistaron. Lo contactó hace ya 10 años, luego de conseguir su teléfono en el Museo de Porvenir. En octubre de 2015 partió con un amigo a filmar, y en paralelo buscaba financiamiento para producir una película.
Pasó de la propuesta coral a concentrarse en Toto cuando su hijo, también llamado Jorge, le contó por WhatsApp que estaba construyendo una máquina trommel, para ayudar a su padre en la dura faena de buscar oro. “Wow, esta es una historia potente”, pensó Alfredo. A partir de entonces, desde 2018 y hasta 2023, visitó a los Gesell dos veces al año.
Oficio y accidente
Al comienzo de La fabulosa máquina de cosechar oro se ve a Toto escribiendo en su diario, una especie de bitácora que lleva en la vida real y que se trasformó en un recurso narrativo para el documental. En la escena dice que tiene 56 años y resulta difícil de creer, su rostro ajado por el frío y el fuerte viento se ve al menos una década mayor. El protagonista “cosecha” el oro en un pequeño rancho que tiene a unos 30 kilómetros de Porvenir, en el Cordón Baquedano, donde antiguamente se obtenía el metal precioso y donde aún se puede seguir un circuito histórico turístico llamado la Ruta del Oro.
Durante los meses de invierno suspende la labor porque con las bajas temperaturas se congela el agua, la tierra se escarcha y se vuelve prácticamente imposible trabajar con las manos en el riachuelo donde cuela la tierra hasta que aparece el brillo del oro.
En un momento del documental el relato se interrumpe con una emergencia: el veterano sufrió un ataque cardiaco y van de urgencia al hospital. Alfredo cuenta que en ese momento estaban en el rancho e incluso tuvo que auxiliarlo y mantenerlo despierto mientras se desplazaban a toda velocidad hacia Porvenir. Parte de ese viaje y el mensaje de voz que Jorge junior envió a su madre dándole la noticia, quedó registrado en cámara.
“Estábamos almorzando juntos cuando a Toto le empezó a dar un ataque. Dejó de hablar repentinamente, y pensé que se estaba muriendo. Jorge le hizo reanimación y cuando fue a prender el auto, yo me quedé dándole respiración boca a boca. El auto iba patinando, no nos dimos vuelta de milagro”, recuerda sobre el intenso momento que les tocó vivir juntos. Como después muestra la película, el protagonista se recuperó, pero quedó en evidencia su frágil salud, razón por la que su hijo quiere hacer más leve su trabajo con la ayuda de una máquina.
“La película parte como el retrato de este hombre en el fin del mundo, que hace esta labor en extinción. Pero eso va mutando a las ganas de este joven de ayudar a su papá a encontrar un futuro mejor a través de este proyecto que parece imposible. La gran historia finalmente es la relación padre-hijo”, afirma el realizador.
Al principio Jorge hijo era más reacio al registro documental, hasta que fue entendiendo que el esfuerzo de un cineasta por hacer una película en Tierra del Fuego durante años, y que se las arregló para volver a esa zona remota incluso durante la pandemia, era igual de loco que su proyecto de construir una máquina. Con el tiempo adquirió más confianza, que se consolidó con el episodio del ataque.
El viaje a la pantalla
Los Gesell ya vieron la película, les mandaron una copia en DVD. “¿Por qué tan corta?¿Por qué no pusiste todas esas grabaciones que hicimos en el auto o cuando salgo hablando del pueblo? Eso tiene que estar”, fueron algunas de las observaciones que le hizo Toto, relata Alfredo riendo ante las inevitables críticas del personaje principal. El cineasta actualmente vive en España y fue padre por primera vez hace cuatro meses, pese a lo cual le ha tocado viajar frecuentemente junto al documental.
A fines de este mes, el 31 de agosto, habrá una avant premier en Porvenir, el lunes 2 de septiembre un preestreno en Punta Arenas y el jueves 5 es el estreno oficial en Miradoc. Pero la cinta ya ha emprendido un viaje en festivales con varios reconocimientos.
El estreno mundial fue en el Festival Internacional de Cine Documental de Canadá Hot Docs, uno los certámenes más importantes de la industria. “Imagínate, yo llevaba 12 años con la idea de la película, siete años grabando con Toto, un montón de tiempo editando y de repente llegó el momento. Es una película con mucho diálogo, todo subtitulado al inglés. Era un desafío ver cómo se entendería y si empatizarían. Mucha gente se nos acercó después de la función a hablarnos: ‘Me dieron ganas de llamar a mi papá’, ‘Es una de las películas más emotivas que he visto’. Fue súper bonito”, comenta.
Viajó luego al prestigioso Festival Internacional de Cine de Guadalajara, donde ganó Mejor Documental Iberoamericano y el Premio FEISAL. Siguió al Festival de Lima y obtuvo el Premio del Jurado a Mejor Documental y el Premio al Mejor Documental otorgado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y CINETRAB.
“Es bonito vivir el reconocimiento, eso te valida como cineasta, reconoce el trabajo hecho, te permite proyectar futuros proyectos, pero es más emocionante leer las frases de los jurados que han logrado resumir de forma precisa la película. Es un motivo de satisfacción grande a nivel narrativo: pudimos armar la historia y estamos causando esas emociones”. “Con una filmación hermosa y delicada que se mantiene en el tiempo. Padre e hijo, Toto y Jorge, nos muestran cómo enfrentar la vejez y la amenaza de la muerte, sin olvidar el valor de los sueños. La emoción de lo que parece imposible se materializa en el fin del mundo”, lee Alfredo citando uno de estos textos. “Que alguien escriba eso después de ver tu película, es mágico”.
Mientras realizaba La fabulosa máquina de cosechar oro, Alfredo, quien también es fundador de la productora 55 SUR media, fue desarrollando otros proyectos vinculados al territorio patagónico. Fundó un programa formativo de cine documental llamado Arca (Artistas en Residencia a Cabo de Hornos) en Puerto Williams, que consiste en un laboratorio creativo donde cineastas emergentes tienen la posibilidad de pasar dos semanas trabajando en sus proyectos con la asesoría de cineastas con más experiencia. Arca ha tenido cuatro ediciones.
Otra iniciativa es Postales de hielo, un proyecto fotográfico que documenta el retroceso de los glaciares a partir del rescate de fotografías antiguas, archivos de exploradores de principios de siglo, para volver a la locación y tomar la misma fotografía. “Me empecé a vincular con la historia de exploradores en esta zona. Me fascina el registro de Ernest Shackleton, H.W. Tilman, Gunther Plüschow, Alberto Agostini, Eric Shipton, y otras personas que vinieron a explorar esos territorios”, dice.
Postuló a un financiamiento que tenía de The Explorers Club, organización que apoya trabajos de investigación y de exploración a nivel mundial, cuyo premio lo financia Rolex Explorers Club Grant. En 2020 obtuvo una beca para menores de 35 años con el fin de desarrollar una expedición a los fiordos para “contrastar los mismos lugares registrados antes, pero con el glaciar, varios metros, en algunos casos cientos de metros, más atrás”, señala.