Cultura
El nuevo hotel que viene a conquistar el centro de Santiago
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“Entre ambos sumamos unos 80 años de hotelería”, suelta Christian Fiederer, riendo. Se refiere a la vasta trayectoria que reúne junto a su socio Fernando Gruenberg administrando estos negocios en todas partes del mundo.
Ahora están a punto de abrir el propio, y el lugar escogido es el centro de Santiago. En Agustinas, casi esquina con Mac Iver, a pocos pasos del Teatro Municipal y junto a la SNA (Sociedad Nacional Agrícola), un edificio moderno y angosto, destaca con su impecable fachada de vidrio.
Ahí, en una mesa junto a la ventana, están sentados Christian y Fernando. Las cartas están tiradas, los dueños expectantes y el personal listo para recibir pasajeros, sólo falta un permiso que en cualquier momento le permitirá al hotel Debaines, finalmente, abrir sus puertas.
El sueño empezó hace más de 15 años. Fernando es chileno alemán, estudió en el Instituto Nacional y con 18 años partió a Alemania a estudiar hotelería. “Siempre fue mi horizonte. Tuve la suerte de que con mis padres salíamos de vacaciones y desde chico ya me fascinó la vida de hotel”, dice. Cuenta que junto a su familia también frecuentaba en Santiago, salones de hoteles clásicos como el Carrera y el Crillón.
Christian es alemán y su historia personal también está ligada a la hotelería. Su abuelo fue cocinero de uno de los grandes hoteles de la Selva Negra, en el sur de Alemania, y su familia luego abrió un café restaurant con hospedaje, comenta mientras muestra una de las fotos antiguas que se lucen en el café del hotel. Siguió la carrera hotelera y fue ahí que su camino se cruzó con el de su socio, cuando ambos trabajaban para la misma cadena, pero en distintas partes del mundo.
Emiratos Árabes, Kuwait, Jordania, Israel, Arabia Saudita, Qatar, Bahrein, Rusia, Lituania, son algunos de los muchos países en los que Christian desarrolló hoteles para cadenas como Radisson y Le Méridien, entre otras.
Azerbaiyán, París, Dresden, Mozambique, Togo, Bulgaria, Beijing, enumera Fernando por su parte, también para Radisson y Hilton, entre otros. Los últimos 10 años profesionales, antes de volver a Chile en 2018, los pasó administrando hoteles en África.
“No entiendo la falta de amor de los santiaguinos por su propia capital. El centro de Santiago tiene una característica que el visitante valora. No se ve como un pequeño Disney; hay edificios feos, luego otros bonitos. Modernos y antiguos, es una mezcla atractiva”, dice Christian Fiederer.
Amor por Santiago
En 2008, durante una visita de Christian a Fernando en Sofía, capital búlgara, hablaron sobre la posibilidad de abrir un hotel juntos en Santiago. El más entusiasta con la capital de nuestro país era el alemán. Había visitado la ciudad en distintas oportunidades y se declara un enamorado.
“Me gusta mucho, sigo fascinado. No entiendo la falta de amor de los santiaguinos por su propia capital. El centro de Santiago tiene una característica que el visitante valora. No se ve como un pequeño Disney; hay edificios feos, luego otros bonitos. Modernos y antiguos, es una mezcla atractiva”, afirma Fiederer. Otra particularidad del centro de la ciudad que destaca son las galerías comerciales que atraviesan internamente algunos de sus edificios.
Tras esa conversación, el día después de dejar Bulgaria, Christian llamó a su amigo y le informó que ya había renunciado a su trabajo para venirse a Chile. Acordaron que él echaría a andar el proyecto y que Fernando participaría de manera remota durante la primera etapa, viajando recurrentemente a atender asuntos importantes como la compra del terreno, la elección de arquitectura e interiorismo, etcétera.
“Christian no conocía a nadie ni hablaba el idioma entonces. Aunque siempre le fascinaron dos palabras en castellano: edificio y Antofagasta”, comenta Fernando. Su socio ríe: “Sí, Antofagasta, me encanta esa palabra”.
Al principio Gruenberg apostaba a abrir un hotel en el sector oriente de la ciudad. “Pero siempre que venía al centro, me sentía como en casa. Y me comenzó de nuevo a fascinar Santiago centro porque tiene vida. Lo que el barrio alto no tiene, porque es totalmente estéril. Estoy súper contento de estar aquí”, recalca.
El terreno donde se construyeron los 10 pisos de Debaines mide 12 x 64 metros. Era un sitio eriazo (desde que el terremoto de 1960 destruyó el edificio que ahí estaba), de propiedad de la SNA y funcionaba como estacionamiento para los funcionarios del gremio agrícola. Lo primero fue acercarse a ellos y convencerlos de que les vendieran, campaña que duró cerca de un año. Finalmente se ganaron la simpatía del presidente de esa época, Patricio Crespo, y el secretario general, Juan Pablo Matte, porque coincidieron en el amor por Santiago y las ganas de elevar el nivel del sector, afirman.
Chileno y sustentable
Después de un recorrido por varios pisos del hotel, conociendo las piezas, el rooftop con una vista panorámica a la ciudad, las distintas áreas de la cocina y salas de reuniones -donde un enólogo capacita al equipo de garzones-, los socios conversan sentados en el restaurante del hotel, mientras observan atentos la limpieza del inmenso ventanal que da a un pequeño espacio donde está la mascota del hotel, un peumo.
Indican que el mobiliario y la decoración en su gran mayoría son piezas de diseño chileno. El arquitecto del hotel es Juan Sabbagh, Premio Nacional de Arquitectura en 2002. “Se entusiasmó mucho con el proyecto y diseñó un volumen perfecto para el lugar”, afirman. La construcción arrancó en 2019 pero debido a la pandemia se paralizaron las obras durante 2020. El interiorismo estuvo a cargo de Paula Gutiérrez, responsable de otros hoteles de lujo como Casa Higuera en Valparaíso y Awasi. Gran aliada, enfatizan. Destacan también la sustentabilidad del edificio, todo es eléctrico y cuentan con diseños especiales de amenities que excluyen el plástico de uso unitario.
En los muros del Cooper Room hay grandes fotografías que forman parte del archivo del Teatro Municipal de Santiago. Le fueron a tocar la puerta a su directora, Carmen Gloria Larenas, en calidad de nuevos vecinos, y han establecido una estrecha relación con el teatro, quienes están contentos de tener un hotel cercano donde se puedan hospedar sus artistas internacionales, y que además ofrece una primera planta con cafetería y restaurant abiertos a público. “Estamos muy unidos”, comenta la dupla.
De hecho el nombre del hotel es un homenaje a François Brunet de Baines (1799-1855, arquitecto francés que diseñó importantes edificios históricos en Santiago, como el mismo Municipal (que antes fue la Real Academia de San Felipe), el ex Congreso Nacional y que también fundó la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile.
- El proyecto tiene unos 15 años desde su concepción. En ese tiempo han ocurrido eventos que han afectado al centro de Santiago, lo más evidente el estallido social de 2019. ¿En algún minuto pensaron: “¡Ups!”?
- Fernando: No. Nos asustó, claro, pero sencillamente dijimos “esto va a renacer”.
- Christian: Cuando se explica que estamos al lado de la ópera, es una manera de decirle al mundo que estamos en la mejor ubicación que puedes tener. A metros del Cerro Santa Lucía, de la Biblioteca Nacional, cerca del Palacio de Gobierno, de los museos, del barrio Lastarria.
- ¿Se consideran románticos? ¿Hay gente que cuestiona su locación?
- Fernando: No, porque sabemos mucho de esto. No hay que dejarse intimidar. Los turistas y muchos ejecutivos querrán estar aquí. Y esperamos que el barrio alto venga para Santiago.
- Christian: Para el mundo exterior esa discusión realmente no se entiende. Uno cuando viaja siempre busca el centro de las ciudades.
- Fernando: Todo es muy negativo acá y la gente a veces no quiere cambiar su forma de pensar, eso es trágico. A mí me da risa, respondo: “Sí, claro. Piensen lo que quieran”. No hay nada igual acá en Santiago, como este hotel.
Adicción hotelera
Ellos disfrutan mucho del barrio y mencionan algunos de los lugares a los que concurren, como el café Páramo en Huérfanos o un restaurant chino en la calle Exposición donde invitaron a parte del personal a almorzar y quedaron todos sorprendidos.
Pasa a saludar Alberto Echaurren, chef ejecutivo que viene saliendo de la capacitación de vinos. En el menú del restaurant, cuentan, apostaron por cocina chilena. Ofrecerán una carta con pescados, mariscos, carnes, guisos, sándwiches y hasta completos.
En la entrada del hotel lucen el sello que los acredita como parte de la asociación internacional Small Luxury Hotels of the World. El sistema de reserva está abierto provisoriamente a partir del 15 de diciembre, pero esperan activarlo antes, apenas salgan todos los permisos. La tarifa promedio es de US$ 300 la noche, con variaciones según el tipo de habitación.
Mientras tanto están al pie del cañón, encima de cada detalle. En total el personal suma unas 80 personas, entre los trabajadores de planta y los colaboradores externos.
- Uno podría pensar que después de tantos años de trabajo, podrían querer entrar a una etapa más tranquila, pero están partiendo un nuevo proyecto...
- Fernando: Es divertido. Cuando uno llega en la mañana, el día viene lleno de problemas. El motor se pone en marcha, todos corren, y en la tarde uno se va para la casa con todo resuelto, feliz. Lo que en la mañana era un escándalo, se arregló. ¿En qué profesión pasa esto?
- ¿Es vocación?
- Christian: Creo que es una adicción (ríe).