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Cultura

El país perdido de un artista iraquí narrado por su hija cineasta

El país perdido de un artista iraquí narrado por su hija cineasta

Este jueves se estrenó el documental Baladi Aldaia -Mi país perdido- que registra de manera poética, a través de cartas, recuerdos e imágenes de archivo, la íntima relación de la directora y guionista Ishtar Yasin Gutiérrez, con su padre Mohsen Sadoon Yasin, director de teatro iraquí que hizo parte de su carrera en Chile y murió en Londres sin poder volver a su tierra natal desde la dictadura de Saddam Hussein.

Por: Sofía García-Huidobro | Publicado: Viernes 24 de mayo de 2024 a las 13:32
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“Empecé a filmar en el año 2003, cuando pude comprarme una cámara y fui a visitar a mi padre a Londres. Era el año de la invasión a Irak. Mi padre estaba enfermo y en ese momento empecé a grabar nuestros encuentros. También grabé un viaje suyo a Chile en 2008, donde conversamos en el Cerro Santa Lucía y en el Cine Arte Alameda.

Filmamos una entrevista y distintos encuentros hasta su muerte”, cuenta la realizadora Ishtar Yasin Gutiérrez desde su casa en México, donde vive hace 12 años. Nació en 1968 en Moscú, hija de un director de teatro iraquí y una bailarina chilena costarricense.

Ellos se habían conocido y contraído matrimonio en Bagdad, pero luego llegaron a vivir a Chile, en parte escapando del régimen restrictivo que se instalaba en Iraq y donde Saddam Hussein asumió como líder. En Chile vivieron cinco años hasta que el Golpe de Estado del 73 significó un segundo exilio familiar. “Mi padre amaba Chile y a sus amigos. Hicimos una función especial en la Cineteca en diciembre y llegaron varios de los actores que trabajaron con él, Alejandro Castillo, José Soza, los Duvauchelle. Todos fueron sus alumnos -fue profesor de la Universidad de Chile- y siempre mantuvo el vínculo. Creo que su trabajo en Chile como director de teatro fue el más importante que tuvo en su vida”.

Ishtar comenta que acaba de regresar de Jordania y Egipto, países que visitó con el propósito de conectar con sus raíces árabes. Durante la realización de Mi país perdido, viajó tres veces a Irak. “También pude dar un taller de cine allá y tengo una hermosa relación con jóvenes cineastas iraquíes. He vivido la mayor parte de mi vida en América Latina y quiero cruzar el océano y ser un puente que conecte ambas culturas”, relata. A México llegó para hacer la película Dos Fridas, largometraje sobre Frida Kahlo y su enfermera costarricense, Judith Ferreto, que contaba con la actuación de María de Medeiros y ella como Frida Kahlo. Después de eso se quedó allá. Ha realizado varios cortometrajes, mediometrajes, ha dado clases y dirigió una escuela de cine.

“Soy latinoamericana pero también soy árabe, entonces es una parte que necesito compartir también. Y como con mi padre no pudimos regresar debido a la situación política, primero a la dictadura de Hussein, después la invasión, el bloqueo económico, la llegada de los extremistas religiosos al país, es decir, una situación de peligro que nos impidió cumplir ese sueño que tuvimos juntos. Para mí regresar es una forma de darle eso a mi padre y poder transmitirles a las nuevas generaciones en Irak sobre su memoria y sobre los artistas que tuvieron que escapar del país. Uno de ellos fue mi padre. Creo que es importante recuperar esa memoria para la identidad del país”. 

  • ¿Cómo describirías el Irak de hoy? 
    "Por un lado, es doloroso porque se siente que el país fue devastado. Su cultura, su historia. En la época de mi padre había grandes artistas y un movimiento cultural muy rico. Y la llegada de Saddam Hussein acabó con todo eso porque el arte permite a la gente adquirir conciencia, cultura, reflexionar, pensar por sí mismos. Y claro, para el poder no es conveniente. Entonces hubo un aplastamiento de todo ese movimiento cultural pero ahora hay un renacer. Está surgiendo por primera vez un fondo económico para el apoyo al cine iraquí. Hay mucho talento, muchísimos cineastas, todos con deseos de realizar sus películas. Por otra parte, la situación de las mujeres allá es compleja. Todavía no hay leyes realmente que las protejan, hay violencia doméstica que muchas veces queda impune. Me encantaría hacer películas allá, hacer una escuela de cine y apoyar a los jóvenes cineastas iraquíes. Tal vez vivir allá un tiempo. Pero sabemos que ahora la situación en esa región es bastante compleja". 


Una mezcla cultural y una carta de amor 
Ishtar también se refiere al lenguaje cinematográfico. En un momento de la película, la realizadora sostiene que hacer cine debería ser como escribir un poema o componer música. Y así lo hace en su documental.

“Siento que lamentablemente, en casi todo el mundo, hay una influencia muy grande de la industria cultural tipo Hollywood o Netflix, u otras plataformas, que condicionan la creación e imponen normas que muchas veces nosotros mismos incorporamos. El colonialismo no sólo existe afuera, también en nuestra propia cabeza. ¿Cómo liberarse de esas reglas que determinan la creación artística? Por mi parte he querido aportar otra visión a estos jóvenes para que vean un camino alternativo donde encontrar su propia voz y su propio lenguaje, que para mí es lo más importante. Creo que el cine es un acto de resistencia. 

  • Tu película no es convencional ni en su estructura ni en su forma narrativa. ¿Cómo vivió el proceso de ser productora, guionista, protagonista? 
    "Carl Theodor Dreyer, un cineasta danés que admiro, decía que el estilo es el alma del autor. Y creo que la película refleja mi propia esencia. Porque soy una mezcla de culturas, he vivido en múltiples latitudes, geografías, hablo distintos idiomas. Yo puedo reconocer en los grandes autores del cine el estilo, pero hoy hay una homogenización, entonces muchas películas se empiezan a parecer unas a otras porque en el fondo siguen normas que son impuestas desde el exterior. Esta película es así porque es la expresión de mi ser. El proceso fue muy especial, nunca había vivido en un largometraje un proceso similar; no parte de un guion literario, quise tener un contacto directo con el material visual y sonoro, como lo puede tener un escritor con su obra o un pintor con los colores que utiliza".
  • Las últimas imágenes de su padre en la película transcurren poco antes de su muerte el año 2014 en Londres. Entonces encontró en su habitación las cartas que le envió a lo largo de la vida y que él había guardado. “Yo también había guardado sus cartas y pude ponerlas una al lado de la otra y reconstruir parte de nuestra vida. Empecé a editar directamente todo el material que tenía, en VHS, con fotografías y collage. También filmé en Super-8, en 16 milímetros. Se mezclan todos los formatos posibles y fui encontrando la película en la mesa de montaje. Fue un proceso de muchos años. Al mismo tiempo, cuando iba editando, yo estaba viviendo el duelo por la muerte de mi padre. Y quería escucharlo, mirarlo, revivir momentos de nuestra vida. Quería recuperar un sueño perdido. Y esta película es parte también de una serie de películas que quiero realizar sobre mi familia. En algún momento voy a hacer también una película sobre mi familia materna”. 

  • Sus padres se divorciaron cuando ella era muy pequeña en Chile, entonces en su memoria sólo los recuerda separados, explica. A pesar de la distancia, la cinta transmite una relación padre-hija muy cercana: “Fue muy fuerte nuestra relación. Él me dio mucho amor y también siempre me acompañó, sobre todo en mi infancia y en mi primera juventud. Siempre lo sentí muy presente y también me transmitió mucho sobre Irak y sobre su cultura. Él era una persona con una gran sensibilidad, un humanista. Cuando fui al Instituto de Arte de Bagdad, que es donde empieza la película, porque allí estudió él y fue semillero de grandes artistas iraquíes, me emocioné mucho. Es casi un milagro que se mantenga en pie después de todo lo que ha vivido ese país. También pude entrevistar a artistas y actores que fueron sus alumnos o compañeros de estudio, que me compartieron sus fotografías. 

  • - ¿Qué te gustaría que pase con la película?
    "Que sirva para romper ideas preconcebidas sobre la cultura iraquí a través de un ser humano como mi padre, que se vio obligado a abandonar su país en contra de su voluntad. Como también ha sucedido en Chile. También romper con el estereotipo que han impuesto los medios masivos sobre Irak, que lo relacionan con la violencia y la guerra, pero que no tienen idea de lo que significó su historia, su cultura, haber sido la cuna de la civilización de donde se creó la primera escritura de la humanidad y el primer poema de amor. También quiero que ojalá los cineastas vean otro camino en la realización documental. Tampoco creo ser pionera de nada, pero tuve una libertad absoluta. Me ha pasado que se me acercan cineastas jóvenes y me agradecen porque se dan cuenta de que se puede crear películas con pocos recursos económicos, pero con muchísimo trabajo. Quiero transmitir ese sentimiento de libertad creativa". 

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