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Cultura

Luis José Recart: “Chile está tomando un renombre a nivel internacional con sus músicos”

Luis José Recart: “Chile está tomando un renombre a nivel internacional con sus músicos”

Esta semana la Orquesta Marga Marga, de Viña del Mar, abrió un ciclo de conciertos en Centro para las Artes Zoco. Aquí su director y fundador cuenta parte de su historia, que transita por Costa Rica y Rusia para luego volver a Chile. Recart observa con optimismo el panorama musical y también habla sobre su otro amor: la astrofotografía.

Por: Sofía García-Huidobro | Publicado: Viernes 12 de abril de 2024 a las 13:05
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“Cuando llegué a Costa Rica me decían ‘el chilenito’. En la URSS me decían ‘el tico’. Y cuando vuelvo a Chile me decían ‘el ruso’. Entonces pensaba ‘déjenme tranquilo’”, cuenta Luis José Recart (60) riendo.

El director de orquesta y violista está lleno de historias. Conectado a la entrevista desde Concón, cuenta que es viñamarino de nacimiento. “Empecé con la música desde chiquitito, a los 4 años iba al Conservatorio de Bellas Artes en Viña del Mar. No tengo memoria mía sin un instrumento”. 

Tras el Golpe de Estado su madre y su padrastro dejaron el país, y él, a sus 10 años, viajó a reencontrarse con ellos a cargo de dos de sus hermanos menores: “Nos fuimos solos en un avión hasta Panamá. Tuvimos que hacer un cambio de aeropuerto y dormimos los tres arriba de una maleta”. Su mamá los esperaba en Costa Rica y ahí creció, atento siempre a la posibilidad de irse a estudiar música a Europa.

Recibió una beca para estudiar en Rusia, por esos años Unión Soviética. Cuando partió, relata, sus amigos le decían: “¿Cómo te vas a ir allá si se comen a los niños?”. Él les respondía: “¿Los han escuchado tocar?” Cursó estudios en conservatorios como el Tchaikovsky, el Rimsky-Korsakov y el St. Petersburg. En Moscú conoció a su mujer, violinista -hoy primera violín de la Orquesta Marga Marga- y tuvo a su primera hija. En el entonces Leningrado nació su segundo hijo.

En el contexto de la Guerra Fría, Recart no tuvo ningún contacto con el resto de su familia por 12 años. No participó en política: “Militaba con Tchaikovsky, con Bach y con Vivaldi. Me siento totalmente latinoamericano, desde la uña del pie hasta lo poco de pelo que me queda, pero me hice persona en Rusia. Llegué de 20 años y me fui ya casado, con hijos. Después de la caída del Muro de Berlín salieron los tanques a la calle y yo dije ‘dos Golpes de Estado en mi vida es como mucho’. Podían cerrar las fronteras, esos países son muy drásticos, entonces salimos y una posibilidad era venir a Chile, aunque me asustaba muchísimo porque era un país que no conocía”. 

Había vuelto sólo una vez, en 1985, por la muerte de su padre. “Lo único que me acordaba era de Viña, nada más. Fui a Santiago a conocer la Plaza de Armas y me dijeron ‘sal del Metro y camina en dirección al Mapocho’. Yo caminaba, llegaba hasta el Mapocho y me devolvía. Llegaba de nuevo a la Alameda. Entonces le pregunté a una señora: ‘Perdón, ¿dónde está la Plaza de Armas?’ ‘Está parado en ella’. Yo me esperaba una Plaza Roja, una explanada gigante, entonces pasaba de largo”.  

Cuando cayó el muro de Berlín y Chile volvió a la democracia, el músico y su familia regresaron al país a través de la Oficina Nacional de Retorno. Comenzó a llamar por teléfono a distintos lugares para conseguir trabajo y en la Fundación Beethoven, creada por el director de orquesta Fernando Rosas en 1980, le dijeron que necesitaban un violista para la Orquesta de Cámara de Chile.

Tenía que caminar a los ensayos todos los días desde la pieza donde vivían en Matucana hasta Diagonal Oriente, porque no le alcanzaba la plata para tomar micro, recuerda. “Yo no tenía compañeros de estudios acá. Era un músico sin pasado”.

Luego comenzó a trabajar directamente con Rosas, y su situación fue mejorando. Participó en el Programa Nacional de Creación y Apoyo a las Orquestas Sinfónicas Juveniles y la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil. En 1993 partió a vivir a Portugal hasta el 98, entonces ya volvió definitivamente a Chile. Recuerda que tuvo que tramitar su cédula de identidad porque no tenía nacionalidad chilena.

“Cuando me preguntaron mi profesión, dije: ‘músico’. Y la niña del Registro Civil me respondió: ‘No le pregunté el hobby´’. Entonces yo pensé: ‘Pucha, vamos a tener que cambiar cosas aquí’”. Y afortunadamente, las cosas han cambiado, señala: “Chile está tomando un renombre a nivel internacional con sus músicos. Talento siempre ha habido, pero no había condiciones técnicas para desarrollarlo. Ahora se están dando buenos frutos tanto en intérpretes como en directores y compositores que representan a Chile en el extranjero”. 

Lo que trae el Marga Marga 

En marzo de 2010, en el marco del programa del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes para orquestas profesionales en regiones distintas a la Metropolitana, el maestro Recart creó la Fundación Orquesta Marga Marga integrada por violines, violas, cellos y contrabajos, y que domina un repertorio que pasa de lo barroco a lo contemporáneo.

El martes de esta semana presentaron el concierto que abrió la primera Temporada de Música de Cámara del Centro para las Artes Zoco, en Lo Barnechea. Hasta diciembre el ensamble viñamarino tendrá otros siete conciertos en el mismo lugar, el primer martes de cada mes. Ese día el director viajó junto a 16 músicos a la capital y volvían a la Ciudad Jardín ese mismo día por la noche, luego de interpretar un repertorio que incluyó obras de Félix Mendelssohn y Maurice Ravel.

Orquesta Marga Marga

“Para nosotros es muy interesante presentarnos en Santiago, que es una gran vitrina desde el punto de vista cultural y artístico. Zoco es un nuevo espacio cultural que se está abriendo y eso ya te hace sentir bien. Y además está la posibilidad de hacer programas de cámara acercándonos más hacia la música moderna y contemporánea, sin olvidar los clásicos”, comenta el músico. 

La actividad de la Orquesta Marga Marga es intensa, cuenta. Tienen de ocho a 10 conciertos mensuales dentro de la Región de Valparaíso. Divide los conciertos en tres tipos:

“Los educacionales, tanto para niños o adultos, se hacen en sus sedes propias, ya sean locales comunales o espacios ad hoc para recibir a la orquesta y tener al público sentado, puede ser en plazas o en canchas de fútbol, que son las realidades de provincia. Después están los conciertos de itinerancia en teatros regionales o en teatros provinciales. Y por último los conciertos de gala en el Teatro Municipal de Viña del Mar, en el Palacio Vergara o en La Compañía, que es una ex iglesia que está en el barrio Almendral de Valparaíso, frente al Congreso Nacional. El resto son fechas de itinerancia”. Han tocado en países como Argentina, Bolivia y Ecuador.

Dentro de Chile menciona giras por la Carretera Austral “arriba de lanchones, pasando de isla en isla”. También fue el primer director de orquesta de música docta en dirigir en Rapa Nui. Actualmente, adelanta, están evaluando la posibilidad de ir con la orquesta a la isla Robinson Crusoe en Juan Fernández. 

Desde que volvió a Chile participó como profesor en la Fundación de Orquestas Juveniles ayudando a la fila de violas. También trabajó varios años en la Universidad Mayor formando músicos. Y al instalarse en la Región de Valparaíso creó, además del ensamble de Viña, la Orquesta Infantil Juvenil de Puchuncaví, zona de sacrificio. “Funciona en condiciones bastante precarias y en lugares, sin faltar el respeto a nadie, donde es muy complicado que las personas entiendan lo que es la música clásica, que no es un hobby, que puede ser una profesión”.

Recalca la labor de la Fundación de Orquestas Juveniles de Chile como pieza clave en la masificación de la música clásica, de niños y jóvenes aprendiendo a lo largo del país, de empleo para músicos y hasta un mercado en la compra y venta de instrumentos a menor costo. 

“Una vez conversando con Claudio di Girolamo nos contó una historia interesante. Dice que la primera vez que él fue a filmar a Curanilahue era una ciudad de mineros. Bastante bruta, por decirlo así. Después se formó la primera orquesta de Curanilahue. Y cuando fue la segunda vez a filmar allá, los mismos mineros eran otras personas porque ahora eran padres de músicos. Les cambió la mentalidad”, dice.

Algo similar sucede en la zona de Puchuncaví, con hijos de pescadores o de hippies de Caleta Horcón, que participan en la orquesta. Menciona el caso de un joven de 14 años que ganó un concurso internacional en Puerto Rico, o de Emiliano Chandía, que toca violoncello y participa en el grupo cuequero de sus padres:

“Es muy interesante ver a este muchacho vestido de huaso tradicional tocando cello. El litoral central está lleno de orquestas y se hacen grandes encuentros juveniles. A veces los papás incluso organizan ollas comunes para alimentar a todos los niños y jóvenes durante los ensayos”. Lamenta eso sí que todavía exista cierto estigma de parte de quienes consideran que la música es sólo un hobby y no un posible horizonte laboral.


Armonía cósmica
Además de la música, Recart tiene otra pasión: es astrofotógrafo aficionado hace más de 10 años. Desde su casa en Mantagua, donde en la escala de cielo oscuro de Bortle hay un siete, observa y fotografía el cosmos a través de cuatro grandes telescopios, cuenta.

“Cuando era chico quería ser inventor, siempre he sido muy curioso, me gusta saber y entender. Me emociona todo lo que es el cosmos, ese caos ordenado. Yo no tengo redes sociales, sólo participo de una red de astrofotógrafos aficionados. Si pudieras ver lo que logro ver yo en los telescopios”. 

¿Hay para usted alguna conexión entre el cosmos y la música? 
- Claro que sí. El cosmos es armonía, quizás no la que nosotros queremos. Hay una frase budista que me gusta mucho: ¿qué es armonía? ¿El león comiéndose al cordero o el león durmiendo al lado del cordero? Armonía es el león comiéndose al cordero. Lo otro es humanidad. Y la vida no es como nosotros queremos. Tiene un orden que es distinto que se refleja en el cosmos y en la música. Imagínate cómo la música, que es un arte abstracto e invisible, te puede hacer sentir. Te puede parar los pelos de los brazos. Figúrate ver una película de miedo sin música. No daría ningún susto. Tanto el espacio como la música tienen colores, texturas y matemáticas. 

Astrofotografía obtenida por Luis José Recart.

Cuenta que con su mujer les gusta mucho viajar y salir de camping. Este verano en un viaje por la Patagonia Argentina, quedaron en medio de la nada: “Me bajé del auto y nunca había visto un cielo así. No había un solo espacio sin estrellas. Era como si lo hubiesen pintado. Incluso apagué las luces del auto y no me podía ver ni las manos. Eso es un Bortle 1. Esa impresión si pudiera transmitirla en música sería mágico. Es como la primera vez en la vida que mi hijo me miró y me dijo ‘papá’. Yo me caí de rodillas. La primera vez que uno está frente a esa magnificencia, te das cuenta de que nuestra grandeza radica solamente en el cerebro, porque somos muy chiquititos. La música es un mundo de fantasía donde puedes sumergirte horas de horas. Nunca te vas a aburrir”. 

En su foto de perfil de WhatsApp el director usa un retrato suyo pero en versión ilustrada. Explica que se trata de una imagen creada con inteligencia artificial que lo muestra en versión vikingo. “Me gusta todo lo escandinavo”. Además, revela que tiene varios dragones tatuados por todo el cuerpo. “Cuando me ven y saben que soy músico me preguntan en qué banda toco, asumen que soy metalero y no clásico”, confiesa riendo.

“El dragón oriental representa esperanza y el occidental es dañino. Tener ambos es como tener el yin y el yang. Da un balance, armonía. De todas maneras, antes de tatuarme dibujo la figura y la observo durante mucho tiempo, incluso años. Porque sé que será permanente”.

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