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Cultura

Marcela Correa, escultora: “Ya me habían adelantado que los 60 años son jodidos, jodidos, jodidos”

Marcela Correa, escultora: “Ya me habían adelantado que los 60 años son jodidos, jodidos, jodidos”

Acaba de desmontar su última exposición. Cumplió 60 hace dos semanas. Imagina proyectos futuros. Marcela Correa se siente comenzando una nueva etapa. Quiere volver a su taller, retomar el trabajo en madera, en papel, en bronce, pensar una obra para un espacio público. Y por supuesto continuar su trabajo conjunto con el arquitecto Smiljan Radic, su partner artístico y marido. “Nos llamamos a nosotros mismos ‘la pyme’”, dice.

Por: Patricio De la Paz - Foto Verónica Ortíz | Publicado: Jueves 30 de noviembre de 2023 a las 19:02
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Marcela Correa, escultora, se pasea por el jardín que está al lado del galpón de 500 metros cuadrados donde funciona su taller. Al final de un angosto pasaje en la columna de Independencia. Le gusta ese jardín porque dice que ella y la artista Josefina Guilisasti, que trabaja en el galpón vecino, lo han ido construyendo. Allí, cuenta, ha celebrado sus últimos cumpleaños. De pronto se detiene frente a un árbol cargado de nísperos. Saca un par, los limpia y los masca con gusto, esquivando los cuescos. 

El día anterior desmontó su exposición El santo y los chanchos, que estuvo abierta más de un mes en la Sala Gasco, en el centro de Santiago. Una muestra que tenía algo de retrospectiva y que incluía, como siempre en su arte, grandes volúmenes y materiales diversos. En este caso, madera, piedra, resina, tela, papel maché. Dice que el esfuerzo de mover las moles para sacarlas en un camión, pese a que la ayudaron cinco personas, la dejó agotada. Pero no le quita la energía. “Lo único que quiero es que sea lunes y estar de vuelta haciendo cosas nuevas. Estoy súper, súper, súper embalada”, asegura.

Tiene más de 30 años de carrera, incluidos varios premios; la participación en bienales y ferias extranjeras; el trabajo en tiendas como las del modisto inglés Alexander McQueen en Londres, París y Tokio, realizado con lapizlázuli y bronce; las exposiciones en su galería de siempre -la de Patricia Ready- y en otras; además de la incansable colaboración mutua con su partner artístico, el reconocido arquitecto Smiljan Radic, quien también es su marido. “Nos llamamos a nosotros mismos ‘la pyme’”, dice con su voz ronca, que es lo único que rompe la quietud del jardín.

- Uno habla con los artistas cuando comienzan sus exposiciones, pero no cuando finalizan. ¿Qué sentimiento invade el cuerpo cuando termina una muestra?

- Por un lado, hay cansancio; vengo de pilates y me di cuenta que estoy totalmente contracturada. Yo en general muevo volúmenes más o menos potentes, entonces montar y desmontar no es algo así no más. Por otro lado, me siento muy gratificada. La exposición tuvo muchas visitas, fue bien comentada.

- Cumpliste 60 años a mediados de noviembre. ¿Fue un punto de inflexión en lo personal y profesional?

- Es muy loco, porque yo venía pensando en esto desde el año pasado; decía: “Voy a celebrarlos”. Pero finalmente no hice nada. Me empezaron a pasar cosas rarísimas, no sé explicarlas. Como que me puse lenta, algo me pasó, me fui para otro lado. Mucha gente que los cumplió ya me lo había adelantado: que los 60 años son jodidos, jodidos, jodidos. Muchos no se celebraron. Yo espero hacerlo en diciembre.

"Mucha gente que los cumplió ya me lo había adelantado: que los 60 años son jodidos, jodidos, jodidos. Muchos no se celebraron. Yo espero hacerlo en diciembre"

- ¿Se hacen recuentos? ¿aparecen pendientes?

- Yo siento que los recibo muy bien. Y hay algo que quizás no debería contar, pero hace que cumplir 60 sea para mí algo importante. Mi papá se murió a los 59, dos meses antes de cumplir 60… Entonces hay una cosa muy significativa, para mí no es cualquier edad. 

- Hay personas que al llegar a la sexta década persisten en lo que han hecho toda la vida, mientras otras deciden abrir ventanas nuevas. ¿Dónde estás tú?

- De todas maneras seguiré con lo que hago, a concho. Pero claro, han pasado cosas, he tomado decisiones; por ejemplo entregué la mitad del taller como una manera de ser más responsable, de medirme. También tengo ganas de presentarme a un concurso del MOP para hacer un trabajo mayor en el espacio público, como ya lo hecho antes. Por ahora no tengo ganas de una nueva exposición, hice tres muy seguidas, sino de estar en el taller trabajando para algo grande e instalarlo. Tengo la energía física y espiritual para hacerlo.

- ¿Qué te imaginas?

 - Algo hecho inteligentemente y no solamente decorativo. En una escuela, en un aeropuerto, en un complejo fronterizo.

Correa + Radic

- Con Smiljan Radic hacen muchas cosas juntos. Tus esculturas acompañan sus obras arquitectónicas, y él se involucra en tu trabajo. En tu última exposición fue el curador. 

- Eso fue maravilloso, que lo formalizaran en ese rol, porque esa pega él la hace siempre conmigo. Yo siempre le voy a preguntar. Eso no significa que él diga lo que tengo que hacer, sino que para mí es un diálogo fundamental. Su opinión es importante. A veces hago cosas y a él no le gustan; y yo me pico, me da rabia, me pregunto: ¿Cómo no le van a gustar? Pero después de un rato le fascinan. Él tiene una frase muy interesante, la dijo en una entrevista: “Yo tengo todo el derecho a cambiar de opinión”. Él es muy apasionado, entonces yo le digo, antes de comentarle algo de mi trabajo, que sea suave. 

- ¿Tú le comentas de sus proyectos?

- Muchísimo. Es cierto que a mí al principio me costaba un poco ver los proyectos en planos.  Pero he ido aprendiendo, ya tengo los ojos para eso. Además, él no proyecta siempre igual, cada proyecto es distinto; no aplica una fórmula. Entonces toda la cosa visual de sus proyectos es súper interesante. Cuando hablamos, él tiene la capacidad de describir las cosas y yo las logro imaginar. 

- Este equipo que ustedes forman, ¿se dio de forma natural o han tenido que ponerle esfuerzo para construirlo?

- Se da naturalmente. Es que ambos somos muy matéricos. Por eso muchas veces hasta compartimos materiales. Cuando nos conocimos, nos fuimos de viaje a la India como tres meses. Siempre nos fijábamos en las mismas piedras y peleábamos por quién las había descubierto primero. Recuerdo un pueblo donde construían unas carpas preciosas, grandes, llenas de colores muy primarios, naranjo, verde. Eran como patchwork. Un día íbamos por la calle y vimos a un tipo que llevaba una en un carro. Smiljan se la compró y ¡estábamos empezando el viaje! Tuvimos que cargar todo el tiempo con la tela. Después pasó lo mismo con una fuente de cerámica. 

"Ambos (con Smiljan Radic) somos muy matéricos. Por eso muchas veces hasta compartimos materiales. Cuando nos conocimos, nos fuimos de viaje a la India como tres meses. Siempre nos fijábamos en las mismas piedras y peleábamos por quién las había descubierto primero"

- Ha durado harto “la pyme”, como ustedes le llaman.

- Mucho. En dos días cumplimos 27 años de casados. A los que hay que sumar los años que estuvimos juntos antes. 

La madera y más

- En tu obra usas materiales distintos. De piedra a madera, de resina a géneros. ¿Cuál es tu búsqueda allí?

- Es una pregunta muy lógica de hacer, pero no es fácil de contestar, porque a veces prima el material, a veces prima la idea, a veces prima la forma. Muchas veces hay materiales que me dan más o menos la misma sensación, me entregan lo mismo.

- ¿Cómo decides cuál finalmente usar?

- Muchas veces es por cosas prácticas, o por razones económicas. Lo que sí es cierto es que hubo un cambio. Yo venía trabajando materiales muy nobles; si era madera, usaba espino; si era piedra, optaba por granito; si trabajaba tela, elegía algodón. Pero luego me fui abriendo a fibras sintéticas, trabajo con resina. Allí también pasan cosas interesantes. Por eso, muchas veces digo que no hay materiales mejores que otros.

- ¿Pero hay alguno que te guste más?

- Creo que la madera. Es un material muy agradable. Tiene muchas posibilidades y hay que saber trabajarla, a diferencia de otros materiales a los que uno puede entrar sin saber tanto. En cambio aquí está la carpintería. Implica una técnica, herramientas. Yo partí de joven trabajando con ramas y alambre. La madera siempre ha estado conmigo. Aunque ahora tengo muchas ganas de seguir con el papel y el cartón.

- ¿Y por qué siempre obras de tamaño monumental?

- Es algo más bien instintivo. Me largo no más, y me sale así. De hecho, los monos (de la exposición Somosmonos, 2022) fueron aumentando de tamaño de una versión a otra y ahora ya empecé una serie donde van a ser más grandes que yo. A medida que voy trabajando, se me van ocurriendo las maneras de hacer las obras siempre en grande, las pienso así.

Que todo flote

El taller de Marcela Correa es un espacio grande, de techos altos, donde se percibe trabajo. Incluso mientras está en reposo. Allí están las herramientas, las escaleras, obras de sus exposiciones pasadas, cuerdas, grandes troncos de espino, pedazos enormes de algarrobo. “Las maderas las consigo por trueque -explica-. Así lo hice hace poco con una amiga que tiene un campo en Polpaico, donde botó unos algarrobos grandes y yo me los traje en un camión. O con otro amigo que puso ciruelos y sacó muchos espinos. Hicimos un trueque: yo le hice un memorial en piedra y él me pasó los espinos, que ya están listos para trabajarse”.

Generalmente hay dos ayudantes que están siempre con ella en el taller para ayudarla en el armado de sus trabajos monumentales. Marcela Correa llegó aquí en 2018, cuando estaba en plena faena de su obra Copypaste, una simulación a escala real en resina de una enorme piedra de varias toneladas que vio en el río Lircay y que luego recubrió con planchas de bronce. Dice que viene a este galpón todos los días. 

- Muchas de tus obras son colgadas en las exposiciones. Eso las hace livianas, pese al gran tamaño o al peso del material. ¿Cuál es la idea?

- Es como un acto mágico. Yo al principio colgaba cosas livianas y luego lo fui haciendo con cosas más pesadas. Porque al final es poner un cable un poco más firme no más. Me gusta el espacio que se crea, todo flotando.

- Has dicho que cuesta mucho que los escultores salgan con sus obras fuera de Chile. ¿Por qué tú lo logras?

- En general es muy difícil. Incluso también para los galeristas que quieren sacar a un escultor al extranjero. En mi caso, las cosas que empezaron a aparecer fuera de Chile muchas han sido trabajos con Smiljan. Pero te repito que es muy difícil. Lo he hablado con amigos escultores extranjeros y ellos me empezaron a abrir la cabeza de que los escultores no entramos tampoco en el circuito de los curadores. Es un tema complicado. Como que la escultura queda fuera por el cacho del peso, o por el discurso, o por el volumen. No sé. Pero algo pasa.

- Decías que te sientes con energía física y de espíritu para trabajar. ¿Hay nuevos proyectos en la ruta?

- Me encantaría que surgieran muchas cosas porque tengo ganas de volver a fundir muchas piezas en bronce. Me gustaría en grandes formatos. Trabajar bloques grandes de alabastro, de piedra lápiz gris. Esas son mis ambiciones, pero hay que aterrizarlas.

"Tengo ganas de volver a fundir muchas piezas en bronce. Me gustaría en grandes formatos. Trabajar bloques grandes de alabastro, de piedra lápiz gris"

- En marzo expones en la galería D 21. Una muestra colectiva sólo de mujeres. 

- Sí. La convocatoria la hizo la Jo Guilisasti. A partir de una pintura de Demetrio Rebecco, que se va a exponer también, cada una va a crear algo en su estilo y con la libertad creativa que tiene. El tema es la muerte. Yo usaré madera, un trozo de mármol, resina, moscas. 

Marcela Correa busca la información en su celular. Dice que la exposición se llama Memento Mori, una expresión en latín que significa “recuerda que morirás”. El jardín sigue apacible. La escultora ya no come nísperos.

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