Cultura
Martina Yopo y crisis de natalidad: “Mucha gente piensa que no hay futuro para hacer familia en Chile”
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Entender los cambios en la maternidad de las mujeres chilenas. Ese fue el tema de su proyecto de investigación doctoral en la Universidad de Cambridge el año 2015.
Martina Yopo entrevistó a cuatro generaciones de mujeres para entender cuáles eran sus visiones, intenciones y experiencias en torno a la maternidad. Un grupo eran mujeres entre los 70-80 años, otro entre 50 y 60 años, el tercero entre los 30 y 40 años, y el más joven en torno a los 18-20 años.
“Cuando conversé con las mujeres de las generaciones mayores, que hoy están por los 80 años o más, les pregunté: ‘¿Y usted cómo y cuándo decidió ser madre?’ Me respondían: ‘¿Decidir qué? Tú respirabas y tenías hijos. No era una pregunta que te hacías’. Efectivamente era algo que estaba súper naturalizado en las biografías y las identidades de las mujeres chilenas, pero eso ha cambiado”.
Los datos son contundentes. La tasa de fecundidad en Chile es hoy de 1,17 hijos por madre, muy por debajo del 2,1 requerido para que se produzca un recambio poblacional. Los nacimientos han bajado un 29% en los últimos 10 años, según el Instituto Nacional de Estadística.
“Estamos con la fecundidad más baja de las Américas y una de las más bajas del mundo. Tenemos tasa de natalidad más baja que Japón, algo completamente sin precedentes para el contexto latinoamericano, donde la fecundidad históricamente ha sido muy numerosa y joven. Chile es un caso paradigmático. En la década de los ‘60, las mujeres tenían seis hijos en promedio. El nivel de transformación es demasiado profundo. Enfrentamos también una situación de infertilidad estructural entendida como la falta de condiciones sociales para tener y criar hijos”, explica la socióloga de la Universidad Alberto Hurtado, doctorada en Cambridge y con un postdoctorado en el Instituto Max Weber de Sociología de la Universidad de Heidelberg en Alemania.
Sentada en el jardín de su casa, Martina cuenta que volvió en 2021 a vivir a Chile. Primero entró a trabajar como académica en la Universidad Diego Portales y desde julio de este año es profesora asistente del Instituto de Sociología de la Universidad Católica. Tiene 37 y tuvo a su primera hija hace poco más de un año.
Tensión estructural
“Existe una mayor autonomía reproductiva que es importante reconocer. El hecho de que ser mujer no necesariamente significa ser madre y hacer familia no necesariamente es sinónimo de tener hijos, es un gran avance. Pero también se ha vuelto difícil ser madre. Por cómo está organizada socialmente la maternidad para las mujeres muchas veces resulta un obstáculo para su desarrollo académico, laboral o para su realización personal. Eso no significa que la maternidad en sí misma sea un obstáculo, sino que la forma en la que nos organizamos muchas veces sobrecarga a las mujeres y es un costo que hoy muchas no están dispuestas a asumir”, describe Martina.
“Hay tensiones estructurales entre el mundo del trabajo y la familia. Y generalmente somos las mujeres las que, de alguna manera, con nuestros cuerpos, nuestros tiempos y nuestras energías, tenemos que resolver esas tensiones. Eso genera malestar y agobio”, añade.
La investigadora distingue que, si bien hay muchas mujeres en edad fértil que no quieren tener hijos porque no se alinea con sus identidades o sus proyectos de vida, también hay un grupo que quiere ser madre, pero siente que no están las condiciones sociales para dar el paso.
Uno de los artículos que la experta publicó recientemente trata sobre la postergación de la maternidad: “La pregunta por la maternidad se ha vuelto un gran dilema. El porcentaje de mujeres que tiene el primer hijo después de los 30 años se ha cuadruplicado en las últimas dos décadas. Y la evidencia médica es que la reproducción biológica después de los 30, especialmente después de los 35 años, es menos eficiente. Hay muchas mujeres que lidian con la infertilidad y la reproducción asistida, es un fenómeno que en Chile se está instalando con fuerza, pero hay poca investigación y nada de políticas públicas al respecto”, añade.
Menciona que se encuentra trabajando en un documental sobre infertilidad en Chile junto a la abogada, socióloga e investigadora Lieta Vivaldi.
Y los hombres
En los más de 10 años que la académica lleva investigando estos temas, ha comprobado que la autonomía económica y nuevas aspiraciones de equidad en torno al género les han puesto a las mujeres expectativas muy fuertes que sienten la maternidad pone en juego.
“Perder esa autonomía económica no es solamente arriesgar valor como persona, sino también volverse más vulnerable a situaciones de dependencia, de violencia. Es un puzle muy complejo de resolver”, explica.
- ¿Y qué pasa con los hombres como piezas en este puzle? Se habla de natalidad y maternidad, pero se menciona menos la paternidad.
- Es cierto. Y esa preocupación nos llevó a realizar un estudio sobre el aumento de las vasectomías en Chile. En los últimos 10 años este procedimiento anticonceptivo ha subido un 887% en nuestro país. Yo quería investigar por qué hay hombres que no quieren ser padres en Chile y son muchos factores que inciden.
Por una parte, afirma Martina, hay mayor conciencia de género y más hombres están dispuestos a asumir la responsabilidad de contribuir al ámbito anticonceptivo entendiendo la carga hormonal que muchas de estas medidas significan para las mujeres.
“También hay más exigencias al hombre a nivel sociedad. La noción de ‘papito corazón’, que puedes ser papá y no responder, en Chile se acabó con el registro de deudores de pensión alimenticia. Hay muchos hombres que tampoco están dispuestos a ser padres porque sienten que es muy exigente. Hacerse cargo económicamente hoy día está muy difícil”.
“El kilo de guagua está muy caro en Chile” es una de las respuestas coloquiales que ella recibe frecuentemente en redes sociales cuando publica artículos o datos sobre el drástico descenso de la natalidad en nuestro país.
“El tema económico es clave, pero no es suficiente para entender”, afirma la especialista. La última Encuesta Nacional de Juventudes del INJUV, de 2022, muestra que prácticamente el 50% de las mujeres entre 15 y 29 años que no tiene hijos declara que no quiere ser madre. Otro dato es que 2/3 de los encuestados, tanto hombres como mujeres, que declaran no querer tener hijos, señalan que la crisis climática ha incidido en esa decisión.
No hay futuro
Una de sus vetas de investigación, además de la sociología de la reproducción, es la sociología del tiempo que se ocupa de entender fenómenos sociales en relación a la temporalidad. El futuro incierto es otra de las amenazas que afecta la natalidad, sostiene Martina.
“Lo que observo en las entrevistas tanto de hombres como de mujeres, pero aparece muy fuerte en hombres, es esta idea de futuro distópico, o sea, lleno de incertidumbre. Tiene que ver con la crisis climática, transformaciones globales, pero también con lo que está pasando en Chile. Desde el estallido social, el COVID, los casos de corrupción, delincuencia, inseguridad, deslegitimación de la política, muchas cosas... Mucha gente piensa ‘no hay futuro para hacer familia’. Hay una idea estructural de desesperanza. Y eso está reconfigurando las intenciones y aspiraciones reproductivas sobre todo en los más jóvenes”.
Todo indica que no volveremos a tener una tasa de fecundidad por sobre el nivel de reemplazo de la población, declara la socióloga. Pero la evidencia comparada a nivel internacional muestra que hay políticas públicas que han sido efectivas. La principal de ellas es tener servicios de sala cuna y cuidado en la primera infancia, que sean gratuitos, universales, accesibles para madres y padres, que funcionen durante el horario laboral.
“Hay otras medidas: incentivos económicos, bonos directos, reducción de impuestos, subsidios de servicios básicos… Pero la evidencia comparada demuestra que lo más eficiente es el cuidado gratuito y universal en primera infancia”.
A su parecer el actual proyecto de Ley de Sala Cuna Universal tiene aspectos que se podrían mejorar, pero es un paso clave a dar. “Lo complejo es que efectivamente son políticas caras de implementar, pero la magnitud de las consecuencias que tiene la baja de natalidad para nosotros como sociedad, establece como imperativo hacerse cargo de este problema. Esto no es un futuro distópico, es algo que está pasando”, recalca. Se refiere a la organización de la economía, del mercado del trabajo, las pensiones y el sistema de cuidado, entre otros aspectos.
El desafío migratorio
Otra arista significativa es el tema de la migración. Hoy en Chile, uno de cada cinco niños que nace en el país es de madre migrante. El promedio en la zona norte del país es de uno cada tres. Las poblaciones migrantes tienden a tener fertilidades más altas, afirma la socióloga. Lo mismo pasa en Europa, agrega.
“La migración es una posible solución demográfica, pero supone muchos desafíos a nivel social y cultural. Siempre que comento temas de crisis de natalidad en redes sociales recibo comentarios xenófobos, algunos de ellos nacen de ciertas ansiedades en torno a la pérdida de la cultura propia. Mucha gente tiene miedo a la idea de que nos estamos extinguiendo como nación, que estamos desapareciendo como cultura”, describe. Por eso considera que es importante desarrollar políticas que permitan luchar contra la estigmatización a través de mecanismos de integración social.
“La migración no es un problema, es un derecho humano. Estoy de acuerdo. Pero eso no significa que la migración no genere problemas cotidianos en las personas. Hay mucho malestar en torno a la convivencia con personas migrantes porque la convivencia intercultural es un desafío. ¿Qué condiciones le estamos ofreciendo a los niños de madres migrantes en Chile? ¿Quiénes nos van a sostener como país en el futuro? Son preguntas importantes”, plantea.
Por último, la socióloga pone sobre la mesa la marcada baja de embarazos adolescentes en los últimos 10 años. Si en 2013 la tasa de natalidad por 1.000 mujeres entre 15 y 19 años era de 48,7; en 2023 descendió a 10,6. Yopo apunta a la efectividad de campañas como la promoción de métodos anticonceptivos a partir de los años ‘90 y políticas públicas que fueron en esa misma dirección.
Suma como cambio cultural una ética del autocuidado que se ha instalado fuertemente en nuestro país. “Las mujeres jóvenes se ven y son vistas como responsables de sus resultados reproductivos”, afirma. Menciona la gratuidad en la educación superior como una política pública que ha incidido en la movilidad social y la educación surge como herramienta para alcanzar la autonomía económica que la maternidad obstaculizaría.
Por el feedback que recibe en redes sociales y en terreno, Martina Yopo asegura que se trata de un tema que suscita mucho interés y comentarios. Aclara que su trabajo se enmarca en la justicia reproductiva; que cada quien pueda realizar sus intenciones y aspiraciones reproductivas. Eso involucra tanto el tener hijos como no tenerlos.
“Si pensamos la autonomía reproductiva sólo desde la anticoncepción, desde no tener hijos, es un error. También hay que generar las condiciones para que quienes quieran tener hijos puedan hacerlo”, concluye.