Cultura
Pablo Azócar fusiona arte y data: "Analizo la información de otra manera”
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Variaciones de las temperaturas antárticas, programa de vacunación regional y su efecto en la tasa de mortalidad por Covid, distribución de cifras de ingresos por persona en la zona norte, temporada de veda de ocho especies en las costas chilenas, la caída del Nasdaq500 y el Covid, los resultados de la primera vuelta de elecciones presidenciales 2021 por regiones, el porcentaje de áreas verdes en Santiago, o las precipitaciones en la zona central, son algunos de los contenidos tras las armónicas formas y escalas de colores de la serie Lluvia de datos de Pablo Azócar (44).
Muchos de ellos delatan el interés del autor por temas relacionados al medioambiente. No es artista, al menos no de formación. Es ingeniero en Recursos naturales renovables de la Universidad de Chile y pertenece a la primera generación que egresó de ella en 2002.
Durante cinco años trabajó como ingeniero y se desempeñó en el mundo privado, en Gerdau Aza, y en el sistema público, en la Comisión Nacional del Medio Ambiente, entre otros empleos. “Probé distintas vetas, pero haciendo retrospectiva creo que salí muy temprano, el campo laboral no era tan grande entonces y había menos leyes ambientales. Me pasaba más tiempo defendiendo mi carrera que haciendo mi pega. En parte por eso me desencanté”.
Decidió cambiar drásticamente de rumbo profesional y el año 2006 se fue a vivir a Nueva Zelanda con la visa working holiday y se dedicó a la fotografía. “Mi último proyecto como ingeniero fue en el sur de Chile, y pasé seis meses rodeado de paisajes increíbles y una fauna maravillosa. Siempre me había gustado la fotografía, pero ahí enganché más”, cuenta.
También le gustan los deportes “sin pelota”, como el snowboard, mountain bike y montañismo, entre otros. Combinó ambos intereses y se convirtió en fotógrafo de estas disciplinas, especialmente de snowboard.
Durante cinco años hizo doble temporada viajando entre Nueva Zelanda y Estados Unidos a registrar competencias en nieve, incluso fue editor de una revista especializada y trabajó para marcas de snowboard. En 2012 vendió sus cosas, tenía hasta moto de nieve, y se volvió a Chile.
Aquí siguió dedicándose a las fotos y videos de deporte y naturaleza, hasta que la edad y ser padre de dos niños le empezó a pasar la cuenta, reconoce.
“Ya no soy tan joven ni puedo irme por tanto tiempo de la casa. En 2016 fuimos con Francisco “Chaleco” López a hacer un record de altura en moto en los Ojos del Salado, a 6 mil metros de altura: “Si no llega el camarógrafo no hay registro, entonces en cierta medida hay que estar a la par con el atleta, estar bien físicamente y acarreando equipos”.
Durante cinco años trabajó como ingeniero y se desempeñó en el mundo privado, en Gerdau Aza, y en el sistema público, en la Comisión Nacional del Medio Ambiente, entre otros empleos. “Probé distintas vetas, pero haciendo retrospectiva creo que salí muy temprano, el campo laboral no era tan grande entonces y había menos leyes ambientales. Me pasaba más tiempo defendiendo mi carrera que haciendo mi pega. En parte por eso me desencanté”.
Decidió cambiar drásticamente de rumbo profesional y el año 2006 se fue a vivir a Nueva Zelanda con la visa working holiday y se dedicó a la fotografía. “Mi último proyecto como ingeniero fue en el sur de Chile, y pasé seis meses rodeado de paisajes increíbles y una fauna maravillosa. Siempre me había gustado la fotografía, pero ahí enganché más”, cuenta.
También le gustan los deportes “sin pelota”, como el snowboard, mountain bike y montañismo, entre otros. Combinó ambos intereses y se convirtió en fotógrafo de estas disciplinas, especialmente de snowboard.
Durante cinco años hizo doble temporada viajando entre Nueva Zelanda y Estados Unidos a registrar competencias en nieve, incluso fue editor de una revista especializada y trabajó para marcas de snowboard. En 2012 vendió sus cosas, tenía hasta moto de nieve, y se volvió a Chile.
Aquí siguió dedicándose a las fotos y videos de deporte y naturaleza, hasta que la edad y ser padre de dos niños le empezó a pasar la cuenta, reconoce.
“Ya no soy tan joven ni puedo irme por tanto tiempo de la casa. En 2016 fuimos con Francisco “Chaleco” López a hacer un record de altura en moto en los Ojos del Salado, a 6 mil metros de altura: “Si no llega el camarógrafo no hay registro, entonces en cierta medida hay que estar a la par con el atleta, estar bien físicamente y acarreando equipos”.
Nuevamente cambio de giro y a finales de 2019 partió a Nueva York a hacer unos cursos de arte para tener una base. Estudió durante unos cuatro meses teoría del color, acuarela, dibujo. “Nunca he sido bueno para pintar ni dibujar, pero me encanta el arte. Y como no sabía todavía para dónde iba la cosa decidí partir por lo más básico”, cuenta en su oficina taller en Providencia.
No hay atriles, overoles, ni manchas de pintura, sí un refrigerador lleno de tintas de colores, porque su técnica consiste en mezclar lo digital con lo análogo.
Se entiende como arte generativo o posdigital porque se trabaja desde el computador para volver al papel: utilizando distintos programas genera gráficos, a partir de datos y algoritmos, y luego una máquina penplotter lo traspasa al papel utilizando lápices a tinta.
La pandemia retrasó sus planes originales porque justo al volver de Estados Unidos comenzó el encierro, pero como tenía más tiempo en la casa empezó a hacer ensayos, armar máquinas, encargar piezas.
Durante esos dos años también tomó algunos trabajos de fotografía y video cuando se dio la oportunidad. Este 2022 es su primer año dedicado al arte, y su debut con público fue durante la última versión de Art Stgo en el GAM, el pasado 20 y 21 de agosto.
“Soy nuevo en esto y me siento un poco outsider porque no estudié arte. Pero esta es una manera de expresión. Analizo las cosas de otra manera. En Art Stgo todos se saludaban y yo no conocía a nadie. Pero me imagino que, si sigo yendo a ferias de arte, será distinto”, comenta Azócar.
Agrega que es tímido pero que hizo el esfuerzo de conversar con el público, y se encontró con un buen feedback y conversó con cientistas políticos, analistas de datos y varias personas interesadas en entender sus obras.
No hay atriles, overoles, ni manchas de pintura, sí un refrigerador lleno de tintas de colores, porque su técnica consiste en mezclar lo digital con lo análogo.
Se entiende como arte generativo o posdigital porque se trabaja desde el computador para volver al papel: utilizando distintos programas genera gráficos, a partir de datos y algoritmos, y luego una máquina penplotter lo traspasa al papel utilizando lápices a tinta.
La pandemia retrasó sus planes originales porque justo al volver de Estados Unidos comenzó el encierro, pero como tenía más tiempo en la casa empezó a hacer ensayos, armar máquinas, encargar piezas.
Durante esos dos años también tomó algunos trabajos de fotografía y video cuando se dio la oportunidad. Este 2022 es su primer año dedicado al arte, y su debut con público fue durante la última versión de Art Stgo en el GAM, el pasado 20 y 21 de agosto.
“Soy nuevo en esto y me siento un poco outsider porque no estudié arte. Pero esta es una manera de expresión. Analizo las cosas de otra manera. En Art Stgo todos se saludaban y yo no conocía a nadie. Pero me imagino que, si sigo yendo a ferias de arte, será distinto”, comenta Azócar.
Agrega que es tímido pero que hizo el esfuerzo de conversar con el público, y se encontró con un buen feedback y conversó con cientistas políticos, analistas de datos y varias personas interesadas en entender sus obras.
Ha estado trabajando en distintas series. Está Lluvia de datos: “Agarro un set de números y lo meto en un programa 3D para que no sea el típico código de barras, y luego los manipulo hasta que se arme una imagen que capte mi atención. Los datos no permanecen exactos, hay una interpretación de mi parte. Primero quiero que la gente se acerque por un interés estético y entonces presentarles el problema”.
Se refiere a algunas de las variables relacionadas con temas medioambientales, como curvas de precipitaciones o porcentaje de áreas verdes.
También hay otras series como Plega2 y Circu2, y otros trabajos basados en la fórmula Simplex de Stefan Gustavson, donde aplica ruido a líneas horizontales. Cada uno de esos dibujos tienen más de 700 líneas, con el desafío de mantener un flujo constante de tinta por más de 14 horas.
Se refiere a algunas de las variables relacionadas con temas medioambientales, como curvas de precipitaciones o porcentaje de áreas verdes.
También hay otras series como Plega2 y Circu2, y otros trabajos basados en la fórmula Simplex de Stefan Gustavson, donde aplica ruido a líneas horizontales. Cada uno de esos dibujos tienen más de 700 líneas, con el desafío de mantener un flujo constante de tinta por más de 14 horas.
“Yo no puedo hacer esto a mano, tendría que ser monje. Me gusta usar la tecnología como una extensión. Estoy en plena etapa de descubrimiento y experimentación. Con la emoción me disperso, pero quiero llegar a concentrarme en un estilo específico y agitarlo. Llegar a tener un sello propio”, dice el creador.
Trabaja con horario de oficina, hace algo de deporte temprano en la mañana y luego se instala toda la jornada en su oficina. A veces sale, pero deja la máquina dibujando, proceso que suele tardar varias horas. Las obras las muestra y vende a través del Instagram @pavlovpulus (@pabloazocar es su cuenta de fotógrafo).
En Art Stgo vendió más de 20 obras, aunque afirma que iba sin expectativas, solo para probar la presencialidad “Me tomé este año para aprender. Ideas tengo muchas, pero me falta el tiempo para desarrollarlas. Si me equivoco, es como una inversión”.
Trabaja con horario de oficina, hace algo de deporte temprano en la mañana y luego se instala toda la jornada en su oficina. A veces sale, pero deja la máquina dibujando, proceso que suele tardar varias horas. Las obras las muestra y vende a través del Instagram @pavlovpulus (@pabloazocar es su cuenta de fotógrafo).
En Art Stgo vendió más de 20 obras, aunque afirma que iba sin expectativas, solo para probar la presencialidad “Me tomé este año para aprender. Ideas tengo muchas, pero me falta el tiempo para desarrollarlas. Si me equivoco, es como una inversión”.