Cultura
Pablo Macaya habla de la serie inspirada en el caso Haeger que se estrenará en Netflix
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Era un caso del cual manejaba algunos titulares pero en el que no contaba con mayor información ni detalles de la investigación, dice el actor Pablo Macaya (54) respecto a su conocimiento previo del caso Haeger, que inspiró 42 días en la oscuridad.
El thriller policial de seis capítulos es el debut de una serie de Fabula en Netflix. Dirigida por Claudia Huaiquimilla y Gaspar Antillo, contó con la producción de Juan de Dios Larraín, Pablo Larraín, Mariane Hartard, Ángela Poblete y Gunther Kaempfe.
La historia es una adaptación de Rodrigo Fluxá y Huaiquimilla, a partir del libro del primero, Usted sabe quién: Notas sobre el homicidio de Viviana Haeger (Catalonia, 2019) que trata sobre la desaparición de una mujer en un condominio cerca de Puerto Varas en 2010, y el posterior hallazgo, 42 días después, del cuerpo en una buhardilla de su propia casa.
Además de ser muy mediático, el caso Haeger abrió cuestionamientos por la desprolijidad de la investigación policial y luego la resolución judicial que dictó dos años de prisión preventiva para el confeso autor material del crimen, José Pérez Mancilla, y para el marido de Haeger, Jaime Anguita, acusado de ser el presunto autor intelectual del crimen.
Finalmente, en septiembre de 2017, Anguita fue absuelto por el Tribunal Oral en lo Penal de Puerto Montt por considerar que no existían pruebas suficientes en su contra, y Pérez cumplirá su condena por homicidio hasta 2025.
El viudo de Viviana Haeger, y sus hijas, demandaron al Estado de Chile, acusando torturas a Anguita y pidiendo una indemnización de casi 2 mil millones de pesos. Su solicitud se mantiene en revisión desde febrero de 2021.
Esto en resumen, porque lo cierto es que el caso repletó cientos de páginas de crónica y horas de televisión con teorías, filtraciones a la prensa, rumores, conjeturas.
Pablo Macaya decidió no entrar en esas chimuchinas: “No quise averiguar más sobre la historia real. Para mí el guion es todo y no quería contaminarme con otras visiones o que la historia me llevara a lugares donde el guion no va, y perderme”.
Aunque los nombres en la producción han sido alterados, las similitudes con la vida real son evidentes. Pero el personaje que él interpreta, el abogado Víctor Pizarro, representante de la familia Montes en la serie (la hermana y madre de la víctima -que encarna Aline Kuppenheim- son interpretadas por Claudia di Girólamo y Gloria Münchmeyer), es completamente ficción, explica el actor.
“Ni siquiera está inspirado en la realidad, él y sus compañeros de investigación, Braulio (Néstor Cantillana) y Nora (Ámparo Noguera), fueron creados para la serie”.
- ¿De todas maneras no permea el trabajar en una serie inspirada en un caso tan bullado, y que, a pesar de la resolución de la justicia, muchos consideran abierto?
Sinceramente, no. La gente relacionada con el caso, de cerca o de lejos, puede sostener una posición ante los hechos. Pero independiente de que se trate de una serie basada en la realidad, hay una mujer que primero desaparece y después está muerta.
Hay un posible culpable, un juicio. Ficción o realidad, es un tema delicado y difícil de abordar sin caer en el sensacionalismo o en el morbo. Siempre está el peligro -ficción o no- de fallar en el tono, en la sensibilidad, en pasarse para la punta.
El desafío que teníamos era centrarnos en personajes que son seres humanos -reales o no- y cargan con su historia ante un hecho horroroso que los golpea de diferentes maneras.
Había que ser fiel desde lo humano. Son temas delicados y ahí está la gracia, representan riesgos que permiten alcanzar una mayor profundidad en los conflictos y relaciones humanas. Precisamente porque es difícil, es atractivo de hacer.
De Fabula y Netflix
La serie tiene un look que evoca lo que se ha denominado “nordic noir”: un crimen que resolver en medio de un invierno frío y lluvioso en el sur de Chile, cual paisaje escandinavo. Y poca luz, como analogía al título de la producción y al misterio del caso.
La superproducción se filmó en la zona de Pucón y Villarrica en 50 jornadas de rodaje, entre el 31 de mayo y el 7 de agosto de 2021. Macaya cuenta que nunca había trabajado con Fabula, ni con los directores Gaspar Antillo (Nadie sabe que estoy aquí, 2020) y Claudia Huaiquimilla (Mis hermanos sueñan despiertos, 2021), los dos jóvenes realizadores a cargo de la serie.
“Uno puede estar en una gran producción, con gran presupuesto, y las cosas pueden no funcionar. Las cabezas del proyecto son tan fundamentales y trabajar con ellos fue un placer, creo que me sacaron el jugo como actor. Y se los agradezco”, dice el reconocido intérprete de teleseries y películas chilenas.
Agrega que todavía no dimensiona lo que significa participar de una serie que millones de personas podrán ver de manera simultánea desde cientos de países distintos: “Creo que lo que venga ahora, recién cuando se estrene la serie, lo voy a entender”.
También fue para él un reencuentro con el rodaje y con sus colegas, porque llevaba más de dos años sin actuar, pandemia mediante. “Fue maravilloso volver a encontrarse con el oficio y con los compañeros, también conocer a otros. Me sentí un afortunado de participar en esto y fui muy feliz. Ver los capítulos ahora es muy emocionante, porque es constatar que logramos un desafío enorme. Al mirar la serie, uno dice: 'Ahí está lo que queríamos. Se está contando'. Eso es motivo de alegría".
El abogado Víctor Pizarro, interpretado por Macaya, tiene mucho de ese clásico personaje rebelde que rompe algunas normas con tal de encontrar la verdad. Ese investigador oscuro pero noble. Incorrecto, pero bienintencionado.
En su caso es un letrado caído en desgracia, que fue despedido del prestigioso bufete donde trabajaba y se encuentra representando a delincuentes de poca monta, mientras trata de recuperar su reputación y de revertir su infortunio económico para proveer a su hijo adolescente.
Al enterarse de la noticia del supuesto secuestro de una mujer, delito inédito en la zona, algo no le calza y se empecina con formar parte del caso. Para ello recurre a métodos poco ortodoxos.
-¿Qué busca tu personaje: figuración, honor, justicia, dinero? ¿Conviven en él todas estas motivaciones?
Yo creo que busca todo eso. Está en el último peldaño del escalafón del sistema judicial, entonces lo primero que quiere es recuperar su dignidad. Sabe que no es el lugar que merece, que puede hacer su trabajo bien, que tiene las herramientas, la inteligencia y la capacidad, pero está al borde de que su vida se vaya a la basura.
-¿Es una historia de redención?
Sí, y reivindicación. Lo bonito es que a medida que avanza la historia el tipo se va comprometiendo emocionalmente con el drama de esta familia y empieza a ver su propia historia representada.
Si primero buscaba reconocimiento, volver a su posición de abogado exitoso, creo que va avanzando y empieza a luchar por la justicia. Se transforma en mejor persona.
Pero mantiene una mirada desencantada sobre el sistema judicial, la policía y la prensa, entonces no siente culpa al mentirle a un testigo para obtener información, presionar más de la cuenta o ir por el lado.
Dice: “esto ya está medio podrido. Que yo agregue un poco más de podredumbre da lo mismo. Importa alcanzar la verdad”.
-En la serie hay una postura crítica no solo hacia la investigación policial, también al rol de los medios de comunicación y de la propia audiencia. ¿Cómo te explicas el morbo social que generan estos dramas?
Existe una prensa o un público que tiene una mirada más morbosa, pero, obviando eso, creo que cuando los casos se mediatizan y son de dominio público, todo se trivializa, hasta las cosas más serias o dolorosas. Los medios, aun sin querer, producen un distanciamiento que provoca que la gente tenga miradas mucho más frívolas, crueles o desalmadas sobre lo que les ocurre a otros seres humanos.
Es algo que nos pasa a todos como sociedad: cuando ponemos algo al centro para mirarlo con distancia, no siempre tenemos la capacidad de conmovernos. Muchas veces somos crueles o fríos.
Va más allá de los medios de comunicación, y las redes sociales son el mejor ejemplo: si no hay un medio filtrando, es peor aún. Creo que es una manera de protegernos: ‘eso no me está pasando a mí’.