Cultura
Patricio Jara y su nuevo libro de cuentos: “Me gusta proponer una velocidad crucero”
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El mundo abajo (2022, Alfaguara) está compuesto por siete relatos, divididos en dos partes. Una controladora de tráfico aéreo, un buzo que sufre una experiencia traumática, un músico que compra la guitarra de sus sueños y dos investigadores que registran el río Loa, son algunas de las historias cruzadas y antecedidas por fragmentos noticiosos que dan cuenta de sucesos inauditos.
Patricio Jara comparte con uno de sus personajes la afición de guardar recortes de prensa: accidentes, hallazgos, curiosidades, que captan su atención y quedan entre las páginas de algún libro, hasta ser redescubiertos. Así también, algunos de estos textos estuvieron guardados más de una década, cuenta Jara.
El autor, quien ha publicado varias novelas (El sangrador, Prat, Geología de un planeta desierto, entre otras) y también cuentos (El cielo rojo del norte), cuenta que el paso del tiempo genera un efecto de puente entre las partes de El mundo abajo: “Se fue dando un tono, una temperatura en la trama, un paisaje que de a poco se iba conectando”.
“Es lo que más disfruto en la escritura. La mejor corrección es cuando uno se olvida de lo que escribió. Hubo instantes que disfruté viendo los puentes, algunos azarosos, y otros donde una historia la termina de contar otra. El dejar descansar las historias hace que estas placas se acomoden. Si me lo hubiese propuesto así, con planificación rígida, no lo habría conseguido. En el cuento, más que en la novela, me siento cómodo para jugar con las formas”, asegura.
Jara también se refiere a la velocidad. Asegura que entre más se demora en la escritura, más cortos son los relatos. Eso porque hay un trabajo para dar con el ritmo. “Es algo que a mí me importa. Saber frenar, avanzar, tener conciencia del lector y ‘bienvenirlo’. Sin que sea una lectura necesariamente fácil, proponer una velocidad crucero. Los mejores relatos son en los que no se nota que hay un escritor”.
Además de su oficio de escritor, lleva más de 20 años dando clases. Es profesor de la Escuela de Periodismo de Universidad de Chile. “Doy gracias, porque tanto en periodismo como en literatura, siempre hay un grupo de alumnos que te obliga a hacer buenas clases. No se conforman con lo mínimo y eso sigue siendo alentador”, comenta.
Aunque le costó acostumbrarse al sistema online que impuso la pandemia, luego fue encontrándole sus beneficios, como la posibilidad de corregir en pantalla, un ejercicio que la tecnología volvió más nutritivo. Cuando se embarca en un proyecto literario, trata de dedicarle al menos dos mañanas semanales a la escritura, pero, insiste, uno se adapta a todo.
Sigue escribiendo a mano: “Para mí es importante. Uno se prepara de otra forma, la página en blanco me obliga a pensar mejor”.