Cultura
Tamara Tenenbaum: “Todas las veces que hay una ola feminista después viene un hartazgo”
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“Es lógico que a espacios que se reivindican progresistas y feministas esta clase de faltas de ética le peguen peor”, escribió Tamara Tenenbaum en su última columna semanal de El Diario, a propósito de la demanda por agresión en contra del exmandatario argentino Alberto Fernández que dio a conocer su expareja Fabiola Yáñez, y cuyos alcances se han tomado la prensa y las redes sociales trasandinas.
“Supongo que sólo podemos tratar de que nuestras políticas (antes que nuestros políticos) estén a la altura de nuestras banderas”, agregó la autora en el texto donde se refiere al asunto.
“Supongo que sólo podemos tratar de que nuestras políticas (antes que nuestros políticos) estén a la altura de nuestras banderas”, agregó la autora en el texto donde se refiere al asunto.
La de Tamara es una de las voces de la Argentina de hoy. Ya no tan joven, acota ella a sus 35 años. Presente como autora con sus libros, como dramaturga estrenando obras de teatro, como comentarista de tendencias y actualidad.
Colaboradora en medios como La Nación, Infobae, Anfibia, Orsai y Vice, entre otros, actualmente conduce el podcast Algo prestado y mantiene su columna en El Diario. En redes sociales, su agudeza y humor tampoco pasan desapercibidos. La licenciada en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, además es docente de esa misma institución y enseña escritura en la Universidad Nacional de las Artes.
Colaboradora en medios como La Nación, Infobae, Anfibia, Orsai y Vice, entre otros, actualmente conduce el podcast Algo prestado y mantiene su columna en El Diario. En redes sociales, su agudeza y humor tampoco pasan desapercibidos. La licenciada en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, además es docente de esa misma institución y enseña escritura en la Universidad Nacional de las Artes.
De su historia personal se sabe bastante. En 2019 publicó El fin del amor, un ensayo que toma su propia experiencia de vida. Tamara nació y creció en una comunidad judía ortodoxa del barrio Once y durante su adolescencia tomó total distancia de la estricta religiosidad.
En El fin del amor escribe sobre el descubrimiento de un mundo donde el matrimonio o la pareja monógama ya no son un objetivo, cuestiona el amor romántico y se lanza a explorar el complejo terreno de la sexualidad.
Éxito de ventas, no sólo en Argentina, también en España y Latinoamérica, el libro se convirtió en una serie homónima (disponible en Prime Video) donde Tamara es interpretada por la célebre actriz y cantante Lali Espósito.
En El fin del amor escribe sobre el descubrimiento de un mundo donde el matrimonio o la pareja monógama ya no son un objetivo, cuestiona el amor romántico y se lanza a explorar el complejo terreno de la sexualidad.
Éxito de ventas, no sólo en Argentina, también en España y Latinoamérica, el libro se convirtió en una serie homónima (disponible en Prime Video) donde Tamara es interpretada por la célebre actriz y cantante Lali Espósito.
Dos mujeres y la AMIA
Un hecho trágico también cruza la vida de Tenenbaum: cuando tenía 5 años su padre, Naum Javier, abogado, murió en el atentado de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), episodio que marcó la historia de Argentina en 1994 y que se hace presente en su más reciente novela.
El 18 de julio se cumplieron 30 años del ataque terrorista, pero en una visita fugaz a Chile, sentada en un salón del hotel Sheraton, Tamara Tenenbaum, afirma resuelta, que a ella las fechas no le pegan de manera especial. “No me trae ningún recuerdo y me sorprende que la gente espere que me traiga algún recuerdo. Yo era muy chiquita, es como algo que no viví, no me representa nada”. Sin embargo, la AMIA aparece en La última actriz (Seix Barral, 2024).
El 18 de julio se cumplieron 30 años del ataque terrorista, pero en una visita fugaz a Chile, sentada en un salón del hotel Sheraton, Tamara Tenenbaum, afirma resuelta, que a ella las fechas no le pegan de manera especial. “No me trae ningún recuerdo y me sorprende que la gente espere que me traiga algún recuerdo. Yo era muy chiquita, es como algo que no viví, no me representa nada”. Sin embargo, la AMIA aparece en La última actriz (Seix Barral, 2024).
La novela presenta dos protagonistas mujeres. Una es Sabrina, estudiante de arte que, embarcada en una investigación de tesis sobre las huellas del teatro judío en Argentina, llega a archivos de la AMIA que sobrevivieron a la explosión en pleno centro de Buenos Aires que mató a 22 personas.
La otra es Jana, de quien Sabrina encuentra el diario de vida, una joven de los años ‘60 que trabajaba en las oficinas del cementerio de la asociación y es actriz aficionada. Las vidas de ambas, cada una buscando qué lugar ocupa en el mundo, con sus frustraciones, ilusiones y amores, se van encontrando.
Jana quiere ser actriz, pero como no es la más talentosa ni la más linda de su compañía, está condenada a los papeles secundarios y a que el director de teatro, su amor secreto, la ignore. Es una mujer moderna para su época, apasionada por la cultura, no tiene mayor interés en casarse ni en llevar una vida doméstica convencional.
“Cuando empecé a escribir el diario de una chica en los años ‘60, me surgen lugares muy estereotipados. Y después pensás en mujeres de esos años como Victoria Ocampo, Alejandra Pizarnik, Graciela Borges. Hubiera sido medio absurdo hacerla a Jana inocentona como negando otras posibilidades. Hay mujeres de esa generación con sueños arrolladores ¿Por qué ella no podría ser esa mujer?”.
La otra es Jana, de quien Sabrina encuentra el diario de vida, una joven de los años ‘60 que trabajaba en las oficinas del cementerio de la asociación y es actriz aficionada. Las vidas de ambas, cada una buscando qué lugar ocupa en el mundo, con sus frustraciones, ilusiones y amores, se van encontrando.
Jana quiere ser actriz, pero como no es la más talentosa ni la más linda de su compañía, está condenada a los papeles secundarios y a que el director de teatro, su amor secreto, la ignore. Es una mujer moderna para su época, apasionada por la cultura, no tiene mayor interés en casarse ni en llevar una vida doméstica convencional.
“Cuando empecé a escribir el diario de una chica en los años ‘60, me surgen lugares muy estereotipados. Y después pensás en mujeres de esos años como Victoria Ocampo, Alejandra Pizarnik, Graciela Borges. Hubiera sido medio absurdo hacerla a Jana inocentona como negando otras posibilidades. Hay mujeres de esa generación con sueños arrolladores ¿Por qué ella no podría ser esa mujer?”.
La historia no tiene nada de real, aclara. No existió ese diario, pero sí construyó los personajes a partir de historias que ha escuchado y leído. “Me pasó que me escribió un señor cuya madre era quien atendía el teléfono en el cementerio y ella también falleció en la AMIA. Me dijo que le parecían tan reales las anécdotas. Me interesaba esa parte de la historia que no está en internet. Justamente por el atentado, la evidencia que hay es poca. Todo esto podría ser cierto y me gustaba que alguien terminara la novela y se lo preguntara. La idea de un archivo que desapareció te permite jugar con ese misterio”.
En La última actriz también se asoma una pieza clásica del teatro judío, al que Tenenbaum le dedicó este año el proyecto teatral El Dibuk, dos covers, con Las Moiras, obra dirigida por Mariana Chaud, que tiene un elenco de mujeres que interpretan a esposas de rabinos, y luego El día más largo del mundo, actualmente en cartelera, también dirigida por Chaud, esta vez con actores hombres y situada después de la guerra con las Malvinas.
- ¿Cómo está la escena teatral en Argentina? ¿Se mantiene viva?
- En Argentina el teatro nunca pasa de moda, siempre hay público. Eso es bárbaro. Dicho lo cual, por supuesto que el público cambia con la cuestión económica, pagar entradas es difícil. Tenemos que hacer obras más baratas. Por suerte en Argentina tenemos profesionales hermosos que con dos pesos hacen cosas maravillosas. Ese teatro argentino que viene a ver la gente de distintos países se hace con nada. Sí pasa que los actores no tienen la posibilidad de dedicarle al teatro el tiempo que les gustaría. La raza del actor de teatro, que en otra época era más común, va achicándose. Por suerte no se extingue el teatro, pero estamos viviendo una temporada flaca.
- ¿En qué se diferencia esta crisis económica de tantas otras que han atravesado como país?
- La debacle económica, precede al gobierno de Milei, muchísimo. No conozco a nadie que lo niegue. Pero pasaron dos cosas. Por un lado, la crisis se profundizó. Y, por otro, algo que sí es nuevo de este Gobierno, porque no lo era del gobierno de Mauricio Macri, es la cuestión simbólica de un Gobierno abiertamente anti-cultura, anti-artistas, anti-academia. Un Gobierno que pone a los artistas y la cultura en el lugar del enemigo. Es muy violento y descorazonador.
También está la sensación de tener que salir a la esfera pública a defender lo que hacemos. Ya está todo mal, mínimo no nos pisen en el piso. Igual pienso que esa ideología anti-artistas, como si fuéramos parásitos, no representa a la sociedad argentina, representa solamente al Gobierno y a una facción muy mínima de personas afines a él.
También está la sensación de tener que salir a la esfera pública a defender lo que hacemos. Ya está todo mal, mínimo no nos pisen en el piso. Igual pienso que esa ideología anti-artistas, como si fuéramos parásitos, no representa a la sociedad argentina, representa solamente al Gobierno y a una facción muy mínima de personas afines a él.
Del hartazgo y más
Viene a Chile cada dos años, calcula. Algo así. Estuvo aquí en 2021 y antes en octubre de 2019 cuando detonó el estallido social. “Justo estaba acá. Me invitaron las chicas de un colectivo de psicoanalistas para hacer una charla sobre El fin del amor. El día de la presentación hubo que cancelarla. Al día siguiente yo tenía que volverme, llegué al aeropuerto y los vuelos no salieron. Había toque de queda. Volví al hotel con un taxi clandestino, no había servicio de comida. Afortunadamente conseguí vuelo el día después”, cuenta a modo de anécdota.
Uno de los motores que mueven a Tamara es el feminismo. En 2016 creó, junto a Marina Yuszczuk y Emilia Erbetta, Rosa Iceberg, proyecto editorial que publica autoras mujeres, y es una de las representantes de la denominada cuarta ola feminista en su país. Un movimiento que en el último tiempo ha visto variar el oleaje, pasando por una corriente más parecida a la resaca.
- ¿Crees que el feminismo vive un retroceso? ¿Que la causa perdió simpatizantes?
- Creo que es lógico que haya un hartazgo del feminismo, porque todas las veces que hay una ola feminista después viene un hartazgo. A la gente no le gusta que le critiquen. La gente quiere seguir haciendo su vida. Así funciona la inercia. Es lógico que es una ideología cansadora, no tengo ningún problema con aceptarlo. Pasa que el feminismo no tiene más remedio que ser un poco crítico porque viene justamente a cuestionar tu modo de vida. Si vos sentís que todo cuestionamiento de tu modo de vida es violento, vamos a tener que encontrar la manera. Pero no es tan fácil encontrar la manera.
- Eres bien activa en X, ahí opinas sobre distintas cosas, cotidianas o públicas. ¿Cómo te relacionas con la exposición en las redes sociales?
- Pienso que es el lugar en el que hoy pasan un montón de cosas. Cuando era más chica me angustiaba un poco. Ahora me puede molestar, pero me angustia menos. Lo bueno de haber estado muchos años en internet, es que no te alarmas tan fácilmente. La primera vez que te agreden, “Uy, qué grave”. La segunda, “Bueno, será”. La décima ya sabes que no pasa nada. Me cuido del mismo modo que me cuido de cualquier exposición pública.
La intimidad es una esfera que existe, yo no digo las mismas cosas a mis mejores amigos de las que diría en internet. Pero eso no es autocensura, es la vida real. También pienso que no hay que opinar de todo. No hace falta estar en todos los temas. Pero muchas conversaciones que me interesan están pasando ahí y no estar ahí implicaría perdérmelas.
La intimidad es una esfera que existe, yo no digo las mismas cosas a mis mejores amigos de las que diría en internet. Pero eso no es autocensura, es la vida real. También pienso que no hay que opinar de todo. No hace falta estar en todos los temas. Pero muchas conversaciones que me interesan están pasando ahí y no estar ahí implicaría perdérmelas.
- Te has referido al retorno de lo políticamente incorrecto, ¿lo ves como una tendencia?
- Es desalentador, pero también creo que es muy cíclico. Lo políticamente incorrecto solamente es incorrecto si hay una corrección política funcionando. Creo que estos pibes que hoy son cancheros porque son de Milei, cuando eso ya es institucional, no van a parecer tan especial. Pierde fuerza esa transgresión.
- ¿Te molesta que por tu origen judío se te pidan declaraciones respecto de lo que sucede en Gaza o sientes que como personaje público es importante lo que digas?
- Estoy en contra de que sea importante lo que piensa un personaje público por ser personaje público. Yo no soy experta en esto. Tengo una posición, ¿pero por qué es importante? Porque no leen a la gente que sabe del tema. Es absurdo. ¿Qué me importa por quién vota un actor si el tipo es un burro y apenas lee el diario? Yo también soy una burra. Trato de informarme, pero no sé mucho de Medio Oriente. No puedo resistir una discusión muy larga.
Tampoco quiero evadir el tema porque creo que lo que está pasando en Gaza es muy grave y el cese del fuego tendría que haber sido hace muchísimo tiempo. Pero no entiendo por qué yo debería ser la persona en dar esa conversación sólo porque tengo un apellido judío. Veo que se lo exigen a todos los judíos a mi alrededor y es lo más raro del mundo. No veo que le hagan lo mismo a cualquiera que tenga apellido ruso y yo también tengo raíces rusas. Hay antisemitas que aprovechan la situación, del mismo modo que hay islamófobos que aprovechan para decir que cualquier crítica a la política israelí es antisemita. Gente malintencionada siempre hay. Prefiero no discutir con esa gente.
Tampoco quiero evadir el tema porque creo que lo que está pasando en Gaza es muy grave y el cese del fuego tendría que haber sido hace muchísimo tiempo. Pero no entiendo por qué yo debería ser la persona en dar esa conversación sólo porque tengo un apellido judío. Veo que se lo exigen a todos los judíos a mi alrededor y es lo más raro del mundo. No veo que le hagan lo mismo a cualquiera que tenga apellido ruso y yo también tengo raíces rusas. Hay antisemitas que aprovechan la situación, del mismo modo que hay islamófobos que aprovechan para decir que cualquier crítica a la política israelí es antisemita. Gente malintencionada siempre hay. Prefiero no discutir con esa gente.