Cultura
Un árbol para abrazar: el proyecto colectivo de la chilena Tere Chad en México
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La distancia, la falta de tacto y las pérdidas de la pandemia. Sobre eso trata el proyecto de la artista chilena Teresa Chadwick -que usa el nombre Tere Chad- junto a Cordelia Rizzo en Monterrey, México.
Bautizado como “Abrazo entramado”, el proyecto busca construir colectivamente dos grandes brazos que se adosarán a un árbol en el frontis del Centro cultural LAB del Estado de Nuevo León.
Desde Londres, donde reside, y ad portas de viajar a México, Tere cuenta que todo partió con Roberta Bacic, artista que vive en Irlanda del Norte y que tiene una colección de arpilleras llamada Conflict Textile, cuyo origen viene de los familiares de los detenidos desaparecidos que tras la dictadura de Pinochet hacían esos bordados que se empezaron a vender en el exterior, para así llamar la atención de lo que estaba pasando en Chile.
Al inicio de la pandemia, Basic puso en contacto Tere y Cordelia Rizzo, curadora, educadora y activista mexicana. Tras meses de videoconversaciones, surgió Abrazo entramado.
“Lo que buscábamos era generar un espacio de encuentro con la comunidad de Monterrey. Lo pensamos con elementos sustentables y visibles desde varios lugares. Y que hablara de los tiempos que estamos viviendo. Eso se traduce en un gran abrazo, porque lo que más ha faltado durante la pandemia es la capacidad de abrazar”, explica.
Así llegaron al espacio cultural LAB Nuevo León, que es el antiguo edificio federal que se transformó en un espacio cultural. El proyecto consiste en cuatro etapas. Hasta el 18 de marzo recibieron telas en desuso para reciclar de los mismos vecinos, de fábricas de ropa y de diseñadores.
Luego comienzan las sesiones de prototipado entre el 22 de marzo y el 5 de abril, donde se invita a la comunidad a bordar dos brazos gigantes de arpillera.
“Lo que estamos tratando de hacer es usar el lenguaje de la arpillera, que trae el arte textil al mundo político. Y lo estamos llevando además, al lenguaje escultórico”, explica Chad.
Estos brazos se amarrarán al árbol en la plaza frente al palacio de gobierno. “La idea es que la gente pueda interactuar con ellos. Van a ser como dos peluches gigantes, a los cuales la gente podrá abrazarse o jugar”.
La pieza va a quedar por unas dos o tres semanas en exhibición y van a registrar el día a día, cómo interactúa la obra con la gente, con el medio ambiente, con la lluvia, el sol. Lo que luego será exhibido en una post muestra.
Desde niña Tere Chad (31 años) sintió inquietud artística. “Siempre fui un poco inventora loca. Buscaba insectos y los clasificaba, o distintos tipos de piedras; o cosas con el barro del jardín”, cuenta.
En cuarto medio ganó un premio de arte a nivel nacional en el concurso Pinta tu mundo de color, de Agatha Ruiz de la Prada. El suyo era el único dibujo abstracto, con unos mecanismos que lo hacían interactivo. Ahí se decidió por estudiar publicidad, en vez de algo más tradicional como Medicina o Derecho. Trabajó solo un año en marketing para luego volar a Londres a estudiar arte experimental.
Además, desde pequeña también aprendió orfebrería en el taller Villaseca, en Providencia. Gracias a ello, en 2016 pudo exponer en la Galería Aukara, en Isla de Pascua, una colección de joyas inspirada en la cultura rapa nui.
Desde entonces ha presentado en 13 países obras en diferentes formatos y soportes.
Su foco de atención y desarrollo artístico, dice, tiene mucho que ver con el contacto físico. “Tuve la suerte de crecer en una casa con jardín y de poder apreciar cómo las estaciones del año van dejando su huella en la naturaleza. Por lo mismo, ante generaciones tan digitalizadas y con muchos niños que crecieron en departamentos, es que mi línea de investigación artística tiene que ver con la falta de conexión y de tacto con nuestro entorno natural”.
Mientras estudiaba una maestría en arte y ciencia en Central Saint Martins en Londres, expuso en Barcelona, en Rumania, además de varias veces en la capital de UK. Luego hizo una maestría en escultura en el Royal College of Arts.
“Estoy en una faceta experimental. Hace un año, ya sin estar estudiando, he podido definir mejor mi línea de desarrollo artístico. Soy versátil, no me dedico a una sola cosa. Estoy muy interesada en cómo la parte comunicativa del arte nos puede reconectar con la tierra o con nuestro instinto más táctil. Mis obras se caracterizan por eso, ya sea pintura, escultura o grabado”.
Neo Norte es su proyecto emblema: se trata de una recopilación de obras de artistas latinoamericanos y que presentó su tercera muestra en Finlandia en octubre del año pasado. Ahora evalúa montarla en Italia el próximo año.
“En Latinoamérica nos falta cambiar nuestra narrativa. El continente nunca va a surgir si nos seguimos sintiendo los pobres. Tenemos que ver nuestros atributos positivos y explotarlos, más que vivir de la narrativa de EE.UU. y Europa sobre nosotros”, explica la artista.