Cultura
¿Dónde está la estatua del Che Guevara perdida en Chile?: El acertijo del nuevo libro de Juan Pablo Meneses
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Juan Pablo Meneses (55), periodista y escritor, dice que le habían contado la historia hace muchos años: que la primera estatua en homenaje al Che Guevara, luego de su muerte, se construyó en Chile. Que fue en 1970, en la comuna de San Miguel. Él la archivó en su memoria.
En algún momento se acordó de ella. Entró a Google y se dio cuenta de que prácticamente no había información sobre la estatua del guerrillero. Parecía habérsela tragado el olvido. Así que se puso a investigar, convencido de que la historia valía la pena para armar una crónica periodística, género narrativo que ha sido su especialidad. En 2020 la ofreció al New York Times, pero al final eso se diluyó. Entonces enganchó con la BBC. Estaba en eso, cuando en junio de 2021 lo atacó un Covid complicado que lo tuvo en las cuerdas y lo sacó de la ruta por varias semanas. Nuevamente, la historia del monumento del Che Guevara quedó suspendida.
Pero ocurrió algo más. Luego de que en 2022 publicó su novela Una historia perdida -que cuenta la bitácora de un piloto que en septiembre de 1973 bombardeó el Hospital de la FACH, en Las Condes- le llegaron varios comentarios sobre otros desconocidos capítulos de la historia nacional. Entre ellos, los que le hablaban -otra vez- de la estatua del guerrillero que parecía habérsela tragado el olvido.
Ante tantas señales acumuladas, Meneses se decidió entonces a escribirla. La investigación periodística, eso sí, no había arrojado muchos antecedentes: que la estatua de bronce y 10 metros de alto se inauguró cinco días después de que Salvador Allende asumió la presidencia, que fue realizada por el escultor Praxíteles Vázquez a pedido del entonces alcalde sanmiguelino Tito Palestro, que fue visitada por Fidel Castro, que sufrió varios atentados con dinamita y que finalmente fue derribada unos días después del Golpe por un grupo de militares, que se la llevaron a un destino desconocido. Por eso, para tener una historia más completa, Meneses decidió que no sería una crónica, sino una novela. Tal como lo había hecho antes con Una historia perdida.
“Tanto en el libro anterior como en éste, se trata de historias que están como escondidas, a las que no ha llegado la investigación periodística, la investigación académica ni la investigación judicial. Así que pensé: ‘Si hago una crónica pura y dura, no voy a llegar muy lejos, entonces para que la historia sea contada de manera redonda tiene que tener ficción’. O sea, cubrir con ficción los elementos que faltan”, explica Meneses por Zoom desde Ciudad de México, donde está instalado por más de un mes trabajando en su próximo proyecto.
Reporteo radical
La novela se llama Revolución y llegó a librerías hace algunos días. La trama parte de un hecho real -lo que el autor sabía del desaparecido monumento del Che Guevara- y transcurre en un lapso de tiempo que va al pasado y vuelve al presente constantemente. Se cruzan personajes reales y ficticios: el alcalde Palestro, el escultor Vázquez, un militar que asegura saber dónde está la estatua, dos guionistas jóvenes -Juan y Celia- que están haciendo una serie de streaming sobre la historia de la estatua, con la esperanza de que sea un hit.
Meneses, en todo caso, no es el único cronista que de repente salta a la ficción. O al menos a una mezcla. Lo hizo hace pocos años la escritora peruana Gabriela Wiener con Huaco retrato: partió como investigación periodística de un antepasado europeo de la autora, pero terminó en novela. “También Tomás Eloy Martínez hizo mucho esto. En Santa Evita, por ejemplo. Muchas cosas que se instalaron en el folklore argentino fueron inventados por Tomás y quedaron como parte de la historia”, señala Meneses. A este mix de géneros, él lo llama “literatura crónica”. “El único requisito es siempre advertir que se trata de una novela, no hacer pasar el libro por algo que no es”, agrega.
El autor reconoce que su llegada a la ficción fue también por cansancio de la no ficción, que ha desarrollado en 11 libros. “El último libro que publiqué de no ficción, crónica pura y dura, se llama Un dios portátil. Salió en la mitad de la pandemia, obtuvo premios, se publicó también en Francia, fui hace poco a presentarlo allá. Le fue bien, pero para mí fue un libro muy desgastante. Me demoré mucho tiempo, lancé una religión, la presenté en varios lados. Entonces como autor me parecía muy jodido decir que luego vendría otro libro de crónica. En el fondo llegué a la ficción escapando de ese libro y de la no ficción”, precisa. Así nació Una historia perdida, novela que arranca de una historia real que él había escuchado desde niño, que había contado muchas veces a conocidos, pero que nunca había escrito.
Sobre Revolución, dice que profundizó el uso de las herramientas narrativas de la ficción. Pero que, al mismo tiempo, tiene detrás un “reporteo radical” en la realidad. “Incluso terminé haciendo una denuncia, cosa que nunca había hecho en mi vida. Ni siquiera había denunciado los ruidos molestos de una fiesta en el piso de arriba. Es interesante cómo ocurrió”. Y lo detalla: “En la novela, Juan y Celia empiezan a decir ‘hagamos una denuncia’ por la desaparición de la estatua. La hace Juan en el Consejo de Monumentos Nacionales. En un momento yo como autor, como persona más bien, pienso: ‘Oye, qué buena idea; también quiero hacer esa denuncia porque me va a servir para el libro’. Así que, siguiendo a Juan, la hice y obviamente el material de mi denuncia me sirvió para ponerlo ahí, con número de caso y todo”.
Meneses sonríe. “Ahora resulta que la primera denuncia real que existe sobre la desaparición de la obra de Praxíteles Vázquez fue idea de un personaje de ficción”.
Camuflado
Juan Pablo Meneses ha dejado una huella de él detrás de los dos protagonistas de sus novelas. De partida, les cede parte de su nombre. El de Una historia perdida se llama Pablo y es un cronista con varios puntos de intersección con el autor. Juan, de Revolución, es un guionista que en su trayectoria ha hecho cosas similares a las realizadas por Meneses. Como una serie, años atrás, para el sitio web del diario argentino Clarín sobre los artículos de consumo que han nacido con la figura del Che Guevara, desde zapatillas hasta helados. “Sí, muchas de las cosas que le ocurren a él también me ocurrieron a mí”, reconoce el escritor.
Camuflarse de alguna manera detrás de sus protagonistas ha sido una decisión pensada. “Juego un poco con eso todo el rato: ¿seré yo, no seré yo? Me parece incluso un incentivo extra para la lectura. O sea, yo no escapo de que haya coincidencias con ellos, pero eso no significa que yo soy alguno de ellos, porque esto es una novela. Pero sí, hago un poco de trampa”, cuenta.
- ¿Siempre te interesó la imagen del Che Guevara?
- No, nunca me interesó. En eso también me parezco a Juan.
- "Revolución" no resuelve toda la historia de la estatua. ¿Seguirás en eso o ya soltaste?
- En general siempre doy por terminado los libros con el punto final, y eso es aún más difícil cuando haces crónica, porque te siguen preguntando por lo que escribiste. Qué pasó con los personajes, por ejemplo. En la ficción que cuenta hechos reales también me preguntan o te quieren entrevistar por ellos. Yo sé que la denuncia sigue, y que hay un museo de Francia que está interesado en que el monumento aparezca. Pero a mí no me gustaría seguirlo. Para mí lo ideal sería que otras personas lo continúen.
- ¿Qué personaje actual sería hoy un equivalente el Che Guevara, figura que el libro muestra que el tiempo ha despolitizado y situado en una esfera pop?
- Antes se hablaba de Latinoamérica y se pensaba en el Che. Eso cambió desde que apareció Pablo Escobar. Lo he dicho varias veces. Tú vas a Estados Unidos, a Europa, preguntas por Latinoamérica y ya no te dicen el Che y la revolución, sino que Escobar, la serie, los narcos. Yo hago clases en universidades privadas y públicas; y he preguntado ¿quién es el Che Guevara? Y no saben. Ha perdido totalmente cualquier consistencia ideológica que tenía en su momento.
Bolaño periodista
“Estoy pensando en las cosas que vienen”, señala Meneses, sin nostalgias por el libro recién publicado. Y entre esos proyectos nuevos está una investigación académica sobre la faceta de periodista del escritor Roberto Bolaño. “Es sobre su lado periodístico que se dio aquí en México. El día que Bolaño decide ser escritor es el mismo día que decide que tiene que trabajar en los medios, porque de otra manera no va poder. Empieza a ser freelance en distintos medios. Hay muchas biografías que dicen que su primer escalón fue articulista en medios en México. Pero no dicen más que eso. Yo pensé que era mentira, que era todo una ficción del propio Bolaño, que se lo había inventado por ese mito de que todos los grandes escritores partieron de esa forma. Eso fue hasta que me vine a México por primera vez a investigar”, señala.
Eso fue el año pasado. Estuvo un mes en la biblioteca de la Universidad Nacional de México (UNAM) y ahí comenzaron a aparecer documentos “y empecé a hablar con gente. Entonces estoy haciendo eso, más algunos proyectos sueltos de crónica y otras cosas así”.
- ¿Harás algo más literario con ese material sobre Bolaño?
-Espero que después de que esto termine, se convierta no sé si en crónica o en literatura crónica. En no ficción o en ficción. No sé aún en qué va a terminar.
- ¿Podría ser tu tercera novela?
-(Se ríe) Mi tercera novela, protagonizada por Meneses.
“Juego con eso todo el rato: ¿seré yo, no seré? Me parece un incentivo extra para la lectura. yo no escapo de que haya coincidencias mías con los protagonistas, pero no significa que soy uno de ellos”.
“Este libro es mi excusa para escribir de Chile”
Esto declara Juan Pablo Meneses: “Este libro, así como el anterior, es mi excusa para escribir de Chile. Antes de estas dos novelas nunca había escrito de Chile. Casi todos mis libros de crónicas no transcurren aquí. Entonces me he acercado a mi país desde la ficción, ya que desde la no ficción no pude. Sí, mis últimos dos libros me han servido para escribir de mi país”.
- Ya en 2021 decías: “Estoy buscando la forma de poder escribir de Santiago”. Parece que la encontraste…
- No me acordaba que había dicho eso, pero sí. Como viví tanto afuera, empecé a publicar estando afuera. Y cuando volví, quería hacer una conexión.
- Has dicho también que Chile es un país lleno de versiones, “sin verdades”.
- Mira, lo que he encontrado en la ficción es poder construir verdad, en un momento en que hay sólo versiones. Y cuando uno lleva eso a la discusión política o a la discusión más cotidiana del día a día de las personas, tiene un desgaste muy brutal. Por lo menos a mí me pasa. Ver una sociedad enfrentada que nunca se va a poner de acuerdo en nada, que cada uno tiene sus versiones, que agarran cualquier hecho para usarlo en su propio discurso… vamos a terminar siendo distintos países dentro de uno.
Meneses recuerda un libro que publicó hace 20 años, Sexo y poder, sobre el Chile de ese tiempo. Ahí ya registraba un país dividido. “Decía en el libro que puede que en alguna época esa división desaparezca, que se tape con tierra, con polvo, o con cerros, como pasa con las pirámides en México, pero que en algún momento esa división va a volver a aparecer”. Como una grieta que siempre se está abriendo.
Susan Sontag y Elvira Hernández
Revolución se inicia con dos citas de mujeres. Una de la poeta chilena Elvira Hernández, que dice: “Sí. Eso somos. Pero nos hemos acostumbrado a comportarnos como monumentos. Y así nos va”. La otra es de la intelectual norteamericana Susan Sontag: “El hecho de que esa imagen sea inolvidable indica su potencial para ser despolitizada, para transformarse en una imagen atemporal”.
Meneses explica: “Siempre me ha gustado la poesía. En muchos de mis libros hay poemas en el epígrafe. Y en este caso me gustó la de Elvira Hernández (de su libro Aves de paso) porque en sólo dos líneas dice que para qué darse tanta importancia. Susan Sontag, en tanto, me interesaba porque ese libro suyo (Sobre la fotografía) lo releo mucho. Las líneas elegidas abordan el tema de despolitizar la imagen”.