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La pieza devuelta del asalto al Museo Andino
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Estaban aún las cámaras de televisión reporteando y las autoridades policiales tomando declaraciones sobre el asalto al Museo Andino, cuando apareció en bicicleta el hijo de unos trabajadores de la Viña Santa Rita. Raúl Miranda se acercó a las autoridades del museo con una especie de pato de oro en las manos.
La encontró al lado del camino cuando iba a su casa. Cuando escuchó las noticias entendió que lo que tenía en sus manos era una parte del botín que se habían llevado los ladrones, y partió camino al museo para devolverlo.
Fue quizás el único minuto de esperanza ese día para quienes trabajan en el Museo Andino, ubicado en la Viña Santa Rita (empresa relacionada con el Diario Financiero). Un par de horas antes, exactamente a las 16:36, llegaron tres autos a las barreras de entrada, un Mercedes Benz, un BMW y un Subaru, todos último modelo y sin patente. Al guardia de la entrada le pegaron, le robaron su argolla de compromiso y lo amarraron en uno de los vehículos.
Mientras tanto, los otros dos entraron por los jardines de la viña en dirección al museo. Sabían perfectamente a lo que iban, porque incluso tenían calculado cómo pasar por unos monolitos que impiden el paso de los vehículos. Entraron a la recepción del museo disparando al aire, pese a que había niños pintando. “Fue un asalto extremadamente violento, con disparos al interior y al exterior. Nos hemos tratado de contactar con los padres de algunos niños que estaban en ese momento para saber cómo se encuentran, pero no ha sido fácil al no tener sus datos”, cuenta Luis Grez, representante legal del museo.
Mientras los guardias del edificio, funcionarios y turistas estaban en el suelo, los ladrones se fueron directo a la colección de la sala de oro, rompieron las vitrinas de vidrio y en dos minutos tenían todo en bolsos. En un minuto y 10 segundos se llevaron todo. Estaba planificado.
A las 16:45 ya no quedaba ningún delincuente en los alrededores ni tampoco parte importante de la sala de oro donada por Ricardo Claro y su señora, María Luisa Vial de Claro, el año 2006. Ambos habían coleccionado las piezas por más de 40 años. Una colección que -según los expertos- es invaluable y hoy es una gran pérdida para el patrimonio de Chile y Latinoamérica, al punto que la Unesco y museos de varios países se han contactado con Chile para pedir públicamente la devolución de las piezas.
A una semana, los esfuerzos han estado primero en contener al equipo del museo: “Ha sido muy difícil para el resto del equipo que trabaja ahí, algunos con temor, frustración, pero sobre todo con mucho dolor y tristeza de lo que significa esta pérdida, más allá del valor monetario, es el valor patrimonial de las generaciones que vienen”. Explica que la fundición de estas piezas no supone una recolección de oro importante ya que estaban combinados varios metales, pero sí supone dañar un espacio que es de acceso gratuito y muy valorado en la zona.
Luis Grez y el director del Museo Hernán Rodríguez, presentaron el miércoles pasado una querella. El abogado reconoce que no será fácil recuperar la colección, pero están colaborando en las pericias policiales y mantienen la esperanza de que vuelvan a su lugar en el Museo Andino.