Andrés Allamand, quien renunció el domingo a la Cancillería luego de un cuestionado viaje a Madrid y en medio de acusaciones por parte de la oposición por “abandono de deberes”, asumió este martes como secretario general iberoamericano.

El ahora ex ministro fue electo en ese cargo en noviembre del 2021 -por 12 votos contra 8 de la exvicepresidenta, la ecuatoriana Rosalía Arteaga-, y tomaría ese rol pasado el 11 de marzo, cuando terminara su trabajo en el gobierno.

La SEGIB tiene la función de apoyar la organización de las cumbres iberoamericanas de jefes de Estado y cooperar en ámbitos de educación, cohesión social y cultura. Está compuesta por 22 países, los 19 de América Latina de lengua castellana y portuguesa y los de la Península Ibérica España, Portugal y Andorra.

Fue creada en 2005 y ha tenido dos presidentes anteriormente, el economista uruguayo Enrique Iglesias (2005-2014) y la economista costarricense Rebeca Grynspan (2014-2021). El programa de trabajo durante los últimos cuatro años ha estado definido por siete ejes estratégicos: fortalecer el sistema de la cooperación iberoamericana, inclusión, pobreza y desigualdad, conocimiento y educación superior, igualdad de género, cultura, dimensión ambiental e innovación y transformación digital.

El nuevo secretario general estará al menos cuatro años en el puesto, con la posibilidad de reelegirse una vez. Según fuentes de gobierno, cuando vino a Chile el presidente del Partido Popular de España, Pablo Casado, en una reunión privada en La Moneda con jefes de gabinete y asesores declaró que el nombramiento de Allamand es uno de los legados más importantes del gobierno de Sebastián Piñera, junto con el combate contra el Covid 19.

En sus primeras actividades, se reunió -antes de su renuncia al ministerio- con el canciller de España, José Manuel Albares, y de Brasil, Carlos Franca.