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Especial 50 años

11 de septiembre: 11 voces reconstruyen las horas alrededor del golpe de Estado

11 de septiembre: 11 voces reconstruyen las horas alrededor del golpe de Estado

Carlos Ominami, Mariana Aylwin, Moy de Tohá, Martín Costabal, Luis Maira, Hermógenes Pérez de Arce, Claudio Sánchez, Patricia Arancibia, Jorge Awad, Máximo Pacheco y Eduardo Labarca rememoraron para DF MAS cómo vivieron, hora a hora, el día del golpe de Estado. También las jornadas previas y las posteriores a este evento.

Por: Azucena González | Publicado: Sábado 9 de septiembre de 2023 a las 21:00
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Los días previos

Mariana Aylwin (MA): “El sábado, domingo y lunes anteriores había una tensión muy grande. Había rumores de que venía el Golpe, de que los militares iban a intervenir. Mi padre, después de tener una reunión con los dirigentes provinciales de la DC, juntó firmas para buscar una salida institucional: todos los parlamentarios debían poner sus cargos a disposición. Allende había arreglado las cosas para anunciar un plebiscito, en la Universidad Técnica. Mi papá lo sabía, había recibido el recado de Allende. Se quedó esperando en la tarde este anuncio que nunca ocurrió”.

Martín Costabal (MC): “Desde el año anterior estaba cursando mi primer año del MBA en Chicago. Vine de vacaciones a Santiago en el receso de verano del hemisferio norte. Llegué a Puedahuel los últimos días de agosto del 73. Traía unos dólares en billetes y todo se me hacía muy barato. Saliendo de una discoteque, una noche me dio pena ver personas haciendo cola para comprar pan al día siguiente y que habían bajado ramas de un árbol para una fogata con la que se estaban calentando”.

Carlos Ominami (CO): “El fin de semana el MIR supo que el Presidente Allende iba a convocar a plebiscito y lo interpretó como que finalmente iba a capitular. En una situación como de acuartelamiento, el domingo en la noche el MIR dio la decisión contraria. Dijo ‘en el plebiscito Allende se rinde. No va a haber Golpe’. El domingo 9 me dijeron ‘no va a haber el Golpe, se levantó la alerta porque el Presidente Allende se rinde’”.

Hermógenes Pérez de Arce (HPA): “Los radioaficionados eran todos de oposición a la UP y habían organizado la cadena que iba a haber para el Golpe. En la radio, Álvaro Puga, un hombre muy interiorizado, un día me dijo ‘el Golpe está listo, los militares no lo dan, pero los civiles lo tienen listo. Tienen previsto instalarse en la Escuela Militar para todo el comando de radiocomunicaciones aquel día. Todos los civiles están preparados y cuando suceda va a haber cadena nacional’”.

Patricia Arancibia (PA): “Había un estado de incertidumbre tremenda, de mucha violencia en las calles. Todo el mundo esperaba el Golpe o una guerra civil. Eran las dos opciones existentes. En las casas se acumulaba agua en las tinas. Yo tenía 20 años, vivía en Providencia con General del Canto y estudiaba Licenciatura en Historia en la Universidad Católica. Se iba poco a clases. Los estudiantes vivíamos más bien en la calle, marchando o yendo a concentraciones o haciendo colas para comprar algo. Santiago y Chile estaba paralizado”.

Patricia Arancibia

Luis Maira (LM): “Vivía en un conjunto habitacional, tipo cooperativa, en Kennedy, que en ese momento era las afueras de Santiago. Habíamos comprado un grupo de amigos, ligados a la DC, 24 casas pareadas. Frente a mi casa vivía Alejandro Foxley; atrás, Claudio Huepe. Del grupo, la mitad se habían ido a la Izquierda Cristiana. Éramos 12 y 12, por decir algo. Después de declarada la inconstitucional al Gobierno, ninguno de nosotros dejó de entender que estábamos en la antesala del Golpe. Una persona de la juventud de la Izquierda Cristiana iba a mi casa y dormía en el living. Me sacaría de ahí en caso de ser necesario”. 

  

 Lunes 10 de septiembre

MC: “El día 10 convidé a mi mamá, Luz María Llona, que trabajaba en una librería en el centro, a almorzar. Como el día estaba templado, estuvimos en la terraza superior del Hotel Carrera, con vista a lo que sería el epicentro de los sucesos del día siguiente”.

Claudio Sánchez (CS): “En la mañana me mandaron a hacer un recorrido por Lo Valledor, porque había mucho desabastecimiento. En la radio del auto encontramos una canción de Aznavour, entonaba ‘nada de nada’. Supimos que en Parral había muerto un camionero. Dijimos ‘vamos para allá’. Los camioneros tenían todo tomado, había enfrentamientos. Nos señalaron que había gente que estaba tirando unas calugas de dinamita metidas dentro de naranjas. Cuando volvíamos a Santiago, vi un movimiento un poquito inusual de militares. Llegamos a Santiago, alcancé a despachar lo que habíamos hecho en Parral. Fue la última nota que dio Teletrece ese día previo”.

Martes 11 de septiembre

5.00 

Jorge Awad (JA): “Yo era vicerrector económico en la Universidad Católica. Me llamaron los vigilantes del canal: habían entrado fuerzas armadas para tomar el control. Me contacté con los otros vicerrectores para saber si tenían noticias. Me dijeron que era un tema más grande. Me levanté tempranísimo, fui en mi auto a la Casa Central y efectivamente el tema era más grande”.

6.30

Moy de Tohá (MT): “A las 6.30 el Presidente llamó a José (Tohá, recién renunciado ministro de Defensa de la UP, antes fue de Interior) a la casa. Estaba claro, pero no había sol. Le dijo algo que José no me dijo a mí. Sólo me informó: ‘Tengo que partir a La Moneda’. Se llevó a los niños a la casa de su mamá. Prendí la televisión, que a esa hora ya mostraba los primeros movimientos de las tropas. Escuché que uno de los periodistas anunciaba que José había llegado a La Moneda”.

Moy de Tohá

7:00 -8:30

CO: “Yo era un joven militante del MIR. Tenía 23 años. Tipo 7.30 me llamó mi madre, ya que había recibido un llamado de su gran amiga Ángela Jeria de Bachelet, que le contó que la Armada se había tomado Valparaíso, que era el preludio de un golpe militar contra el Presidente Allende. Yo estaba en la casa de una polola”.

Eduardo Labarca (EL): “Me empiezan a llamar para decirme que se había levantado la Marina. Yo dirigía el noticiero de Chile Films que se daba cada 15 días en los cines. Así que organicé un equipo. Pero no nos fuimos a los estudios que estaban en Manquehue, que como estaba en el barrio alto nos parecía territorio de la oposición, sino a los laboratorios que estaban en Estación Central, cerca de Matucana. Nos fuimos en una camioneta junto al productor, dos camarógrafos, sonidistas”.

PA: “Yo vivía con mi mamá y con todos mis hermanos (10). Empezó música militar. Nosotros escuchábamos la radio Agricultura. Mi mamá abrió la ventana, puso la radio allí. No sabíamos en ese momento si el Golpe era de un lado o de otro. Al escuchar el primer bando, supimos de qué lado era. Mi mamá le pidió a uno de mis hermanos que buscara una bandera. Había una cola para comprar pan de la panadería que estaba en Providencia, casi esquina General del Canto, y era inmensa, casi hasta Eliodoro Yáñez. Se izó la bandera en mi casa tempranísimo y la gente que estaba en la cola se acercó a la reja de mi casa para escuchar la radio. Nos abrazamos en la familia. Mi papá había muerto durante el tiempo de la UP, después de haber sido tomado preso y torturado en Investigaciones. Así que para nosotros fue una gran alegría que se acababa esta opción de ser una segunda Cuba. Todos en la casa éramos partidarios de la libertad y de que los militares participaran en sacar a Allende del poder. Me vestí rápidamente y a escondidas porque mi mamá no me hubiera dejado salir”. 

LM: “Desperté con un llamado de un amigo, para contarme que el puerto había caído en manos de la Armada, que era el inicio del Golpe. Me visto de inmediato. Esa noche no llegó mi asistente de seguridad. Estaba solo, tenía un auto, pero no era un gran conductor. Mi mujer y mis hijas se quedaron con su madre. Teníamos que juntarnos en Maipú, en una fábrica que era la única de un cordón industrial del sindicato de la Izquierda Cristiana. Nunca llegué. En Recoleta, el puente ya estaba ocupado por gente que estaba participando en el Golpe. Los oficiales y tropa tenían un elemento distintivo en su brazo, una pañoleta naranja, lo había escuchado en la radio. No podía cruzar. Me iban a detener. Yo era diputado, salía en la televisión, era reconocible. Me devuelvo, para tratar de encontrar caminos que nunca encontré. Todo ya estaba ocupado militarmente”.

MA: “Tenía 24, estaba casada, vivía en Vitacura. Estaba con prenatal. Por radio oímos que parecía que esta vez sí había golpe militar. Llegó una tía, Mercedes Oyarzún, con un recado de mi mamá: que me fuera a una casa donde hubiera teléfono, porque nosotros no teníamos. Nos fuimos a la casa de mis suegros, en Vitacura también. Mis papás se habían ido a un departamento con otros miembros de la directiva de la DC, por seguridad, para estar juntos y tomar decisiones”.  

HPA: “Yo era diputado y transmitía programas por la radio. Vivía en Américo Vespucio al llegar a Bilbao. Me levanté temprano. Otro diputado me llamó por teléfono, me dijo que había en curso un Golpe. Me fui a la radio Minería, en Providencia con Tobalaba, en el piso 11. El 12 era de un norteamericano, que a todas las personas que llegamos nos convidó a su departamento, open bar me acuerdo que dijo. Él estaba muy contento con el golpe. Vimos el bombardeo de La Moneda, los errores de la FACH, porque un avión destruyó el Hospital de la Fuerza Aérea confundiéndolo con Tomás Moro”.

Máximo Pacheco (MP): “Me desperté temprano con la radio informando de los movimientos que ocurrían. Salí hacia el centro. No era claro si iba a la Escuela de Economía de la Chile, al MAPU donde militaba o al edificio de Teatinos 120 donde tenía la oficina que había ocupado en Dirinco. Nada de eso fue posible. Deambulé unas horas sin conseguir sincronizar los pasos a seguir”.

CS: “Me despierto temprano y escucho un bando en radio Minería. Digo ‘chuta, ¿será broma?’. Me levanto para ir al Canal 13, que estaba en Lira, a un costado de la Casa Central de la UC. Me encuentro con el periodista Hernán Olguín, que me dice: ‘Alcanza a Manuel Labra, el camarógrafo, ándate con él para La Moneda’. Allá estaba el periodista que cubría Moneda, Miguel Ángel Romero. Nos pusimos acuerdo: ‘Yo hago lo que pasa aquí afuera y tú lo que pasa adentro’. A él no lo dejaron entrar y empezamos a hacer la cobertura los dos por el lado de Plaza de la Constitución. Hago un despacho: ‘Movimiento inusual, sector acordonado’. Llegaron muchos Fiat 125, que eran los de los GAP, que iban a tomar posición para defender el gobierno. Carabineros estaban muy desorientados, ni nos echaban ni nos decían nada, estaban igual que nosotros, expectantes”.

Claudio Sánchez

9.15

MC: “Al despertar pongo la radio y pude oír el histórico discurso de Salvador Allende. Vivíamos en el Barrio Condell-Salvador, en Providencia. Mi mamá entendió que la librería no iba a abrir y me invitó a que fuéramos a hacer una vuelta al comercio cercano por si encontrábamos alimentos. Volvimos al poco rato”.

CS: “Empiezan a llegar autoridades a La Moneda. Al ministro José Tohá lo entrevistamos, estaba desencajado. Le pregunto por la rendición, porque las Fuerzas Armadas van a tomar el poder. Y me dice ‘el Presidente no se rinde, no va a renunciar’. Al ministro de Educación, don Edgardo Enríquez, lo tomamos a la salida, y ahí la famosa frase que dijo, ante los bandos militares de desalojar La Moneda: ‘El plazo aquí lo puso el pueblo de Chile...’ Nosotros escuchábamos los bandos en una radio portátil”.

LM: “Me fui a casa de un tío, Horacio, que vivía solo, en una zona no muy activa desde el punto de vista de los enemigos del gobierno, entre Las Condes y Ñuñoa, altura Tobalaba. Cuando más adelante se acabaría el toque recién iba a poder irme a algún lugar donde podía tener más protección y refugio. A casas en las cuales nos recibiría gente de confianza. Pero esa mañana no sabía que por dos días íbamos a quedar acuartelados”. 

Mariana Aylwin

9.30

CO: “Fui primero a la Escuela de Economía en la mañana, donde estudiaba, en calle República. Estaba al lado de una comisaría y los carabineros todavía no estaban al tanto del Golpe, no pasaba nada”.

PA: “Salí y me fui a la casa de una gran amiga que vivía en Condell. Me fui caminando. Lo que vi era no mucha gente en la calle, gran efervescencia, banderas, pero no con las calles repletas. A medida que me iba acercando hacia el centro desde Providencia se escuchaban balazos. Con varias otras personas nos pusimos cerca de un edificio, para protegernos. Mi gran desesperación era que no tenía cigarrillos y me iba a la casa de mi amiga justamente porque ella tenía. Me convidó algunos”.

10:30 - 10:45 

CS: “Aparecen los tanques por Morandé, contra el tránsito, de norte a sur. Se produce un ruido ensordecedor de balaceras por todos lados. Para cubrirnos, nos tiramos debajo de un banco de la Plaza de la Constitución. De repente, cañonazo; y veo que ya no existe la puerta de La Moneda. Estuvimos varios minutos en medio del fuego cruzado. En un momento se produce una especie de ‘claro’, y unos carabineros dicen ‘vámonos abajo’, a un subterráneo en Agustinas. Nos escondimos 12 o 15 personas. Les preguntábamos ‘¿Qué va a pasar?’ y no sabían. Hasta que uno dice ‘tenemos que irnos todos. Me acaban de avisar que van a bombardear La Moneda y los aviones van a pasar por acá’”.

MT: “Me llama José y me dice: ‘Prende la televisión’. Ya la tenía encendida. Estaba hablando Salvador, un discurso muy serio al país. Después Salvador me llamó a mí, me dijo: ‘Váyase a Tomás Moro e impida que la Tencha se venga a La Moneda. La llamé. Me respondió que iba saliendo a La Moneda, le insistí que no lo hiciera. Yo no alcancé a llegar a Tomás Moro. Su chofer la llevó a la casa de su amigo Felipe Herrera”.

Martín Costazabal

11.00

MA: “Llegamos donde mis suegros antes del bombardeo. Subimos al segundo piso y tratábamos de mirar, vimos el humo y los aviones. Ellos vivían en un barrio donde la gente estaba celebrando, y nosotros teníamos una situación distinta, porque teníamos amistades de izquierda y al transcurrir las horas empezaron a mencionarse como personas buscadas”.

CO: “Fui al Pedagógico, en Macul con Grecia, que era un lugar muy importante de concentración de la izquierda. Estuve con un gran dirigente estudiantil que desgraciadamente murió, Alejandro Rojas. Llegaron los militares con los pañuelos naranjas y recuerdo a la Brigada Ramona Parra rayando algo así como ‘los fascistas no pasarán’. Con los militares al frente, uno se daba cuenta de la precariedad, la resistencia era algo iluso. Condiciones para resistir no había ninguna. Los militares dejaron abierta la salida del Pedagógico por atrás. Estuve en la empresa textil Continental. Vi escenas de pánico, porque allí se habían cerrado las puertas para que nadie saliera. El interventor de la empresa tomó la decisión de abrirlas. Centenares de obreras y obreros caminando por la calle Los Tres Antonios”.

11.20

CS: “Fuimos a El Mercurio que estaba ahí cerquita, en Compañía, en medio de balas. Entramos corriendo. Años después me llegó una carta: ‘Estimado señor locutor oficial de Teletrece. Por la presente quiero recordarle que el 11 septiembre, cuando las cosas se ponían graves en la calle y las papas quemaban, en esta empresa había orden de no abrir la puerta a nadie. Como ustedes empezaron a golpear y gritando, la persona que tenía a cargo esta misión pidió autorización para que pudieran entrar, ya que al frente había francotiradores. Esa persona se llamaba Elías Guerra Encina’. Él de verdad nos salvó la vida”.

12.00 – 14:00

CS: “Sentimos aviones. Llega un teniente de ejército, corriendo, y me dice ‘vengo a buscar un fotógrafo porque Allende se acaba de suicidar recién y necesitamos fotos. Vamos a llevar al fotógrafo Juan Enrique Lira (fue editor gráfico de El Mercurio)’. Lo primero que me doy cuenta cuando subimos es que el jeep tenía un tremendo forado en el parabrisas. ‘Me acaba de pasar, me mataron al conductor’, dice. Entramos a La Moneda, por Morandé 80. Era un escenario de guerra, humo, agua, fuego, olor a pólvora. En medio de eso, iban sacando del subterráneo de los estacionamientos, del Ministerio de Obras Públicas, unas frazadas llenas con armas. Ahí se guardaban los vehículos de la guardia de Allende. Eran fusiles, subametralladoras, morteros. A unos 12 o 14 defensores de La Moneda los habían reducido los militares. Todos de guata, les pedían documentos, les preguntaban los nombres y se los llevaron detenidos”.

JA: “En la Casa Central de la UC me tocó oír muchos balazos, un tiroteo en las torres de San Borja. Los disparos son lo que más recuerdo, el tiroteo permanente en la Alameda”. 

MP: “Después de mediodía conseguí hablar por teléfono con un buen amigo y compañero que sólo atinó a decirme que no había nada que hacer frente al bombardeo de La Moneda y la casa presidencial de Tomás Moro. Que teníamos que escondernos porque esto era una masacre. Llegué extenuado en la tarde a la casa de mi polola Soledad a encerrarnos con el toque de queda. No conseguí cerrar los ojos esa noche”.

EL: “Desde la ventana de los laboratorios de Chile Films grabamos el bombardeo de La Moneda. No lo veíamos, pero sí veíamos pasar los aviones. Sentimos el estruendo y vimos la humareda. Escuchando la radio, ya supimos que esto no tenía vuelta. Entonces nos empezamos a cortar el pelo, porque éramos todos pelucones, barbones. Lo hicimos con las mismas tijeras con que se cortaban las películas. Llenamos canastos de pelo. Sabíamos que para los milicos, unos gallos chascones eran enseguida sospechosos”.

PA: “Empezaron a sentirse unos ruidos de aviones. Tremendo. Y ahí sí que me asusté. Me despedí de mi amiga con un gran abrazo. Y me volví rápido hacia mi casa. Salimos al patio de mi casa y vimos pasar los Hawker Hunter. El bombardeo era imposible no escucharlo.  Era un ruido ensordecedor, había mucho temor. De ahí la radio fue la compañía. Almorzamos chancho chino. Al poco rato anuncian la muerte de Allende y anuncian también un toque de queda hasta el día 13 o 14”. 

Jorge Awad

15.00
CS: “Aparece el general Javier Palacios con la mano vendada y me dice ‘misión cumplida. La Moneda está tomada. Con esta metralleta, con este fusil, se acaba de suicidar el Presidente Allende’. Tomo el fusil que dice ‘a mi compañero de armas, Salvador Allende’, firmado por Fidel Castro. Subimos al segundo piso y estaba el cuerpo de Allende. Sentado en un sillón largo, de unos tres cuerpos. Grabamos durante un minuto y medio, dos minutos. Tuvimos a Allende a cinco pasos. Empezamos a recorrer los pasillos. Había algunos muertos, destrucción, muebles en el suelo, botellas de alcohol. Vi mucho alcohol, y es entendible.

Vimos a un periodista que también se había pegado un tiro, Augusto Olivares, le decían ‘Perro Olivares’, muy amigo de Allende. Estuvimos adentro de La Moneda media hora. Antes de retirarme veo a un oficial cantando la canción nacional con un teléfono en la mano. Me acerco, y me dice ‘estoy hablando con mi papá’. Me pone el teléfono al oído y yo escuchaba un disco con la canción cantándola con su padre. Me dice ‘hemos derrocado a este gobierno. Lo que quiera, búsqueme, voy a estar de guardia’. ¿Su nombre? Armando Fernández Larios, años después implicado en el atentado al exministro Orlando Letelier. No lo vi nunca más”.

16.00

CS: “Bajamos. Seguían los tiroteos. Seguían sacando armas y había más prisioneros en la calle, los traían de Agustinas, de otras calles, y se los llevaban arriba del camión. En ese momento bajan el cadáver de Allende en una camilla, cubierto con una manta. Se produce un baleo ensordecedor. Lo suben a una ambulancia del Hospital Militar. Nosotros de guata debajo de un carro de bomberos. Nos quedamos el resto de la tarde por Morandé y Moneda. Ya no ocurrió mucho más”.

CO: “Me fui a una casa de seguridad que teníamos por ahí cerca. Estuvimos un rato haciendo una cosa bastante loca: intentar algún tipo de resistencia con un armamento casero, las granadas vietnamitas, unos dispositivos muy precarios que había que armar. Rápidamente nos dimos cuenta de que éramos muchos los que habíamos llegado, que esa casa iba a ser denunciada. Me fui. Pasé esa noche en la población Santa Julia, con gente amiga, militantes del MIR. Dormí ahí”.

Eduardo Labarca

20.00

CS: “Oscureció. Nos quedamos viendo cómo se desplazaban los tanques, e iban apagando el incendio. Órdenes y contraórdenes, una cosa de locos. Nos fuimos caminando al ministerio de Defensa. Tuvimos que cruzar la Alameda. Estaban recibiendo a todos los detenidos. Habían llamado a que se entregaran muchos dirigentes políticos. Estuvimos hasta como la medianoche”.

Medianoche

CS: “Nos pusieron dos conscriptos que nos llevan hasta Lira, porque queríamos despachar. Nos fuimos por la Alameda. Vi muertos en el socavón del Metro y la propia Alameda. Fuimos caminando hasta la casa central de la Católica. En Diagonal Paraguay, mi compañero Miguel Ángel Romero se quedó porque ahí vivía. Yo seguí. Las transmisiones estaban en el cuarto piso de la Casa Central. Apareció el padre Raúl Hasbún, que era el director ejecutivo del canal. Fuimos a revelar la película. Dormí un rato”.

Hermógenes Pérez de Arce 

Miércoles 12 de septiembre

EL: “Estuvimos en los laboratorios de Chile Films hasta las 4 de la madrugada en que fuimos desalojados por Carabineros. Nos llevaron caminando hasta una comisaría en la calle Herrera. Nos metieron en unos calabozos donde nos turnábamos para respirar por una rendija. Éramos como 50 personas apretadas. Después nos sacaron al patio y un capitán, que tenía todos los carnés de los que estábamos allí, nos iba llamando. Detrás tenía tres o cuatro gallos de civil, no sé si eran de inteligencia, de Carabineros, del Ejército. Cuando te llamaba, pasabas adelante y se decidía si quedabas detenido o salías. Cuando me llaman por mi primer nombre, Luis, el capitán me dice despacio: ‘Don Eduardo, váyase ligerito’. Me ubicaba por la tele. Salí libre. Ese carabinero me salvó la vida”.

 Jueves 13 de septiembre

MA: “No hablé por teléfono con mis padres. El jueves los vi. Me fui a la casa de ellos, que vuelven apenas levantan el toque de queda. Mi padre estaba muy abatido. Empezó a llegar gente. Algunos venían muy aliviados, decían ‘por fin esto se resolvió’. Otros llegaban apesadumbrados. Llegó mucha gente, amigos, mis tíos. Mi padre habló con el cardenal ese día por teléfono y también hizo alguna gestión con senadores de la derecha para preguntar qué estaba pasando y qué se hacía cuando una persona no había llegado a su casa”.

MT: “Fui a Tomás Moro. La Tencha me pidió ayuda, necesitaba ropa. Los militares me dieron permiso. Me pasaron a buscar tres autos negros, me subí al primero. De copiloto iba Fernández Larios. Me senté atrás. Era una ciudad fantasma, las calles vacías, apretaba el alma. En la casa todo estaba desarmado. Todos los tesoros de esta familia estaban destrozados. La escalera tenía un tremendo hoyo entre los escalones. Como pude llegué al segundo piso. Se habían robado todo. En el clóset de Tencha quedaban cuatro cositas, que metí en mi bolso. En el primer piso entré a la pieza de Salvador. En su cama había un hombre tomando whisky, pegué un grito. Pesqué la bata de levantarse de Salvador y pedí permiso al oficial para llevarla, además de un Cristo que la señora Laura, su madre, le había dado. En un sillón que le había regalado Matta, había una perra que había tenido dos perritos”.

Máximo Pacheco

Los días siguientes

MC: “Días después volví a Chicago. Mi avión despegó casi junto a uno en que trasladaba parte de la embajada soviética y que también paró en Lima. Al llegar al campus fue sorpresa ver afiches de protesta, con la famosa foto del general Pinochet de uniforme y anteojos negros. Días después hice una presentación sobre la situación económica chilena en un seminario de economía latinoamericana que dirigía el profesor Haberger: inflación, déficit fiscal, etc. La única crítica fue de Roque Fernández, un economista de Chicago que después fue ministro de Economía de Menem. Se fue al lado político. Yo les trataba de decir que éste no era un cuartelazo de un golpe ‘gorila’ latinoamericano, sino una intervención absolutamente indispensable. Ahora él es uno de los asesores de Milei”.

CO: “Estuve de casa en casa, buscando refugiarme. No podía volver a la mía, que fue allanada dos veces. Mi padre, que era un coronel de la Fuerza Aérea, fue detenido, identificado como un oficial constitucionalista. Estuvo preso junto con Alberto Bachelet en la Academia de Guerra Aérea. Comenzaron a presionarlo para que yo me entregara. Ahí tomé la decisión de refugiarme en la embajada de Bélgica”.

Carlos Ominami

MA: “Nos quedamos en la casa de mis suegros hasta que nació mi primer hijo, Carlos. Empecé con parto un sábado, que había toque de queda temprano. Salí como a las 17.00 con mi mamá y mi marido en una citroneta, con un pañuelo blanco, para irme al hospital de la Católica. Esa noche fue el allanamiento de las torres de San Borja. Era una gran sensación de inseguridad, incertidumbre y desinformación”.

EL: “Me estuve moviendo entre una casa, y otra, y otra. La verdad, era complicado, porque llegabas y los amigos te recibían, pero tú te dabas cuenta de que lo único que querían es que no estuvieras. No pude nunca volver a mi casa, donde hubo un saqueo completo de mis cosas. Eso duró hasta febrero (1974), cuando un compañero comunista dijo que me asilara en cualquier embajada y que de ahí me llevarían a Rusia, para participar en el programa Escucha Chile de Radio Moscú. Así que estuve tres meses en la embajada de Colombia, llegué a Bogotá y allá tenía todo listo para partir a Moscú”.

PA: “Nunca lo he contado. Yo era compañera y muy amiga hasta hoy de Sol Serrano. Éramos compañeras de la universidad. Ella había tenido una posición diferente a la mía, no estaba por el Golpe. La llamé por teléfono, y le dije: ‘Sol, pucha, para mí y para muchos de mi familia éste es un momento de liberación, pero sé que tú lo puedes estar pasando mal, así que quiero decirte que aquí estoy para lo que me necesites’”.

CS: “Nunca tuve miedo, nunca pensé que podía morir. Pasé mucho más susto tres o cuatro días después. Estaba dormido en mi departamento, tocan el timbre, y me dicen ‘le queremos decir que va a tener que retirarse porque sabemos que pueden atentar contra su vida’. Los mismos militares me llevaron a la casa de mi polola en El Golf”.

LM: “Le pedí a mi tío que tenía un compadre que estaba en el mismo conjunto a la entrada de la población que le fuera a pedir un teléfono por si estaba intervenido el de mi tío. Él hizo la conexión con la persona con la que yo hacía el contacto para moverme. Esa persona entendió que tenía que pedir la dirección para venir a buscarme, al terminar el toque de queda. Llegó en auto mi amigo, el de la Izquierda Cristiana que estaba a cargo mío, y me llevó a un lugar, la tercera opción. Yo no sabía dónde. Empecé a usar cosas para cambiar mi aspecto. Me cambié el peinado, la vestimenta. Estuve en la embajada de México. Me disfrazaron de hijo de familia rica. Pantalones de cotelé largos con las blusas de alpaca. Me tiñeron el pelo. Me dieron el salvoconducto”. 

Luis Maira

Roberto Fantuzzi: “Los trabajadores se tomaron la fábrica y mi hermano Ángel se quedó adentro, secuestrado”

Las empresas Aluminios y Enlozados Fantuzzi y Aluminios El Mono, ambas en el cordón industrial Maipú Cerrillos, fueron intervenidas en la Unidad Popular. Tras el Golpe, cuenta el empresario y ex dirigente gremial Roberto Fantuzzi, hoy de 80 años, “los de la Aviación, que estaban a cargo, nos preguntaron si queríamos que algún trabajador no entrara, les dijimos ‘que entren todos no más’. Y entraron todos, no echamos a nadie”.

Isabel Allende y su libro con recuerdos personales del 11: “Me cerré durante cincuenta años”

La senadora, hija menor de Salvador Allende, recién publicó un libro donde por primera vez cuenta cómo vivió y sintió personalmente la semana del golpe militar en 1973. “Recordar duele”, reconoce en esta entrevista realizada en la misma casa donde, hace medio siglo, salió a acompañar a su padre a La Moneda. Durante décadas se negó a escribir estas memorias, en medio de una familia acostumbrada a guardar silencio y no hablar de ese tiempo. “Creo que fue un acto de protección, no sé si equivocado o no”, dice.

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