Especial 50 años
Rafael Cumsille: “Nosotros no estábamos en contra del gobierno, sino que en defensa de la libertad de abastecimiento”
-
Cuéntale a tus contactos
-
Recomiéndalo en tu red profesional
-
Cuéntale a todos
-
Cuéntale a tus amigos
-
envíalo por email
“Estoy escribiendo un libro, La Verdadera Historia, que sale en septiembre. Lo escribí personalmente, hablo de todo, de mi vida, del deporte, de música y de la televisión chilena en el 62. Y luego entro de frentón a la verdadera historia, lo que se vivió, cómo llegué a la Confederación (del Comercio Detallista) y cómo se produjo la situación en la Unidad Popular (UP), lo que provocó la molestia de todos los habitantes, el desabastecimiento.
De Palestina a Chile
Nací en Placilla, Colchagua, el 26 de diciembre de 1931; tengo 91 años, Mis padres llegaron de Palestina, de la provincia de Belén, en 1927. Mi padre logró tener un pequeño negocio, Tienda La Palestina, y en 1943 se trasladaron a Requínoa. Al negocio le pusieron Casa Cumsille.
Fui regidor independiente, en la lista del Partido Agrario Laborista, en 1956. El 60 me fui a San Fernando e instalé un boliche que se llamaba Almacén San Rafael. Siendo comerciante, un día pasa un señor que era presidente de la Cámara de Comercio de San Fernando, y me invitó a ser socio. Ingresé a la vida gremial, y al poco tiempo ya me tenían nombrado presidente, porque nadie tenía interés.
Fui fundador de la mayoría de las cámaras de comercio de Colchagua, llegué hasta Pichilemu. Formamos la Federación Provincial y me nombraron presidente. Y luego secretario de organización de la Confederación de Comercio, Detallista y Pequeña Industria de Chile, a nivel todavía nacional. Empezamos a colaborar en formar otras cámaras de Chile.
Fui fundador de la mayoría de las cámaras de comercio de Colchagua, llegué hasta Pichilemu. Formamos la Federación Provincial y me nombraron presidente. Y luego secretario de organización de la Confederación de Comercio, Detallista y Pequeña Industria de Chile, a nivel todavía nacional. Empezamos a colaborar en formar otras cámaras de Chile.
Primera reunión con Allende: El optimismo inicial
Allende asume el 4 de noviembre (1970), y el 25 de ese mes se realiza un congreso en Concepción. Yo llego como dirigente de la Confederación, pero se politizó tanto el congreso que varios no quisieron ser candidatos a la presidencia de la Confederación. Sorpresivamente se pusieron de acuerdo y me nombraron a mí, el más joven.
Yo dije: ‘Tenemos que tener las mejores relaciones con el gobierno del doctor Salvador Allende’. Inmediatamente que asumió, solicitamos una entrevista, que se concretó en febrero del 71. Fuimos con todo el directorio a saludarlo.
Le dije: ‘Presidente, queremos que a usted le vaya muy bien, porque si a usted le va bien, le va a ir bien a todos los chilenos’. El Presidente Allende nos dijo: ‘Yo quiero apoyar a los pequeños, no tienen nada que temer en mi gobierno’. Además, nos ofreció previsión: ‘En mi gobierno les vamos a dar previsión a ustedes los comerciantes’. Salimos optimistas.
Le dije: ‘Presidente, queremos que a usted le vaya muy bien, porque si a usted le va bien, le va a ir bien a todos los chilenos’. El Presidente Allende nos dijo: ‘Yo quiero apoyar a los pequeños, no tienen nada que temer en mi gobierno’. Además, nos ofreció previsión: ‘En mi gobierno les vamos a dar previsión a ustedes los comerciantes’. Salimos optimistas.
Bachelet y las JAP
Nosotros no estábamos en contra del gobierno, sino que en defensa de la libertad de abastecimiento. Fue cambiando nuestra actitud cuando llega el ministro Pedro Vuskovic (ministro de Economía). Ahí empieza en Chile a cambiar la política económica, las famosas fijaciones de precio, un control despiadado de parte de la Dirinco (Dirección de Industria y Comercio).
Primero nos dice el gobierno: ‘Ustedes no se preocupen. Aquí tenemos una lista de 81 empresas que no los incorpora a ustedes’. Pero nosotros nos dábamos cuenta que dos empresas distribuidoras nacionales -Duncan Fox y Agencias Graham- se convierten en llamémosle estatizadas, y se funda Dinac (Dirección Nacional de Abastecimiento y Comercialización). Esta distribuidora era manejada por un interventor del Estado, y se empieza a producir el desabastecimiento.
El general (Alberto) Bachelet se convirtió en el director de Dinac. Bajo su alero también estaba las JAP (Juntas de Abastecimiento y Control de Precios), que fueron recomendadas por Fidel Castro. Y tanto consumidores como comerciantes, si no se afiliaban, les costaba mucho tener abastecimiento. Prácticamente no conseguían.
Viene la Reforma Agraria. Yo vivo en Colchagua, conozco muy bien el tema. Los fundos expropiados eran dirigidos por personas de partidos políticos que no eran agricultores ni tenían experiencia. En los campos se dejó de producir.
Nosotros no tuvimos oportunidad de hablar con él (Bachelet), pero nos negamos a ingresar a las JAP. Nosotros lo llamábamos que era el control por el estómago de la población. Porque el que recibía una mercadería por parte de las JAP, tenía que estar controlado por Dirinco.
Daban un papelito con el abastecimiento a las dueñas de casa. Usted no les vendía a sus clientes. A una persona que llegaba sin eso, usted no le podía vender. Yo manejaba un camión de mis padres. Para conseguir algo de mercadería había que ir a la calle Carrascal, en Santiago. Tenías que llegar la noche anterior, hacer una fila y esperar.
Daban un papelito con el abastecimiento a las dueñas de casa. Usted no les vendía a sus clientes. A una persona que llegaba sin eso, usted no le podía vender. Yo manejaba un camión de mis padres. Para conseguir algo de mercadería había que ir a la calle Carrascal, en Santiago. Tenías que llegar la noche anterior, hacer una fila y esperar.
En esa ocasión conseguí 200 kilitos de azúcar y un tambor de aceite. Cuando abrí mi boliche en la mañana siguiente me encontré con una fila que llegaba a la línea de ferrocarriles. Y los activistas empezaban: ‘Tal por cual, acaparador, te pillaron’. Todo por haberse esforzado, estar una noche entera esperando a que le vendieran algo. No les podía vender a mis clientes del campo porque Dirinco llegaba. Una vez yo conseguí 20 sacos de harina en el molino para vendérselo a la gente del campo, se enteró Dirinco y me dio la orden de que no podía vender.
La “encerrona” y Pedro Vuskovic
El 6 de junio de 1971, cuando estaba la cosa muy complicada, tuvimos una reunión en el Teatro Caupolicán. Al poco tiempo, Pedro Vuskovic nos citó a una reunión y se encargó de citar a muchos comerciantes que eran militantes de partidos de la UP. Al entrar nos abuchearon, porque eran todos militantes. El ministro Vuskovic estaba en la cabecera, y una radioemisora que controlaba el gobierno estaba transmitiendo directamente.
‘Usted, señor Cumsille, le queremos decir que todo lo que dijo en el Caupolicán no es cierto. Y se lo demuestro. Porque aquí están los comerciantes’, dijo el ministro. Los comerciantes lo aplaudían a él y nos pifiaban a nosotros, no nos dejaban hablar. Eso era encerrona, no como la que me adjudicaron a mí el 20 de octubre del año pasado cuando era presidente de la Conapyme.
En la reunión con Vuskovic nos sentaron en primera fila, pero hablaba él y la gente aplaudiendo. Me atreví a ponerme de pie, y le dije: ‘Ministro, déjeme hablar’. Me volví a la gente que estaba en el salón, y dije: ‘Les quiero preguntar: ¿ustedes consiguen libremente abastecimiento?’ Se produjo un fenómeno, no quiero decir milagro, pero aunque eran militantes, fueron entendiendo el lenguaje comercial y empezaron algunos aplausos, tibios primero y luego fueron en aumento.
Y cuando don Pedro se dio cuenta de que se estaba dando vuelta la cosa, dijo: ‘a la tarde seguimos conversando. Se levanta la reunión’. Nunca más tuvimos una reunión con él.
Y cuando don Pedro se dio cuenta de que se estaba dando vuelta la cosa, dijo: ‘a la tarde seguimos conversando. Se levanta la reunión’. Nunca más tuvimos una reunión con él.
Conversé con (el entonces ministro) Fernando Flores. pero como había una política muy clara, nadie iba a pensar distinto.
La respuesta siempre era ‘¿por qué se preocupan ustedes, si a los chicos no les va a pasar nada?’ Pero una vez estando yo ausente de San Fernando, me vinieron a tomar mi negocio.
Nosotros habíamos formado los comandos gremiales entre camioneros, taxistas, comerciantes, agricultores, que se reunían en un punto determinado por si había algún problema. Mi esposa, que estaba desesperada, pescó el teléfono y llamó a la Cámara de Comercio, porque ahí estaba el comando. Se vinieron rápidamente taxistas, camiones, y ellos impidieron que se robaran mi boliche. En ese tiempo las tomas eran las que mandaban.
La respuesta siempre era ‘¿por qué se preocupan ustedes, si a los chicos no les va a pasar nada?’ Pero una vez estando yo ausente de San Fernando, me vinieron a tomar mi negocio.
Nosotros habíamos formado los comandos gremiales entre camioneros, taxistas, comerciantes, agricultores, que se reunían en un punto determinado por si había algún problema. Mi esposa, que estaba desesperada, pescó el teléfono y llamó a la Cámara de Comercio, porque ahí estaba el comando. Se vinieron rápidamente taxistas, camiones, y ellos impidieron que se robaran mi boliche. En ese tiempo las tomas eran las que mandaban.
Paro de camioneros en octubre de 1972 y el rol de la CIA
A mí me extraña cuando hablan de que la CIA financió el paro de octubre (1972). Realmente es un invento.
En Aysén se habla de crear una empresa estatal de transporte de camiones. Enterados los camioneros de Aysén, tenían un movimiento de protesta y se paralizaron. León Vilarín, el líder de los camioneros (de la Confederación Nacional de Dueños de Camiones, CNDC), solidariza con Aysén, y empieza la escaramuza. Y como el gobierno actuaba con amenazas, lo único que lograron fue reacciones y esto se convierte en un paro nacional.
El 12 de octubre, que era feriado, nuestra Confederación se reúne y acordamos solidarizar con los camioneros y, a la vez, plantear nuestros propios problemas, nuestras molestias por el desabastecimiento. Se formó una mesa gremial. Estaba el Colegio de Ingenieros, después el Colegio de Arquitectos, y todos los colegios profesionales se fueron uniendo a la mesa gremial.
Se incorporó el presidente del sindicato de la Papelera, y de ahí nació ‘la Papelera No’. Si la Papelera era controlada por el Estado, ¿qué garantía teníamos los chilenos de tener prensa libre? Ninguna.
Se incorporó el presidente del sindicato de la Papelera, y de ahí nació ‘la Papelera No’. Si la Papelera era controlada por el Estado, ¿qué garantía teníamos los chilenos de tener prensa libre? Ninguna.
Íbamos a la Dirinco a pedir que por favor no fijaran los márgenes de comercialización por debajo de los costos, porque se estaba produciendo el desabastecimiento. Tuvimos el Pliego de Chile, que lo hicimos entre todos los gremios. El paro se levantó gracias al general Carlos Prats. Yo estuve con él. Cuando se nombró ministro al general Prats, que hasta ese minuto era el comandante en jefe del Ejército, nos citó a toda la mesa gremial, y yo vi que estaba frente a una persona de la que tuve la mejor opinión. Me fui muy contento. Él nos garantizó que iba a pacificar el país y a tomar medidas para terminar con todo este tipo de acciones.
En la cárcel incomunicado y las visitas de Alessandri y Frei
Antes de hablar con el general Prats, estuve preso en la cárcel de Santiago por la Ley de Seguridad Interior del Estado, por haber incitado al paro. ¡Si el paro de octubre nació de las bases! Las bases nos exigían, y si los dirigentes no estaban de acuerdo, ellos iban a paralizar igual.
Fui llamado al Ministerio de Defensa, fui solo, y estaban varios ministros del Presidente Allende para hablar y terminar el paro. Serían las 2 o las 3 de la mañana, sonó el teléfono y un ministro me lo pasa y me dice: ‘El Presidente quiere hablar con usted’.
Tuvimos una conversación muy franca. El Presidente me dice: ‘Mire Cumsille, usted es un dirigente con autoridad moral. Puede ayudar a terminar el paro’. Le digo: ‘Presidente, no depende de mí. Depende de los grupos violentistas partidarios del gobierno que siguen actuando a lo largo del país. Hay que controlar a esos grupos’.
Terminó la conversación. Salí convencido de que íbamos a seguir dialogando, pero ya estaba una orden de detención. Me esperaban en la calle Phillips, donde estaba la sede de mi Confederación, curiosamente frente al departamento de Jorge Alessandri. Mientras me estaban pidiendo que tratara de ayudar a pacificar y a terminar con el paro, llegué a la sede y me dijeron: ‘Tenemos una noticia: tiene orden de detención’. O sea, estaban conversando conmigo y el Ministerio del Interior ya estaba dando la orden de detención.
Había que intentar presentarse en forma voluntaria, y así lo hice. Me costó mucho entrar, me intentaron asesinar con arma blanca grupos violentistas que había afuera de la Corte de Apelaciones. Logré llegar. El ministro (José) Cánovas (de la Corte de Apelaciones) me dice: ‘Lo voy a dejar en calidad de incomunicado, porque queda más seguro. Hay mucha gente violenta’. Estaba en la cárcel cuando escucho que dicen ‘visita de abogados Rafael Cumsille’.
Yo no tenía ningún abogado. Era don Jorge Alessandri Rodríguez, para decirme ‘lo que usted está haciendo junto a otros dirigentes no es sólo por su gremio, es por Chile’. Al día siguiente llegó don Eduardo Frei Montalva. Me saluda, me felicita y me dice, en pleno paro de octubre, ‘ustedes están trabajando por Chile. Solidarizamos con usted y su gremio’.
Yo no tenía ningún abogado. Era don Jorge Alessandri Rodríguez, para decirme ‘lo que usted está haciendo junto a otros dirigentes no es sólo por su gremio, es por Chile’. Al día siguiente llegó don Eduardo Frei Montalva. Me saluda, me felicita y me dice, en pleno paro de octubre, ‘ustedes están trabajando por Chile. Solidarizamos con usted y su gremio’.
Estuve detenido una semana, en un edificio en la calle General Mackenna. Salí con libertad bajo fianza.
Una carta para Allende
Yo no conocía al general Augusto Pinochet, no lo había visto nunca. Tampoco al almirante Merino, ni al general Gustavo Leigh. Me acuerdo de haber escuchado el 9 de septiembre los discursos del señor Altamirano, del señor Enríquez, llamando a la tropa a sublevarse.
Nosotros firmamos una carta que le llevó a Allende el senador (Patricio) Aylwin, con todo el respaldo de los gremios. Fue a Tomás Moro para decirle que había que cambiar de actitud, respetar la Constitución.
Nosotros firmamos una carta que le llevó a Allende el senador (Patricio) Aylwin, con todo el respaldo de los gremios. Fue a Tomás Moro para decirle que había que cambiar de actitud, respetar la Constitución.
Cuando se produjo el llámelo Golpe o pronunciamiento o llegada de las Fuerzas Armadas al poder, yo estaba alojado en la casa de unos familiares en Santiago, en calle Antonio Varas. A las 6, escuché por radio que empezaron a hablar de que había movimientos militares en el centro. Escuché el discurso del Presidente Allende. Primero llamó a la gente a ir a defender La Moneda, y después llamó a la gente a que se fuera a sus casas. Cuando llega el toque de queda, ya nadie podía salir.
“Yo siempre he dicho lo siguiente: Que no hubo un golpe. El gobierno de la Unidad Popular cayó por error de sus propios partidarios”.
El segundo día me fueron a buscar los militares. ¿Cómo supieron dónde estaba? No tengo idea. El oficial me dice ‘el general Bonilla quiere hablar con usted’. Yo no sabía quién era el general Bonilla. Me llevaron en un vehículo. Era ciencia ficción.
Llegamos a un regimiento que no sé cuál era, a la oficina del general Bonilla. Muy amablemente, me dice ‘quiero que usted nos ayude, que vaya a hablar con el general Rolando González, que va a ser el Ministro de Economía (fue el primer ministro de Economía de la Junta Militar)’.
El general González estaba en el Instituto Geográfico Militar, que yo no lo conocía tampoco. Me trasladan, y ahí sí pido llamar a una persona, al secretario de la Confederación, Hernán Vergara, que había sido integrante del Ejército.
Llegamos a un regimiento que no sé cuál era, a la oficina del general Bonilla. Muy amablemente, me dice ‘quiero que usted nos ayude, que vaya a hablar con el general Rolando González, que va a ser el Ministro de Economía (fue el primer ministro de Economía de la Junta Militar)’.
El general González estaba en el Instituto Geográfico Militar, que yo no lo conocía tampoco. Me trasladan, y ahí sí pido llamar a una persona, al secretario de la Confederación, Hernán Vergara, que había sido integrante del Ejército.
Me piden colaboración en el abastecimiento de Chile. Lo primero que le dijimos fue que había una circular que derogaría, que impide el libre tránsito a través del territorio si no hay una autorización expresa de Dirinco. Me piden que la redacte. Con Hernán Vergara, que era muy bueno para las máquinas, la redactamos en una Olivetti. ‘Se otorga libre tránsito a través de todo el territorio nacional’. Me despedí del general González, le dije ‘no tengo nada más que hacer aquí’.
“Siempre he dicho que no hubo un Golpe”
Conocí al general Pinochet en un acto en el Diego Portales, el 74. Nos invitaron a muchos dirigentes gremiales. Tengo un recuerdo de una parte de su discurso, que dijo ‘yo espero que de cada cinco chilenos, por lo menos uno tenga auto’. Creo que en una encuesta nacional en esos días, el porcentaje de apoyo a las Fuerzas Armadas era muy alto.
Yo también estuve preso en el gobierno militar. Se inició una persecución odiosa por opinar que el dólar a 39 era una barbaridad, que habían quebrado todas las industrias nacionales.
Tuve información, como muchos chilenos, posteriormente, de las violaciones a los derechos humanos. Jamás voy a estar de acuerdo. Ahora, no le eché la culpa de todo al general Pinochet. Cualquier cabo, cualquier sargento podía cometer cualquier barbaridad sin conocimiento del jefe. Toda la población pedía una intervención, porque la situación que se vivía era insostenible. Siempre he dicho lo siguiente: que no hubo un Golpe. El gobierno de la Unidad Popular cayó por error de sus propios partidarios”.