Especial 50 años
El inédito trabajo del fotógrafo Julio Donoso sobre el exilio (segunda parte)
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A las 3:15 de la tarde del 11 de septiembre de 1973, se permitió el ingreso de los bomberos al palacio de la Moneda. El incendio amenazaba con devorarlo todo. Alejandro Artigas, teniente de la Primera Compañía de Bomberos, “Deber y Constancia”, cuyo cuartel se encontraba a escasas cuadras del palacio, fue uno de los primeros en subir las escaleras e ingresar al segundo piso donde se encontraban las oficinas presidenciales.
El teniente Artigas llevaba una linterna y recorrió habitación por habitación, asegurándose de que nadie estuviera atrapado bajo un muro caído. Debido al humo y al fuego, se movía con lentitud. Cuando entró en el Salón Blanco, una pequeña y ornamentada oficina en el lado este del edificio, vio al Presidente muerto en el sofá. El AK-47 estaba en el suelo, a los pies de Allende. La imagen perseguiría a Alejandro Artigas por el resto de su vida. No le gusta hablar de ello y, cuando lo hace, habla despacio, con una cadencia lenta y un tono muy suave.
Momentos más tarde, la Junta Militar emitía el Bando Número 10, en el que conminaba a una cincuentena de dirigentes de la Unidad Popular a presentarse en el Ministerio de Defensa, antes de las 16:30 horas.
Varias de las personas cuyas fotos se publican en estas series de Julio Donoso se encontraban en ese catastro: Carlos Altamirano, ocupaba el segundo lugar; Edgardo Enríquez en el número 22; Alejandro Rojas en el 33. En la madrugada del día siguiente, una segunda lista fue difundida como el Bando Número 19. En ella se incluyó a Carlos Lazo y Danilo Bartulín, cuyos retratos también aparecerán en estas publicaciones.
Retratos de exilio: el desconocido trabajo del fotógrafo Julio Donoso
Muchos de los requeridos cumplieron con las órdenes y se presentaron voluntariamente ante las nuevas autoridades. La mayoría pensaba que se trataría de un trámite formal, que quizás quedarían retenidos por unos días, después de los cuales volverían a una vida de civiles. Derrotados, pero en libertad, junto a sus familias, con la posibilidad de rehacer sus vidas en un Chile que mantenía sus tradiciones más antiguas y profundas, el respeto por la divergencia política, y un Estado medianamente ajustado a las leyes.
Pero estaban equivocados.
Lo que siguió fue prisión, torturas, humillaciones y exilio. Tuvieron que salir del país que los vio nacer y donde querían vivir. Así empezó una vida desraizada, una vida en la que, como dijo Alejandro Rojas, desplegaron en forma suave y lenta, casi imperceptible, nuevas raíces para que no se los llevara el viento. En la entrega de hoy hay miembros de dos familias, los Orrego y los Enríquez. Cada uno de ellos y ellas vivieron el exilio a su manera. Lo que los unió fue el dolor y la nostalgia.
El teniente Artigas llevaba una linterna y recorrió habitación por habitación, asegurándose de que nadie estuviera atrapado bajo un muro caído. Debido al humo y al fuego, se movía con lentitud. Cuando entró en el Salón Blanco, una pequeña y ornamentada oficina en el lado este del edificio, vio al Presidente muerto en el sofá. El AK-47 estaba en el suelo, a los pies de Allende. La imagen perseguiría a Alejandro Artigas por el resto de su vida. No le gusta hablar de ello y, cuando lo hace, habla despacio, con una cadencia lenta y un tono muy suave.
Momentos más tarde, la Junta Militar emitía el Bando Número 10, en el que conminaba a una cincuentena de dirigentes de la Unidad Popular a presentarse en el Ministerio de Defensa, antes de las 16:30 horas.
Varias de las personas cuyas fotos se publican en estas series de Julio Donoso se encontraban en ese catastro: Carlos Altamirano, ocupaba el segundo lugar; Edgardo Enríquez en el número 22; Alejandro Rojas en el 33. En la madrugada del día siguiente, una segunda lista fue difundida como el Bando Número 19. En ella se incluyó a Carlos Lazo y Danilo Bartulín, cuyos retratos también aparecerán en estas publicaciones.
Retratos de exilio: el desconocido trabajo del fotógrafo Julio Donoso
Muchos de los requeridos cumplieron con las órdenes y se presentaron voluntariamente ante las nuevas autoridades. La mayoría pensaba que se trataría de un trámite formal, que quizás quedarían retenidos por unos días, después de los cuales volverían a una vida de civiles. Derrotados, pero en libertad, junto a sus familias, con la posibilidad de rehacer sus vidas en un Chile que mantenía sus tradiciones más antiguas y profundas, el respeto por la divergencia política, y un Estado medianamente ajustado a las leyes.
Pero estaban equivocados.
Lo que siguió fue prisión, torturas, humillaciones y exilio. Tuvieron que salir del país que los vio nacer y donde querían vivir. Así empezó una vida desraizada, una vida en la que, como dijo Alejandro Rojas, desplegaron en forma suave y lenta, casi imperceptible, nuevas raíces para que no se los llevara el viento. En la entrega de hoy hay miembros de dos familias, los Orrego y los Enríquez. Cada uno de ellos y ellas vivieron el exilio a su manera. Lo que los unió fue el dolor y la nostalgia.
Carmen Castillo Echeverría
Historiadora y militante del MIR, era la pareja de Miguel Enríquez, el hombre más buscado por los agentes de la DINA. En la tarde del 5 de octubre de 1974, Manuel Díaz, un vecino de San Miguel, llamó al Hospital Barros Luco para avisar que frente al número 725 de la calle Santa Fe había una mujer herida a bala, que se desangraba y corría peligro de morir. La mujer, agregó Manuel, estaba embarazada.
Se trataba de Carmen Castillo, quién había sucumbido en el enfrentamiento donde Enríquez perdería la vida. El 24 de octubre de 1974, aún convaleciente, Carmen Castillo es expulsada del país. Viaja al Reino Unido, y después de unos meses se establece en Francia, donde se transforma en una destacada documentalista. Sus filmes tratan sobre la necesidad imperiosa de mantener la memoria. (Foto tomada en París, septiembre de 1983).
Alejandro Rojas
Era presidente de la FECH y diputado PC. Al enterarse del alzamiento de las Fuerzas Armadas, monta, junto a su pareja Elena Orrego, en su Austin Mini amarillo. Llegan al Pedagógico en Macul, cercado por los militares. Escapan por la puerta trasera y deambulan por Santiago. Alejandro es incluido en la lista de quienes deben entregarse en el Ministerio de Defensa. No lo hace.
Permanece en la clandestinidad hasta que logra salir a Praga. En 1978, después de pasar por Suiza, Elena y Alejandro viajan a Canadá con su hijo Daniel (en la foto). Elena se dedica a la antropología cultural, mientras que, desde 1985, Alejandro es profesor universitario en temas de medio ambiente. En 1987 nace su hijo Tomás. Elena y Alejandro nunca regresaron a vivir a Chile. (Foto tomada en Toronto, julio 1983).
El doctor Héctor "Titín" Orrego (1923-2020)
Trabajaba en el hospital José Joaquín Aguirre. Cerca del mediodía, empezaron a llegar heridos desde el barrio cívico y La Moneda. Horas más tarde, cuando el Presidente ya había muerto, Orrego y sus colegas fueron detenidos y trasladados a una comisaría.
Lo desnudaron, le requisaron la ropa, y lo sometieron a simulacros de fusilamiento. Luego de una semana, Héctor Orrego fue liberado, pero no regresó a su casa. Se escondió en Peñalolén, en la casa del Grupo Arica, dirigido por el filósofo Óscar Ichazo. Semanas más tarde se asiló en la embajada de Honduras. Vivió su exilio en Canadá, donde destacó como académico. (Foto tomada en Toronto, julio de 1983).
Edgardo Enríquez (1912-1996)
Ministro de Educación y exrector de la Universidad de Concepción, llegó temprano a La Moneda. El Presidente le pidió que se dirigiera a su ministerio. Enríquez -padre de Miguel, uno de los fundadores del MIR- permaneció en su oficina hasta que fue hecho prisionero.
En uno de los únicos videos sobre ese día trágico se le ve salir del palacio. Alto, serio y distinguido. Un periodista le pide declaraciones. Con calma, él dice: “El Presidente está decidido a mantener el gobierno”. Durante su cautiverio en la isla Dawson, siempre vistió camisa blanca y corbata. Solía decir que entre todo lo que estaba sucediendo, la corbata era lo que menos le molestaba.
Vivió su exilio en Gran Bretaña y México, donde ejerció cátedras sobre cardiología, su especialidad. (Foto tomada en Ciudad de México, septiembre de 1983).